Sydney y las Blue Mountains

Sydney es la ciudad más grande y poblada de Australia, y capital del estado de Nueva Gales del Sur. También es la más antigua, pues fue el primer asentamiento británico formado por convictos llevados allí desde Inglaterra en el año 1788. Lo hicieron a orillas de la bahía Jackson, más conocida como la bahía de Sydney. Al igual que Melbourne, siempre está en las primeras posiciones de las ciudades del mundo con mejor calidad de vida. El Parque Nacional Blue Mountains (Montañas Azules) es una preciosa, impresionante y obligada visita a menos de una hora del centro de Sydney.  

Sydney Opera House
Sydney Opera House. Agosto 2016

Había pasado toda la noche anterior en el aeropuerto de Auckland. En mitad de la misma, cuando intentaba dormir estirado en tres asientos, nos desalojaron por una alarma de fuego real. A pesar de que llegaron los bomberos, no pareció nada serio, pero estuvimos a la intemperie entre 45 minutos y una hora, tiempo suficiente para congelarnos de frío. Eso me despejó totalmente. Mi vuelo partió hacia el aeropuerto de Sydney (Kingsford Smith) a las 7:20 de la mañana, y como tienen dos horas de diferencia, llegué a las 9:00. Dejaba atrás 34 días de aventuras y experiencias en Nueva Zelanda (aún en construcción), con la satisfacción de haber hecho realidad por fin uno de mis sueños.


Sydney


Desde el aeropuerto tomé el tren directo hacia el centro de Sydney por 17,40 dólares australianos, algo caro, porque tarda tan solo 15 minutos. El hostal que había reservado se encontraba en la calle Pitt, una de las arterias del centro de la ciudad. Concretamente, entre la estación de ferrocarril Central y el centro financiero, y también al lado de chinatown. Se llamaba Sydney Central Inn, y pagué 22 dólares por una cama en un dormitorio compartido de 4, con baño fuera. El dormitorio tenía un pequeño frigorífico dentro, y también una pequeña mesa con dos sillas. El personal era joven y simpático, aunque la cocina no me pareció muy adecuada para usarla.

Entrada a Chinatown, Sydney
Chinatown. Sydney. Agosto 2016.

Era temprano, así que no pude hacer el check-in, como ya suponía. Dejé la mochila grande y comencé mi visita a la ciudad por chinatown, el barrio chino. Era domingo aquel día, y el gran mercado Paddy bullía ya de gente. Eché un vistazo a varias cosas, como sudaderas y mochilas, y los precios eran muy económicos. Restaurantes y otros locales completaban el decorado de un barrio donde la comunidad china ha vivido desde el siglo XVIII.

Tuve que volver al hostal para cambiarme de camiseta y dejar la chaqueta. En unas horas había pasado de 5 a 25 grados centígrados. Y tenía hambre, por lo que seguir el gps de mi teléfono móvil para localizar el restaurante japonés Don Don, de la misma cadena al que utilicé varias veces en Melbourne.

Se encontraba en la calle Oxford, que, por lo que pude ver, supuse que era la avenida principal del barrio gay de Sydney. Multitud de banderas multicolor colgaban a ambos lados de la misma. La sorpresa fue que el precio del mismo plato era 4 dólares australianos más caro que en Melbourne. Al preguntarle la razón a la chica que me atendió, no supo responderme. Eso sí, como siempre, la comida estuvo muy buena, y la cantidad fue generosa. Igualmente recomendable.

Ave extraña en Hide Park. Sydney. Agosto 2016.

Visité luego Hide Park, un gran espacio verde en medio del centro de Sydney, comenzando por el Anzac Memorial. Al igual que el Shrine of Remembrance de Melbourne, está dedicado también a todos los australianos que dieron sus vidas en las diferentes guerras mundiales. Por allí vi a una especie rara de ave que no había visto antes. El segundo gran atractivo del parque es la fuente Archibald, considerada la mejor fuente pública de Australia, y no es para menos. Justo en frente está la catedral católica St. Mary, otra preciosa e imponente obra arquitectónica, tanto por fuera como por dentro. Es la iglesia más grande de Australia. 

