Sandakan y el río Kanabatangan

Sandakan fue la antigua capital del protectorado británico de Borneo septentrional hasta que se trasladó a Jesselton, ahora Kota Kinabalu. Es conocida por la gran cantidad de área dedicada a parques y zonas naturales protegidas. Una de ellas es el Centro de Rehabilitación de Orangutanes de Sepilok, a tan solo 25 kilómetros de distancia. Otra es el río Kanabatangan, el más largo e importante de la región de Sabah, y del que se dice que contiene la concentración de vida salvaje más grande de todo el sudeste asiático. Una de sus criaturas más famosas es el mono proboscis o narigudo, que sólo se encuentra en la isla de Borneo. Otra es el elefante pigmeo de Borneo, el más pequeño del mundo.

Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

El autobús procedente de Sepilok paró justo en el centro de Sandakan, al lado del puerto, y muy cerca de los hoteles que había buscado. Vi ambos y acabé eligiendo el Borneo Sandakan Backpackers, algo más caro, pero con mejores colchones en las camas. El precio por noche del dormitorio compartido de seis camas, baño fuera y desayuno incluido fue de 30 ringgits. No estaba muy seguro si era temporada baja en la zona, porque lo volví a tener para mí solo.

No obstante, en el otro hostal, tenían mejores precios para la excursión que quería hacer, y a dos inglesas jóvenes que esperaban a más gente para que el precio bajase. Ellas sólo pretendían realizar la excursión por el río Kanabatangan para ver la fauna y flora del lugar, pero hablando con la dueña, conseguí introducir también la visita a las cuevas Gomantong por el mismo precio. Eso sí, el impuesto de entrada a las mismas no estaba incluido. El precio fue de 250 ringgits.

Éste otro hostal, Sea View Sandakan Budget & Backpacker Hostel, tenía una puntuación de aprobado en las distintas páginas web, con algunos comentarios malos. La dueña, Nabistul, me contó que el negocio tenía seis años, pero que el último año y medio ella estuvo fuera, y el personal dejó de limpiar y atender adecuadamente a los clientes. Había vuelto para reflotarlo y, de hecho, lo estaba pintando de nuevo en aquel momento. Me invitó a probar la comida de su cocina para cenar, y acepté, aunque antes dí una vuelta por la ciudad, que nuevamente, como el resto de ciudades de Sabah, no tenía ningún interés turístico, ni siquiera el mercado de pescado más grande de la región. La cena se compuso de arroz con calabaza al curry y un vaso de zumo de citronela. Muy bueno, y no muy caro. Después volví a mi hostal a descansar y preparar todo para el día siguiente.

Barcos descargando en el mercado de pescado. Sandakan. Octubre 2015.

Sandakan. Octubre 2015.

Habíamos quedado a las diez de la mañana, aunque Nabistul se retrasó y acabamos saliendo casi media hora más tarde. Al final se animó a venir junto con su hijo de ocho años, después de proponérselo al ser sólo tres personas. Fuimos en un coche particular de una amiga suya, Annie, que tenía muchos años de experiencia trabajando con dos agencias de viajes. A mí me dejaron delante, y ellos iban detrás junto con las dos chicas inglesas, Emily y Charlotte.

Antes de dejar la ciudad, paramos en el Parque Memorial de Sandakan, un añadido gratuito al día. En él se recuerda a los prisioneros de guerra que sufrieron y murieron allí a manos de los japoneses. Aprovecho la ocasión para añadir algo de historia que, hasta aquel día, desconocía. A final del año 1941 y principio del 1942, las tropas japonesas obtuvieron varias victorias con las que se hicieron con el control del sudeste asiático y el Pacífico, y haciendo muchos prisioneros de las fuerzas aliadas. En Julio de 1942, aproximadamente 1500 prisioneros australianos fueron trasladados desde Singapur a Sandakan para construir un aeropuerto militar. En el año 1943 llegaron 770 prisioneros británicos y otros 500 australianos. En Enero de 1945 tuvo lugar la primera "marcha de la muerte", en la que los prisioneros fueron obligados a caminar 260 kilómetros hasta Ranau, en gran parte por un camino entre la jungla. Al final de la guerra, sólo seis australianos sobrevivieron al conseguir escapar.

Desde allí continuamos hasta la cueva Gomantong. Annie conducía bastante lento, a unos 60 kilómetros por hora, y con mucha frecuencia, cuando hablaba, levantaba el pie del acelerador, como si no pudiese hacer las dos cosas a la vez. Al pasar por los campos de palmeras, me contó que las compañías destruyen las que ya tienen veinte años porque no dan frutos o aceite de palma suficiente y no son rentables, por lo que plantan nuevas en su lugar. Éstas necesitan siete años para estar a pleno rendimiento. Justo antes de llegar a la cuevas, paramos a comer unos espaguetis con salsa de tomate y pollo que había preparado Nabistul, y que supuso nueve ringgits por persona, pues no estaba incluido en el paquete. Allí nos preguntaron nuestra edad, y se sorprendieron de la mía, también las inglesas, porque me dijeron que parecía mucho más joven. Luego vinieron las dos preguntas de siempre, si estaba casado, y porqué no lo estaba. Nos contaron que en Sandakan, un chaval de 25 años soltero ya va tarde. De hecho, la hija de Annie se había casado con 19.

