Bohol, las chocolate hills, el tarsier y la isla Panglao

Bohol es la décima isla más grande de Filipinas, y se encuentra al sur de la región de las Bisayas Centrales. Su capital es la ciudad de Tagbilarán. Bohol se ha convertido poco a poco en uno de los principales reclamos turísticos del país, en gran medida gracias a sus atractivos naturales, especialmente las chocolate hills y el pequeño Tarsier

La isla de Panglao, al sudoeste de Tagbilarán, tiene algunas de las mejores playas del país, con resorts donde descansar varios días.

Colinas de chocolate. Bohol. Noviembre 2015


El trayecto del ferry desde Cebú a Tubigon, en la isla de Bohol, transcurrió sin incidentes, y llegamos pasadas las nueve de la mañana. Desde el puerto, caminando cinco minutos, se llega a la terminal de autobuses y jeepneys del pueblo. Hay triciclos para ello, pero realmente no merece la pena por la poca distancia. El chaval local con el que había conversado durante el viaje, me aconsejó tomar una furgoneta hasta Carmen en lugar de jeepney, pues iba directa y tardaba mucho menos. De hecho, me acompañó para hablar con el conductor de una de ellas, que nos dio un precio de 80 pesos. El chaval hizo un gesto de aprobación, así que acepté. Por supuesto, es más económico el autobús local, pero ese día mi prioridad era moverme rápido, aunque finalmente me sobraría tiempo. Como tenía tiempo hasta la hora de partida, aproveché para comer algo, pues aún no había desayunado. 

No tardamos mucho en llegar a Carmen, viendo varias de las famosas chocolate hills (colinas de chocolate) por el camino, una formación geológica muy extraña e inusual. Existen en torno a 1.200 colinas de este tipo, cubiertas de baja vegetación de color verde, que llegada la estación seca cambia a color marrón, y de ahí su nombre. Allí, como siempre, en seguida me asaltaron varios locales queriendo llevarme en motocicleta, por un coste de 80 pesos, demasiado inflado. Sabía que la distancia era mínima, incluso leí que algunos la hacían caminando desde el pueblo. Al alejarme un poco de la terminal para comprar algo de comer, otro local me ofreció llevarme por 40 pesos. Opté por preguntar por el autobús local hacia Tagbilarán, pues va en esa dirección, y me dijeron que pasaba uno cada quince o veinte minutos, y el coste hasta el desvió hacia el mirador a las colinas era de 8 pesos. No esperé mucho en cogerlo, aunque iba lleno de gente. Desde aquella intersección, donde hay puestos de recuerdos y bebidas, sólo queda un kilómetro hacia lo alto del mirador, y en el trayecto, se paga la entrada de 50 pesos. Yo lo hice andando, aunque también existe la opción de que te lleven.


Las Chocolate Hills y el tarsier


Tanto promocionan las famosas Chocolate Hills, que en cierta medida me decepcionaron. Sí, el paisaje era bonito, en el que sobresalían multitud de estas pequeñas colinas, verdes en aquellos momentos. Pero consideré que no eran como para ser uno de los atractivos turísticos más visitados del país. Al llegar, un agente de seguridad, que me pidió la entrada, me explicó lo que ver en el resto de la isla Bohol con un mapa, y cómo llegar hasta cada lugar. Yo ya tenía una idea clara de lo que quería ver, y todo quedaba en dirección hacia Tagbilarán. Le pregunté si existía alguna ruta entre las colinas, y me respondió que no podía ir solo, que necesitaba un guía, y que podría alquilar una motocicleta, pero eso no estaba en mis planes.

Colinas de chocolate. Bohol. Noviembre 2015

Colinas de chocolate. Bohol. Noviembre 2015

Después de tomar varias fotografías desde el mirador, que estaba lleno de otros turistas, bajé hasta el pequeño poblado que estaba en la falda de esa colina, y que contaba con una tienda donde alquilar dichas motocicletas y quarks. Pregunté a un local si había un camino para pasear un rato por la zona, y me indicó por dónde ir, y cómo enlazar con otro camino hasta llegar de nuevo a la carretera principal, pero en un punto diferente a donde se encuentra la entrada. Seguí sus explicaciones, aunque me desvié un par de veces para acercarme más a las chocolate hills.

Al llegar a la carretera, esperé unos veinte minutos al autobús local, nuevamente lleno de gente, hacia el Centro de Conservación del Tarsier, o tarsiero, filipino, por 30 pesos. Éste es un pequeño animalito de unos 15 centímetros de altura, con ojos relativamente grandes y una cola larguísima. Es un animal nocturno, por lo que durante el día no se mueve mucho, y se alimenta principalmente de insectos. 

