La isla de Bali, templos y volcanes

La isla de Bali guarda tesoros naturales de indudable belleza. Con una cultura milenaria y cientos de hermosos e interesantes templos esparcidos por su geografía, la convierten en una parada obligatoria en un viaje por Indonesia. Al igual que la mayor parte de las islas de Indonesia, situadas en el anillo de fuego, es una isla volcánica, y cuenta por ello con impresionantes volcanes a los que se puede ascender.

Ejemplo de templo balinés. Bali. Febrero 2016


Llegué en ferry desde Ketapang, en la isla de Java, a Gilimanuk, en la isla de Bali, después de haber pasado la noche en el volcán Ijen. Al bajar, como siempre, varias personas preguntando dónde iba para llevarme, pero seguí caminando hasta la estación de autobuses, a sólo unos metros. Eché un vistazo a los horarios y precios, y me fui a comer algo en una hamburguesería que había en frente, donde varios locales entraron para intentar venderme diferentes productos. No había mucho donde elegir por allí, pero sí un supermercado y, sobre todo, un cajero automático. Así que me hice con dinero, y algo de beber y picar para el camino hasta Denpasar, la capital de la isla.

Aún no tenía muy claro dónde ir primero, dónde alojarme. Ya había leído que Denpasar no tenía nada interesante para ver. Kuta rebosaba de turistas y defraudaba por ello a muchos viajeros. Y Ubud, la que más puntuación tenía en mi lista y donde realmente quería llegar, estaba bien situaba para realizar distintas rutas por la isla, pero más alejada y, aparentemente, más complicado de llegar a ella.

Era temprano, y en un arranque más de aventurero, decidí caminar alejándome de la estación de autobuses para intentar hacer autostop. Y no tardé mucho en conseguirlo. Frente a mí paró una furgoneta de mediano tamaño que se dirigía a la capital para descargar su mercancía. El conductor chapurreaba muy poco de inglés, suficiente para entendernos. Le pregunté varias veces ¿Kumpang?, para confirmar que lo entendía perfectamente y estábamos de acuerdo. Kumpang es la palabra indonesia que significa viaje gratis, muy útil si quieres hacer autostop por el país. Él contestó que sí, que aceptaba, y entonces subí.

Se llamaba Heru, tenía 40 años y dos niños, y era originario de la isla de Lombok, a su parecer, más bonita que Bali y con más naturaleza. Conducía rápido, tardamos tres horas en llegar a la capital, y el viaje me ofreció la posibilidad de ir viendo montañas, terrazas de arroz y playas. También la de conversar con un local, que siempre es enriquecedor. Entre medias, le invité a comer otro soto, algo más caro que en la isla de Java, lo que sería un constante en toda la isla.

Heru conduciendo su camioneta. Bali. Febrero 2016

Me llevó a la terminal de autobuses de Denpasar para que pudiese tomar uno local hacia Ubud o Kuta, pero los precios era absurdamente exagerados, un sin sentido. ¡200.000 rupias! por menos de media hora de trayecto. Allí había un mafioso que no paraba de perseguirme, y de primeras, ya bajó el precio 50.000 rupias. Intenté ir a la oficina de información, pero mientras preguntaba, el mafioso les hacía gestos por detrás. Y luego se fue a hablar con Heru para decirle que el trayecto que me había llevado eran 500.000 rupias. Totalmente falso, porque ya lo había ojeado antes por internet y eran 140.000. Heru, que cayó en su trampa, intentó entonces cobrarme parte del viaje, para seguramente, darle parte a éste después. Me cabreé y empecé a discutir con el mafioso a voces, pero no tenía mucho sentido.

