El volcán Sakurajima y los pilotos kamikazes

El volcán Sakurajima es el símbolo de Kagoshima, la ciudad más grande del sur de la isla de Kyushu. Se encuentra en continuo estado de actividad, y es del tipo explosivo, lo que unido unido a la gran población que vive en sus cercanías, hace que el riesgo de sus erupciones sea muy elevado.

Algo más al sur, en Chiran, se encuentra el museo dedicado a los pilotos kamikazes, aquellos que desaparecieron en el cielo y mar de Okinawa en un ataque suicida contra los navíos americanos. Un lugar que rebosa tristeza, respeto y honor.

Volcán Sakurajima. Junio 2016


Llevaba tiempo queriendo ver el famoso volcán activo Sakurajima, situado al sur de la isla de Kyushu, así que Asami y yo planeamos un fin de semana allí. La recogí un viernes por la tarde cuando terminó de trabajar, y emprendimos el viaje. La distancia desde Fukuoka es de unos 300 kilómetros y 4 horas de trayecto por la autopista de peaje, más los aproximadamente 6.000 yenes que cuesta, o de algo más de 8 horas por las carreteras locales. Dado que dormiríamos en el coche a mitad de camino y no llevábamos prisa, optamos por la segunda opción, aunque hasta que no abandonamos las cercanías de Kumamoto, el tráfico nos retrasó muchísimo. 

Llevábamos preparada la cena, por lo que sólo paramos para turnarnos conduciendo, lo que hicimos en tiendas como Family Mart o 7-Eleven para aprovechar sus baños. Todos los coches japoneses incluyen televisión, que es la misma pantalla pequeña del navegador, pero suficiente para que Asami fuese viendo una telenovela japonesa a la que nos habíamos enganchado mientras yo conducía, así que me iba traduciendo. Era el último capítulo, y nos quedamos sin señal justo al final.  

Paramos a dormir en una zona de descanso que encontramos cerca de la medianoche, aún a dos horas de distancia del volcán Sakurajima, algo totalmente asumible para la siguiente mañana. Abatimos los asientos del coche, preparamos el colchón japonés, las almohadas, y a dormir. A la mañana siguiente reanudamos la marcha, y ya con el volcán a la vista, paramos a desayunar en otro Family Mart (reconozco que me encantan estos sitios). Habíamos pasado por una zona muy bonita llena de montañas, Kirishima, que también posee algunos volcanes más pequeños. Una pena no tener tiempo para verla en profundidad.


El volcán Sakurajima


El Sakurajima, el símbolo de Kagoshima, es un volcán aún activo, y cuya cima está compuesta por tres picos, el Minamidake al sur, el Nakadake en el medio, y el Kitadake al norte, siendo este último el más elevado con 1.117 metros de altura. En el pasado fue una isla de la bahía de Kagoshima, pero la gran erupción ocurrida en el año 1914, hizo que la enorme cantidad de lava liberada se solidificase, uniéndola a la península. Actualmente, registra cientos de pequeñas explosiones cada año, y expulsa humo casi de manera continua. Es el volcán que guarda más energía en su interior, y uno de los cuatro mayores de Japón, junto con el monte Aso, también en la isla de Kyushu, y que ya había visitado en el pasado.

El Sakurajima es un volcán del tipo explosivo, lo que unido a la gran población que vive en sus cercanías, hace que el riesgo de sus erupciones sea muy elevado. De hecho, se espera que en un futuro próximo se registre de nuevo una gran explosión, por el aumento del depósito de lava en su interior. Por ello, se han construido, entre otros, diques de contención, canales colectores de lava en las laderas del volcán, o vías de evacuación de la población. Y, a pesar del peligro, es una visita turística muy popular en Japón, que cuenta también con varios baños termales, y un suelo muy fértil donde se producen los rábanos chinos más grandes del mundo, y las mandarinas más pequeñas.


Canal colector de lava. Volcán Sakurajima. Junio 2016

Las vistas desde la carretera ya era impresionantes, pero, sin duda, la mejor panorámica del volcán Sakurajima, y también de la ciudad de Kagoshima, se encuentra en el observatorio Yunohira, a 373 metros sobre el nivel del mar. Esa fue nuestra primera parada, justo antes de que llegaran dos autobuses llenos de chinos.  

