Seúl ha sido la
capital de Corea del Sur durante 600 años, desde los tiempos de la dinastía Joseon (1392 - 1910), aunque por entonces su nombre era "
Han Yang". El nombre actual se adoptó tras el cese de la ocupación japonesa al concluir la Segunda Guerra Mundial, en el año 1945. Un crecimiento económico sin igual, conocido como el milagro del río Han, transformó las cenizas producidas por los bombardeos de la
Guerra de Corea en una de las mayores economías metropolitanas del mundo. Se encuentra a unos 50 kilómetros de la
zona desmilitarizada que separa las dos Coreas.
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Palacio Changdeokgung. Seúl. Agosto 2015 |
El autobús procedente de
Busan llegó a la
estación Dong Seoul Bus Terminal de Seúl. No sabía dónde estaba, ni cómo ir hasta la estación de metro situada al lado del hostal que había reservado. Sólo vi que el resto de personas se dirigían a alguna parte, así que simplemente les fui siguiendo. Y efectivamente, después de recorrer una calle y atravesar otra más importante, llegué hasta una estación de metro. Allí pregunté la línea y dirección que debía coger para llegar a mi hostal, y no tuve más problemas.
Lo tuve al localizar el alojamiento, pues fui calle arriba y abajo varias veces sin encontrarlo. Pregunté en un par de establecimientos y nadie lo conocía. Finalmente probé a entrar por una pequeña calle y mirar en la parte de atrás de los edificios, y allí estaba. Fue culpa mía, porque la información proporcionada con la reserva incluía cómo llegar hasta allí. Aún así, también mal por parte de los dos establecimientos donde pregunté no conocer lo que tienen justo detrás. Su nombre es
Yakorea Hostel Dongdaemun. Pagué alrededor de los 12.500 won (no lo recuerdo bien) por una cama en un dormitorio de seis con el baño dentro.
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Allí me hice con un mapa de la ciudad, y me comentaron lo principal para ver en la misma. Ya era algo tarde, por lo que me recomendaron ir hasta la
torre de Seúl por quedar relativamente cerca. También me dijeron el autobús que debía tomar, con la parada en frente del hostal.
La
torre de Seúl, con sus 236,7 metros de altura, es la décima torre más alta del mundo, y está situada en lo alto de una colina, dentro de un parque. Lo curioso fue que en el ascensor de subida a la misma hay una pantalla en el techo, o más bien decir que el techo es una pantalla, que te piden mirar mientras subes y bajas. Al subir, ponen como un vídeo que simula la subida desde La Tierra al espacio. Y en la bajada, justo al contrario. La entrada para subir a la misma costó 9.000 won.
No obstante, antes de subir, recorrí el pequeño "
parque del amor" que hay a sus pies, similar al de
Busan. La diferencia fue que la cantidad de candados de colores era bastante mayor en éste, incluso colgados de pequeños árboles, no solo de la valla. En realidad, la situación de aquella zona ya era lo suficientemente alta como para disfrutar de las vistas de la ciudad, pero evidentemente, desde el observatorio de la torre se alcanzaba a ver mayor distancia.
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Vistas desde la torre. Seúl. Agosto 2015 |
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Torre. Seúl. Agosto 2015 |
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Vistas desde la torre. Seúl. Agosto 2015 |
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Candados de enamorados. Seúl. Agosto 2015 |
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Vistas desde la torre. Seúl. Agosto 2015 |
Desde allí me apeteció volver caminando, aunque estaba a una hora de distancia del hostal. Así aprovechaba para ir viendo cómo eran algunas zonas de
Seúl. Al llegar, cené en un sitio cercano al mismo, donde tuve que pedir la comida por gestos porque no hablaban inglés. De hecho, vi que el plato de un cliente no tenía mala pinta, con arroz, pollo y algo más, así que le dije que quería eso mismo. Ya en el dormitorio, uno de mis compañeros roncaba como un oso. A día de hoy, aún me sigue sorprendiendo cómo pueden salir esos descomunales sonidos de un cuerpo. Incluso con los tapones de los oídos puestos, lo seguía escuchando.