Le pregunté a Heru si podría llevarme al centro de Denpasar, y nos fuimos. Le dije entonces que no entendía nada porque desde el principio acordamos que el viaje fuese gratis, y le conté lo que había hecho antes el mafioso y que no debería fiarse de malas personas. Él estaba avergonzado, porque sabía que se había equivocado y, en el fondo, era buena persona. Entonces me propuso llevarme él mismo a Ubud por 100.000 rupias, cuando antes de parar en la estación, me comentó que el precio local era justamente la mitad, que fue la réplica que le di, y aceptó. Pero todo era diferente ya, no intercambiamos palabra alguna en los 15 ó 20 minutos que tardamos en llegar. Me había decepcionado, había perdido mi confianza. Es lo que hace el dinero, lo corrompe todo.

Pregunté a algún local por hostales baratos, y me recomendó el Balibbu Homestay, que encontré a escasos metros. Los dormitorios compartidos estaban completos, y sólo quedaban las camas que había dentro o debajo de una especie de pequeñas cabañas de bambú que habían levantado en mitad de la sala de juegos y sofás. Incluía desayuno, y el baño, evidentemente, estaba fuera. El coste fue de 50.000 rupias, un precio inmejorable en la isla de Bali. El personal del hostal eran muchachos jóvenes, simpáticos y muy amables, y también contaban con servicio de alquiler de motocicletas, por 50.000 rupias el día, y varias excursiones organizadas. El dueño y su familia vivía en la casa contigua, y hablamos varias veces durante las tres noches que me quedé allí. Lo utilicé como campamento base para conocer el resto de la isla, y es muy recomendable.


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Dejé por fin la mochila grande y fui a visitar el bosque de los monos (monkey forest), que me habían recomendado en el hostal por encontrarse a unos 15 minutos caminando. Me sorprendió el coste de la entrada, 40.000 rupias, y al preguntar lo que había dentro, me contestaron que sólo un pequeño templo y muchos monos. No sé cuántos habría dentro, pero fuera ya había unos cuantos, y parecían ser la verdadera atracción del parque. Opté entonces no entrar y quedarme en el café justo frente a la entrada, comiendo fruta, algo cara, y utilizando su conexión wifi para leer correos, mensajes y las noticias tranquilamente. Y no pasaron mucho minutos cuando empezó a diluviar, por lo que fue una decisión acertadísima. Descubrí además que estaba agotado por el viaje, la noche anterior en el volcán, y el viaje desde Solo.

Por la noche llegó un grupo de españolas que también se quedó en la zona de bambú y con las que charlé un rato. Me acosté pronto, me puse los tapones, y no oí a nadie en la sala, caí rendido, y dormí como un bebé. Por la mañana, tras el desayuno, reservé cama en uno de los dormitorios, con baño dentro y algo más aislado, para las dos próximas noche. Era algo más caro, no recuerdo cuánto.

Cogí la motocicleta que había alquilado la tarde anterior, y empecé la ruta por la isla, aunque tuve que parar alguna que otra vez debido a la lluvia. Algunas "rotondas" en Bali son un espectáculo por las inmensas y grandiosas estatuas que contienen. Con dirección norte, lo primero que encontré fueron las terrazas de arroz de Tegallalang, en un paraje espectacular. Allí me detuve a tomar un segundo desayuno, pues el del hostal era escaso y me había quedado con hambre.

Estatua en una de las rotondas de Ubud. Bali. Febrero 2016

Terrazas de arroz de Tegallalang. Bali. Febrero 2016

Seguí hasta el primero de los templos, Gunung Kawi, en Sebatu, cuya entrada me costó 15.000 rupias, y donde tuve que ponerme una cinta naranja en la cintura para hacerlo. El paisaje que lo rodeaba seguía siendo muy bonito, a pesar de las nubes grises del cielo, con terrazas de arroz y palmeras por todas partes. En los distintos espacios del complejo, encontré a varias señoras realizando ofrendas, y otras metiéndose vestidas en las pequeñas piscinas, para luego situarse bajo el chorro de agua, en una especie de ritual de purificación.

