Viaje a la caótica Manila

Filipinas es un país con más de siete mil islas, y conserva una clara influencia española, fruto de su colonización durante más de 300 años, desde que en el año 1565 llegara Manuel López de Legazpi a sus costas. Nombres de personas y calles españolas son lo habitual, y la lengua oficial, el tagalo, aún conserva más de 3.500 palabras iguales o similares al español.

Su capital, Manila, situada en la isla de Luzón, no es una ciudad excesivamente grande, pero forma parte de la llamada Gran Manila, un área metropolitana con más de veinte millones de almas, una de las más densamente pobladas a nivel mundial.


Entrada a Intramuros. Manila. Noviembre 2015


Salí de mi tierra natal el domingo 8 de Noviembre a las seis de la mañana, y llegué a Manila el lunes 9 de Noviembre a las cuatro de la tarde, hora española también. Es decir, 34 horas hasta llegar a mi destino final. Dos horas conduciendo desde Alcázar hasta el aeropuerto de Madrid, tres esperando, ocho hasta el aeropuerto de Jeddah, tres y media de escala, y otras nueve hasta el aeropuerto de Kuala Lumpur. Allí recogí la mochila facturada, cambié de terminal, esperé otras seis horas y media hasta la salida del vuelo hacia Manila, entre las que tuve que volver a facturar, y otras cuatro de vuelo. Más que eterno. 

Lo único reseñable fue el mal cambio que me hicieron en la cafetería del aeropuerto de Jeddah. Como sólo aceptaban dinero en metálico, tuve que pagar con euros el café que tomé, y me devolvieron en moneda local, que luego tuve que seguí gastando allí. En Kuala Lumpur, para el cambio de terminal, también tuve que pagar con la tarjeta dos ringgits, menos de cincuenta céntimos de euro, para comprar el billete del tren.



Manila


Al llegar al aeropuerto de Manila, me recibió el eslogan nacional: "It's more fun in the Philippines" (es más divertido en las Filipinas). También el error que había cometido al no comprobar de nuevo, con antelación, el tiempo que podía estar en el país sin necesidad de visa, pues había cambiado recientemente desde 21 a 30 días. En otros países asiáticos esto no hubiera supuesto problema alguno, pero en Filipinas, es necesario un billete de salida antes de embarcar en el avión que te llevará allí, y que, en mi caso, me pidieron y comprobaron en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Una semana más habría sido tiempo suficiente para visitar el norte de la isla de Luzón

Los taxis regulares del aeropuerto internacional de Manila se localizan en la segunda planta del mismo. Los otros, los que puedes encontrar abajo, son de personas que cobran más del doble del precio normal. La ventaja de éstos es no tener que esperar la larga fila de personas, locales todos, esperando uno de los regulares. 


Había reservado un hotel cercano al aeropuerto, a unos seis kilómetros de distancia, para la primera noche, pensando en buscar otro más céntrico al día siguiente. El taxista, a pesar de mostrarle la ubicación del hotel en mi teléfono móvil, tuvo que parar y preguntar un par de veces por la misma. Ya desde el vehículo no me gustó el ambiente que vi en los alrededores del mismo, y al llegar, me confirmaron que era una de las zonas de prostitución de la ciudad. No había leído nada al respecto en los comentarios que anteriores clientes hicieron en la página web de Booking, que además eran buenos. Me había guiado especialmente por estar relativamente cerca del aeropuerto, algo importante para mí al llegar cerca de las doce de la noche. La persona que me lo confirmó fue el encargado de seguridad, que me contestó que sólo se hacía responsable de lo que pasara en la entrada al hotel, cuando le pregunté si era seguro dar un paseo por los alrededores antes de dormir. 


El hotel se llamaba Stone House Hotel PasayEl precio total por una cama en un dormitorio compartido de seis, con baño compartido fuera y desayuno incluido, fue de 600 pesos. Tener en cuenta que el cambio del euro al peso filipinos en aquellos momentos era de unos 50 pesos por cada euroLas camas estaban bien acondicionadas, con cortina, luz propia y armario con candado, pero eran muy estrechas, del tamaño de mis hombros, y cortas, al menos para mí. Al menos tuve la suerte de estar solo en el dormitorio, aunque alrededor las tres de la mañana, entró un hombre del personal del hotel junto con una gruesa mujer filipina, que estuvo chequeando una de las camas. Afortunadamente, no debió gustarle y no volvió.   