El niño, lógicamente por su edad, fue un torbellino todo el viaje, aunque pude dar alguna cabezada que otra aún así. También las chicas. La cueva me decepcionó, porque era grande, pero no profunda, es decir, recorrías la pasarela de madera en menos de cinco minutos si querías ir rápido. Ésta, por cierto, estaba llena de cucarachas, y la cueva, de murciélagos, cuyas defecaciones hacían que la cueva tuviese un olor muy fuerte. En el centro de la misma había una caseta con un vigilante, para evitar que los locales entrasen a robar los nidos blancos o negros. Los últimos eran los más cotizados, especialmente para fabricar cremas femeninas que ayudaban a parecer más joven, y podían alcanzar los 4.000 ringgits por kilo. Annie me dijo que las mujeres chinas eran las que más la consumían. La entrada a la cueva costó 30 ringgits, algo desproporcionado para lo que realmente fue. Si no está incluida en una excursión, no recomiendo su visita, ni el gasto para llegar a ella, y menos aún después de haber visto las que hay en la región de Sarawak.

Cueva Gomantong. Sandakan. Octubre 2015.

Cueva Gomantong. Sandakan. Octubre 2015.

Cueva Gomantong. Sandakan. Octubre 2015.

Cueva Gomantong. Sandakan. Octubre 2015.

El río Kanabatangan


Desde allí fuimos a la aldea a la orilla del río Kanabatangan, donde descansamos un rato hasta las cuatro de la tarde, hora en la que tomábamos la barca. Nos ofrecieron té o café gratis. Aquel era el lodge donde la gente dormía una o dos noches en los paquetes más grandes. Así comenzamos el crucero en un río con 560 kilómetros de longitud y unos doce de profundidad, y rodeado de jungla virgen. Tuvimos suerte porque vimos un orangután al rato de comenzar, lo que nos dijeron que no era muy común. Y después otro más. Habían avisado de que los días anteriores se habían visto algunos elefantes pigmeos en la zona, los más pequeños del mundo, y que migran arriba y abajo del río en busca de comida. Cuando llegamos a donde había varias barcas paradas, nos dijeron que eran ellos. Habían visto hasta cuatro, pero nosotros sólo llegamos a tiempo para ver la parte superior de la cabeza y la espalda. Nos habíamos entretenido demasiado con los orangutanes.

De vuelta, también vimos varios monos proboscis, o monos narigudos, otra especie en peligro de extinción y endémica de la isla de Borneo. También un grupo de macacos que estuvo comiendo justo al lado de las barcas, con varios pequeñines entre ellos. Allí pude notar un intenso olor al aceite de motor de las barcas, y me entristeció ser parte activa de la causa de aquella contaminación. En el río también cocodrilos, pero suelen verse por la noche, en otra de las excursiones que ofertan. Y, cómo no, diversas especies de aves.

Se nos hizo de noche mientras volvíamos. Yo iba en la parte delante de la barca, solo, y miles de pensamientos se agolpaban en mi mente. Entre ellos, que era afortunado por estar allí viviendo eso. Tomamos la cena que estaba incluida, muy buena, y cuantiosa, e hicimos el camino de regreso a Sandakan. Esa vez me situaron atrás con las chicas, y fui muy incómodo todo el viaje, se me hizo eterno. Llegamos tarde, así que me fui directamente a la cama. Afortunadamente, volví a tener el dormitorio para mí solo.

Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Nabistul y su hijo. Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Lagarto. Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

Atardecer en el río Kanabatangan. Sandakan. Octubre 2015

A la mañana siguiente, desayuné tranquilamente, hice el check-out, y fui hasta el otro hostal, donde Nabistul me contó sobre los paquetes para poder bucear en Sipadan, en el top diez de los mejores sitios en el mundo para bucear. Eran caros para mi presupuesto mochilero, aunque mucho menos que lo que costaría en España. La mayoría también eran de varios días, y yo únicamente quería hacer varias inmersiones en un día, y volver para continuar el viaje. Había estimado unos diez días más en Malasia, y no quería quedarme más, incluso menos, porque estaba cansado del país y de la mala organización de los transportes.

En un día no podría ir hasta Sipadan, pues se necesitaba un permiso especial que las agencias u operadoras tenían que conseguir por adelantado, por lo que era casi obligatorio reservar con un mínimo de tres días de antelación si querías ir allí. No es necesario para las otras islas. Por eso los paquetes estrellas eran de tres días mínimo. Además, me dijo que incluiría 50 ringgits de su comisión por organizar todo, aunque su trabajo sólo sería una llamada telefónica, pues Emily ya me habló de la misma agencia el día anterior, donde ella misma ya había reservado.

Al final le dije que lo decidiría de camino a la terminar de autobuses, pues no tenía claro si ir allí o volver a Kota Kinabalu. No era cierto, quería ir a Semporna, pero no sabía qué opción elegir, aunque buscaría la de varias inmersiones en un día. Así cogí una mini van hasta la terminal de autobuses por tres ringgits (me quisieron cobrar cinco por lo que ocupaba la mochila grande, pero les dije que la llevaría encima de mí y que me negaba a pagar nada más). Allí compré el billete hasta Semporna por 40 ringgits, en un trayecto de seis horas, así que llegaría de noche. Todo por esperar a saber lo que me podía organizar Nabistul, porque podría haberme ido perfectamente en el de las siete y media de la mañana, pues desperté temprano. Por eso decidí hacerlo por mi cuenta, no quería encima pagarle 50 ringgits por una llamada.

En resumen, la visita a Sandakan propiamente dicha carece de todo interés turística, al menos desde mi punto de vista. Pero los alrededores contienen atractivos naturales innegables, especialmente el  Centro de Rehabilitación de Orangutanes de Sepilok y el río Kanabatangan. Ninguna agencia te asegura el avistamiento de orangutanes o elefantes en el mismo, así que si llegas a verlos, puedes considerarte una persona muy afortunada.

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