Templo Gunung Kawi, en Sebatu. Bali. Febrero 2016

Templo Gunung Kawi, en Sebatu. Bali. Febrero 2016

Terrazas de arroz y palmeras cerca del templo Gunung Kawi, en Sebatu. Bali. Febrero 2016

Para ser honesto, no llevaba muy bien preparada la ruta, ni llevaba mapa ni gps en el teléfono móvil, así que fui improvisando con las recomendaciones de los locales. Ello hizo que me perdiese otro lugar con el mismo nombre, Gunung Kawi, y que son enormes santuarios escavados en la roca y donde se encuentran enterrados la familia real.

A cambio, el hombre de la entrada del primero me recomendó ir a otro templo más o menos cercano, que resultó ser aún más espectacular. Eso sí, al contrario que éste, aquel me lo encontré completamente abarrotado de turistas. Se llamaba Tirtha Empul, y consta de un complejo de templos y piscinas sagradas. Pagué 3.000 rupias por dejar la motocicleta en el aparcamiento, y otras 15.000 por la entrada al templo. El código de vestimenta dicta ponerse como un pareo, Kamen, alrededor de la parte inferior del cuerpo, además de una cinta o faja similar a la que ya había utilizado en el anterior templo. Varios mitos y leyendas rodean la historia de este templo, famoso especialmente por los poderes curativos de sus aguas, donde los locales van a purificarse. Los turistas también pueden hacerlo si siguen las pertinentes instrucciones. Yo simplemente me agaché en un lateral de la piscina, alcancé el agua de la fuente con la mano, y me la eché por encima.

Locales purificándose en el templo Tirtha Empul. Bali. Febrero 2016

Templo Tirtha Empul. Bali. Febrero 2016

Templo Tirtha Empul. Bali. Febrero 2016

Emprendí entonces sin más demora el camino hacia el que, en realidad, era mi objetivo original, el volcán Batur o Kintamani. La carretera subía, y comenzó a llover, acompañada de una espesa niebla que poco dejaba ver. Llegué hasta Penelokan, un pueblo-mirador con varios restaurantes desplegados a lo largo de la carretera, y tiendas de venta de ropa y recuerdos intercaladas. La vista era una auténtica belleza. El lago Batur separando al volcán del mismo nombre, de 1.730 metros de altura y un cráter espectacular, y al monte Abang, con 2.152 metros de altura. Y, al fondo, detrás de éste, sobresalía el volcán más alto de la isla de Bali, el Agung, con una altitud de 3.142 metros. Existen excursiones organizadas para subir al volcán Batur y ver el amanecer (300.000 rupias en mi hostal), y también para escalar el volcán Agung, para el que se necesita más tiempo por ser más exigente.

Volcán Batur, lago Batur, monte Abang y, al fondo, el volcán Agung. Bali. Febrero 2016

Lago Batur, monte Abang y, al fondo, el volcán Agung. Bali. Febrero 2016

Volcán Batur. Bali. Febrero 2016

Cráter del volcán Batur. Bali. Febrero 2016

Como llovía, aproveché para comer algo. Y un rato más tarde, en el mirador, mientras hacía fotografías, coincidí con dos barcelonesas que regateaban el precio de no recuerdo qué con un local. Seguí conduciendo la motocicleta carretera abajo hasta el lago, donde encontré una pequeña villa. La carretera es algo peligrosa por la elevada pendiente, las curvas cerradas y la cantidad de arena acumulada sobre su asfalto. Fui hasta donde comienza el camino de ascenso al volcán Batur, y paré a mano derecha, en una caseta de guardias y guías. Allí me dijeron que no podía subir solo, y el coste del guía era incluso mayor que todo el tour organizado desde Ubud. Confirmé entonces lo que ya había leído previamente en otro blog de viajeros, y es que se trata de una especie de mafia local que intenta estafar a los turistas que van directos allí. Incluso alguno que intentó ignorarlos y comenzó a subir, mencionaba una actitud agresiva. No me preocupó en absoluto, pues mi intención era subir con la excursión guiada desde mi hostal alguno de los días siguientes, aunque finalmente no pude hacerlo debido a la lluvia.