Volcán Sakurajima. Junio 2016

Observatorio Yunohira. Volcán Sakurajima. Junio 2016

Dique de contención desde el observatorio Yunohira. Volcán Sakurajima. Junio 2016

Kagoshima desde el observatorio Yunohira. Volcán Sakurajima. Junio 2016

Cuando bajamos, nos dirigimos al Centro de Visitantes de Sakurajima, donde se puede conseguir información y mapas, no sólo de la zona, sino de toda la prefectura de Kagoshima, y donde se muestra la historia de las erupciones volcánicas e información geológica relacionada. Ya fuera, existe un pequeño camino circular que recorre un terreno de lava solidificada y la vegetación que ha crecido sobre la misma, y que acaba en las aguas de la bahía.

A sólo unos pasos, se encuentra el Sakurajima Magma Hot Spring, un hotel con baño termal u onsen dentro. Asami lo llevaba en mente desde que nos despertamos, así que no podía decir que no, aunque hubiera preferido seguir con la visita y haberlo dejado para la tarde. La buena noticia es que es barato, y fue la primera vez que optamos por una zona privada, con baño incluido dentro. Mereció la pena.

También a escasos metros andando, se encuentra la terminal de ferry de Sakurajima, desde la que se tarda 15 minutos en llegar a la de Kagoshima, con un frecuencia de entre 10 y 15 minutos. La estación de tren de ésta, última parada del famoso Shinkansen, el tren rápido japonés, queda a tan solo 10 minutos caminando. Es decir, es relativamente fácil realizar esta visita en transporte público.

Después de comer algo, nos desplazamos ya a Kagoshima, pero rodeando el monte Sakurajima por el lado que aún no habíamos visto, para detenernos en un lugar que se ha convertido en un gran atractivo turístico, la puerta torii del santuario Kurokami. Ésta quedó enterrada casi en su totalidad bajo cenizas volcánicas tras la gran erupción del año 1914 antes comentada. A medio camino, también paramos a ver la cascada Longmen, también popular en la zona, y que se encuentra literalmente detrás de varias casas. Era evidente que no llevaba un gran caudal de agua en aquel momento.

Torii del santuario Kurokami enterrado. Volcán Sakurajima. Junio 2016

Cascada Longmen. Volcán Sakurajima. Junio 2016

Cascada Longmen. Volcán Sakurajima. Junio 2016


Kagoshima


Kagoshima es la mayor ciudad del sur de la isla de Kyushu, con más de 600.000 habitantes, por lo que es su centro económico, industrial y cultural. Se la conoce como la Nápoles de oriente, por su similitud con ésta al situarse bajo la influencia de un volcán de las mismas características que el Vesubio.

Nos dirigimos directamente hacia el parque Shiroyama, situado en la ladera de una colina, para conseguir una de las vistas más famosas y bonitas de la ciudad, con el volcán Sakurajima al fondo. Allí encontramos un gran aparcamiento, tanto para autobuses como para vehículos, estando esta segunda parte más resguardada por los árboles del parque. Y además contaba con baños públicos, y varias máquinas expendedoras de comida y bebida. Un lugar perfecto para dormir, pues Asami había intentado reservar un hotel u hostal, pero los precios en Kagoshima aquel día estaban por las nubes.

Kagoshima y el volcán Sakurajima desde el parque Shiroyama. Junio 2016

Antes, nos desplazamos hasta la zona central y comercial de la ciudad, con gran oferta de restaurantes, y repleta de gente a esas horas de un sábado por la tarde.  Para cenar, Asami eligió algunos platos típicos de aquella parte de Japón, como una variante del famoso okonomiyaki de Osaka, y un curioso helado llamado Shirokuma. Consiste en leche condensada vertida sobre hielo picado y rematada con diferentes tipos de fruta de diferente color. No tenía mal sabor, pero no me pareció nada especial como para que fuese tan popular. Después de dar un paseo, volvimos a nuestro “campamento” del parque Shiroyama, preparamos nuevamente el coche, y a dormir.  


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El museo de los pilotos kamikazes de Chiran


La lluvia nos arropó durante la noche, nos despertó suavemente por la mañana, y nos acompañó con fuerza durante la hora que duró nuestro viaje hacia la última visita del fin de semana. Un lugar a 40 kilómetros al sur de Kagoshima, y sobre el que Asami tenía especial interés. Era el Museo de la Paz de Chiran para los pilotos kamikazes (Chiran Peace Museum for Kamikaze pilots). Chiran, además, es una pequeña ciudad que aún conserva antiguas residencias de samuráis, con sus respectivos jardines. Pero tanto la meteorología como el largo viaje de vuelta a Fukuoka no nos invitaban a entretenernos en ellas.

