La ciudad de Fukuoka es la más grande de la isla de Kyushu, y se la conoce también por el nombre de Hakata. El municipio se caracteriza por poseer uno de los distritos de entretenimiento más populares del país, Tenjin, y ofrece numerosos atractivos para los amantes de la buena mesa y las compras.
Plato del famoso ramen noodles estilo Fukuoka. Agosto 2015 |
Antes de partir de Kumamoto, quedé con Asami en la estación Hakata, aunque llegó veinte minutos tarde de la hora acordada, pero fue muy simpática desde el principio. Dejamos mi mochila grande en uno de las taquillas de la misma, y me llevó directamente a comer a un restaurante japonés, el primero en todo un mes. Nunca me atreví a hacerlo por mí mismo, no porque estuviese solo, sino porque la mayor parte de las personas no hablaba inglés, y quería saber al menos lo que comía. La comida fue copiosa, buena, normal, no exquisita, pero el ambiente me gustó. La cocina estaba dentro de la barra, así que veías cómo preparaban todo lo que te servían un segundo después.
Decir que en la estación Hakata y sus alrededores se concentra gran parte de la actividad de la ciudad, no sólo por la estación en sí, sino por disponer también de varios centros comerciales, restaurantes de todo tipo, donde degustar los famosos ramen noodles, o udon noodles, y sales de cines.
Posteriormente me llevó hasta el templo Nanzoin, en Sasaguri, a menos de media hora de distancia de la estación. Era el último día de mi billete de cinco en trenes locales, por lo que Asami pensó que tenía que aprovecharlo para ir hasta allí. Cuenta con un gran Buda tumbado de bronce. Me recordó al de Bangkok, y no sabría decir cuál es más grande. Pensé que debían tener dimensiones similares. Las suyas eran de 41 metros de largo y 11 de alto, con un peso de 300 toneladas. Me sorprendió lo poco conocido que era comparado con los de Nara o Kamakura, de dimensiones inferiores, aunque con mayor importancia histórica, pues éste se completó en el año 1995. La entrada al templo fue gratuita.
Buda del templo Nanzoin. Fukuoka. Agosto 2015 |
Pero había mucho más, pues el templo Nanzoin es un gran complejo con varios santuarios dispersos en la ladera de la colina, uno de ellos dedicado a Shichifukujin, los siete diosos de la suerte de Japón. Se trasladó a aquella localización desde el Monta Koya (Wakayama) en el año 1899.
Regresamos a Fukuoka para ir al templo budista Tochoji, con otro gran Buda, pero esta vez de madera. Se encontraba a menos de diez minutos caminando de la estación Hakata. Su sencillez le dota de una belleza y espiritualidad especial, pues la ténue luz que entraba por uno de los laterales le confería un ambiente tranquilo y hasta melancólico. Un pasadizo oscuro, sin iluminación alguna, lo recorre por dentro. Resultó realmente gracioso atravesarlo pasito a pasito, y carcajada a carcajada. Después tomamos uno de los famosos helados de matcha, un té verde molido empleado en la ceremonia japonesa del té, aunque a mí no me hizo mucha gracia.
Regresamos a Fukuoka para ir al templo budista Tochoji, con otro gran Buda, pero esta vez de madera. Se encontraba a menos de diez minutos caminando de la estación Hakata. Su sencillez le dota de una belleza y espiritualidad especial, pues la ténue luz que entraba por uno de los laterales le confería un ambiente tranquilo y hasta melancólico. Un pasadizo oscuro, sin iluminación alguna, lo recorre por dentro. Resultó realmente gracioso atravesarlo pasito a pasito, y carcajada a carcajada. Después tomamos uno de los famosos helados de matcha, un té verde molido empleado en la ceremonia japonesa del té, aunque a mí no me hizo mucha gracia.
La siguiente visita fue el santuario sintoista Kushida, relativamente cerca del templo anterior, donde se venera a la deidad de los residentes de Hakata. De acuerdo a la tradición popular, se construyó en el año 757, y es famoso en todo Japón por los festivales que se celebran en el mismo. En uno de ellos, hombres ataviados para la ocasión, hacen carreras por las calles de la ciudad portando una gran carroza o fountain sobre sus hombros. Asami me comentó que Fukuoka es la segunda ciudad de Japón con más templos, después de Kioto, aunque la diferencia respecto a aquella es que no se cobran por visitarlos.