Volví a subir por la misma carretera, y me encaminé hacia el templo Besakih por otra estrecha carretera de montaña, que trascurría en primer lugar bajo el abrigo del bosque de la misma, y posteriormente, con el imponente volcán Agung a su izquierda. En sus faldas ha descansado el conocido como el "templo madre" de Bali durante más de 1.000 años. Es el más grande y sagrado de todos los templos de la isla, que no son pocos, y comprende 18 santuarios rodeando a los tres templos dedicados a Shiva, Brahma y Visú, la trinidad hindú, como en Prambanan. Pura Penataran Agung es el nombre del templo principal.

Volcán Agung. Bali. Febrero 2016

Volcán Agung. Bali. Febrero 2016

Justo antes de llegar, en una calle colindante, un guardia me pidió pagar 15.000 rupias por subir con la motocicleta. No estoy seguro, pero creo que fue otra de esas tasas exclusivas para turistas, porque luego vi llegar a varios coches que ni pararon ni les hicieron parar, y nadie me pidió ese billete después en el aparcamiento. Allí varias mujeres intentaron venderme ofrendas para el templo y la cinta naranja para la cintura, a 30.000 rupias cada una, y que bajaron a 10.000 segundos después al ver mi desinterés. No se necesita nada, al menos si llevas pantalón largo, o al menos a mí nadie me dijo nada al respecto.

Aquí encontré la segunda mafia de la que también estaba prevenido. Tras subir los escalones de la entrada principal, me encontré con varios chavales detrás de la puerta enrejada. No me dejaban pasar si no pagaba una cantidad que no recuerdo por llevarlos como guía, que según ellos, era obligatorio. Incluso la actitud de uno de ellos comenzó a ser agresiva para decirme que me apartase de la puerta si no pagaba. Pero la realidad es que no es obligatorio, ni el guía ni el pago, y lo sabía. Fui a uno de los templos laterales para visitarlo, y allí, un monje al que pregunté, me indicó cómo podía pasar dentro. Y nada más fácil que ir a uno de los laterales de esa escalera y puerta principal, y comenzar a subir otras escaleras. De todas formas, está prohibido pasar dentro de los recintos, y sólo pueden verse desde fuera, algo que me quedó muy claro cuando, sin darme cuenta, me adentré en uno de ello, y un guía que acompañaba a otro turista empezó a gritarme para que saliese.

Entrada principal y mafiosos del templo Besakih. Bali. Febrero 2016

Templo Besakih. Bali. Febrero 2016



Templo Besakih. Bali. Febrero 2016

Más de una hora conduciendo bajo la lluvia hasta que llegué a mi siguiente parada, el templo Goa Gajah, más conocido como la cueva del elefante, un lugar espiritual para la meditación. La entrada de la misma es la boca de una gran talla en la roca, pero dista mucho de asemejarse a la cabeza de un paquidermo, como leí anteriormente. La cueva en sí es muy pequeña, y en su interior hay una estatua de Ganesha, una de las deidades hinduista más conocidas, y que se caracteriza por presentar una cabeza de elefante, razón principal ésta del nombre del lugar. El recinto también cuenta con varias piscinas similares a las vistas en los templos anteriores para la purificación de los creyentes. Su entrada cuesta 15.000 rupias, y antes, en los aparcamientos, varias mujeres intentaron venderme nuevamente el pareo o la cinta por 30.000 rupias, o por 10.000 varios segundos después. La situación fue calcada a la del templo Besakih.

