Kuala Lumpur, o KL, como comúnmente se la conoce, es una moderna metrópolis con una característica mezcla cultural y un marcado contraste entre lo antiguo y lo nuevo. Es el centro económico, financiero y cultural de Malasia, y también su capital. Posee una población aproximada de 1,7 millones de personas en su área central, y de siete millones de habitantes en la aglomeración urbana conocida como la Gran Kuala Lumpur. Se sitúa en el top 10 de varias clasificaciones mundiales, como mejores ciudades destino para viajar o mejores ciudades para realizar compras.
El autobús procedente de Melaka llegó a la estación Bandar Tasik Selatan de Kuala Lumpur, también conocida como TBS, sobre las doce del mediodía. Allí, pregunté cómo desplazarme hasta chinatown, que era la zona más cercana a la localización de mi hostal. Conseguí encontrarlo sin muchos problemas. Su nombre era Marquee Guest Houzz, y el precio de una cama en una habitación compartida de doce fue de 23 ringgits. Los baños estaban fuera, e incluía desayuno. Lo recomiendo porque está en una zona perfecta, en frente del Mercado Central, al lado de chinatown, estaciones de metro y autobuses muy cerca. Además, los recepcionistas fueron todos muy simpáticos, ayudando siempre y dándome buena información sobre dónde y cómo ir.
Como dije, el hostal estaba justo en frente del Mercado Central, o Pasar Seni, que es un edificio con una arquitectura art deco típica de los años 1930 donde comprar recuerdos de la ciudad. Originalmente se utilizó para la venta de productos frescos. Fuera, en la calle peatonal que lo separaba de mi hostal, había otros puestos de ropa y comida. Desde allí caminé tan solo un par de minutos hasta chinatown, también conocida como la calle Petalling. Es una bulliciosa y colorida calle llena de tiendas, restaurantes y puestos de venta ambulante, donde cada noche se sitúa el mercadillo nocturno.
En una calle paralela encontré el templo hindú Sri Mahamariamman, el más antiguo de la ciudad. Construido en el año 1873 como un templo privado, no se abrió al público hasta el año 1920. Posteriormente, en el año 1968 se reemplazó su estructura original por la actual, donde lo más llamativo es la torre de cinco pisos que hay en la entrada, con 228 figuras de la historia india.
Tampoco tuve que caminar mucho para localizar la plaza del mercado antiguo, donde se dice que comenzó el asentamiento de Kuala Lumpur, cerca de la confluencia de los ríos Klang y Gombak. Allí llegaron los primeros mineros, y después los primeros comerciantes chinos para abastecerlos.
Aunque yo no lo utilicé los primeros días porque me gusta caminar para conocer las ciudades, existe un servicio de transporte gratuito en el centro de la ciudad, con paradas en los puntos turísticos más destacados. Su nombre es GO KL City Bus (GOKL), y dispone de cuatro líneas conectadas entre sí, y con distintas estaciones de otros medios de transporte. Funciona realmente bien, y el último día en la ciudad, que fue cuando realmente lo utilicé, me arrepentí de no haberlo hecho antes.
Booking.com
Esa misma tarde comencé a caminar hacia la torre KL, que se puede ver desde chinatown, pues no queda lejos, unos quince minutos andando. Es uno de los edificios más destacados del país con sus 421 metros de altura, y la séptima torre de comunicaciones más alta del mundo. El coste de su entrada era de 29 ringgits para los malayos, y de 49 para los extranjeros. No obstante, decidí no subir, porque había bastante humo en el ambiente, al igual que en Singapur, que me hubiera impedido ver bien la ciudad desde arriba. Éste persistió todos los días que estuve en Kuala Lumpur, incluso yendo a peor. Preguntando al respecto, me comentaron que cada año es igual, proviene de Indonesia, donde queman gran cantidad de vegetaciones para fines agrícolas. Es decir, eliminan de esta forma las plantaciones viejas que dejaron de ser productivas, para plantar otras nuevas.
Desde allí fue al centro de turismo de Malasia (MATIC), que es un edificio colonial que sirve como instalación turística abierta 24 horas, con conexión gratuita a internet y otros servicios. Sirvió como sede inicial del Parlamento malayo y otras ceremonias relevantes. También fue la base del ejército británico durante la guerra, o la sede del ejército japonés durante su invasión. Actualmente cuenta con exposiciones de arte gratuitas, como la que yo vi sobre fotografía, muy bonita, por cierta. Por último, también cuenta con un salón de actos donde, afortunadamente para mí, se encontraba ensayando una banda de música clásica. Me senté y estuve escuchándola durante media hora aproximadamente, lo que me vino bien para descansar.
Cerca de allí quedaban ya las famosas torres Petronas, o torres gemelas, que con sus 451,9 metros de altura, son el icono de la ciudad, y también de toda Malasia. Esta estructura de acero y cristal, con un diseño geométrico islámico en su planta, es el epicentro del Kuala Lumpur City Center, o KLCC, formado por un enorme centro comercial, un hotel, un centro de convenciones y un parque. En éste último, cada noche hay un espectáculo de luces y agua en su lago artificial. Se puede acceder tanto al puente que las conecta, en la planta 41, como al observatorio de la 86. El precio para los locales es de 25 ringgits, mientras que para los extranjeros es de 80 ringgits.
Desde allí, ya lloviendo, caminé hasta la zona comercial Bukit Bintang, que cuenta con varios centros comerciales de considerable tamaño, y diversos restaurantes y pubs. Es una de las zonas de entretenimiento de la ciudad para los fines de semana. Me dirigí al centro comercial Low Yat, exclusivamente dedicado a electrónica y telefonía. En ninguna de sus seis plantas encontré lo que buscaba, una funda teclado para mi tablet, que se me había roto la tarde anterior en Melaka. Finalmente regresé al hostal paseando, parando a cenar a medio camino. Sin tenerlo previsto, caminé kilómetros esa tarde.
El día siguiente lo planifiqué para ver la parte más islámica de la ciudad, comenzando por la mezquita Jamek, muy cerca del hostal, y que ocupa la confluencia de los ríos Klang y Gombak, que comenté anteriormente. Construida en el año 1909, es la mezquita más antigua de Kuala Lumpur. Un voluntario joven me explicó cómo es El Corán, el libro sagrado del Islam, y un chaval joven me explicó la diferencia entre musulmanes e islamistas radicales, básicamente una interpretación errónea del Corán.
A escasos minutos caminando se encuentra el edificio Sultan Abdul Samad, construido en el año 1897, y que sirvió como sede de la administración del gobierno durante la era británica. Fue el edificio más grande de aquella época, con varias cúpulas y una torre-reloj de 41 metros de altura.
Y justo en frente, está la plaza Merdeka, cuyo significado en malayo es plaza de la independencia, pues allí tuvo lugar la declaración de la independencia de Malasia como colonia británica en agosto del año 1957. Posee una bandera de cien metros de altura, una de las más altas del mundo. Allí tienen lugar importantes eventos, como la celebración del día nacional. También allí mismo está la Kuala Lumpur City Galery, con una exposición fotográfica donde se explica la historia de la ciudad. También se proyectaba un vídeo sobre una maqueta enorme de la misma, que incluía los nuevos edificios proyectados, cuya fecha prevista de finalización es el año 2020. Uno de ellos superará los 600 metros de altura. Realmente Kuala Lumpur es una ciudad en constante evolución y crecimiento.
Después paseé hasta la mezquita Nacional (Masjid Negara), que es un tributo arquitectónico al Islam, la religión oficial del país. Es la mezquita más distinguida de la ciudad, y la casa de una librería y un mausoleo para los héroes nacionales. Oficialmente se abrió al público en el año 1965. Para pasar a ella, tanto las mujeres como los hombres que llevábamos pantalones cortos tuvimos que ponernos una túnica morada que llegaba hasta los pies. Las mujeres, adicionalmente, debían cubrir su cabeza con un pañuelo negro. Como en cualquier otra mezquita, al menos en Malasia, está prohibido el paso de los no musulmanes a la zona de rezo.