Interior del Anzac Memorial. Sydney
Interior del Anzac Memorial. Sydney. Agosto 2016.

Anzac Memorial y Hide Park. Sydney
Anzac Memorial. Sydney. Agosto 2016.

Fuente Archibald, en Hyde Park. Sydney
Una de las estatuas de la fuente Archibald. Sydney. Agosto 2016.

Catedral St. Mary. Sydney
Catedral St. Mary. Sydney. Agosto 2016.

Desde aquella zona se divisaban los grandes rascacielos de la ciudad. La idea inicial era regresar al hostal a descansar después de comer, imaginando que la noche anterior en el aeropuerto de Auckland me pasaría factura. Todo lo contrario. Estaba fresco, entusiasmado con todo lo que estaba viendo, ávido de más.

Pasando de largo frente a la Galería de Arte de Nueva Gales del Sur, crucé los Jardines Botánicos Reales para llegar al que es uno de los mejores miradores de la ciudad, Mrs Macquarie’s Chair. Lo confirmaba el hecho de estar lleno de turistas haciendo fotografías. Desde allí las vistas son increíbles. Hacia la ciudad, el Palacio de la Ópera (Sydney Opera House), el puente del puerto (Sydney Harbour Bridge) y el Fuerte Denison

Vistas desde el Mrs. Macquarie's Chair. Sydney
Vistas desde el Mrs. Macquarie's Chair. Sydney. Agosto 2016.

Sydney Opera House y Harbour Bridge desde Mrs. Macquarie's Chair
Sydney Opera House y Harbour Bridge desde Mrs. Macquarie's Chair. Agosto 2016.

Bordeé los Jardines hasta llegar al edificio de la Ópera, el más emblemático de Sydney, que posee una estructura en forma de velas con azulejos blancos. Pensaba que era una construcción relativamente moderna, pero se terminó en el año 1973. Diferentes restaurantes y cafeterías copaban una zona absolutamente abarrotada de gente aquel domingo.  

Justo al lado estaba la terminal de transbordadores Circular Quay, que conectan el puerto con otros suburbios de Sydney. Allí también está el Museo de Arte Contemporáneo, la aduana histórica de la ciudad y una oficina de información turística. Todo de camino hacia Las Rocas (The Rocks), el barrio más antiguo de la ciudad, y sede del mercado The Rocks, que se levanta los domingos por la mañana. Es decir, ya estaba cerca de cerrar. Hay edificios históricos renovados, cafeterías y restaurantes, galerías de arte o tiendas de recuerdos. El ambiente era estupendo, y el buen día lo acompañaba. De nuevo, algo reconfortante tras el frío invierno de Nueva Zelanda.

Vistas de la ciudad y Circular Quay desde Sydney Opera House
Vistas de la ciudad y Circular Quay desde Sydney Opera House. Agosto 2016.

Sydney Harbour Bridge
Sydney Harbour Bridge. Agosto 2016.

The Rocks. Sydney
The Rocks. Sydney. Agosto 2016.

Las últimas casas se situaban bajo la sombra de uno de los extremos del Sydney Harbour Bridge, construido en el año 1932. Se puede recorrer con un guía y sistemas de seguridad, pero me asustaron los precios, de más de 300 dólares australianos según la hora del día. Me recordó muchísimo al famoso puente Luis I de Oporto.

Desde allí, de vuelta al hostal, callejeé por las calles del centro financiero de Sydney, flanqueadas en todo momento por grandes rascacielos. La calle Pitt parecía la más concurrida, con varios centros comerciales a sus lados. Encontré un supermercado donde comprar la cena y el desayuno del día siguiente. Tuve suerte, porque estaban bajando los precios en ese momento, y compré medio pollo y patatas fritas por 4,5 dólares.