Entrada de la Goa Gajah. Bali. Febrero 2016

El templo Goa Gajah se sitúa a las afueras de Ubud, aunque nunca supe muy bien dónde empezaban y acababan las villas o ciudades de Bali. El caso es que, desde allí, sólo tardé 15 minutos más en llegar a mi hostal. Me duché, cené en los alrededores, y me acosté pronto. El pero fue que la cama del dormitorio estaba destrozada, y se hundía muchísimo en la parte central, a parte del sonido que hacía al mínimo movimiento. Por la mañana comprobé que las otras personas estaban en similares condiciones, así que pedí en recepción volver a cambiarme a la cama en la cabaña de bambú para la siguiente noche. No hubo problemas, y me devolvieron la diferencia. Lo mejor del hostal era sin duda el personal que trabajaba allí.

Seguí con la motocicleta ese día también, hacia el sur, a Kuta y la playa Jimbaran, al lado del aeropuerto de la isla. Estaban más lejos de lo que los aproximadamente 40 kilómetros de distancias desde mi hostal parecían suponer. Tardé más de dos horas en llegar, con un tráfico horrible, y peligroso, especialmente para las motocicletas. Y mucha contaminación por ello. Fue una auténtica pesadilla conducir por aquella zona. No sé si fue por ese viaje, o por el mal tiempo, pero la playa Jimbaran no me pareció nada especial. Era muy larga, eso sí.

Playa Jimbaran. Bali. Febrero 2016

Así que mi bañador, aún seco, y yo seguimos el trayecto hasta el templo Pura Luhur Uluwatu, o simplemente Uluwatu, en el extremo sur de la isla de Bali, concretamente en la península de Bukit. La entrada costó 20.000 rupias, y otras 1.000 por dejar la motocicleta en el aparcamiento. Allí sí era obligatorio el uso del pareo. Con una localización única sobre un acantilado de unos 70 metros de altura, es otro de los principales lugares espirituales de Bali, aunque su fama se debe más a las bellísimas vistas del lugar. Hay una comunidad importante de monos viviendo en la zona, muy dados al robo de pequeños objetos a turistas despistados. De hecho, justo frente a mí, uno de ellos le quitó las gafas a un chino, que intentó recuperarlas sin éxito, hasta que a otro chino se le ocurrió tirarle algo de comida al mono.

Templo Uluwatu. Bali. Febrero 2016

Templo Uluwatu. Bali. Febrero 2016

Monos del templo Uluwatu. Bali. Febrero 2016

Monos del templo Uluwatu. Bali. Febrero 2016

Desde allí conduje hasta la playa Pandawa, no muy lejos, que estaba llena de turistas haciendo fotografías, pero sin bañarse. El acantilado detrás del cual se escondía la playa, había sido cortado para dejar paso a la carretera de acceso a la misma. En él se habían escavado también grandes arcos que contenían estatuas no menos grandes.

Playa Pandawa. Bali. Febrero 2016

Luego llegué a la playa Nusa Dua, que en realidad es un resort con acceso a una playa pública y a un parque con rompiente de olas al final. Allí, por fin, me di un merecido baño en el mar, y también aproveché para comer.

Playa Nusa Dua. Bali. Febrero 2016

Me quedaba un largo camino de vuelta al hostal, que acorté, sin saberlo, y por equivocación, utilizando la autopista de peaje Mandara, donde pagué 4.500 rupias. Cuando llegué, el hostal estaba lleno de nuevos clientes. Era sábado.

Después de Bali, mi plan original era seguir viajando por Indonesia. Primero las islas Gili, luego Lombok, Komodo, Flores y Sulawesi. Y después, volar por fin a Nueva Zelanda, mi verdadero sueño y culmen de este viaje y aventura. Lo flexible estaba en ver parte de Australia antes y/o después, según los precios de los billetes, pero fuera como fuese, llegaría a Nueva Zelanda en la mejor temporada, fuera de la alta, pero aún con buen clima. El tiempo me recordó que no siempre los planes se cumplen, y que eso no tiene porqué significar algo malo. Dicen que lo que mal empieza, mal acaba, y no comencé con buen pie el viaje por Indonesia.