En frente de la mezquita se encuentra la Librería Pública del Islam, con unas imponentes puertas de color amarillas, cerradas ese día de domingo. Contiguo a ésta, se encuentra el impresionante edificio de la sede del ferrocarril malayo (KTM), con una arquitectura bien bonita, llena de arcos, incluso a pesar del color marrón grisáceo de sus muros. Y, por último, y justo en frente de este edificio, se puede ver la vieja estación de ferrocarril de Kuala Lumpur, con una arquitectura morisca con arcos y minaretes, centro del sistema ferroviario nacional antes de la construcción de la nueva estación central. Allí comí en un pequeño restaurante indio, donde el personal fue muy amable conmigo, preguntándome a cada rato si me gustaba la comida o necesitaba algo más.
Desde allí fui al Museo Nacional, al que no me apeteció pasar, a excepción de una exposición gratuita sobre animales venenosos que había en un de sus edificios. Algunas de las ilustraciones eran realmente aterradoras, con extremidades humanas que habían sufrido mordeduras o picaduras de alguno de estos animales.
Al encaminarme por un lateral hacia un gran parque, conocido como los jardines del lago, encontré a varios trabajadores durmiendo la siesta directamente en el suelo, dentro de un pequeño túnel bajo la carretera. Dentro de los jardines se encuentran parques como el de las mariposas, pájaros, ciervos y un lago. Era un lugar tranquilo, donde descansé de la larga caminata que ya llevaba encima, y de la polución y estrépito del tráfico de la ciudad. Curiosamente encontré una zona donde parecían estar rodando alguna serie o película, repitiendo la misma escena varias veces.
Desde allí pensé coger el tren hasta Bukit Bintang, que quedaba a casi una hora andando, pero al final, y como siempre, decidí seguir conociendo la ciudad mientras caminaba. Fui directamente al centro comercial Low Yat, nuevamente, porque el recepcionista de mi hostal me recomendó una tienda india que no había visto la tarde anterior para comprar lo que buscaba, pero tampoco me ofrecieron nada que me convenciese. Al final volví al día siguiente y terminé comprando el teclado original de Samsung por 240 ringgits, en lugar de los 423 originales. La diferencia se debió a que no lo adquirí en la tienda oficial de la marca. Era el único modelo que les quedaba, y estuve regateando un buen rato con el dependiente.
Al salir fui a ver la calle que únicamente cuenta con restaurantes de comida, y que, sin embargo, no me dieron buena sensación. Más después de retirarme a una calle con edificios en mal estado para tomar una fotografía, y ver cómo cortaban y "limpiaban" allí el pescado, retirados de su puesto y sobre el mismo suelo. Sólo me senté a comer varias piezas de fruta que había comprado.
Por último, y en esa ocasión utilizando ya el transporte GOKL que comenté anteriormente, volví hasta las torres Petronas para ver su iluminación nocturna y el espectáculo de luces y agua en el largo artificial que hay debajo de ellas, en el parque situado en el lado opuesto a su entrada principal. Desde allí volví al hostal, donde tampoco conseguí dormir bien aquella noche.
Al día siguiente, después de desayunar, fui a ver otro hostal cercano con buena puntuación, con la intención de quedarme en un dormitorio de cuatro camas en lugar del grande. Pero me dijeron que no podría ver la habitación hasta las dos de la tarde, y como iba a salir fuera de la ciudad para ver las cuevas Baku y no sabía a qué hora volvería, al final terminé pagando una noche más donde ya estaba. Podría haber esperado, pero realmente no estaba mal, cama cómoda y baños aceptables con agua caliente. Sólo necesitaba compañeros que respetasen el descanso de los demás.
Fui en tren hasta las cuevas Baku, lugar de culto hindú por excelencia. Posee tres grandes cuevas llenas de monos, por cierto. Una de ellas, es la cueva Ramayana, con pinturas en las paredes que cuentas escenas épicas de la historia hindú. La principal es la casa de un templo hindú antiguo, y en su entrada se encuentra la famosa e inmensa estatua del dios Muruguan. 227 escalones guían hasta lo alto de la cueva. Me alegré de haber ido temprano, pues según bajaba la escalera, vi cómo comenzaban a llegar grandes grupos de turistas.
Esperando en la estación de vuelta al centro de la ciudad, me empezó a hablar un señor de 63 años, que me dio una extraña lección de historia y religión nacional, con varios saltos entre épocas entre los que casi me perdí. Lo resumiré muy brevemente: me dio una chapa de cuidado. Estaba deseando llegar a la estación para separarnos.
Comí en chinatown y descansé en el hostal, aunque tampoco dormí. Fui hasta la zona comercial Buki Bintang para tomar algo tranquilamente en alguna cafetería mientras escribía notas en el blog. Así estaría cerca del centro comercial por si el teclado tenía algún fallo, pero funcionó perfectamente. Después aproveché para comprar tres nuevas camisetas por sólo diez euros en un outlet de varias marcas. De allí volví a chinatown, donde cené antes de volver al hostal.
A la mañana siguiente quería visitar Putrajaya, la nueva capital administrativa de Malasia, que es conocida por ser una ciudad inteligente que hace de los jardines su santo y seña, con una armonía entre el desarrollo y la naturaleza. Otra característica llamativa de este municipio son los numerosos puentes que separan cada islote, cada uno con un diseño diferente.
Los autobuses hacia allí salían desde la pequeña estación de autobuses en el lado opuesto de chinatown, por 3,50 ringgits el trayecto, que duraba unos cuarenta minutos, según el tráfico. Al llegar, tenía la opción de bajarme en diferentes puntos, así que pregunté al conductor cuál era la mejor opción para ir al palacio, pero no me supo contestar muy bien. Me dijo que me bajase allí mismo, donde había parado para subir a más gente, y fuese andando. Eso supuso tener que cruzar la autopista, sin ningún paso de cebra o semáforo. Cuando iba en el autobús caí en la cuenta de que no había avisado de que me quedaba una cuarta noche, ni la había pagado, por lo que tuve que llamar para que lo tuviesen en cuenta.
De camino al palacio Melawati, una de las residencia de la familia real, pregunté a un chaval por el camino exacto, y después de comprobar en su móvil que estaba relativamente cerca, me dijo que me llevaba en su furgoneta. Trabajaba en el hospital de la ciudad. Lo que me sorprendió es que me dijo, sin venir a cuento, que estuviera tranquilo con él y no me preocupase, pero que tuviese cuidado en el resto del viaje, porque conocía varios casos de robo a los turistas. El guardia de seguridad nos dijo que no estaba permitido el paso a los turistas, y desde fuera, la vegetación no permitía hacer buenas fotos, así que el chaval me llevó directamente hasta la mezquita Putra, que ya desde fuera se veía preciosa, No obstante, fue ya dentro donde mostró toda su belleza, no tanto como la mezquita azul de Estambul y la mezquita blanca de Abu Dhabi, pero sí para situarse en el tercer escalón de mi podium.
Vestía pantalones cortos, por lo que me dieron una túnica morada. En la zona de rezo está prohibido el paso a los no musulmanes, pero tenían una pequeña valla para que el turista pudiera dar como dos pasos dentro de ella, y poder hacer fotografías. Justo después de hacer las mías, un voluntario de la mezquita esperaba detrás para ofrecerse a explicarme la arquitectura de la misma o cualquier duda que tuviese al respecto. Me contó todo lo referente a la construcción del templo, con referencias iraníes, egipcias y marroquíes. Al interesarme por más aspectos de la misma, quitó la cinta que cerraba el paso a los turistas, y me invitó a seguirle.
Me explicó multitud de detalles sobre la mezquita, el Islam y cómo interpretan los musulmanes El Corán, muchas veces de manera equivocada, en lo que coincidía con el chaval de la otra mezquita de Kuala Lumpur. De hecho, en su opinión los japoneses le parecían mejores musulmanes que la mayoría de los que se hacían llamar como tal, porque son muy respetuosos con el prójimo, y siempre ayudan a los demás sin exigir nada a cambio, simplemente son así. Y realmente fue la experiencia que tuve en Japón, y una de las cosas que más me gustó del país, y que más envidié como español.