Al llegar al hostal, estuve charlando un rato con el encargado, preguntándole por la excursión hacia las Blue Mountains (Montañas Azules) y otros puntos de interés. Al llegar al dormitorio, había dos personas durmiendo. No quise despertarles, por lo que dejé las mochilas y bajé a cenar a la sala común. Allí encontré a una señora mayor británica, que posiblemente estuviera cerca de los 80 años. Era muy simpática, estuvimos conversando más de una hora. Después, me di una ducha y ya no volví a salir más, el cansancio finalmente me alcanzó.

Ya acostado y con las luces apagadas, llegó un hombre de mediana edad con comida. Encendió la luz, que volvió a apagar al verme. Y, sin embargo, abrió las cortinas para que la luz de las calles penetrase en el dormitorio. No sé que era lo que comía, pero tenía un olor fuerte, más el ruido que hacía él al masticar. Le pedí entonces el favor de bajar a la sala común, por el olor, y para dejarme dormir. Con gran desgana, indiferencia y, por supuesto, gran falta de respeto, me dijo que estaba cansado para hacerlo. Volví a pedírselo por favor, y sin contestarme, siguió comiendo. Ya no aguanté más esa falta de respeto en dormitorios compartidos. Me levanté, encendí la luz y le grité que se fuese inmediatamente. Al negarse, cogí sus envases de comida, abrí la puerta, y los dejé en el suelo.

Eso le dejó en shock, y se fue corriendo a llamar al gerente del hostal. Entre tanto, me senté a esperar en mi cama. Volvió solo, diciéndome que ya subía. Gritaba que él era australiano y que estaban en Australia, como si eso fuera motivo suficiente para hacer lo que quisiese sin límite alguno. Llamó a la policía delante de mí, y les dijo, mientras yo seguía sentado escuchándolo, que le había asaltado y que fuesen inmediatamente. Supongo que le contestarían que hablase primero con el encargado del hostal, porque evidentemente no aparecieron.

Éste llegó a la habitación, el chaval joven con el que había charlado al llegar. También el otro con el que lo hice por la mañana. El tipo, aún gritando, les contó su versión, y a la hora de pedirme la mía, seguía hablando sin dejarme hacerlo a mí. Yo estaba absolutamente tranquilo, y lo primero que dejé claro es que en ningún momento lo había tocado, y que era mentira eso de que le había asaltado. Les expliqué lo que había pasado, y cómo le había pedido educadamente varias veces el bajarse abajo y respetarme. También lo que había hecho yo para cenar cuando llegué, y siendo sólo las seis de la tarde y encontrarme a los otros dos durmiendo, me bajé para no despertarles.

Al final le ofrecieron un cambio de habitación y lo aceptó, sin dejar de gritar eso sí. El encargado se quedó hablando conmigo, y para mi sorpresa, comenzó a pedirme disculpas. Le dije que no debía hacerlo porque no era su culpa. Me contó que a veces pasaba encontrarse con gente así en dormitorios comunes, y me ofreció un desayuno gratuito para la mañana siguiente que rechacé. No era su culpa y no iba a permitir que pagasen por ello. Lo que no entendió fue porqué el tipo aquel llamó a la policía, y menos diciendo que le había asaltado. Con lo fácil que habría sido simplemente bajar una planta y comer en la sala común, que además, para eso están.

Al despertarme, saqué del frigorífico mi desayuno y bajé a dicha sala para evitar despertar a las otras tres personas del dormitorio. Si pido respeto, es porque siempre lo doy. Allí volví a encontrarme con la señora mayor del día anterior, a la que le conté lo sucedido. Se indignó y enfadó. Me contó que no era la primera vez que oía o veía cómo alguien llamaba a la policía diciendo que le habían asaltado, lo que me sorprendió. Y claro, evidentemente también pensaba que en los dormitorios comunes hay que ser respetuoso con los otros. Que sean económicos no significa que puedas hacer lo que quieras o comportarte como si estuvieras en tu casa. O peor. Cualquier persona cuerda opinaría lo mismo.