Desperté temprano, y ya tenía en mente cambiar de hostal, así que aproveché la situación de éste para caminar hasta una zona turística cercana. Así llegué hasta la
plaza Dongdaemun Design, con un diseño moderno, y lugar de exhibiciones que cuenta también con un museo de arte dentro.
Cerca de allí se situaba el
mercado Pyounghwa, a orillas del canal, cerrado a esas horas y con más de cincuenta años de historia. También había varios edificios de centros comerciales en la misma zona. Y unos metros más alejados, también encontré la
puerta Heunginjimun, denominada Gran Puerta del Este, una de las ocho puertas de Seúl. Los muros de la fortaleza fueron destruidos mucho tiempo atrás, pero la imponente puerta aún conserva la misma estructura que en el periodo Joseon.
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Seúl. Agosto 2015 |
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Puerta Heunginjimun. Seúl. Agosto 2015 |
Desde allí regresé al hostal, y reservé plaza en el
Philstay Hostel, relativamente cercano. De hecho, estaba a escasos doscientos metros de la plaza que había visitado una hora antes. El dormitorio estaba en la azotea, por lo que tenía que subir seis pisos, sin ascensor, cada vez que quería llegar hasta allí. Y las camas eran lo más parecido a un hotel colmena japonés, es decir, era un agujero, con cortina, lo que al menos te daba privacidad, y con ancho suficiente para no sentirte agobiado. También tenía su propio enchufe y lámpara. Había ocho camas, con el cuarto de baño dentro, y una terraza fuera, y el precio, con el desayuno incluido, fue de 15.000 won.
Me desplacé en metro hasta el
Palacio Gyeongbokgung, pero ese día estaba cerrado. Fue una mala previsión por mi parte no haber comprobado antes los horarios de visita. No obstante, lo que sí estaba abierto fue el
Museo Nacional del Palacio, que no se debe confundir con el Museo Folclórico Nacional, que es el que está dentro del recinto. Como la entrada era gratuita, aproveché para conocer la historia del palacio y de
Seúl, la familia real, vestimentas tradicionales y mobiliario, etc.
Desde allí paseé por la
plaza Gwanghwamun, construida delante de la puerta principal del palacio, que posee estatuas de los dos personajes históricos más respetados en
Corea del Sur, el rey Sejong El Grande, y el admirante Yi Sun-shin. Lo que me resultaba especialmente curioso era ver las
grandes banderas coreanas que colgaban de las fachadas de muchos edificios, y no solo en aquella plaza, sino también en el resto de la ciudad.
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Plaza Gwanghwamun. Seúl. Agosto 2015 |
Desde allí me dirigí a otros dos palacios que sí estaban abiertos ese día. De camino, visité el
templo budista Jogyesa, y la
calle Insa-dong. Ésta es muy
representativa de la cultura tradicional coreana, con tiendas de libros, abanicos, casas de té y arte antiguo. También es una de las zonas de la ciudad con más galerías de arte. Cerca quedaba ya el
palacio Unhyeongung, que fue la residencia de Heungseon Daewongun, padre del emperador Gojong, aunque no me pareció gran cosa.
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Palacio Unhyeongung. Seúl. Agosto 2015 |
También cerca quedaba ya el
Bukchon Hanok Village, un distrito entre los palacios Gyeongbokgung y Changdeokgung, que cuenta con cerca de 900 casas tradicionales. Es un escenario popular de distintas películas coreanas, al conservar la apariencia de la antigua ciudad. Incluso fue la residencia de la familia real y distintos nobles durante el periodo Joseon. Algunas de aquellas casas son pequeños museos, y hay que pagar para poder entrar. Hacía un calor horrible a esa hora y ya empezaba a notar cansancio, por lo que no me entretuve mucho más por allí, pues quería ver el palacio antes de volver al hostal.
