Kanchanaburi, el ferrocarril de la muerte, y las cascadas Erawan

Kanchanaburi, a unos 125 kilómetros al oeste de Bangkok, te permite escapar del caos, el tráfico y la aglomeración de la capital. Sus dos principales reclamos turísticos son el ferrocarril de la muerte y su famoso puente sobre el río Kwai, y las cascadas del cercano Parque Nacional Erawan


Puente sobre el río Kwai. Kanchanaburi. Septiembre 2016



Es imposible hablar de Kanchanaburi y el ferrocarril de la muerte sin hacerlo primero sobre la historia del lugar, por lo que hago ahora un breve recordatorio de la misma:

Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés conquistó Tailandia y la antigua Birmania, ahora Myanmar, clave para el control del océano Índico, por el que luchaban contra los ingleses. Para mantener aquel frente y preparar la invasión de la India, necesitaban hacer llegar suministros desde Tailandia. Así pues, ordenaron la construcción de una línea ferroviaria en el año 1942, que uniera las capitales de ambos países, y facilitase el paso entre las junglas y montañas que las separaban. Para ello utilizaron prisioneros de guerra, aliados y asiáticos. Las obras, comenzadas desde ambos extremos, y a pesar de los continuos sabotajes de los propios prisioneros, concluyeron año y medio después, en el año 1943. Se estima que cerca de 100.000 personas perdieron la vida durante su construcción debido a las pésimas condiciones de trabajo y vida. De ahí que se le conozca como el “ferrocarril de la muerte” (Death Railway).

En la ciudad de Kanchanaburi se situaba el principal campo de trabajo de Tailandia. Allí se levantaron dos puentes sobre el río Mae Klong, uno de madera y otro metálico. El actual, no es más que una réplica del segundo, situado a dos kilómetros al norte del centro de Kanchanaburi y la estación de ferrocarril, y cuatro desde la estación de autobuses. Aquel fue finalmente bombardeado por los aliados en el año 1944. Aún se conserva parte de la línea, y se puede viajar desde Bangkok hasta Nam Tok, pasando por Kanchanaburi y sobre dicho puente.    

Tras el éxito de la película “El puente sobre el río Kwai”, producida en el año 1957, ganadora de siete oscars, y rodada curiosamente en Sri Lanka, el turismo se incrementó notablemente. El gobierno tailandés decidió entonces cambiar el nombre del río y llamarlo Kwai (Khwae) Yai, como en el filme, y cuyo significado es río Kwai grande.

Portada de la película "El puente sobre el río Kwai".

Los vuelos desde Fukuoka, donde estaba pasando de nuevo una temporada, hasta España, eran caros en Septiembre, incluso desde Tokio. La mejor opción que tenía era volar un miércoles hasta Bangkok, y desde allí, hacerlo el domingo hasta España. Había pensado pasar incluso dos semanas en Tailandia para ver Krabi, Phuket y varias islas, pero todas esas localizaciones estaban inmersas en la temporada de lluvias. Pregunté a una amiga, Piik, que conocí buceando en Semporna y vive en Phuket, si se trataban de tormentas de unas horas y el resto del día era aprovechable. Pero me contestó que llovía la mayor parte de día, y la previsión era la misma en los siguientes diez días. Así que decidí optar por esos tres días y medio, y visitar una zona nueva para mí, Kanchanaburi y las cascadas del Parque Nacional Erawan.

Cuando llegué a Bangkok, tomé el tren directo hacia el centro (airport link), hasta el final del trayecto, la estación Phaya Thai, por 45 baths. Desde allí, caminé diez minutos hasta Victory Monument, una glorieta enorme, donde, a un lado, se concentran furgonetas que van a distintos puntos del país. Las utilizan los propios tailandeses, y tienen precios fijos para cada destino, por lo que no es necesario regatear y es absolutamente seguro. Además, la frecuencia es muy alta. El precio desde allí hasta Kanchanaburi es de 120 baths, y la duración del trayecto, unas dos horas y media, dependiendo del tráfico. No sé si en Bangkok las 16:30 es hora punta, pero cogimos un atasco de escándalo hasta que conseguimos salir de la ciudad.

