Borobudur, el mayor templo budista del mundo

Borobudur es el templo budista más grande del mundo, y Patrimonio de la Humanidad. Está en el municipio de Mageland, en la provincia de Java Central, a unos 40 kilómetros de distancia al noroeste de Yogyakarta. Se encuentra rodeado de montañas, y fue construido sobre un pequeño cerro, como la traducción de su propio nombre indica, entre los años 750 y 850.

Durante siglos estuvo cubierto bajo capas de ceniza volcánica y vegetación, abandonado, olvidado. Son dos las teorías que cobran más fuerza a la hora de explicar este hecho. La primera, señala que se produjo tras una erupción volcánica, mientras que la segunda, afirma que se abandonó cuando el Islam pasó a ser la religión mayoritaria en la isla de Java, en detrimento del budismo e hinduísmo. En cualquier caso, no fue hasta el año 1814 cuando los británicos volvieron a descubrirlo.

Estupas perforadas con estatuas de Buda en su interior. Borobudur. Enero 2016


El autobús procedente de Yogyakarta me dejó en una pequeña estación situada a un kilómetro, quizás algo más, de la entrada a Borobudur, por lo que no parecía ser el pueblo de Mageland, más alejado. Allí un hombre me persiguió intentando llevarme hasta la entrada, y según caminaba saliendo de la estación, su tarifa no paraba de bajar. Me hizo gracia, porque estaba claro que aún así, me estaba cobrando de más. Pero, sinceramente, no merece la pena, porque está a diez minutos caminando.

En la entrada me encontré exactamente lo mismo que en Prambanan, dos oficinas distintas para comprar el billete, uno para extranjeros, y otro para locales, con una diferencia diez veces mayor para los primeros. El precio, 280.000 rupias, que se queda en la mitad si eres estudiantes y puedes acreditarlo con la tarjeta de la universidad. Intenté colar de nuevo la de alberguista internacional, pero me volvieron a decir que no. Por intentarlo, que no quede. Y llevan un registro de los que entran como estudiantes, con número de pasaporte y copia de la tarjeta de estudiante, así que, quizás, fue mejor que no me la aceptasen y haber tenido problemas luego. Al menos, te invitan a tomar una bebida gratuita, y en otro edificio, también puedes dejar la mochila guardada de manera gratuita.

Caminé por el jardín en cuyo final ya podía ver parte del templo. Y cuando estaba tomando la primera fotografía de todo el conjunto desde lejos, se me acercó un pequeño grupo escolar de chicas, preguntándome si podían hacerme varias preguntas para practicar su inglés, como en otras ocasiones. La diferencia fue que las profesoras estaban también presentes, y que luego me cantaron un pequeño fragmento de una canción típica local, mientras todos dábamos palmas. Reconozco que algo de vergüenza sí pasé en ese momento.

Jardines que llevan hasta el templo. Borobudur. Enero 2016

Chicas de un colegio local. Borobudur. Enero 2016

Templo de Borobudur. Enero 2016

Y, por fin, el templo de Borobudur. Desde lejos posee la forma de una gran estupa, una pirámide nivelada. Vista desde arriba, se asemeja a un mandala budista, reflejando la naturaleza y la cosmología budista. Se distinguen dos arquitecturas, la inferior, javanesa, con seis plataformas cuadrangulares, y la superior, india, con otras tres platarformas circulares. No posee espacio interior, y únicamente se puede observar y rodear, mientras se asciende hasta la cima a través de sus corredores y escaleras, actividad que se conoce con el nombre de Paradaksina. Es decir, ofrecer respecto a los buenos dioses. Posee 504 estupas perforadas, en cuyo interior se encuentran estatuas de Buda, con las piernas cruzadas en posición de flor de loto. Algunas de ellas aún conservan la cabeza, otras no. En los relieves de sus muros, se cuenta la historia de la humanidad y los reinos de aquella época, y la vida de Buda.

A mí me pareció una maravilla, sencillamente espectacular, y no sólo el templo, sino el paisaje que lo rodea. Por esta razón, incluyo aquí más fotografías de lo normal para que también vosotros lo podáis disfrutar.