Su nombre se tomó por su hueso tarsus, es decir, la cola, extremadamente larga, dos veces la longitud de su cuerpo. Pueden rotar la cabeza 180 grados, compensando así el que sus ojos son inmóviles. Es el único primate enteramente carnívoro existente. Llegan a saltar cuarenta veces su propio peso. ¡Y cantan!. De hecho, los científicos utilizan los estilos de canto y las propias canciones para diferenciar las distintas especies de tarsier.

Allí encontré varias furgonetas de turistas, que parecían ir como borregos a los mismos sitios. Me incluyo en este grupo, aunque al menos yo me movía como los locales. La entrada costó 60 pesos, y aunque el recinto no era muy grande, fue suficiente para ver a varios de ellos. Se requería estar en silencio, algo que no cumplían los niños que había por allí, ni sus padres se molestaban en que lo hicieran. Eran todas familias filipinas. Otros turistas tampoco apagaban el sonido de sus cámaras. A uno de ellos, que se puso a hacer fotografías a mi lado cuando yo las intentaba hacer del pequeño animal que tenía en frente, le dije que lo silenciara. A la salida, había varias tiendas de recuerdos y donde beber y comer algo. Me pareció que más que un centro de conservación, lo tenían demasiado preparado para el turismo.

Tarsier. Bohol. Noviembre 2015

Tarsier. Bohol. Noviembre 2015

Tarsier. Bohol. Noviembre 2015

Tarsier. Bohol. Noviembre 2015

Encontré a un chaval joven esperando el autobús local, y con el que ya había coincidido en el anterior. Empezamos a charlar, e hicimos el resto del viaja hasta Tagbilarán juntos, incluyendo las otras dos paradas que nos quedaban antes. Era filipino, y acababa de terminar sus estudios de ingeniería civil, por lo que estaba viajando unos días por el país antes de buscar trabajo. Se llamaba John.

Nos bajamos en Loboc, después de pagar 10 pesos, famoso porque desde allí parten barcos restaurantes para realizar un pequeño crucero por el río, que incluyen la comida en el precio. Evidentemente, barato no era, así que ninguno de los dos lo tomamos, algo que ya suponía, pero aún así, quería ver la zona y el río. No hubiera parado allí de no ser porque cada quince minutos pasaba otro autobús. Lo que sí hicimos fue aprovechar para comer, porque ya era tarde y ambos estábamos hambrientos. Y según salíamos a la calle, apareció un nuevo autobús. La siguiente parada fue la iglesia de Baclayon, también conocida como de La Purísima Concepción de la Virgen María. El coste de ese tramo fue de 20 pesos. Ésta fue fundada por los jesuitas en el año 1717, y representó el primer asentamiento cristiano de la isla Bohol. Sufrió serios daños durante el terremoto del año 2013. También es un museo, aunque ya no me apeteció verlo.

Loboc. Bohol. Noviembre 2015

Iglesia de Baclayon. Bohol. Noviembre 2015

Finalmente, llegamos a la terminal de autobuses de Tagbilarán por otros 8 pesos, donde hay un gran centro comercial, el Island City Mall, donde decidí tomarme un refresco en uno de los locales que tenían conexión wifi gratuita. Allí escribí a Renee, la amiga de Daisy, diciéndole dónde estaba. Ya me había dado instrucciones de cómo llegar a su casa, en la playa Alona, incluyendo el autobús que tenía que coger y dónde debía bajar. Me despedí por tanto de John, que iba a pasar la noche en una tienda de ordenadores abierta 24 horas. Podéis encontrar más información turística en el siguiente enlace.


Isla Panglao


Desde la terminal de jeepneys, el trayecto hasta la playa Alona, en la isla Panglao, concretamente la calle donde se encontraba la casa de Renee, duró hora y media, y me costó 25 pesos. Fue realmente agotador, y terminé llegando de noche, que era precisamente lo que quería evitar. El mini autobús iba completamente lleno, con cinco y seis personas por fila de asientos, incluida la del conductor, muchos de pie,... un verdadero agobio. Y después de repetir tanto al conductor como al que recogía el dinero dónde debía bajarme, no se acordaron, y afortunadamente vi yo mismo el nombre del restaurante y les pedí parar. Entre tanto, se repetía lo mismo que ya había visto anteriormente con el transporte local. Los filipinos son extremadamente cómodos, o no les gusta andar absolutamente nada, porque eran incapaces de bajarse cuando alguien lo hacía, para pedir que volviese a parar tan solo cinco metros más adelante, haciendo parar al conductor de nuevo justo después de haber acelerado.