Paseé por la zona a lo largo de la calle Pitt, visitando nuevos edificios. Entre ellos estaban la catedral St. Andrews, la más antigua de Australia, o el ayuntamiento de Sydney, construido en el año 1880 y único edificio no religioso que conserva su función e interior original. Al lado de ambos, y también de la misma época, está otro de los edificios antiguos de la ciudad, el de la reina Victoria (Queen Victoria building). Por último, la Torre de Sydney, más conocida como AMP Tower, que es la tercera más alta del hemisferio sur con sus 309 metros de altura, aunque no subí. Algunas fachadas estaban pintadas de manera llamativa, en una especie de arte callejero. 

Catedral St. Andrews. Sydney
Catedral St. Andrews. Sydney. Agosto 2016.

Ayuntamiento. Sydney
Ayuntamiento. Sydney. Agosto 2016.

Queen Victoria building. Sydney
Queen Victoria building. Sydney. Agosto 2016.

Interior del Queen Victoria building. Sydney
Interior del Queen Victoria building. Sydney. Agosto 2016.

Arte callejero. Sydney
Arte callejero. Sydney. Agosto 2016.

Volví al hostal para recoger la mochila y despedirme del personal. Caminé hasta la zona alrededor de la estación Kings Cross, a dos kilómetros de distancia. Es una zona con pubs, cafeterías, hostales baratos y más ambiente nocturno que quería conocer, por lo que reservé el siguiente hostal allí. También es el barrio rojo de Sydney. Se llamaba Zing Backpackers, y pagué 25 dólares australianos por una cama en un dormitorio mixto de seis, con desayuno incluido y baño compartido fuera. Más otros 20 como depósito por la llave. Está en la calle Victoria. Mucha gente joven por allí. De hecho, todos los que encontré.  


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Dejé la mochila grande y me fui a ver la famosa playa Bondi. Cogí el metro hasta la estación Bondi Junction por 4 dólares, donde también paran autobuses. El transporte en Sydney es muy caro. Se supone que con una tarjeta de transporte recargable ese precio disminuye. Sin embargo, comprarla cuesta 15 dólares más la recarga, que no compensa a menos que vayas a estar varios días en la ciudad utilizándola mucho. Por no tenerla, me encontré con el problema de no poder pagar en metálico en el autobús de dicha estación, aunque posteriormente, sí pude hacerlo en otros. Supongo que depende del conductor. 

Decidí por tanto caminar hasta la playa Bondi, a algo más de tres kilómetros de distancia, pero cuesta abajo, por lo que se llevaba bien. Además el día era bueno. No echaba para nada de menos el frío de Nueva Zelanda. Eso me permitió conocer bien aquella zona y el tipo de casas de los barrios residenciales de Sydney. Paré a medio camino en una pizzería Domino’s, con una promoción de una pizza mediana por 5,95 dólares a recoger en la tienda. Muy recomendable.

Playa Bondi. Sydney
Playa Bondi. Sydney. Agosto 2016.

La playa era muy bonita, llena de gente, y muchos haciendo surf. No invitaba a bañarse, porque ya avisaban de que las corrientes eran fuertes. La cultura de playa en Sydney está muy arraigada, forma parte de su estilo de vida. La ciudad tiene muchas de ellas, y Bondi es una de las más populares. También la ruta costera desde ésta a la playa Coogee, a unos 6 kilómetros de distancia, que transcurre por acantilados, parques, miradores y otras playas más pequeñas. Y también a través del cementerio Waverley, que fue lo que más me sorprendió, aunque reconozco que tenía esculturas y tumbas dignas de admirar. Pero esto sólo era temporal, ya que estaban arreglando el paso original, dañado durante las tormentas que se dieron dos meses antes.  

Ruta desde la playa Bondi hasta Coogee. Sydney
Ruta desde la playa Bondi hasta Coogee. Sydney. Agosto 2016.