Estupas perforadas con estatuas de Buda en su interior. Monatañas al fondo. Borobudur. Enero 2016

Imagen de Buda sin cabeza. Borobudur. Enero 2016

Estupa central. Borobudur. Enero 2016

Imagen de Buda con cabeza. Borobudur. Enero 2016

Estupas perforadas con estatuas de Buda en su interior. Borobudur. Enero 2016

Borobudur. Enero 2016

Relieves en los muros. Borobudur. Enero 2016

Corredor. Borobudur. Enero 2016

Borobudur. Enero 2016

Borobudur. Enero 2016

En el recinto, también pude ver algunos elefantes, y subir una pequeña colina con vistas hacia el templo. Por último, el camino que lleva desde allí hasta la salida, transcurre por un mercado donde venden artesanía local, ropa, recuerdos, dulces típicos. Tan grande era que yo me llegué a desorientar. Terminé comprando un estupa de piedra con un Buda en su interior, por el que pagué 50 rupias, desde las 150 iniciales. El regateo en Indonesia también es obligatorio. No me di cuenta del pequeño error que había cometido hasta que sentí su peso sobre mis hombros al guardarlo en la mochila.

Elefantes. Borobudur. Enero 2016

Vistas del templo y las montañas desde una pequeña colina cercana. Borobudur. Enero 2016

Con la esperanza de conseguir hacer autostop hasta Wonosobo, la ciudad más cercana a la Dieng Plateau, mi siguiente destino, comencé a caminar sobre la carretera que va hacia allí. Se me acercó un hombre, con su transporte turístico, que insistió varias veces en llevarme por un buen precio. Le contesté otras tantas veces que no, que no tenía dinero, y me preguntó varias cosas mientras seguía caminando, como cuál era mi nacionalidad. Al final me dijo que tenía un amigo que podría llevarme gratis, y que me llevaba hasta su casa. Y sí, ya soy mayorcito y he viajado mucho, pero otras veces fue real y de buena fé, al contrario que en aquella ocasión.

Después de que me confirmase varias veces que sí sería gratis, accedí y me subí a su vehículo. Me llevó a una casa cerca de una de las entradas al templo. Y, bueno, el resumen, tras darme un vaso de té, es que su amigo, tenía un coche privado con el que me llevaría, pero cobrando el viaje, y no precisamente barato. Sorprendido, a medias, le dije que aquella persona me dijo que él me llevaría gratis. Ambos miramos entonces al hombre que me había llevado hasta allí, y éste empezó a decir que no mientras se iba. Ese día, quizás por el tiempo que me había hecho perder y casi los dos kilómetros que tendría que volver a caminar, me cabreé, mucho, y le grité mentiroso y mala persona, y si me pilla más cerca lo mismo le agarro y le obligo a llevarme hasta el lugar donde me recogió. Pero cogí mis mochilas y me fui.

Como en todos los lugares de este mundo, hay buena y mala gente, y los segundos suelen estar relacionados con el negocio turístico, en su mayor parte. Cambió mi suerte, y otro hombre me llevó en motocicleta parte del recorrido hasta una parada de autobús, y otro, un musulmán que hablaba inglés, en su coche hasta la estación de autobuses de una ciudad intermedia, alejada varios kilómetros de su casa, donde se dirigía originalmente. Allí me dijo que lo mejor era tomar un autobús hasta la Dieng Plateau, y así hice. También me dio su teléfono y su dirección de correo electrónico por si pasaba algo y necesitaba ayuda. Ese era el tipo de experiencias con locales que buscaba, y a veces las conseguía, y otras no.

Había entendido que aquel autobús me llevaría directo, por 20.000 rupias el billete, junto con estudiantes muy jóvenes que me miraban y se reían. Pero no fue así. Tuve que hacer dos cambios, uno de ellos en la estación de Wonosobo, donde esperé casi dos doras, y aproveché para comer. El precio que pagué por los otros dos autobuses fue de 8.000 y 15.000 rupias respectivamente.

Aún me preguntaba cómo una distancia de unos 90 kilómetros había podido convertirse en un viaje de ¡cinco horas!, contando la parada en Wonosobo. Y sí, estoy de acuerdo: si no te importa no interactuar con los locales ni viajar como lo hacen ellos, si dispones del tiempo justo y el dinero no es un problema, lo mejor, sin duda, es contratar un transporte privado, más rápido y cómodo, que te lleve directo. Pero eso le restaría mucha gracia, anécdotas y aventuras a mi viaje. Así que yo seguiré eligiendo el camino más largo.

En resumen, la visita a Borobudur, el mayor templo budista del mundo, es obligada en un viaje por Java Central. Se puede ir y volver fácilmente desde Yogyakarta en el día. Incluso en los hoteles se organizan los viajes para ver amanecer allí desde una colina cercana, y luego acabar la segunda parte del día visitando el templo de Prambanan, ideal para los que no disponen de mucho tiempo, aunque resulta caro. Y, como ya comenté en la entrada de este otro templo, si visitas ambos en el mismo días, las entras tienen un descuento.


Comparte esta aventura:

2 comentarios :

 
Copyright © La Aventura del Dragón.