Estaba cansado. Dos semanas viajando en Indonesia me habían agotado y, por qué no decirlo, hastiado, y decepcionado, especialmente en Bali, la isla de la que tanto había oído hablar. Los españoles que conocí en Kuching, Ibrahim y Carmen, debieron tener una experiencia similar, porque me recomendaron no ir a Bali. Conocí indonesios maravillosos, como Stephen en Yogyakarta, Ari e Indra en Solo, el hombre de la estación de Jember, y Robbert y Riski en Banyuwangi. Incluso Heru inicialmente, el conductor que me llevó desde Gilimanuk hasta Denpasar. Pero también, muchos otros que trataron de estafarme y engañarme, algunos muy pesados y otros con actitudes algo agresivas. Y, por supuesto, la regla del diez. Quizás fuese mi culpa, por no tener en esos momentos la mejor actitud respecto a otro país y cultura distinta.

Lo cierto es que esa mañana me di cuenta de que no quería seguir viajando, aunque eso supusiera dejar mi sueño de viajar a Nueva Zelanda nuevamente de lado (finalmente lo hice meses después, aventura que ya contaré más adelante). Así que busqué y compré un vuelo de vuelta a casa, a España, a mi tierra, que no salía hasta las 0:05, por lo que pasé el día en el hostal esperando a que llegase la hora de partir.

El recepcionista del hostal me puso en contacto con un amigo suyo que me llevaría al aeropuerto en su coche particular. El coste, originalmente 250.000 rupias, que finalmente se quedaron en 200.000, era una auténtica salvajada, pero estándar en la isla. Ir de pasajero en una motocicleta sería más barato, pero de noche, con ese tráfico, y cargando la mochila grande más de una hora, no era lo más recomendable. Así que no me quedó otra opción que aceptar.

Era un chaval joven, educado, buena gente, y honesto. Se llamaba Kevin, y reconoció que los precios en Bali estaban tan inflados porque los australianos, el turismo mayoritario, lo pagaba sin preguntar. Y además se incrementaba cada año. Estuvimos hablando durante todo el trayecto, y luego me dio sus datos de contacto por si alguna vez volvía, o para mis amigos, y que incluyo aquí debajo. Tiene también otro hostal y realiza excursiones de un día entero por los distintos lugares turísticos de la isla. Muy recomendable.

Kevin Bali travel & vacation (página en Facebook, donde encontraréis su teléfono)
kevinlaih012@gmail.com

En resumen, la isla de Bali guarda tesoros naturales de indudable belleza, como sus imponentes volcanes. Con una cultura milenaria, la arquitectura de sus templos es totalmente distinta a los encontrados en la isla de Java, muy interesantes de conocer. Sólo estas dos razones la hacen una visita indispensable en un viaje por Indonesia. Pero hay que preparar la billetera, en comparación con otros lugares indonesios, y estar preparados ante los locales que intenten engañarte, que no serán pocos.

Hay quien opina que a la hora de tomar una decisión, tienes que evaluar los pros y los contras, y pensarlo largo y pausado para no equivocarte. Eso significa que al final, en el 90% de las ocasiones, si no más, terminarás guiándote por la razón, haciéndole caso a tu cerebro. Y ahí, sin ni siquiera darte cuenta, estarás cometiendo el mayor y verdadero error, como me pasó a mí al iniciar de nuevo mi aventura tras más de un mes en Fukuoka. El resumen es que, básicamente, seguir viajando por "obligación" no es bueno, más si por ello dejas un lugar donde te encuentras bien.

Sigue tus corazonadas, escucha los dictados de tu corazón y deja que sea él quién te guíe. Porque la razón está muy condicionada por el entorno social, tus experiencias pasadas, y tantas y tantas cosas más. Como se dice casi al inicio de una de mis películas favoritas, Brave Heart:

"TU CORAZÓN ES LIBRE, TEN EL VALOR DE HACERLE CASO"


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