En el museo estaba prohibido tomar fotografías una vez dentro. Fuera si es posible realizarlas, pero con el mal sabor de boca que me había dejado la visita, y la intensa lluvia que aún caía, tampoco tuve ganas de hacerlas. Por eso, incluyo dos que he extraído de una página web oficial, www.japanvisitor.com, donde además se encuentra información sobre cómo llegar en transporte público desde Kagoshima.

Entrada del Museo de la Paz de Chiran. Junio 2016

Internacionalmente conocidos como kamikazes, en japonés se les conoce como pilotos Tokko, que significa “ataque especial”, en una táctica militar en la que los pilotos estrellaron sus aviones contra los navíos americanos en el mar de Okinawa, lo que sucedió en los momentos finales de la Segunda Guerra Mundial. En Marzo del año 1945, de varias bases de Japón, principalmente Chiran, originalmente una escuela de entrenamiento aéreo y que era la base aérea más al sur, despegaron 1036 pilotos Kamikazes.

El museo está dedicado a aquellos jóvenes pilotos, la mayor parte de ellos rondando la veintena, y algunos sin ni siquiera alcanzarla. “Desaparecieron en el cielo y mar de Okinawa, y cuyos aviones nunca volverán. Para que sus espíritus descansen en paz para siempre, pues deben haber amado mucho a sus familias, a sus ciudades de origen y al Imperio de Japón”.    

Estatua de un piloto Kamikaze. Junio 2016
Aquella obediencia ciega en una misión suicida genera no poca controversia, dado que el gobierno nipón se negó a aceptar que la guerra en el océano Pacífico ya había concluido mucho antes de su fecha real, lo que condujo a sus enemigos a utilizar peores armas y estrategias que, a la postre, supusieron más sufrimiento para el pueblo japonés. Enviaron a aquellos muchachos en aviones que sólo contaban con combustible para la ida, y cuyo estado no era el mejor. 

En el interior se muestran fotografías, cartas, testimonios, recuerdos familiares y efectos personales de todos ellos, ordenados según la fecha de su fallecimiento. También cuenta con varios aeroplanos utilizados durante la guerra, algunos de ellos recuperados del fondo del mar. 

Los siguientes son dos ejemplos de los mensajes que los pilotos kamikazes enviaron a sus familias antes de partir:

“Mamá, siento haber sido un niño desobediente. Perdóname por favor. Soy feliz por ir.”

“Voy a morir en el mar de Okinawa. Incluso después de mi muerte, defenderé a mi país, Japón”.

Vi llorar a muchos japoneses al leer estos mensajes y las cartas que dejaron. Asami también. La tristeza y la admiración hacia ellos dominaban el ambiente. Yo era el único extranjero allí, quizás un lugar “turístico” poco conocido internacionalmente. Y quizás desubicado, sin entender muy bien aquel santuario, con muchas dudas y preguntas en mi cabeza, como por qué el Imperio Japonés los envió a la muerte a sabiendas de que la guerra ya estaba perdida. Además yo sólo podía leerlos en las dos o tres máquinas con traducción al inglés con las que contaba el museo, lo que lo hacía menos humano. Al menos, aquello despertó la curiosidad en mí, así que tiempo después busqué información sobre todo esto, e incluso leí información sobre varias de las batallas que se produjeron en el océano Pacífico entre las armadas japonesa y americana. 

Después de aquello, emprendimos el camino de vuelta a casa. Debido al mal tiempo, el tráfico era peor, por lo que decidimos tomar la autopista de peaje. Antes de llegar, nos desviamos hacia la prefectura de Itoshima para ver un precioso atardecer en la bahía de Futamigaura. Se encuentra a 30 kilómetros del centro de Fukuoka, una hora de viaje en coche sin pagar peajes.

Atardecer en la bahía de Futamigaura. Prefectura de Itoshima. Junio 2016

Atardecer en la bahía de Futamigaura. Prefectura de Itoshima. Junio 2016

Atardecer en la bahía de Futamigaura. Prefectura de Itoshima. Junio 2016

En resumen, el volcán Sakurajima es otro de esos espectáculos de la naturaleza que uno debe ver si tiene la oportunidad, especialmente por encontrarse en un estado de erupción continua. Ser un volcán de tipo explosivo y encontrarse cerca de un gran núcleo de población como es Kagoshima, lo convierten en una peligrosa bomba de relojería, al igual que el monte Fuji si éste también decidiera despertarse nuevamente. Si dispones de tiempo y te gusta la historia, el Museo de la Paz de Chiran para los pilotos kamikazes es una visita muy interesante y didáctica.

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