Me explicó que en el libro sagrado del Islam se cuenta cómo será el fin del mundo, cercano al día en el que el sol se levante por el Oeste, en lugar de por el Este. Y me dijo que ya hay señales que indican que empieza a aproximarse. Una que me resultó realmente llamativa, es que en el mundo ya hay más mujeres que hombres. Por cierto, me dijo que mujeres y hombres son separados en las mezquitas porque al rezar, están hombro con hombro, y tener ese contacto tan próximo con el cuerpo femenino puede distraer al hombre en el momento del rezo. También que en ese momento no hay distinción entre hombres ricos o pobres, todos se sientan uno al lado del otro.
Estuvimos charlando sobre religión, Allah y Dios. Bueno, más bien yo escuché prácticamente todo el tiempo, porque era una lección realmente interesante y enriquecedora. El Islam es una religión que busca que la persona se convierta en mejor persona, valga la redundancia. Al terminar de escuchar todo, le dije que me parecía que todas las religiones tenían un fin similar, y que ya se llamase Dios o Allah, era lo mismo.
Me dio varios panfletos informativos sobre el Islam y Allah, algunos en español, pues le dije que quería aprender más sobre la cultura y religión musulmana. Fue un regalo. Según salía de la mezquita, parándome a hacer alguna fotografía más, tuve la extraña sensación, que no sabría explicar, de que aquella fue la razón por la que tenía que ir aquel día a Putrajaya. Encontrarme con aquella buena persona, de la me da rabia no recordar su nombre, y que me enseñara todo aquello.
En los panfletos informativos encontré cosas interesante y otras con las que no estoy muy de acuerdo, pero siempre intento respetar todo tipo de religión, cultura u opinión. Una de ellas, fue que Islam significa paz, pero también, sumisión a la voluntad de Allah. Todo en la creación lo adora y se somete a Él, decía, y de no hacerlo, serías castigado por ello el día del "juicio final". No parecía un Dios misericordioso, tal y como manifestaban y siendo uno de los nombres por los que se le conoce, sino un Dios que no sólo no perdona, sino que castiga duramente.
Respecto a la Jihad, estaba escrito que no es terrorismo, ni matar a gente inocente, ni someter al débil. No es tolerancia a la opresión, silencio contra la injusticia o imponer tus valores o conceptos, subjetivos y "creados por el hombre", a otras personas. Hasta aquí bien. Pero ahora vienen las líneas cuya interpretación subjetiva puede ser peligrosa, tal y como se está viendo actualmente con el Estado Islámico, o IS por sus siglas inglesas. El Islam permite armar a la Jihad contra la tiranía y aquellos que intenten dañar a los musulmanes. Es luchar contra la corrupción, explotación, ocupación y opresión. Lo que cada uno considere agresión al pueblo musulmán, es lo que puede ser peligroso. Islam es una llamada a la paz, por lo que la Jihad debe ser temporal, hasta que cese la agresión enemiga, y buscando siempre restaurar la paz lo antes posible. Mostrar compasión hacia el enemigo derrotado se considera un fin superior que la propia victoria en sí misma. Realmente el IS desconoce o ignora por completo mucho de lo que el Islam viene a decir, y demuestra, nuevamente, como con La Santa Inquisición católica en el pasado, por ejemplo, que el problema no son las religiones, sino la mala interpretación que de las mismas hacen las personas.
Si algún musulmán lee estas líneas y considera que hay algún error en las mismas, sus correcciones o matizaciones serán más que bienvenidas. He intentado plasmar lo más fielmente posible lo que escuché y leí sobre el Islam y Allah, mostrando todo el respeto posible y sin realizar ningún juicio de valor sobre las mismas. Por esta razón, no están exentas de contener algún error.
Después de comer, visité alguna zona más, como el edificio del Ministerio de Finanzas, por fuera claro, el Perdana Putra, residencia del Primer Ministro, o el Putrajaya Landmark, pero era como si todo aquello ya no tuviera importancia. Además, algunas de los lugares estaban como abandonadas. No abandonadas, sino no habitadas, que no es lo mismo. Una ciudad fantasma en algunas zonas. Como en Dubai, donde no paraban de construir enormes edificios sin aún dueños muchos de los ya terminados.
Tuve que preguntar varias veces y esperar un buen rato hasta poder coger el mismo autobús que me llevó hacia allí por la mañana. Poco más hice esa tarde, descansar un rato, informarme sobre cómo ir hacia mi siguiente destino, George Town, cenar y escribir varias notas para el blog.
A la mañana siguiente caminé hasta la estación de Pudu Sentral, al lado de chinatown. Había personas desde la calle hasta los mostradores, en el piso superior, intentando venderme un billete y sin para de preguntarme dónde iba. Les daba las gracias a todos, pero quería comprarlo en los mostradores, por la experiencia vivida en Johor Bahru. A una de ellas, después de su insistencia ya bastante pesada, le pregunté con tono serio qué era exactamente lo que entendía por un no. Me sonrió y se fue.
El precio del billete del autobús hasta George Town, en Penang, fue de 40 ringgits. La estación de destino no estaba exactamente en el centro de la ciudad, sino en la terminal de Nibong, a unos doce o quince kilómetros al sur. El autobús debía partir a las 8:30 de la mañana, pero finalmente lo hizo a las 9:45. Pregunté varias veces al conductor. En la primera me contestó que saldríamos a las nueve, y en la segunda directamente me hizo un gesto como que me sentase. A veces no puedes evitar cabrearte, pero no vale de nada, y al final, lo único que puedes hacer es armarte de paciencia. Eso sí, la autopista, como siempre, espectacular.
2ª parte - desde Langkawi
El autobús desde Kuala Peris llegó a la estación de Pudu Sentral en Kuala Lumpur cerca de las once de la noche. No había podido disponer de conexión wifi durante todo el trayecto, por lo que no tenía reserva alguna en ningún hostal. Al encontrarme tan cerca de donde me alojé cuando estuve en la ciudad, decidí ir hacia el mismo hostal por si tenían camas libres, y tuve la suerte de que así fue. El recepcionista me reconoció, por lo que me ayudó en todo y me recomendó un lugar indio cercano y de confianza donde cenar algo. Ya estaba más tranquilo. En cualquier caso, me fue imposible pegar ojo. Algo tenía aquel dormitorio que no me dejaba dormir profundamente. No obstante, en aquella ocasión quizás influyese más el hecho de no saber lo que hacer ni dónde ir al día siguiente, pero preferí aplazar la búsqueda hasta la mañana siguiente, porque las decisiones que se toman deprisa y a la desesperada, no suelen ser buenas.
Después de desayunar, comprobé que, en el peor de los casos, podría volar hasta Sabah, en la isla de Borneo, a donde igualmente pensaba ir en una fecha posterior. Así que me acerqué a la misma estación del día anterior, pero allí no vendían billetes hasta Kuala Besut, pequeña ciudad costera donde se toman los barcos hacia las islas Perhentian, que era donde realmente deseaba ir. Quería comprobar si desde la capital había alguna plaza libre hasta allí, o también estaban todas completas durante esa semana vacacional para los malayos.
Me indicaron que ese destino lo vendían en la estación TBS de Kuala Lumpur, donde llegué en su día procedente de Melaka. Me desplacé hasta allí y conseguí la última plaza en un autobús hacia Kuala Besut, con salida a las diez de la noche y llegada alrededor de las seis de la mañana. Sería cansado, pero ahorraría una noche de hostal y no tendría la sensación de estar perdiendo tanto tiempo. El precio fue de 44 ringgits. Regresé al hostal, donde hice tiempo el resto del día hasta que llegó la hora de partir.
Al volver a la estación, me encontré un hervidero de gente, comprando billetes de última hora y bajando hasta los andenes. Según salía un autobús, llegaba el siguiente. Así que fue lógico el posterior atasco a la salida de la ciudad, debido también a la cantidad de vehículos particulares que llenaban todos los carriles de la autopista. Con ello, acumulamos un retraso cercano a las dos horas.