Paseamos por la ciudad hasta llegar a la zona de Tenjin, comercial donde las haya, y con la segunda gran estación de la ciudad. En los pasadizos del metro había innumerables comercios. Buscamos una de las famosas tiendas DonQui, por Don Quijote, donde hay una mezcla de todos los artículos posibles, pero no encontramos el suvenir que buscaba como recuerdo de mi estancia en el país. Quería o bien un pequeño castillo o bien un pequeño torii, y me arrepentí de no haberlo comprado anteriormente cuando los vi.
Carroza del santuario Kushida. Fukuoka. Agosto 2015 |
Paseamos por la ciudad hasta llegar a la zona de Tenjin, comercial donde las haya, y con la segunda gran estación de la ciudad. En los pasadizos del metro había innumerables comercios. Buscamos una de las famosas tiendas DonQui, por Don Quijote, donde hay una mezcla de todos los artículos posibles, pero no encontramos el suvenir que buscaba como recuerdo de mi estancia en el país. Quería o bien un pequeño castillo o bien un pequeño torii, y me arrepentí de no haberlo comprado anteriormente cuando los vi.
Es en las calles de esta zona comercial de Tenjin, y especialmente a los lados del río Naka, donde, al caer la noche, se levantan los famosos yatai de Fukuoka, o puestos de comida callejera. Se transportan cada tarde hasta el lugar pertinente. Son pequeños, con asientos como para diez personas máximos, y en los que los clientes acaban hablando unos con otros. El ambiente es distendido, desenfadados, donde los japoneses van a disfrutar después de la jornada laboral. Y la comida es exquisita.
Yatais paralelos al río Naka. Fukuoka. Agosto 2015 |
Para cenar, regresamos a la estación de Hakata, donde me llevó a probar los archiconocidos ramen, noodles al estilo de Fukuoka, con sopa de carne de cerdo y algo más que no recuerdo, y que resultó un tanto picante para mí, a pesar de haber elegido una de las opciones con menor cantidad. Asami me advirtió que lo tendría complicado en Corea, puesto que allí toda la comida es picante, y que incluso consideran una ofensa pedirla sin él.
Booking.com
Lo particular de aquel restaurante fue que los asientos eran individuales, con un pequeño biombo separando cada uno de ellos, y que apartamos para vernos las caras. Me comentó que no se puede comer ramen en un restaurante normal, puesto que están diseñados de aquella manera para que puedas concentrarte únicamente en los sabores del plato. La mesa tenía forma de U, y dentro estaban los camareros, que después de servirte, también cerraban esa zona con una especie de persiana por la misma razón. Pedimos una cerveza de grifo, algo cara, 580 yenes, algo más de cuatro euros al cambio. Pensé que comparada con los ocho y diez euros que cuesta en Noruega, resultaba incluso barato. Pero era más cara que cualquiera de las bandejas de comida que solía comprar en los supermercados. Al final, todo es relativo, y depende de cómo y con qué se compare.
Con Asami en el restaurante de ramen noodles. Fukuoka. Agosto 2015 |
Por último, subimos al tejado de la estación Hakata, en la décima planta, donde se puede acceder gratuitamente a un pequeño jardín, y un observatorio con vistas a la ciudad. Se veía bonita, de noche, con luces rojas y los luminosos de los locales. Al salir, tuvimos la suerte de encontrar un concierto de jazz en la explanada de la estación. Entre los miembros de la banda, había un muchacho joven que hacía solos de saxofón para quitarse el sombrero.
Finalmente, recogimos mi mochila y caminamos hasta su casa, a unos quince o veinte minutos andando de la estación. Allí no tenía conexión a internet, le era suficiente con la de su teléfono móvil. Así que, cuando necesité escribir algún mensaje o recibir algún correo, activaba la wifi de éste para compartirla conmigo.
Nos quedamos hasta tarde viendo su película favorita, Nuevo Cinema Paraíso, italiana, y que vimos en italiano por no hacerlo en japonés. Cuando no me enteraba de algo, me lo traducía ella, que se sabía los diálogos de memoria. Me preparó un típico futón japonés en la tarima de la habitación contigua al salón, y a las cinco de la madrugada, me levanté con un calor terrible y con la luz del día entrando sin oposición alguna. Decidí cambiarme al salón, retirando ligeramente la mesa pequeña y situándo allí el futón, esperando que a Asami no le importase. No obstante, ya no conseguí dormir más. Cuando ella se levantó, me dijo que, si no tenía prisa por irme, podría quedarme un día más y descansar, y acepté.
Preparó un desayuno delicioso, y se fue a casa de su tío para echarle un vistazo, pues es mayor y necesita ayuda. Yo me quedé pendiente de la lavadora y tendiendo después, aprovechando su oferta de poder hacer la colada si lo necesitaba.