Ruta desde la playa Bondi hasta Coogee. Sydney
Ruta desde la playa Bondi hasta Coogee. Sydney. Agosto 2016.

Desde allí volví directamente al centro de Sydney, pagando los 3,80 dólares del billete directamente en el autobús. Me bajé en la estación Central, y caminé de nuevo hasta Hide Park, donde tomé tranquilamente un café para descansar. Fui a la biblioteca para ojear diferentes vuelos para el día siguiente. Tenía la sensación de que no quería seguir viajando más. 

Playa Coogee. Sydney
Playa Coogee. Sydney. Agosto 2016.

Al regresar al hostal, y después de haber mirado diferentes ofertas, decidí comprar allí la excursión hacia las Blue Mountains (Montañas Azules). Hacían simplemente de intermediarios, sin comisión alguna. Elegí, por su recomendación, la compañía Happy Coach, por 70 dólares. Los 20 primeros los dejé allí como reserva, y los restantes al día siguiente. Tenía que estar a las siete de la mañana frente al hotel Holiday Inn, a unos 200 metros, al comienzo de la calle Victoria, por lo que me acosté pronto. Al principio no pude dormir por el ruido y los otros huéspedes entrando y saliendo, pero sorprendentemente, a partir de las once de la noche todo quedó en silencio.

El desayuno estaba compuesto por cereales y tostadas, y al hacer el check-out, dejé la mochila grande en el hostal contiguo, también de la misma compañía. La recepción allí estaba abierta las 24 horas.


Blue Mountains, las Montañas Azules


El Parque Nacional de las Blue Mountains es Patrimonio de la Humanidad, y se ha convertido en uno de los destinos turísticos más populares de toda Australia. Acantilados de arenisca, precipicios, cañones, cascadas, montañas y bosques de eucalipto. Todo eso se puede ver allí.

En el autobús de la excursión había dos chilenas jóvenes con las que conversé en español, dos polacas de mediana edad, una pareja de Singapur y una familia de alemanes. El conductor y guía, Rod, también era de mediana edad, un simpático y divertido australiano con muy buen humor que hizo de la excursión una muy buena experiencia, llevándonos también a lugares menos turísticos. Muy recomendable hacerla con ellos.

La primera parada fue la cascada Wentworth y el valle Jamison, sobre el que se despeña en una caída de casi 300 metros de altura. Hay diferentes miradores y senderos en aquel punto. Más que la cascada en sí, fue la panorámica hacia el valle lo que ya dio sentido a haber realizado esa excursión. Rod nos condujo un rato por parte de algunos senderos, para que tuviésemos una mejor vista del valle y las montañas. Y también hacia otra cascada mucho más pequeña.



Valle Jamison. Blue Mountains. Sydney
Valle Jamison. Blue Mountains. Agosto 2016.

Veía un camino que bajaba hacia el fondo del valle Jamison rodeando el acantilado, y sentía un impulso incontrolable de dejar el grupo y comenzar a recorrerlo. También el que nos encontrábamos. Seguir al guía en lugar de hacer lo que te gustarías es lo malo de los grupos organizados, y por eso siempre intento evitarlos. En ese caso, no obstante, haberlo hecho hubiera requerido mucho mejor preparación y equipación por mi parte.  

Cascada Wentworth. Blue Mountains. Sydney
Cascada Wentworth. Blue Mountains. Agosto 2016.

Valle Jamison. Blue Mountains. Sydney
Valle Jamison. Blue Mountains. Agosto 2016.

Cascada Wentworth. Blue Mountains. Sydney
Cascada Wentworth. Blue Mountains. Agosto 2016.

La comida estaba incluida en el precio, pero Rod nos contó que algo se estropeó y no pudieron preparar nada. A cambio, nos llevó a una panadería-cafetería donde comprarla, pagándola él claro. Siguiendo su recomendación, elegí un pastel de carne de ternera con algo más que no recuerdo. Pero no lo comimos allí, él había elegido un enclave sin igual para hacerlo.