En el asiento de al lado viajaba un empresario malayo, Zacaría, al que no le importó cambiarme el sitio para que pudiese sacar las piernas por el pasillo. A partir de ese momento comenzamos a hablar. Era dueño de una compañía que producía bebidas no alcohólicas, algo consecuente siendo musulmán. No sólo las comercializaba en Malasia, también en Tailandia y China, donde a las comunidades musulmanas, no les importaba pagar más con tal de comprar bebidas producidas también por musulmanes. De repente, sin saber porqué, empezó a hablarme sobre los musulmanes y el islam, coincidiendo con lo que me contaron días atrás en la mezquita de Putrajaya. Básicamente, que el islam no tiene nada que ver con el terrorismo, sino con la paz y el convertirse en mejor persona ayudando a los demás.
Aproveché para preguntarle sobre el vestido negro completo que llevan algunas mujeres, a las que sólo se les ve los ojos. Me contó que la cabeza de las mujeres es la parte más atractiva, y que llevan los pañuelos para que sólo se las puedan ver los esposos, y evitar así tentaciones de adulterio. Concretamente, esas mujeres, las menos en Malasia, llevan esto a extremo, como una mayor prevención. Me dijo que así la sociedad es mejor, porque se evitan que luego haya madres solteras, e hijos sin padres. Por supuesto, no estoy de acuerdo con todo esto, me parece machista. No obstante, a él no se lo dije, por respeto, y me dediqué a escuchar y aprender aspectos del islam y los musulmanes.
En cualquier caso, aunque era un hombre muy devoto, también me pareció inteligente, y había viajado mucho a otros países, por lo parecía tener una mente abierta y nada extremista. Me dijo que, de hecho, hablar a otras personas, como a mí, de Allah, al que siempre llamó Dios, y el islam se considera un buen acto. Me dio su tarjeta, pidiéndome que lo llamase si necesitaba cualquier cosa. Y se bajó en el pueblo anterior a Kuala Besut.
En el asiento de atrás viajaba un chaval de veinticuatro años, que también se bajó en el mismo pueblo que el anterior, y que me ayudó durante la parada larga de descanso. Había oído la conversación con Zakaría, así que me preguntó acerca de España, y si quería tomar algo caliente. Le seguí hasta los puestos de comida y bebida, donde había filas interminables de personas esperando. Después de acabar sus estudios, se hizo voluntario, y a veces viajaba a aldeas pobres de Vietnam para ayudar a construir carreteras y enseñar inglés a los niños. La salida de cada autobús la anunciaban por megafonía en malayo, así que no me hubiera enterado de ello de haber charlado con él.
El viaje se hizo ameno con ellos, aunque el frío que hacía dentro del autobús no era normal. Estaba congelado, así que no conseguí pegar ojo. Sobre las seis y media de la mañana, autobuses y coches pararon en una mezquita en mitad del camino para el rezo de la mañana, y es que la población malaya es mayoritariamente musulmana.
3ª parte - desde Taman Negara
La minivan procedente de Jerantut nos dejó al lado del mercado central de Kuala Lumpur, zona que conocía sobradamente. Fui directamente al McDonald's cercano a comer algo rápido y, en lugar de alojarme en el mismo hostal de las dos veces anteriores, probé uno nuevo muy cercano al anterior. Su nombre es Submarine Guest House, y el precio, 25 ringgits la noche en una habitación compartida de cinco camas con el baño fuera. A pesar de tener una puntuación de ocho en la página web de Booking, no lo recomiendo, pues la cama fue muy incómoda, no incluía desayuno, y la zona común la cerraban extrañamente a partir de las diez de la noche. Mi idea era volver al de siempre al día siguiente.
No obstante, allí coincidí con Joaquín, un murciano que también había dejado su trabajo de publicista y llevaba viajando por el sudeste asiático dos meses. Una de nuestras conversaciones fue sobre las elecciones en Cataluña, que se estaban celebrando ese mismo día. Otra de ellas, sobre Japón, pues después de contarle mi experiencia, pensó que estaba ya un poco cansado de lo asiático, y necesitaba un cambio a un país más desarrollado. Le entendía a la perfección. Antes de aquello, cenando en el mismo lugar indio de otras veces anteriores, coincidí con un chaval alemán que había perdido su pasaporte y cartera, junto con el resto de documentación. No tenía claro si los había perdido o se los habían robado. Llevaba en la ciudad dos semanas, con idas y venidas a su embajada y centro de inmigración para intentar conseguir otro pasaporte. Si hubiera regresado directamente a Alemania no hubiera tenido tantos problemas, pero quería seguir viajando por Asia y necesitaba uno nuevo.
También aproveché la tarde para llevar la ropa sucia a un lugar cercano al hostal, en chinatown, para que me hicieran la colada por dos euros al cambio. Y, por supuesto, para buscar y comprar un vuelo hacia Kota Kinabalu, la capital de la región de Sabah, por unos 41 euros al cambio con AirAsia. Fue imposible hacerlo al día siguiente, pues los precios subieron rápidamente los últimos días. Así que opté por esperar un día más en la capital, y volar el martes. Esa noche recibí la buena noticia de ser aceptado nuevamente como invitado a través de couchsurfing. Lo intenté en Singapur y las dos primeras semanas en Malasia sin conseguirlo.
Mi idea inicial era estar tranquilo aquel día de espera, intentando actualizar todo lo posible el blog. Pero al final acompañé a Joaquín a enseñarle lo más típico de Kuala Lumpur. Antes, me cambié de hostal, y él preguntó si le devolverían el pago de la segunda noche donde nos alojamos para venirse conmigo. Pero la respuesta fue negativa.
Fue una mañana estupenda, relajada, y charlando en español de muchas cosas. Me dí cuenta que realmente necesitaba un día sin hablar inglés. Fue una sorpresa saber que la película "La vida secreta de Walter Mitty" también supuso un empujón en su vida para tomar la decisión de dejarlo todo y comenzar a viajar.
A través de couchsurfing también me escribió una chica joven de Malasia, Shy, ofreciéndome alojamiento en Kota Kinabalu para varios días después de mi llegada, aunque se encontraba ese día en la capital. Así que, después de descansar un rato en el hostal, aprovechamos la tarde para quedar con ella, que nos recogió con su coche en una estación de tren, y desde allí nos llevó a ver un verdadero mercado nocturno, fuera de las masas de turistas que llenan el de chinatown. Allí probamos varios tipos de dulces y frutas típicas nuevas, al menos para nosotros dos. Era una chica muy maja, preocupada por hacernos sentir bien y que viésemos cosas no tan turísticas. Posteriormente, recogió a una amiga suya, y nos llevaron a cenar a un restaurante indio, donde probamos algo típico, del que no recuerdo el nombre, pero que nos encantó. Finalmente nos llevaron a un centro comercial donde el suelo de la décima planta era de cristal se podía caminar por encima. Joaquín tenía más vértigo que yo. De hecho, me alegré al no sentir ningún atisbo de esa sensación en mí. El centro de Kuala Lumpur quedaba demasiado lejos de allí como para incluso divisar las torres Petronas. Shy condujo rápido para que llegásemos a tiempo de coger el último tren en la estación. Lo que supuse que sería un día tranquilo se convirtió en uno muy completo. Me despedí de Joaquín, que después de charlar conmigo sobre Japón la noche anterior, durante la tarde decidió comprar el billete hacia Tokio para unos días después, con la suerte de salirle muy económico.
A la mañana siguiente, me levanté temprano, desayuné, y fui en el tren expreso hacia el aeropuerto de Kuala Lumpur por 35 ringgits. Los asientos del avión de AirAsia eran muy pequeños, y no dejé al chaval de delante echar el suyo para atrás, porque mis rodillas hacían de tope. El otro pero de las compañías de bajo coste es que no te sirven ni un mísero vaso de agua. Si lo quieres, lo tienes que pagar. Afortunadamente, el trayecto sólo duró dos horas y media.
Torres Petronas. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
El autobús procedente de Melaka llegó a la estación Bandar Tasik Selatan de Kuala Lumpur, también conocida como TBS, sobre las doce del mediodía. Allí, pregunté cómo desplazarme hasta chinatown, que era la zona más cercana a la localización de mi hostal. Conseguí encontrarlo sin muchos problemas. Su nombre era Marquee Guest Houzz, y el precio de una cama en una habitación compartida de doce fue de 23 ringgits. Los baños estaban fuera, e incluía desayuno. Lo recomiendo porque está en una zona perfecta, en frente del Mercado Central, al lado de chinatown, estaciones de metro y autobuses muy cerca. Además, los recepcionistas fueron todos muy simpáticos, ayudando siempre y dándome buena información sobre dónde y cómo ir.