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Bukchon Hanok Village. Seúl. Agosto 2015 |
El coste de la entrada al
Palacio Changdeokgung fue de 3.000 won, y 8.000 won incluyendo la visita al jardín secreto, que decidí no ver porque me temí lo mismo que con los jardines japoneses. Quizás me equivoqué, pues posteriormente encontré una descripción del mismo como uno de los lugares más bonitos de
Corea del Sur. El palacio se construyó en el año 1405, y todos los edificios fueron arrasados por el fuego durante la invasión japonesa del año 1592. Las puertas de entrada eran lo más destacado del mismo, porque los edificios dentro del recinto me parecieron muy sencillos, sin nada realmente atractivo, desde mi punto de vista claro.
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Palacio Changdeokgung. Seúl. Agosto 2015 |
El
palacio Changgyeonggung se encontraba prácticamente anexado al anterior, y su entrada costó 1.000 won, lo que ya adelantaba que sería de menor categoría, y así fue. Construido en el año 1484, fue la residencia de tres reinas dowager. Fue destruido por el fuego en un par de ocasiones, y vuelto a reconstruir. Durante la ocupación japonesa, le cambiaron el nombre, y le redujeron a categoría de parque en lugar de palacio para restar importancia y autoridad a la familia real. También construyeron un zoo y un jardín botánico, que fueron después eliminados para devolverlo a su estado original.
Después de aquella visita y una larga caminata durante todo el día, me senté a merendar en un Starbucks, y allí recibí varios mensajes de felicitación por mi cumpleaños. Luego regresé al hostal a descansar.
Tenía pensado visitar la famosa
zona desmilitarizada, a unos cincuenta kilómetros al norte de la ciudad, nombre que recibe irónicamente la frontera más militarizada del mundo, con un millón de soldados custodiando cada lado de la franja, de cuatro kilómetros de ancho y más de doscientos treinta de largo. Ésta
separa las dos Coreas desde la guerra civil. Sin embargo, la explosión de varios artefactos hirió de gravedad a dos soldados sur coreanos dos días antes. Uno de esos soldados perdió ambas piernas, mientras que el otro sufrió la amputación de un pie a la altura del tobillo.
Seúl acusó a
Corea del Norte de colocar nuevas minas en esta zona, y amenazaba seriamente durante esos días con una respuesta contundente. Así que preferí evitar realizar la excursión en plena escalada de tensión.
El desayuno del día siguiente fue algo pobre, tan solo tostadas. Volví a buscar hostal, pero al final decidí quedarme en el mismo por pereza, y fui directamente al
palacio cerrado del día anterior, de nombre
Gyeongbokgung. Terminado en el año 1395, también fue destruido por fuego durante la invasión japonesa del año 1592. No se reconstruyó hasta el año 1867, pero durante la nueva ocupación japonesa desde 1910 a 1945, la mayor parte fue derribado. Desde el año 1990 se realizaron trabajos de restauración para devolverlo a su forma original. La entrada costó 3.000 won. Contiene puertas de entrada enormes, aunque la arquitectura, colores y formas del resto de edificios dentro del recinto son similares a los que visité el día anterior. La diferencia fueron los amplios jardines con los que cuenta en su interior.
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Puerta de entrada al palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
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Palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
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Palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
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Palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
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Palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
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Palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
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Palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
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Palacio Gyeongbokgung. Seúl. Agosto 2015 |
Fui caminando y visitando la ciudad. Primero la
plaza de Seúl, frente al ayuntamiento. Al otro lado de la calle se encontraba el
palacio Deoksugung, que ya no quise ver por saturación de los mismos. Y a pocos metros, otra de las
puertas de la ciudad, la de nombre
Sungnyemun. Al lado vi el
mercado Namdaemun, el más largo del país. Posteriormente la
catedral católica Myeong, la primera de estilo gótico de
Corea, y la más famosa del país. La zona comercial que la rodeaba tenía el mismo nombre, siendo una de las zonas de compra más famosas de la ciudad.