Después de desayunar, estuve consultando varios hostales y hoteles donde cambiarme, y al final decidí pagar algo más por estar en el centro, cerca de Intramuros, la zona histórica de la ciudad y lo más recomendado en ella. No disponía de mucho tiempo en Manila, así que quería aprovechar el tiempo. Una de las ventajas del hotel donde había dormido es que se encontraba a pocos metros de la estación de MRT Edsa, como un metro elevado. Lo que me sorprendió fue que tuve que pasar varios controles policiales, ninguno exhaustivo, hasta llegar a la vía. El coste de este medio de transporte es barato, alrededor de los 20 pesos, dependiendo de la estación de destino. 

Llegué así hasta el Oasis Paco Park Hotel, donde la habitación individual con cama doble y baño propio me costó 1.600 pesos. No incluía desayuno, aunque me dieron dos bebidas de bienvenida. Dispone de piscina, lo que agradecí teniendo en cuenta el calor que hacía en Manila aquellos días. No me entretuve mucho, y enseguida comencé la visita a la ciudad. Podéis consultar la página de turismo de Filipinas en el siguiente enlace


Booking.com

Primero recorrí el parque Rizal, en homenaje a José Rizal, el héroe nacional, ejecutado por los españoles, por cierto. Justado al lado se encuentra Intramuros, la ciudad amurallada original, fundada en el año 1571, y que a pesar de la destrucción ocasionada por los japoneses y estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, conserva aún edificios históricos, ejemplos de la arquitectura española del siglo XVII. 

Parque Rizal. Manila. Noviembre 2015
Patio de una casa típica española en Intramuros. Manila. Noviembre 2015

Típico edificio español de la época de la colonización. Intramuros. Manila. Noviembre 2015

La catedral católica de Manila es uno de ellos, y fue construida en su origen en el año 1581. Fuegos y terremotos fueron destruyendo las distintas restauraciones, hasta llegar a la actual, la séptima, realizada entre los años 1954 y 1958. Los jesuitas tuvieron una fuerte presencia en esta colonia, y fundaron la primera institución educativa del país en el año 1601.

Catedral de Manila. Intramuros. Manila. Noviembre 2015

Catedral de Manila. Intramuros. Manila. Noviembre 2015

Me gustó esta imagen con las vidrieras detrás en el interior de una iglesia. Intramuros. Manila. Noviembre 2015

La Puerta de Santiago es otro de los lugares más conocidos de esta zona, aunque se encuentra fuera de Intramuros. Se construyó en el año 1714 junto con el resto de la estructura militar, y fue destruida durante la Batalla de Manila, en el año 1945. La Administración de Intramuros la restauró en el año 1982. La entrada de adulto eran 75 pesos, aunque como únicamente tenía un billete de mil y varias monedas que no llegaban a esa cantidad, al final me dieron la entrada de estudiante, por 50 pesos. El guarda que luego pedía los billetes, y que lo había visto, me preguntó, medio riéndose, de dónde procedía este estudiante.

Puerta de Santiago. Manila. Noviembre 2015

Para visitar estas zonas, las estaciones de MRT más cercanas son las de United Nations y Central Terminal.

Desde la Puerta de Santiago, me dirigí al mercado Divisoria, al lado de chinatown, o dentro de ella. El calor del momento no ayudaba en absoluto a mejorar el olor procedente de la basura acumulada en el canal. Eso, y la cantidad de gente que caminaba entre los puestos de ropa, comida o artículos diversos, hicieron el paseo algo desagradable. Aún así, curioso de ver, y recomendado, pues es algo diferente respecto a la parte histórica y que se encuentra relativamente cerca de ella.