Como dije, el hostal estaba justo en frente del Mercado Central, o Pasar Seni, que es un edificio con una arquitectura art deco típica de los años 1930 donde comprar recuerdos de la ciudad. Originalmente se utilizó para la venta de productos frescos. Fuera, en la calle peatonal que lo separaba de mi hostal, había otros puestos de ropa y comida. Desde allí caminé tan solo un par de minutos hasta chinatown, también conocida como la calle Petalling. Es una bulliciosa y colorida calle llena de tiendas, restaurantes y puestos de venta ambulante, donde cada noche se sitúa el mercadillo nocturno.
Calle Petalling, en chinatown. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
En una calle paralela encontré el templo hindú Sri Mahamariamman, el más antiguo de la ciudad. Construido en el año 1873 como un templo privado, no se abrió al público hasta el año 1920. Posteriormente, en el año 1968 se reemplazó su estructura original por la actual, donde lo más llamativo es la torre de cinco pisos que hay en la entrada, con 228 figuras de la historia india.
Templo Mahamariamman. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Tampoco tuve que caminar mucho para localizar la plaza del mercado antiguo, donde se dice que comenzó el asentamiento de Kuala Lumpur, cerca de la confluencia de los ríos Klang y Gombak. Allí llegaron los primeros mineros, y después los primeros comerciantes chinos para abastecerlos.
Aunque yo no lo utilicé los primeros días porque me gusta caminar para conocer las ciudades, existe un servicio de transporte gratuito en el centro de la ciudad, con paradas en los puntos turísticos más destacados. Su nombre es GO KL City Bus (GOKL), y dispone de cuatro líneas conectadas entre sí, y con distintas estaciones de otros medios de transporte. Funciona realmente bien, y el último día en la ciudad, que fue cuando realmente lo utilicé, me arrepentí de no haberlo hecho antes.
Booking.com
Esa misma tarde comencé a caminar hacia la torre KL, que se puede ver desde chinatown, pues no queda lejos, unos quince minutos andando. Es uno de los edificios más destacados del país con sus 421 metros de altura, y la séptima torre de comunicaciones más alta del mundo. El coste de su entrada era de 29 ringgits para los malayos, y de 49 para los extranjeros. No obstante, decidí no subir, porque había bastante humo en el ambiente, al igual que en Singapur, que me hubiera impedido ver bien la ciudad desde arriba. Éste persistió todos los días que estuve en Kuala Lumpur, incluso yendo a peor. Preguntando al respecto, me comentaron que cada año es igual, proviene de Indonesia, donde queman gran cantidad de vegetaciones para fines agrícolas. Es decir, eliminan de esta forma las plantaciones viejas que dejaron de ser productivas, para plantar otras nuevas.
Torre KL. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Desde allí fue al centro de turismo de Malasia (MATIC), que es un edificio colonial que sirve como instalación turística abierta 24 horas, con conexión gratuita a internet y otros servicios. Sirvió como sede inicial del Parlamento malayo y otras ceremonias relevantes. También fue la base del ejército británico durante la guerra, o la sede del ejército japonés durante su invasión. Actualmente cuenta con exposiciones de arte gratuitas, como la que yo vi sobre fotografía, muy bonita, por cierta. Por último, también cuenta con un salón de actos donde, afortunadamente para mí, se encontraba ensayando una banda de música clásica. Me senté y estuve escuchándola durante media hora aproximadamente, lo que me vino bien para descansar.
Cerca de allí quedaban ya las famosas torres Petronas, o torres gemelas, que con sus 451,9 metros de altura, son el icono de la ciudad, y también de toda Malasia. Esta estructura de acero y cristal, con un diseño geométrico islámico en su planta, es el epicentro del Kuala Lumpur City Center, o KLCC, formado por un enorme centro comercial, un hotel, un centro de convenciones y un parque. En éste último, cada noche hay un espectáculo de luces y agua en su lago artificial. Se puede acceder tanto al puente que las conecta, en la planta 41, como al observatorio de la 86. El precio para los locales es de 25 ringgits, mientras que para los extranjeros es de 80 ringgits.
Torres Petronas. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Parque debajo de las torres Petronas. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Desde allí, ya lloviendo, caminé hasta la zona comercial Bukit Bintang, que cuenta con varios centros comerciales de considerable tamaño, y diversos restaurantes y pubs. Es una de las zonas de entretenimiento de la ciudad para los fines de semana. Me dirigí al centro comercial Low Yat, exclusivamente dedicado a electrónica y telefonía. En ninguna de sus seis plantas encontré lo que buscaba, una funda teclado para mi tablet, que se me había roto la tarde anterior en Melaka. Finalmente regresé al hostal paseando, parando a cenar a medio camino. Sin tenerlo previsto, caminé kilómetros esa tarde.
Centro Low Yat. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
El día siguiente lo planifiqué para ver la parte más islámica de la ciudad, comenzando por la mezquita Jamek, muy cerca del hostal, y que ocupa la confluencia de los ríos Klang y Gombak, que comenté anteriormente. Construida en el año 1909, es la mezquita más antigua de Kuala Lumpur. Un voluntario joven me explicó cómo es El Corán, el libro sagrado del Islam, y un chaval joven me explicó la diferencia entre musulmanes e islamistas radicales, básicamente una interpretación errónea del Corán.
Mezquita Jamek. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
A escasos minutos caminando se encuentra el edificio Sultan Abdul Samad, construido en el año 1897, y que sirvió como sede de la administración del gobierno durante la era británica. Fue el edificio más grande de aquella época, con varias cúpulas y una torre-reloj de 41 metros de altura.
Edificio Sultan Abdul Samad. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Y justo en frente, está la plaza Merdeka, cuyo significado en malayo es plaza de la independencia, pues allí tuvo lugar la declaración de la independencia de Malasia como colonia británica en agosto del año 1957. Posee una bandera de cien metros de altura, una de las más altas del mundo. Allí tienen lugar importantes eventos, como la celebración del día nacional. También allí mismo está la Kuala Lumpur City Galery, con una exposición fotográfica donde se explica la historia de la ciudad. También se proyectaba un vídeo sobre una maqueta enorme de la misma, que incluía los nuevos edificios proyectados, cuya fecha prevista de finalización es el año 2020. Uno de ellos superará los 600 metros de altura. Realmente Kuala Lumpur es una ciudad en constante evolución y crecimiento.
Maqueta de la ciudad en la City Galery. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Después paseé hasta la mezquita Nacional (Masjid Negara), que es un tributo arquitectónico al Islam, la religión oficial del país. Es la mezquita más distinguida de la ciudad, y la casa de una librería y un mausoleo para los héroes nacionales. Oficialmente se abrió al público en el año 1965. Para pasar a ella, tanto las mujeres como los hombres que llevábamos pantalones cortos tuvimos que ponernos una túnica morada que llegaba hasta los pies. Las mujeres, adicionalmente, debían cubrir su cabeza con un pañuelo negro. Como en cualquier otra mezquita, al menos en Malasia, está prohibido el paso de los no musulmanes a la zona de rezo.
Mezquita Nacional. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Mezquita Nacional. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
En frente de la mezquita se encuentra la Librería Pública del Islam, con unas imponentes puertas de color amarillas, cerradas ese día de domingo. Contiguo a ésta, se encuentra el impresionante edificio de la sede del ferrocarril malayo (KTM), con una arquitectura bien bonita, llena de arcos, incluso a pesar del color marrón grisáceo de sus muros. Y, por último, y justo en frente de este edificio, se puede ver la vieja estación de ferrocarril de Kuala Lumpur, con una arquitectura morisca con arcos y minaretes, centro del sistema ferroviario nacional antes de la construcción de la nueva estación central. Allí comí en un pequeño restaurante indio, donde el personal fue muy amable conmigo, preguntándome a cada rato si me gustaba la comida o necesitaba algo más.