Nos llevó entonces a un lugar apartado de las masas de turistas, secreto en cierto modo, sólo conocido por los mejores guías, y él era uno de ellos. Condujo por la autopista un tramo, y se desvió hacia la derecha, a la parte del Parque Nacional opuesta a donde estaban los puntos más turísticos. Llegamos así al mirador Anvil Rock, un lugar espectacular, con vistas difíciles de olvidar hacia el valle Grose. Nos llevó hasta las rocas más altas, donde nos sentamos a comer, incapaces de hacerlo sin mirar el paisaje, un auténtico regalo de la naturaleza.   
Valle Grose desde Anvil Rock. Blue Mountains. Sydney
Valle Grose desde Anvil Rock. Blue Mountains. Agosto 2016.

Bosque de eucalipto desde Anvil Rock. Blue Mountains. Sydney
Bosque de eucalipto desde Anvil Rock. Blue Mountains. Agosto 2016.

El grupo en Anvil Rock. Blue Mountains. Agosto 2016.

Al terminar, nos llevó a otro mirador cercano también hacia el valle Grose, el Pulpit Rock, que fue sencillamente impresionante. Antes de bajar, me dijo que me hiciera cargo del grupo, que él se quedaba leyendo el periódico un rato. La razón, que había que bajar un tramo considerable de escaleras y, especialmente, subirlos de vuelta.

Había una cascada frente a nosotros, a lo lejos, pero era la inmensidad del Parque Nacional de las Blue Mountains lo que te dejaba sin palabras. Dejaré que las fotografías hablen por sí mismas, porque es difícil explicar la belleza de lo que vi. Y otra vez las ganas de recorrer cuantas rutas se abriesen camino a través del valle Grose y las montañas.

Pulpit Rock y valle Grose. Blue Mountains. Sydney
Pulpit Rock y valle Grose. Blue Mountains. Agosto 2016.

Valle Grose desde Pulpit Rock. Blue Mountains. Sydney
Valle Grose desde Pulpit Rock. Blue Mountains. Agosto 2016.

Valle Grose desde Pulpit Rock. Blue Mountains. Sydney
Valle Grose desde Pulpit Rock. Blue Mountains. Agosto 2016.

Y entonces sí, nos llevó ya a visitar las formaciones de arenisca conocidas como las tres hermanas (Three Sisters), y la leyenda aborigen que las rodea, el punto más conocido y turístico de las Blue Mountains. Como cabía esperar, estaba repleto de gente.

La siguiente parada fue el mirador Sublime Point, y después otro al que él iba de niño y al que hacía años que no regresaba, el Rocket Point. Otro lugar al que nunca iban el resto de turistas convencionales. Nosotros éramos un grupo pequeño que seguía sus instrucciones sin retrasarnos, con un autobús muy pequeño, fácil de llevar. Eso hizo que nos sobrara tiempo suficiente para ir hasta dichos sitios. Fue como un premio.

Valle Jamison desde Three Sisters. Blue Mountains. Sydney
Valle Jamison desde Three Sisters. Blue Mountains. Agosto 2016.

Three Sisters. Blue Mountains. Sydney
Three Sisters. Blue Mountains. Agosto 2016.

Nos dejamos mucho por ver, por supuesto. No sólo porque es un lugar donde podrías pasar más de una semana realizando trekkings, y explorando la garganta y las montañas. Sino también porque Rod no nos recomendó hacer las típicas turistadas del lugar, como subir a los Scenic Skyway o Scenic Flyway, muy caros además. Sí me hubiese gustado ver, sin embargo, las cuevas Jenolan y la de las manos rojas (Red Hand Cave), pero no había tiempo. Por si tenéis la oportunidad, podéis obtener más información en las páginas oficiales de turismo de Australia y Sydney.



Valle Jamison desde Rocket Point. Blue Mountains. Sydney
Valle Jamison desde Rocket Point. Blue Mountains. Agosto 2016.