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Catedral Myeong. Seúl. Agosto 2015 |
Desde allí fui en metro hasta la terminal de autobuses para comprar el billete del vuelta a
Busan, pero al final me bajé tres paradas antes para ver otra zona diferente. Así recorrí la
calle Sinsa-dong, donde se pueden encontrar tiendas de diseñadores jóvenes locales, mezcladas con otras de marcas extranjeras. Muchas galerías se trasladaron allí desde la
calle Insa-dong, y algunas funcionan también como cafeterías, tiendas de té o restaurantes.
Si alguna duda tenía sobre si irme el mismo día 14 ó el anterior, es decir, al día siguiente, ese paseo me las despejó. Seguía sin encontrar algo original, con personalidad, un atractivo único y característico sólo de
Seúl, o al menos de
Corea. Una ciudad sin personalidad alguna, que, en mi opinión, se ha quedado a medias entre lo asiático y lo occidental. Incluso la gente, que anda pegada a sus móviles todo el día, son menos amables y sonrientes que, por ejemplo, los japoneses.
Compré el billete para las 14:40 del día 13 por 23.000 won. Era un precio más económico, correspondiente a un autobús no expreso, por lo que tardaría algo más y los asientos serían más incómodos. Después de viajar por el sudeste asiático, ese no era ningún problema para mí.
Volví al hostal a descansar, y me eché un rato. Al levantarme estuve charlando con un chaval alemán, calculo que más o menos de mi edad, que llevaba viajando once meses en bicicleta. Una gran aventura la que me contó. Me dijo que existe otra red social tipo couchsurfing para ciclistas, con unas necesidades algo distintas a las de las personas habituales. Por ejemplo, después de todo el día caminando, los anfitriones saben que los huéspedes se acostarán temprano, sin ganas de ir a pubs por la noche. Llevaba incluso tienda de campaña, por lo que el 80-90% de las veces dormía en campings. También me comentó que los locales, al verlo, le invitaban muchas veces a comer, e incluso a dormir.
El desayuno en el hostal era de siete a diez de la mañana, pero allí no había nadie del personal a las siete. Tampoco media hora más tarde. También andaba por allí un chaval indonesio muy joven, de 19 años, que había ahorrado dinero para viajar dando clases de matemáticas y química a otros más jóvenes. Al final empecé a abrir los cajones destinados sólo a los trabajadores, y cuando encontré lo que habían puesto el día anterior, lo cogí y lo saqué. También la leche y el zumo del frigorífico. El recepcionista llegó sobre las ocho, y se sorprendió al vernos, pero no dijo nada. Faltaría más. Si no había sido capaz de hacer bien su trabajo, no estaba en posición de recriminar nada.
Fui a pasear algo más al norte, para ver otra zona de
Seúl, pero llevaba más de media hora cuando paré y me dí media vuelta. No tenía sentido, no había nada que ver, ningún atractivo. Volví al hostal, me di una ducha, cogí la mochila y me fui hacia la estación, con la esperanza de poder cambiar el billete por otro con salida más temprana. Así fue, pero tuve que pagar un sobrecargo, porque el resto de autobuses eran todos expresos, hasta un coste total de 34.200 won. Lo malo fue que me llegó inmediatamente el cargo completo al móvil, no la diferencia. La mujer no hablaba mucho inglés, y aunque parecía decirme que había cancelado el anterior y se devolvería a la tarjeta, no lo decía muy convencida. Días más tarde comprobé que así fue.
En resumen,
Seúl me decepcionó profundamente, o no supe ver su atractivo, porque me pareció una ciudad sin personalidad. Los palacios eran sencillos, y sólo las puertas de entrada a los mismos ponían la espectacularidad. No pude visitar la zona desmilitarizada, aunque siento que es una de las típicas turistadas que no me arrepiento de haberme perdido. Quizás en un futuro decida volver a darle una segunda oportunidad a la ciudad. No obstante, considero que es una visita imprescindible en un
viaje por Corea del Sur.
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