Jeepney hacia la isla de Panglao. Bohol. Noviembre 2015

Encontré a Renee al final de esa calle. Iba a regentar un hostal de hamacas, y estaba en la fase final de la construcción, por eso le dijo a Daisy que podría dormir gratis en el lugar donde lo hacían normalmente sus trabajadores, y que esa noche no estarían allí. Su nombre era Alona Hammocks. Debido a los dolores de espalda que tengo a veces, ya le avisé que no podría dormir toda la noche en una hamaca, por lo que montó una especie de "cama" en el suelo, incluyendo una mosquitera. El lugar en general me pareció que estaba más enfocado al turismo local, porque no creo que haya mucho occidental, incluso joven, que quiera dormir de esa manera, por muy barato que sea. El mejor síntoma de que no era nada cómoda es que la propia Renee tenía alquilada una habitación en la casa de al lado.

Hostal de hamacas de Renee. Panglao. Noviembre 2015

Nos fuimos a cenar a un restaurante cercano, algo caro, pero la zona estaba llena de resorts y turistas, occidentales y principalmente mayores. No parecía haber restaurantes locales donde hacerlo a precio más económico. Según me explicó, esa playa empezaba a ser como la de Boracay, por lo que pensé que no me quedaría mucho tiempo. De hecho, mi idea era estar el día siguiente visitando la zona, volver a dormir allí, y viajar en ferry hasta la isla de Siquijor.

Era muy temprano, pero yo estaba roto, muy cansado, y estaba claro que no podría dormir más de las cinco y media de la mañana, en cuanto amaneciera. Así que me acosté directamente, sin esperar a que Renee volviese de interesarse por el estado de su vecina, que había tenido un accidente en motocicleta. Después de acostarme, me debió picar algún mosquito, porque la mosquitera no podía cerrarse por completo. Así que me puse spray anti-mosquito, los tapones para los oídos, e intenté dormir sin pensar mucho dónde y cómo lo estaba haciendo. Como ya supuse, desperté en cuanto amaneció.


Booking.com


No vi a Renee, así que supuse que estaría durmiendo, y salí a desayunar y dar una vuelta por la zona, visitando también la playa, que estaba llena de barcos y centros de buceo preparando las excursiones del día. Los locales me preguntaban si quería ir a alguna parte para llevarme, y a todos les dije que no, aunque un par de veces me hablaron de una playa mucho más bonita que aquella, pero que estaba algo lejos.

Al volver, ya estaba Renee por allí, y me comentó que dicha playa se llamaba Dumaluan, la más bonita de la zona, y a una hora caminando. Me sugirió tomar un triciclo, pero como era temprano y aún no hacía calor, preferí ir andando. Además, los últimos dos días hice muchos viajes en jeepney y me apetecía mover las piernas. Y así lo hice, llegando a una playa larga, donde el agua, de nuevo, se veía de color azul turquesa, y no me cubría ni la cintura ni adentrándote unos ochenta metros. Aún así, nada en comparación con las dos playas de El Nido.

Como siempre, paseé por ambos lados de la misma haciendo algunas fotografías, y me dí un par de baños. Pero estaba chispeando, y las nubes amenazaban tormenta. Así que recogí y fui hasta la intersección con la carretera principal para coger, esa vez sí, un triciclo de vuelta. Pero no me dio tiempo, empezó a llover fuerte, y me quedé en uno de los restaurantes locales, comiendo por un euro al cambio y charlando con la dueña mientras lo hacía.

Playa Dumaluan. Panglao. Noviembre 2015

Playa Dumaluan. Panglao. Noviembre 2015

Cuando paró de llover, pregunté al primer conductor de triciclo que pasó lo que costaba ir hasta la playa Alona, y se descolgó con cien pesos, así que lo rechacé y comencé a caminar de vuelta. El segundo me respondió lo mismo, y también el tercero. Me lo dejaban en ochenta, pero igual seguía siendo caro, porque veinte era lo máximo que estaba dispuesto a pagar, y cuando se lo decía, se negaban a llevarme por eso. Los precios del transporte en Panglao están más que inflados, incluso para los propios locales. Y llegó el cuarto, y la jugada se repitió, pero en esa ocasión, le dije que no podía pagar más de veinte porque el resto que me quedaba era para ir después a Tagbilarán, que ya no tenía más. Y al final accedió a llevarme. Cuando le conté a Renee lo que había pagado, no se lo podía creer.