Tiendas junto al río de gente viviendo en la calle. Entre Puerta de Santiago y chinatown. Manila. Noviembre 2015

Puerta de entrada a chinatown. Manila. Noviembre 2015

Chinatown. Manila. Noviembre 2015

Iglesia en mitad de chinatown. Manila. Noviembre 2015

Mercado Divisoria. Chinatown. Manila. Noviembre 2015

Canal lleno de basura en Chinatown. Manila. Noviembre 2015

Volví también caminando al hotel, donde descansé durante algo más de una hora, antes de ir a ver el atardecer a la zona de la bahía, donde hay un largo paseo. Ya era de noche, el tráfico horroroso, y muy ruidoso, y me conmocionó ver niños durmiendo en las aceras, descalzos y casi desnudos, ante la incomprensible indiferencia de cuantos pasaban a sus lados, especialmente otros locales. Y ver cómo ellos dormían sin que eso tampoco les importase, me hizo darme cuenta de que aquella vida, tan impropia y dura a tan corta edad, era para ellos la simple normalidad. No me gustaba Manila.


Anochecer. Manila. Noviembre 2015


Tráfico en el paseo de la bahía. Manila. Noviembre 2015

Después de dar varias vueltas por distintas calles sin apenas iluminación, aún en la parte más turística del centro de la ciudad, decidí que la hamburguesa del McDonald's era lo único en lo que podía confiar. Entré luego en un centro comercial, también con controles de seguridad a la entrada, quizás para intentar borrar de mi mente la imagen de aquellos niños. No tardé mucho en volver al hotel.

Me levanté sobre las ocho y media de la mañana, por fin con la sensación de haber dormido profundamente en varias noches. Después de desayunar, estuve buscando hostales en la  nueva zona de Manila que quería visitar, Makati. Es la zona financiera de la ciudad, con edificios y centros comerciales nuevos. Pero me encontré con que los hostales económicos estaban en una zona donde muchos viajeros se quejaban de la misma por ser otra de las zonas de pubs y prostitución de la ciudad. Los hostales que más encajaban con lo que buscaba, también tenían quejas de ruidos por música alta en sus azoteas. Al final decidí quedarme en el mismo hotel. Para una noche, no merecía la pena dormir poco por el ruido, o caminar con cuidado, mirando a cada lado por si pasaba algo. Claro, que pagué la diferencia. Algo más de tres veces. Allí podría haber dormido por entre siete y once euros, y en el hotel pagué treinta y dos. Seguro que no hubiera sucedido nada, pero quería estar tranquilo y volver a dormir bien en mi habitación individual. Además, ese día pensaba darme un baño en la piscina.

Con eso, salí del hotel a las once de la mañana, con un calor terrible, en dirección a Makati, porque igual quería visitar la zona. Me desplacé en MRT hasta la estación de Ayala, haciendo transbordo en la de Edsa. Al llegar encontré una zona llena de edificios altos, y algunos grandes centros comerciales nuevos, que parece que eran la gran atracción de aquel distrito. Los hoteles más caros también se situaban allí. Estuve callejeando un rato, hasta que me detuve a comer en un Family Mart, como los de Japón, también con bandejas de comida preparada para tomar. Y además, disponía de muy buena conexión wifi gratuita. 

Después seguí callejeando, hasta que llegué a esa parte donde estaban los hostales que había ojeado durante la mañana. Y sí, el ambiente, aunque no el mismo que el que pudiera haber por la noche, ya se respiraba diferente. Eché un vistazo por varias calles, en las que a veces se veía algún occidental mayor junto con una joven filipina. No tenía nada más que hacer por allí, pero sentí que tomé la decisión correcta respecto al alojamiento, aunque aquello aumentase el presupuesto del viaje. Ni siquiera tomé fotografías aquel día. 

Aún era temprano, y no iba a volver ya al hotel, así que me fui a ver el Museo Nacional de Manila, cuya entrada me costó 150 pesos, y que te da acceso a los dos edificios que lo componen. En el primero, la planta más interesante, para mí, fue la que hablaba de la colonización española, y la batalla del galeón San Diego contra los holandeses. Las restantes me parecieron un poco aburridas. Incluso no entendí muy bien la conexión con un trozo del muro de Berlín que tenían en una de las salas, o una exposición fotográfica de calles de distintas ciudades del mundo de un fotógrafo español. El segundo edificio, más grande, y con una bonita arquitectura exterior, contaba con retratos y esculturas. Un par de ellos, los más famosos, eran realmente enormes. Desde allí volví al hotel para descansar un tiempo y darme un chapuzón en la piscina.  