Victory Monument, Bangkok. Septiembre 2016

Otras opciones para ir hasta Kanchanaburi y que finalmente descarté son el autobús y el tren. En el primer caso, autobuses grandes y cómodos, se debe ir hasta las estaciones de Mo Chit bus terminal, en el norte, o Southern bus terminal, en el oeste. No obstante, hay que desplazarse hasta allí, fácil en el caso de la primera, que tiene la estación de skytrain del mismo nombre cercana, pero más complicado en el segundo caso, pues al estar al otro lado del río, es necesario tomar un taxi o tuk-tuk. Y teniendo en cuenta que el precio es de 110 baths y el trayecto también son dos horas, si estás en el centro, lo más cómodo es ir hasta Victory Monument. También parten furgonetas directamente desde Khao San Road, y aunque desconozco el precio, supongo que será similar.

En el caso del tren, éste parte desde la estación de Thonburi, también al otro lado del río. De hecho, es el mismo tren que posteriormente continua hasta Nam Tok, pasando sobre el comentado puente del río Kwai. El trayecto dura tres horas y cuesta 100 baths. Sólo hay dos horarios, a las 7:45 para el tren con número 257, y a las 13:35 para el número 259.


Kanchanaburi y el Parque Nacional Erawan


Llegué a Kanchanaburi ya de noche. Había reservado alojamiento en Canaan Guesthouse, situada a 100 metros de la estación de autobuses y con muy buena puntuación en la web de Booking. Había pagado 250 baths, 6,5 euros al cambio, por una habitación privada con dos camas y ventilador, más barata que una cama en un dormitorio común. El baño, compartido, estaba fuera. Al bajar de la furgoneta, no pasaron muchos segundos hasta que un local me preguntó dónde iba, y al responderle, me indicó la dirección. Tras dejar las mochilas en el hostal, fui a cenar algo al mercado nocturno, situado también al lado de la estación de autobuses. Después, me di una ducha y me acosté pronto, porque el viaje me había dejado agotado.

A la mañana siguiente, la dueña del hostal me ofreció cambiarme a otro dormitorio más pequeño, con una sola cama y ventilador, por 150 baths, 4 euros al cambio, así que acepté. Después de comprobar que habría buen tiempo, planeé visitar el Parque Nacional Erawan, a unos 65 km de Kanchanaburi. Para llegar hasta allí, se debe tomar el autobús número 8170 por 50 baths, y que tiene una frecuencia de 50 minutos entre las 8:00 y las 17:20, partiendo a las 16:00 el último autobús de vuelta. Me hizo sonreír volver a ver ese tipo de vehículos tailandeses. Muchos recuerdos y anécdotas.

Autobús desde Kanchanaburi hasta el Parque Nacional Erawan. Septiembre 2016

La entrada cuesta 300 baths para extranjeros y 100 Baths para locales (siempre la regla del tres, excepto en Indonesia, que es la del 10). Si vas en una motocicleta o coche de alquiler, se debe pagar un extra por ello. Las cascadas comienzan a unos 300 metros de la zona de aparcamientos, restaurantes y oficina de información. Vi lo que ya había leído con antelación, y que es la posibilidad de dormir dentro del parque, bien en bungalows o bien en tiendas de campaña que se pueden alquilar. Hubiera optado por ello de haber dispuesto de más días.

El Parque Nacional de Erawan lleva el nombre del elefante blanco de tres cabezas de la mitología hindú, y aunque cuenta con diversas cuevas de gran tamaño, su principal atractivo es la cascada de siete niveles, con estanques donde el agua toma un color verde esmeralda, y donde está permitido bañarse, especialmente en el segundo y tercero, los más grandes. Por eso, es mejor ir temprano, porque luego se llena de turistas. Me recordaron mucho a las que vi cerca de Luang Prabang, en Laos. Allí comencé a hablar con Suzuka, una simpática japonesa de 20 años que también viajaba sola y que había llegado en el mismo autobús, por lo que ascendimos juntos. 

Entre los siete niveles, hay otras caídas más pequeñas. Y también algunas pequeñas rutas para adentrarte en el bosque. Fue una verdadera lástima que las cascadas apenas trajeran agua en aquel momento, porque el paraje es muy bonito. Llevar comida está prohibido a partir del segundo nivel, y se deben pagar 20 baths de depósito por cada botella de cualquier líquido que se lleve, y que luego te devolverán al regresar cuando muestres la botella. Lo hacen para evitar que se deje basura en el parque, lo cual es buena idea. Sin embargo, no te paran para mirar el interior de la mochila, y en mi caso, llevaba unas galletas que no dejé, ni pagué el depósito por la botella de agua que tenía.

No me llevé el bañador, y mientras Suzuka nadaba en el último nivel, yo metí las piernas para que los pececillos que hay en la mayor parte de los estanques devorasen la piel muerta de mis pies.