Estaba en una zona llena de turistas y resorts, y tuve la sensación de que no podría hacer mucho más allí. Es decir, disfrutar realmente aquella estancia. Ni siquiera me apetecía alquilar una motocicleta y explorar la isla por mi cuenta. Así que decidí irme esa misma mañana hacia Tagbilarán, y coger un barco hasta la isla Siquijor. Renee me comentó que había alguno sobre las dos o tres de la tarde, así que era perfecto.

Volví hasta la ciudad en jeepney por otros 25 pesos, ese precio era fijo, y luego andando hasta el puerto, a un kilómetro y medio de distancia, aproximadamente. También se puede coger un triciclo. Pero al llegar, me dijeron que únicamente había un barco hacia allí, a las 10:30 de la mañana, y evidentemente ya lo había perdido. En realidad, el destino era Dumaguete en un primer lugar, en la isla de Negros, y desde allí, sin bajarte del barco, hacia la isla Siquijor. Pensé si quedarme un día en Dumaguete, pero no quería más ciudades filipinas por el momento, las estaba empezando a detestar. Así que compré el billete para el día siguiente por 910 pesos (700 pesos solo hasta Dumaguete) con la compañía OceanJet, y regresé hasta una cafetería con conexión wifi que había visto de camino hacia allí.

Busqué hostal en Tagbilarán para pasar la noche, porque no quería hacer el viaje en jeepney hasta la casa de Renee. Y de hecho, no sabía si podría alojarme allí también esa noche. Pero todos eran caros, no había nada por menos de 800 pesos. Así que le envié un par de whatsapps a Renee para preguntarle si podría dormir allí esa noche, y como no me respondió, y ya estaba apunto de coger el jeepney, le envié un sms diciéndole que iba de camino. El transporte, como el día anterior, con sobre-ocupación, y varias personas agarradas a las escaleras por fuera. La suerte, en esa ocasión, es que casi todos los pasajeros íbamos hasta la playa Alona, por lo que no hizo muchas paradas intermedias hasta que estuvimos cerca.

Cuando llegué a casa de Renee, ésta no estaba, pero sí tres de sus albañiles, que dormían en la zona de las hamacas donde yo lo hice la noche anterior. Me abrieron, y me dijeron que ella volvería sobre las ocho, así que me fui a cenar y regresé para esperarla. No pintaba bien la situación, porque aunque pudiese dormir allí otra vez, no sería lo mismo, y quizás no podría hacerlo en el suelo ni colocar la mosquitera. Ni los albañiles estarían cómodos, ni yo tampoco, y posiblemente, estaría poniendo en un compromiso a Renee.

Salí para ver si veía algo económico por la zona, y pregunté en el restaurante local donde había cenado. La señora me acompañó hasta el hostal más barato de la zona, muy cerca, y de nombre Dormitel. Regateando, me dejaron la habitación individual con el baño dentro por 525 pesos. De todas formas, no confirmé, porque quería ver antes a Renee, a la que ya encontré al volver. Me dijo que no había visto el mensaje, y que el precio del dormitorio era bueno, aunque podría dormir en su lugar sin problemas. Se lo agradecí, pero ya había decidido que estaría más cómodo en el hostal, con cama, baño y ducha normal, solo y tranquilo.

Así que volví y pagué la habitación. Antes de ducharme, aproveché para lavar algo de ropa y afeitarme. Ya sentía que había acertado con la elección, y aunque el coste total de la ida y vuelta hasta allí y aquella habitación fue más económica que la de Tagbilarán, el trajín y la incertidumbre posiblemente no compensaron los 150 ó 200 pesos de ahorro. Además, el hotel de la ciudad estaba a sólo diez minutos caminando del puerto. De todas formas, estaba hecho, y como siempre, todo pasa por algo.

A la mañana siguiente, después de desayunar, cogí el jeepney hacia Tagbilarán, con tiempo suficiente como para estar casi cincuenta minutos descansando en la misma cafetería del día anterior.

En resumen, los principales atractivos turísticos de la isla Bohol, con las chocolate hills y el tarsier a la cabeza, se pueden visitar en un solo día, aunque recomendaría evitar la ciudad de Tagbilarán. Desplazarse desde allí hasta la playa Alona, en la isla Panglao, en transporte local es toda una aventura que merece la pena correr, al menos una vez. Lo mejor de Panglao es, sin duda, su playa Dumaluan, más tranquila también que Alona. Por lo demás, los precios están inflados en esta zona, por lo que no creo que sea el mejor lugar de Filipinas para el bolsillo del mochilero.


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