Spoliarium, del pintor filipino Juan Luna, en el Museo Nacional. Manila. Noviembre 2015

Salí ya de noche hacia el centro comercial de la tarde anterior, para cenar por allí. De camino, aún muchísimo tráfico, pitidos, y pocas iluminación en las calles. Esa noche opté por comer en los puestos de comida a la salida del supermercado, comprando en varios de ellos. Probé algunas cosas nuevas, por ejemplo, la aleta de tiburón, aunque no me pareció nada realmente sabroso. También compré un par de piezas de fruta que degusté en mi habitación una vez regresado al hotel.

Casi a las tres de la madrugada tocaron al timbre de mi habitación, o eso me pareció entre sueños. Desconocía que lo tenía. Cuando llamaron una segunda vez, me levanté y abrí. En la puerta había una señora que al verme me preguntó si quería un masaje. Como iba dormido no me enteré, y me lo repitió una segunda vez. Le dije que no, supongo que con cara de pocos amigos, y cerré. Evidentemente, iba buscando otra cosa diferente a un masaje tradicional, con un cliente que supongo requirió sus servicios previamente. Pensé poner una queja en recepción por la mañana, pero lo dejé pasar.

Para ir hasta el aeropuerto de Manila, había decidido optar por la opción económica, que consistía en ir en MRT hasta la estación de Edsa, y allí tomar un taxi. La opción de cogerlo directamente desde mi hotel serían no más de 300 pesos, y esta opción, rondaría la mitad. Y así hice, aunque al llegar a Edsa, me encontré con que había una especie de parada de taxis debajo de dicha estación. La espera estaba siendo más de lo imaginado, porque no paraban todos los taxis que se desviaban hasta allí. Me ofrecieron ir en motocicleta, pero lo denegué, y el pequeño gesto de negación que me hizo un chaval joven, que esperaba a mi lado, al respecto, me confirmó que estaba tomando la decisión correcta. Comencé a hablar con él, y al preguntarle sobre eso, me dijo que no era muy seguro, incluso para él, que era filipino. Le pregunté si iba al aeropuerto, y cuando me contestó que sí, le propuse compartir el taxi y me dijo que sin problemas, aunque él iba a otra terminal.

Llevábamos un rato esperando, así que le comenté que la primera noche en Manila, me alojé en un hotel cercano, que disponía de servicio de taxi al aeropuerto, y que podríamos ir hasta allí. Y así lo hicimos, pero encontramos que el coste era caro, igual que ir desde el centro. Regateando, nos bajaron de 300 a 200 pesos. Pero además, su destino estaba justo en el lado opuesto a mi terminal, y llevarnos a ambos, era incluso más caro, por lo que al final volvieron a subirnos a 250 pesos. Probamos a parar algún otro taxi de la calle, pero el precio era el mismo, y como él llegaba tarde y yo andaba muy justo de tiempo para facturar la mochila grande, aceptamos. Aunque mi terminal estaba más cerca del hotel, fuimos primero a la suya, porque ya llegaba muy tarde, y después el taxista me llevó a mí, en mitad de un atasco. El tráfico de la ciudad es terrible. Así que la conclusión y recomendación de todo este ajetreo, es que merece la pena el coste del taxi directamente desde el centro

Con la excusa de que llegaba tarde, me dejaron saltarme la cola de espera para pasar el primer control policial de entrada al aeropuerto. Como siempre, en Manila, varios controles por todos los sitios. Facturé la mochila y me quedó tiempo para comer algo. El avión despegó hacia Puerto Princesa con casi una hora de retraso. El espacio entre asientos volvió a ser pequeño, pero en esa ocasión me dieron uno de pasillo, y el central no estaba ocupado, así que pude estirar las piernas.

En resumen, Manila es una ciudad enorme, caótica, contaminada y ruidosa, como Cebú, a veces insegura y llena de personas que duermen en la calle a diario. La única zona realmente interesante de ver es Intramuros, la parte histórica de la ciudad durante la colonización española. Para ello, un día es suficiente, aunque no estoy seguro de que merezca tanto la pena como para gastar tiempo y dinero en un viaje por las Islas Filipinas. Comprendí porqué mi amiga local me recomendó no pisarla, o porqué otro amigo que ya estuvo allí tampoco me la recomendó. 


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