Edificio de la sede del ferrocarril. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Estación de ferrocarril. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Desde allí fui al Museo Nacional, al que no me apeteció pasar, a excepción de una exposición gratuita sobre animales venenosos que había en un de sus edificios. Algunas de las ilustraciones eran realmente aterradoras, con extremidades humanas que habían sufrido mordeduras o picaduras de alguno de estos animales.
Al encaminarme por un lateral hacia un gran parque, conocido como los jardines del lago, encontré a varios trabajadores durmiendo la siesta directamente en el suelo, dentro de un pequeño túnel bajo la carretera. Dentro de los jardines se encuentran parques como el de las mariposas, pájaros, ciervos y un lago. Era un lugar tranquilo, donde descansé de la larga caminata que ya llevaba encima, y de la polución y estrépito del tráfico de la ciudad. Curiosamente encontré una zona donde parecían estar rodando alguna serie o película, repitiendo la misma escena varias veces.
Rodando una película en los Jardines del lago. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Jardines del lago. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Desde allí pensé coger el tren hasta Bukit Bintang, que quedaba a casi una hora andando, pero al final, y como siempre, decidí seguir conociendo la ciudad mientras caminaba. Fui directamente al centro comercial Low Yat, nuevamente, porque el recepcionista de mi hostal me recomendó una tienda india que no había visto la tarde anterior para comprar lo que buscaba, pero tampoco me ofrecieron nada que me convenciese. Al final volví al día siguiente y terminé comprando el teclado original de Samsung por 240 ringgits, en lugar de los 423 originales. La diferencia se debió a que no lo adquirí en la tienda oficial de la marca. Era el único modelo que les quedaba, y estuve regateando un buen rato con el dependiente.
Al salir fui a ver la calle que únicamente cuenta con restaurantes de comida, y que, sin embargo, no me dieron buena sensación. Más después de retirarme a una calle con edificios en mal estado para tomar una fotografía, y ver cómo cortaban y "limpiaban" allí el pescado, retirados de su puesto y sobre el mismo suelo. Sólo me senté a comer varias piezas de fruta que había comprado.
Calle con restaurantes de comida. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Por último, y en esa ocasión utilizando ya el transporte GOKL que comenté anteriormente, volví hasta las torres Petronas para ver su iluminación nocturna y el espectáculo de luces y agua en el largo artificial que hay debajo de ellas, en el parque situado en el lado opuesto a su entrada principal. Desde allí volví al hostal, donde tampoco conseguí dormir bien aquella noche.
Espectáculo de luces y agua en el parque debajo de las torres Petronas. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Al día siguiente, después de desayunar, fui a ver otro hostal cercano con buena puntuación, con la intención de quedarme en un dormitorio de cuatro camas en lugar del grande. Pero me dijeron que no podría ver la habitación hasta las dos de la tarde, y como iba a salir fuera de la ciudad para ver las cuevas Baku y no sabía a qué hora volvería, al final terminé pagando una noche más donde ya estaba. Podría haber esperado, pero realmente no estaba mal, cama cómoda y baños aceptables con agua caliente. Sólo necesitaba compañeros que respetasen el descanso de los demás.
Cuevas Baku
Fui en tren hasta las cuevas Baku, lugar de culto hindú por excelencia. Posee tres grandes cuevas llenas de monos, por cierto. Una de ellas, es la cueva Ramayana, con pinturas en las paredes que cuentas escenas épicas de la historia hindú. La principal es la casa de un templo hindú antiguo, y en su entrada se encuentra la famosa e inmensa estatua del dios Muruguan. 227 escalones guían hasta lo alto de la cueva. Me alegré de haber ido temprano, pues según bajaba la escalera, vi cómo comenzaban a llegar grandes grupos de turistas.
Entrada a la cueva Ramayana. Cuevas Baku. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Cueva Ramayana. Cuevas Baku. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Cueva Ramayana. Cuevas Baku. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Estatua del dios Muruguan. Cuevas Baku. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Cuevas Baku. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Cuevas Baku. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
Esperando en la estación de vuelta al centro de la ciudad, me empezó a hablar un señor de 63 años, que me dio una extraña lección de historia y religión nacional, con varios saltos entre épocas entre los que casi me perdí. Lo resumiré muy brevemente: me dio una chapa de cuidado. Estaba deseando llegar a la estación para separarnos.
Comí en chinatown y descansé en el hostal, aunque tampoco dormí. Fui hasta la zona comercial Buki Bintang para tomar algo tranquilamente en alguna cafetería mientras escribía notas en el blog. Así estaría cerca del centro comercial por si el teclado tenía algún fallo, pero funcionó perfectamente. Después aproveché para comprar tres nuevas camisetas por sólo diez euros en un outlet de varias marcas. De allí volví a chinatown, donde cené antes de volver al hostal.
Putrajaya
A la mañana siguiente quería visitar Putrajaya, la nueva capital administrativa de Malasia, que es conocida por ser una ciudad inteligente que hace de los jardines su santo y seña, con una armonía entre el desarrollo y la naturaleza. Otra característica llamativa de este municipio son los numerosos puentes que separan cada islote, cada uno con un diseño diferente.
Los autobuses hacia allí salían desde la pequeña estación de autobuses en el lado opuesto de chinatown, por 3,50 ringgits el trayecto, que duraba unos cuarenta minutos, según el tráfico. Al llegar, tenía la opción de bajarme en diferentes puntos, así que pregunté al conductor cuál era la mejor opción para ir al palacio, pero no me supo contestar muy bien. Me dijo que me bajase allí mismo, donde había parado para subir a más gente, y fuese andando. Eso supuso tener que cruzar la autopista, sin ningún paso de cebra o semáforo. Cuando iba en el autobús caí en la cuenta de que no había avisado de que me quedaba una cuarta noche, ni la había pagado, por lo que tuve que llamar para que lo tuviesen en cuenta.
De camino al palacio Melawati, una de las residencia de la familia real, pregunté a un chaval por el camino exacto, y después de comprobar en su móvil que estaba relativamente cerca, me dijo que me llevaba en su furgoneta. Trabajaba en el hospital de la ciudad. Lo que me sorprendió es que me dijo, sin venir a cuento, que estuviera tranquilo con él y no me preocupase, pero que tuviese cuidado en el resto del viaje, porque conocía varios casos de robo a los turistas. El guardia de seguridad nos dijo que no estaba permitido el paso a los turistas, y desde fuera, la vegetación no permitía hacer buenas fotos, así que el chaval me llevó directamente hasta la mezquita Putra, que ya desde fuera se veía preciosa, No obstante, fue ya dentro donde mostró toda su belleza, no tanto como la mezquita azul de Estambul y la mezquita blanca de Abu Dhabi, pero sí para situarse en el tercer escalón de mi podium.
Vestía pantalones cortos, por lo que me dieron una túnica morada. En la zona de rezo está prohibido el paso a los no musulmanes, pero tenían una pequeña valla para que el turista pudiera dar como dos pasos dentro de ella, y poder hacer fotografías. Justo después de hacer las mías, un voluntario de la mezquita esperaba detrás para ofrecerse a explicarme la arquitectura de la misma o cualquier duda que tuviese al respecto. Me contó todo lo referente a la construcción del templo, con referencias iraníes, egipcias y marroquíes. Al interesarme por más aspectos de la misma, quitó la cinta que cerraba el paso a los turistas, y me invitó a seguirle.
Me explicó multitud de detalles sobre la mezquita, el Islam y cómo interpretan los musulmanes El Corán, muchas veces de manera equivocada, en lo que coincidía con el chaval de la otra mezquita de Kuala Lumpur. De hecho, en su opinión los japoneses le parecían mejores musulmanes que la mayoría de los que se hacían llamar como tal, porque son muy respetuosos con el prójimo, y siempre ayudan a los demás sin exigir nada a cambio, simplemente son así. Y realmente fue la experiencia que tuve en Japón, y una de las cosas que más me gustó del país, y que más envidié como español.
Me explicó que en el libro sagrado del Islam se cuenta cómo será el fin del mundo, cercano al día en el que el sol se levante por el Oeste, en lugar de por el Este. Y me dijo que ya hay señales que indican que empieza a aproximarse. Una que me resultó realmente llamativa, es que en el mundo ya hay más mujeres que hombres. Por cierto, me dijo que mujeres y hombres son separados en las mezquitas porque al rezar, están hombro con hombro, y tener ese contacto tan próximo con el cuerpo femenino puede distraer al hombre en el momento del rezo. También que en ese momento no hay distinción entre hombres ricos o pobres, todos se sientan uno al lado del otro.