Parque Nacional Erawan. Septiembre 2016

Parque Nacional Erawan. Septiembre 2016

Parque Nacional Erawan. Septiembre 2016

Parque Nacional Erawan. Septiembre 2016

Parque Nacional Erawan. Septiembre 2016

Parque Nacional Erawan. Septiembre 2016

Ella llevaba la idea de ir desde allí a Nam Tok en autobús o taxi, y luego, tomar el famoso tren hasta Kanchanaburi. De poderse hacer, ganaría mucho tiempo, por lo que me uní a su plan. El problema vino por la logística, cuando nos dijeron que no hay autobuses directos entre Erawan y Nam Tok, y el taxi costaría 1.000 Baths, si no más, por lo que lo descartamos. También ir a alguna de las cuevas del Parque, ya que estaban a unos 12 kilómetros, y el único transporte también era el taxi. En ese sentido, sí te da más libertad si viajas en una motocicleta de alquiler. Así que comimos por allí y regresamos a la ciudad.

No obstante, pedimos al conductor que nos dejase lo más cerca posible del puente sobre el río Kwai, en lugar de continuar hasta la estación de autobuses. Hay únicamente tres horas en las que cruza el tren, por lo que el resto del tiempo, los turistas lo recorren a pie, y nosotros no fuimos menos. Cuando llegamos al lado opuesto, visitamos el templo chino que se ve desde el puente. 


Puente sobre el río Kwai. Kanchanaburi. Septiembre 2016

Con Suzuka en el puente sobre el río Kwai. Kanchanaburi. Septiembre 2016

Templo chino visto desde el puente sobre el río Kwai. Kanchanaburi. Septiembre 2016

En Kanchanaburi hay varios edificios que recuerdan lo que ocurrió allí durante la Segunda Guerra Mundial, y frente al puente se puede encontrar uno de ellos, el Museo de Guerra JEATH, cuya entrada cuesta 40 Baths. Las siglas provienen de los nombres ingleses de los países involucrados en la construcción del ferrocarril: Japón, Inglaterra, Australia, Tailandia y Holanda. No me gustó mucho, había especialmente muchas fotos y recortes de periódicos, y mucho dinero (supongo que antiguo) en el suelo. El segundo edificio que formaba el pequeño museo trataba de la guerra entre Tailandia y Birmania, una mezcla sin mucho sentido para mí.

Después de aquello, caminamos hacia el centro, hasta que llegamos cerca del hostal de Suzuka, donde nos despedimos. A escasos metros encontré el Cementerio de Guerra de Kanchanaburi, donde reposan las almas de miles de prisioneros aliados que perdieron la vida durante la construcción del ferrocarril. Justo en frente está el otro museo de la ciudad, el Museo del Ferrocarril de la Muerte, pero ya era tarde y estaba cerrado.

Cementerio de Guerra. Kanchanaburi. Septiembre 2016

Cementerio de Guerra. Kanchanaburi. Septiembre 2016

Seguí paseando los otros dos kilómetros que me separaban de mi hostal, llegando justo antes de que se desatase una tormenta. No me quedó otra que cenar allí mismo, bastante más caro que de haberlo hecho en el mercado nocturno. Pero, como siempre, todo pasa por algo, y estaba allí, cenando, cuando alguien preguntó por la última habitación libre que quedaba para la noche siguiente, la mía. Así que me levanté rápidamente y le dije a la dueña que me quedaba otra noche más. Además, ésta me recomendó ir a Nam Tok en autobús, con más horarios disponibles y más baratos que el tren, y volver en éste. Así que avisé a Suzuka, que quería coger el tren de las seis de la mañana, y quedamos en la estación de autobuses a las ocho para ir juntos. 


Nam Tok y el ferrocarril de la muerte


Nam Tok se encuentra a unos 65 kilómetros de Kanchanaburi. El trayecto en tren cuesta 100 baths, y hay tres salidas, 5:57, 10:45 y 16:19. Los horarios para volver desde allí son 5:20, 12:50 y 15:15. Hay dos paradas en la ciudad, la propia estación, y la que hay justo antes de cruzar el puente. Durante el recorrido, se detiene en otras estaciones intermedias. En cuanto al autobús, el número 8203, tarda una hora, cuesta 45 baths, y parte, teóricamente, cada 30 minutos, aunque nosotros esperamos casi una hora.