Al regresar al centro de Sydney, le pedí a Rod que me dejase en Hide Park, porque quería ir nuevamente a la biblioteca a reservar mi vuelo de vuelta a Fukuoka. Algo fallaba en las operaciones, porque no recibía el mensaje en mi teléfono móvil para confirmar el pago online. Volví al hostal, recogí la mochila y decidí ir al aeropuerto a intentar comprar el billete directamente allí, algo que nunca había hecho antes.

Había una cola enorme para facturar en el avión de AirAsia que quería tomar hacia Taipei, con escala en Kuala Lumpur. Y desde allí, otro hacia Fukuoka. Pregunté en el mostrador si podía comprar el vuelo directamente allí, y me contestaron que sí, pero que tenía que esperar. Me puse en la fila, y dos minutos más tarde, me hicieron una señal para que me acercase. Compré el billete sin problemas, algo más caro que en la página web, pero allí se paga una comisión por pagar con tarjeta, así que al final es lo mismo.


Aterrizaje de emergencia


Todo había salido genial. Había visto lo más importante de Sydney, callejeando sin parar. Había visto las Blue Mountains. Y había conseguido un vuelo a última hora. Cené un gran plato de pad thai en un restaurante tailandés, y para rematar, me tocó en una fila central del avión donde tenía tres asientos solo para mí. Me puse los tapones de los oídos, me tumbé, e intenté dormir. Y lo conseguí, porque de repente me tocaron el hombro para despertarme y decirme que me incorporase porque íbamos a aterrizar.

Miré el reloj y sólo habían transcurrido algo más de tres horas. Nadie hablaba. Algo pasaba. Las azafatas corrían de un lado a otro. Se sentaron y pusieron los cinturones. Veía la cara de dos de ellas, que parecían asustadas. No sonreían y cerraban los ojos. Le pregunté a alguien de otra fila, que resultó ser española. Iba con su novio. Me dijeron que no sabían nada, sólo que tenían que realizar un ¡aterrizaje de emergencia!, en ¡Melbourne!.

Tras más de tres horas deberíamos estar ya cerca de Darwin, al norte de Australia, no prácticamente a la misma altura. Cuando tomamos tierra, vi a varios camiones de bomberos y ambulancias preparados para asistirnos. Al salir, pregunté a una azafata qué pasaba. Sólo sabía que había fallado un motor, pero que no sabían mucho más. Adelaida era el aeropuerto más cercano, pero AirAsia no tenía personal de tierra allí. No sé hasta qué punto fue prudente correr el riesgo de ir más lejos sólo por eso.

No había facturado, por lo que llegué el segundo al mostrador donde teníamos que esperar. Lo hicimos una hora, quizás más. Allí, cinco mujeres que no eran de la compañía recibían formación sobre cómo proceder y manejar el sistema informático. Cuando me atendieron, me recolocaron en un vuelo con salida a las 9:35 de la mañana con destino Kuala Lumpur. También me cambiaron la conexión hacia Taipei, llegando a las 22:00 de la noche. Asami consiguió comprarme el trayecto Taipei – Fukuoka con salida a las 6:40 de la mañana, debido a mis problemas con el móvil. Es decir, pasaría lo que quedaba de noche en el aeropuerto de Melbourne, y la siguiente noche en el de Taipei.

A la pareja española, que no tenía otra conexión, no les dieron un vuelo hasta la noche del día siguiente, por lo que les pagaron un hotel para esa noche y el taxi para llegar. Pregunté si darían un café o algo para tomar, y entonces me hicieron un vale por 10 dólares. Increíble que no lo diesen directamente. De todas formas, lo importante es que finalmente no pasó nada grave y puedo estar contándolo ahora. 

En resumen, Sydney es otra ciudad vibrante con mucho que ver. Los tres días que yo estuve no son suficiente, al menos si quieres conocerla a fondo y ver mucho más que lo típico. Una parada obligada en un viaje por Australia, al igual que el Parque Nacional Blue Mountains (Montañas Azules). Impactante, naturaleza viva.

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