Estuvimos charlando sobre religión, Allah y Dios. Bueno, más bien yo escuché prácticamente todo el tiempo, porque era una lección realmente interesante y enriquecedora. El Islam es una religión que busca que la persona se convierta en mejor persona, valga la redundancia. Al terminar de escuchar todo, le dije que me parecía que todas las religiones tenían un fin similar, y que ya se llamase Dios o Allah, era lo mismo.
Me dio varios panfletos informativos sobre el Islam y Allah, algunos en español, pues le dije que quería aprender más sobre la cultura y religión musulmana. Fue un regalo. Según salía de la mezquita, parándome a hacer alguna fotografía más, tuve la extraña sensación, que no sabría explicar, de que aquella fue la razón por la que tenía que ir aquel día a Putrajaya. Encontrarme con aquella buena persona, de la me da rabia no recordar su nombre, y que me enseñara todo aquello.
En los panfletos informativos encontré cosas interesante y otras con las que no estoy muy de acuerdo, pero siempre intento respetar todo tipo de religión, cultura u opinión. Una de ellas, fue que Islam significa paz, pero también, sumisión a la voluntad de Allah. Todo en la creación lo adora y se somete a Él, decía, y de no hacerlo, serías castigado por ello el día del "juicio final". No parecía un Dios misericordioso, tal y como manifestaban y siendo uno de los nombres por los que se le conoce, sino un Dios que no sólo no perdona, sino que castiga duramente.
Respecto a la Jihad, estaba escrito que no es terrorismo, ni matar a gente inocente, ni someter al débil. No es tolerancia a la opresión, silencio contra la injusticia o imponer tus valores o conceptos, subjetivos y "creados por el hombre", a otras personas. Hasta aquí bien. Pero ahora vienen las líneas cuya interpretación subjetiva puede ser peligrosa, tal y como se está viendo actualmente con el Estado Islámico, o IS por sus siglas inglesas. El Islam permite armar a la Jihad contra la tiranía y aquellos que intenten dañar a los musulmanes. Es luchar contra la corrupción, explotación, ocupación y opresión. Lo que cada uno considere agresión al pueblo musulmán, es lo que puede ser peligroso. Islam es una llamada a la paz, por lo que la Jihad debe ser temporal, hasta que cese la agresión enemiga, y buscando siempre restaurar la paz lo antes posible. Mostrar compasión hacia el enemigo derrotado se considera un fin superior que la propia victoria en sí misma. Realmente el IS desconoce o ignora por completo mucho de lo que el Islam viene a decir, y demuestra, nuevamente, como con La Santa Inquisición católica en el pasado, por ejemplo, que el problema no son las religiones, sino la mala interpretación que de las mismas hacen las personas.
Si algún musulmán lee estas líneas y considera que hay algún error en las mismas, sus correcciones o matizaciones serán más que bienvenidas. He intentado plasmar lo más fielmente posible lo que escuché y leí sobre el Islam y Allah, mostrando todo el respeto posible y sin realizar ningún juicio de valor sobre las mismas. Por esta razón, no están exentas de contener algún error.
Después de comer, visité alguna zona más, como el edificio del Ministerio de Finanzas, por fuera claro, el Perdana Putra, residencia del Primer Ministro, o el Putrajaya Landmark, pero era como si todo aquello ya no tuviera importancia. Además, algunas de los lugares estaban como abandonadas. No abandonadas, sino no habitadas, que no es lo mismo. Una ciudad fantasma en algunas zonas. Como en Dubai, donde no paraban de construir enormes edificios sin aún dueños muchos de los ya terminados.
Residencia del Primer Ministro. Putrajaya. Septiembre 2015 |
Monumento en uno de los parques. Putrajaya. Septiembre 2015 |
Tuve que preguntar varias veces y esperar un buen rato hasta poder coger el mismo autobús que me llevó hacia allí por la mañana. Poco más hice esa tarde, descansar un rato, informarme sobre cómo ir hacia mi siguiente destino, George Town, cenar y escribir varias notas para el blog.
A la mañana siguiente caminé hasta la estación de Pudu Sentral, al lado de chinatown. Había personas desde la calle hasta los mostradores, en el piso superior, intentando venderme un billete y sin para de preguntarme dónde iba. Les daba las gracias a todos, pero quería comprarlo en los mostradores, por la experiencia vivida en Johor Bahru. A una de ellas, después de su insistencia ya bastante pesada, le pregunté con tono serio qué era exactamente lo que entendía por un no. Me sonrió y se fue.
El precio del billete del autobús hasta George Town, en Penang, fue de 40 ringgits. La estación de destino no estaba exactamente en el centro de la ciudad, sino en la terminal de Nibong, a unos doce o quince kilómetros al sur. El autobús debía partir a las 8:30 de la mañana, pero finalmente lo hizo a las 9:45. Pregunté varias veces al conductor. En la primera me contestó que saldríamos a las nueve, y en la segunda directamente me hizo un gesto como que me sentase. A veces no puedes evitar cabrearte, pero no vale de nada, y al final, lo único que puedes hacer es armarte de paciencia. Eso sí, la autopista, como siempre, espectacular.
2ª parte - desde Langkawi
El autobús desde Kuala Peris llegó a la estación de Pudu Sentral en Kuala Lumpur cerca de las once de la noche. No había podido disponer de conexión wifi durante todo el trayecto, por lo que no tenía reserva alguna en ningún hostal. Al encontrarme tan cerca de donde me alojé cuando estuve en la ciudad, decidí ir hacia el mismo hostal por si tenían camas libres, y tuve la suerte de que así fue. El recepcionista me reconoció, por lo que me ayudó en todo y me recomendó un lugar indio cercano y de confianza donde cenar algo. Ya estaba más tranquilo. En cualquier caso, me fue imposible pegar ojo. Algo tenía aquel dormitorio que no me dejaba dormir profundamente. No obstante, en aquella ocasión quizás influyese más el hecho de no saber lo que hacer ni dónde ir al día siguiente, pero preferí aplazar la búsqueda hasta la mañana siguiente, porque las decisiones que se toman deprisa y a la desesperada, no suelen ser buenas.
Después de desayunar, comprobé que, en el peor de los casos, podría volar hasta Sabah, en la isla de Borneo, a donde igualmente pensaba ir en una fecha posterior. Así que me acerqué a la misma estación del día anterior, pero allí no vendían billetes hasta Kuala Besut, pequeña ciudad costera donde se toman los barcos hacia las islas Perhentian, que era donde realmente deseaba ir. Quería comprobar si desde la capital había alguna plaza libre hasta allí, o también estaban todas completas durante esa semana vacacional para los malayos.
Me indicaron que ese destino lo vendían en la estación TBS de Kuala Lumpur, donde llegué en su día procedente de Melaka. Me desplacé hasta allí y conseguí la última plaza en un autobús hacia Kuala Besut, con salida a las diez de la noche y llegada alrededor de las seis de la mañana. Sería cansado, pero ahorraría una noche de hostal y no tendría la sensación de estar perdiendo tanto tiempo. El precio fue de 44 ringgits. Regresé al hostal, donde hice tiempo el resto del día hasta que llegó la hora de partir.
Al volver a la estación, me encontré un hervidero de gente, comprando billetes de última hora y bajando hasta los andenes. Según salía un autobús, llegaba el siguiente. Así que fue lógico el posterior atasco a la salida de la ciudad, debido también a la cantidad de vehículos particulares que llenaban todos los carriles de la autopista. Con ello, acumulamos un retraso cercano a las dos horas.