Salvo visitar la cascada Sai Yok Noi, nada hay que hacer en Nam Tok hasta que sale el próximo tren. Suzuka y yo tomamos un café tranquilamente, y luego visitamos la cascada, situada a dos kilómetros de la estación, y completamente seca en esos momentos. Me sorprendió porque Tailandia llevaba inmersa en la temporada de lluvias varios meses por entonces. Al menos pudimos disfrutar de bonitos paisajes durante algunos tramos del recorrido en tren, que disminuyó drásticamente su velocidad al pasar por algunos puentes con pilares de madera. Todos los pasajeros sacábamos la cabeza por las ventanas entonces, y también cuando llegamos al puente sobre el río Kwai. 

Cascada Sai Yok Noi completamente seca. Nam Tok. Septiembre 2016

Tren desde Nam Tok a Kanchanaburi. Septiembre 2016

Vistas desde el tren desde Nam Tok a Kanchanaburi. Septiembre 2016

Vistas desde el tren desde Nam Tok a Kanchanaburi. Septiembre 2016

Vistas desde el tren desde Nam Tok a Kanchanaburi. Septiembre 2016

Vistas desde el tren desde Nam Tok a Kanchanaburi. Septiembre 2016

Vistas desde el tren desde Nam Tok a Kanchanaburi, cruzando el puente sobre el río Kwai. Septiembre 2016

Al llegar, caminamos desde la estación de ferrocarril de Kanchanaburi hasta la de autobuses, ya que ella seguía el viaje hasta Bangkok. El tren continuaba hasta allí, pero le era más cómodo coger una furgoneta que la dejaría directamente en el centro, Victory Monument, con una estación del skytrain allí mismo. Podría haberme ido con ella, pero quería evitar el caos de la capital hasta el último día, así que decidí hacer ese mismo viaje a la mañana siguiente. Y así lo hice, tomando una furgoneta a las 7:15 de la mañana.

Desde Victory Monument, caminé hasta el hostal donde había reservado una cama, a escasos metros de la estación de Phaya Thai. Lo elegí allí porque mi vuelo a España, con escala en Copenhague, salía a las nueve de la mañana siguiente, y el primer tren hacia el aeropuerto partía a las seis, por lo que podría dormir algunas horas y llegar con tiempo suficiente.

Como no pude hacer el check-in tan temprano, dejé la mochila grande y caminé hasta la zona de los grandes y modernos centros comerciales de Bangkok (MBK Center y Central World), a la salida de la estación de Siam, que no había visto año y medio antes, cuando comencé esta aventura. Y sinceramente, no me perdí nada, porque aquello ni es auténtico ni es local, sino lo mismo que puedes encontrar en cualquier otra ciudad del mundo. Y por si fuera poco, la comida allí es carísima. Así que volví al hostal para comer algo y descansar, bajo un sol abrasador y una humedad que había olvidado por completo.  

Por la tarde, volví a caminar unos 45 minutos en la misma dirección, pues había quedado con Suzuka para visitar el mercado nocturno de Patpong. Era algo que ella aún no conocía, y me pareció que le resultaría muy curioso de ver, aunque quizás no recomendable hacerlo sola.

Antes me pasó algo sorprendente. A medio camino, pasé por un tramo con varios policías en la calle, y alguien, un local, a unos treinta metros de mí, comenzó a hacerme gestos con la mano como para que parase. Otro, casi a mi lado, me hizo otro gesto para que me acercase y me mantuviese “escondido” tras uno de los enormes pilares del skytrain. Vi a tres chicas hacer lo mismo en el siguiente. No entendía nada, y cuando me asomé, sólo me dio tiempo de ver varios coches oficiales saliendo de un edificio, antes de que me hicieran más gesto para volver a situarme tras la columna. Segundos más tarde, cuando los coches se alejaron, me hicieron otro como de que ya podía salir. Increíble, sin comentarios.

Cenamos por allí, paseamos por la zona, y le di algún consejo para regatear en el mercado. Cuando consiguió reducir el precio de varios artículos más de la mitad, empezó a decir ¡he ganado, he ganado! en frente del vendedor, lo que me hizo reír a carcajadas. Nos despedimos, y regresé al hostal caminando de nuevo, aunque paré para cenar algo más, pues me había quedado con hambre. 

En resumen, para los amantes de la historia, Kanchanaburi y su ferrocarril de la muerte es una visita obligada en un viaje por Tailandia. Para los que prefieren la naturaleza, el Parque Nacional de Erawan también, especialmente cuando están llenas de agua. Es un destino mucho más tranquilo que Bangkok, algo que se agradece después de pasar varios días en la capital. 


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