En el asiento de al lado viajaba un empresario malayo, Zacaría, al que no le importó cambiarme el sitio para que pudiese sacar las piernas por el pasillo. A partir de ese momento comenzamos a hablar. Era dueño de una compañía que producía bebidas no alcohólicas, algo consecuente siendo musulmán. No sólo las comercializaba en Malasia, también en Tailandia y China, donde a las comunidades musulmanas, no les importaba pagar más con tal de comprar bebidas producidas también por musulmanes. De repente, sin saber porqué, empezó a hablarme sobre los musulmanes y el islam, coincidiendo con lo que me contaron días atrás en la mezquita de Putrajaya. Básicamente, que el islam no tiene nada que ver con el terrorismo, sino con la paz y el convertirse en mejor persona ayudando a los demás.
Aproveché para preguntarle sobre el vestido negro completo que llevan algunas mujeres, a las que sólo se les ve los ojos. Me contó que la cabeza de las mujeres es la parte más atractiva, y que llevan los pañuelos para que sólo se las puedan ver los esposos, y evitar así tentaciones de adulterio. Concretamente, esas mujeres, las menos en Malasia, llevan esto a extremo, como una mayor prevención. Me dijo que así la sociedad es mejor, porque se evitan que luego haya madres solteras, e hijos sin padres. Por supuesto, no estoy de acuerdo con todo esto, me parece machista. No obstante, a él no se lo dije, por respeto, y me dediqué a escuchar y aprender aspectos del islam y los musulmanes.
En cualquier caso, aunque era un hombre muy devoto, también me pareció inteligente, y había viajado mucho a otros países, por lo parecía tener una mente abierta y nada extremista. Me dijo que, de hecho, hablar a otras personas, como a mí, de Allah, al que siempre llamó Dios, y el islam se considera un buen acto. Me dio su tarjeta, pidiéndome que lo llamase si necesitaba cualquier cosa. Y se bajó en el pueblo anterior a Kuala Besut.
En el asiento de atrás viajaba un chaval de veinticuatro años, que también se bajó en el mismo pueblo que el anterior, y que me ayudó durante la parada larga de descanso. Había oído la conversación con Zakaría, así que me preguntó acerca de España, y si quería tomar algo caliente. Le seguí hasta los puestos de comida y bebida, donde había filas interminables de personas esperando. Después de acabar sus estudios, se hizo voluntario, y a veces viajaba a aldeas pobres de Vietnam para ayudar a construir carreteras y enseñar inglés a los niños. La salida de cada autobús la anunciaban por megafonía en malayo, así que no me hubiera enterado de ello de haber charlado con él.
El viaje se hizo ameno con ellos, aunque el frío que hacía dentro del autobús no era normal. Estaba congelado, así que no conseguí pegar ojo. Sobre las seis y media de la mañana, autobuses y coches pararon en una mezquita en mitad del camino para el rezo de la mañana, y es que la población malaya es mayoritariamente musulmana.
3ª parte - desde Taman Negara
La minivan procedente de Jerantut nos dejó al lado del mercado central de Kuala Lumpur, zona que conocía sobradamente. Fui directamente al McDonald's cercano a comer algo rápido y, en lugar de alojarme en el mismo hostal de las dos veces anteriores, probé uno nuevo muy cercano al anterior. Su nombre es Submarine Guest House, y el precio, 25 ringgits la noche en una habitación compartida de cinco camas con el baño fuera. A pesar de tener una puntuación de ocho en la página web de Booking, no lo recomiendo, pues la cama fue muy incómoda, no incluía desayuno, y la zona común la cerraban extrañamente a partir de las diez de la noche. Mi idea era volver al de siempre al día siguiente.
No obstante, allí coincidí con Joaquín, un murciano que también había dejado su trabajo de publicista y llevaba viajando por el sudeste asiático dos meses. Una de nuestras conversaciones fue sobre las elecciones en Cataluña, que se estaban celebrando ese mismo día. Otra de ellas, sobre Japón, pues después de contarle mi experiencia, pensó que estaba ya un poco cansado de lo asiático, y necesitaba un cambio a un país más desarrollado. Le entendía a la perfección. Antes de aquello, cenando en el mismo lugar indio de otras veces anteriores, coincidí con un chaval alemán que había perdido su pasaporte y cartera, junto con el resto de documentación. No tenía claro si los había perdido o se los habían robado. Llevaba en la ciudad dos semanas, con idas y venidas a su embajada y centro de inmigración para intentar conseguir otro pasaporte. Si hubiera regresado directamente a Alemania no hubiera tenido tantos problemas, pero quería seguir viajando por Asia y necesitaba uno nuevo.
También aproveché la tarde para llevar la ropa sucia a un lugar cercano al hostal, en chinatown, para que me hicieran la colada por dos euros al cambio. Y, por supuesto, para buscar y comprar un vuelo hacia Kota Kinabalu, la capital de la región de Sabah, por unos 41 euros al cambio con AirAsia. Fue imposible hacerlo al día siguiente, pues los precios subieron rápidamente los últimos días. Así que opté por esperar un día más en la capital, y volar el martes. Esa noche recibí la buena noticia de ser aceptado nuevamente como invitado a través de couchsurfing. Lo intenté en Singapur y las dos primeras semanas en Malasia sin conseguirlo.
Mi idea inicial era estar tranquilo aquel día de espera, intentando actualizar todo lo posible el blog. Pero al final acompañé a Joaquín a enseñarle lo más típico de Kuala Lumpur. Antes, me cambié de hostal, y él preguntó si le devolverían el pago de la segunda noche donde nos alojamos para venirse conmigo. Pero la respuesta fue negativa.
Fue una mañana estupenda, relajada, y charlando en español de muchas cosas. Me dí cuenta que realmente necesitaba un día sin hablar inglés. Fue una sorpresa saber que la película "La vida secreta de Walter Mitty" también supuso un empujón en su vida para tomar la decisión de dejarlo todo y comenzar a viajar.
A través de couchsurfing también me escribió una chica joven de Malasia, Shy, ofreciéndome alojamiento en Kota Kinabalu para varios días después de mi llegada, aunque se encontraba ese día en la capital. Así que, después de descansar un rato en el hostal, aprovechamos la tarde para quedar con ella, que nos recogió con su coche en una estación de tren, y desde allí nos llevó a ver un verdadero mercado nocturno, fuera de las masas de turistas que llenan el de chinatown. Allí probamos varios tipos de dulces y frutas típicas nuevas, al menos para nosotros dos. Era una chica muy maja, preocupada por hacernos sentir bien y que viésemos cosas no tan turísticas. Posteriormente, recogió a una amiga suya, y nos llevaron a cenar a un restaurante indio, donde probamos algo típico, del que no recuerdo el nombre, pero que nos encantó. Finalmente nos llevaron a un centro comercial donde el suelo de la décima planta era de cristal se podía caminar por encima. Joaquín tenía más vértigo que yo. De hecho, me alegré al no sentir ningún atisbo de esa sensación en mí. El centro de Kuala Lumpur quedaba demasiado lejos de allí como para incluso divisar las torres Petronas. Shy condujo rápido para que llegásemos a tiempo de coger el último tren en la estación. Lo que supuse que sería un día tranquilo se convirtió en uno muy completo. Me despedí de Joaquín, que después de charlar conmigo sobre Japón la noche anterior, durante la tarde decidió comprar el billete hacia Tokio para unos días después, con la suerte de salirle muy económico.
Con Joaquín cenando en un restaurante indio. Kuala Lumpur. Septiembre 2015 |
A la mañana siguiente, me levanté temprano, desayuné, y fui en el tren expreso hacia el aeropuerto de Kuala Lumpur por 35 ringgits. Los asientos del avión de AirAsia eran muy pequeños, y no dejé al chaval de delante echar el suyo para atrás, porque mis rodillas hacían de tope. El otro pero de las compañías de bajo coste es que no te sirven ni un mísero vaso de agua. Si lo quieres, lo tienes que pagar. Afortunadamente, el trayecto sólo duró dos horas y media.
En resumen, Kuala Lumpur es una ciudad con un claro contraste entre lo antiguo y lo nuevo. Puedes encontrar modernos rascacielos a unos metros de edificios en ruinas. Es una metrópolis en continua expansión y evolución, donde comprar se ha convertido en la actividad turística número uno. Sin duda, recomiendo pasar varios días en ella, aunque es más común de lo que parece quedar decepcionado con una ciudad que, desde fuera, genera grandes expectativas. Una visita obligada en un viaje por Malasia.
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