A su vuelta, fuimos a ver las instalaciones que la compañía cervecera Asahi, la más famosa del país, tiene en Fukuoka. La entrada fue gratis, y al final de la visita, pudimos probar tres vasos de los diferentes tipos de cervezas que producen. El pero fue que tuvimos que hacerlo en veinte minutos, por lo que salimos algo tocados. Luego regresamos a las cercanías de la estación Hakata para comer en otro típico restaurante japonés, donde nos trajeron trozos de carne cruda que teníamos que preparar nosotros en una pequeña piedra individual. El acompañamiento también era lo típico, ensalada, arroz y sopa, que podías repetir tantas veces quisieras.
Desde allí, volvimos a su casa, comprando antes algo en el supermercado para la cena. Preparó unos noddles muy finos que se cocinaban en dos minutos, y luego se ponían en agua fría con hielo. De ahí los cogías para bañarlos en salsa de soja con wasabi, y listos para degustar. Muy buenos, a pesar de su simpleza. Y muy rápidos de hacer. Me dijo que era algo típico sólo en verano. Esa noche vimos la película "mi villano favorito", porque en la ciudad estaban promocionando la tercera película de los minions, que quería ver, pero ella no había visto las dos primeras, así que alquilamos la primera.
A su vuelta, fuimos a ver las instalaciones que la compañía cervecera Asahi, la más famosa del país, tiene en Fukuoka. La entrada fue gratis, y al final de la visita, pudimos probar tres vasos de los diferentes tipos de cervezas que producen. El pero fue que tuvimos que hacerlo en veinte minutos, por lo que salimos algo tocados. Luego regresamos a las cercanías de la estación Hakata para comer en otro típico restaurante japonés, donde nos trajeron trozos de carne cruda que teníamos que preparar nosotros en una pequeña piedra individual. El acompañamiento también era lo típico, ensalada, arroz y sopa, que podías repetir tantas veces quisieras.
Con Asami en las instalaciones de Asahi. Fukuoka. Agosto 2015 |
Al levantarnos el tercer día, me comentó que esa noche habría fuegos artificiales de hora y media de duración al sur de Fukuoka, cerca de su antigua universidad, por la festividad en un templo cercano. Me invitó a quedarme una noche más, pero le contesté que dependería de los horarios de los ferries hacia Busán, en Corea de Sur. Así, fuimos hasta el puerto, y ella me ayudó mucho, porque fue la que habló con el personal de varias compañía y que, para variar, no hablaban inglés. Los mejores precios se conseguían reservando por internet con varios días de antelación. Lo que quedó claro es que ya no podría irme aquel día, así que decidiría algo después de comer, pues se nos había hecho tarde. Pero después fuimos a ver la torre del puerto, con bonitas vistas a éste y a la ciudad, y luego directamente a su casa, pues ya no nos quedaba mucho tiempo para que se preparase antes de marchar a ver los fuegos artificiales. Habíamos acordado, medio en broma, que si yo me quedaba otra noche para verlos, ella se vestiría con un yukata, un traje tradicional japonés, que no es un kimono, sino algo más casual. Y me sorprendió la cantidad de mujeres que también lo llevaban aquella noche.
Tuvimos que coger un tren hasta el lugar, y llegamos cuando ya habían comenzado. La explanada de uno de los laterales del río, desde donde se veían, estaba abarrotada de gente. Como me había comentado por la mañana, el espectáculo duró hora y media, con paradas de varios segundos entre las rondas. He de confesar que son los mejores fuegos artificiales que he visto nunca, no sólo por la duración, también por los colores, las formas, la intensidad y cómo lo vivían todos los japoneses que se concentraban allí. Quizás fuese el único occidental aquella noche. Lo peor fue que a su finalización, la inmensa mayoría se desplazó a la estación, que estaba colapsada, y también las calles hacia la misma. Decidimos hacer tiempo por la zona comprando algo para picar.
Al día siguiente, Asami tenía que acompañar a su tío a un templo, por lo que me quedé en su casa escribiendo notas para el blog, y luego salí a comer fuera y a tomar un café en un starbucks, donde me conecté a internet y pude hablar con mi familia. Allí quedé con ella de nuevo. Me iba a ayudar a comprar el billete del ferry hacia Busán. Tenía dos opciones, comprarlo con varios días de antelación por internet para obtener un descuento, o hacerlo directamente en el puerto el mismo día de la salida o uno antes, según la compañía. Había optado por lo primero, porque quería pasar más tiempo con ella. Pero la wifi de la cafetería empezó a funcionar mal conforme más clientes entraron, por lo que lo dejamos para cuando regresásemos a su casa.
Desde allí fuimos a ver la torre de Fukuoka, de 234 metros de altura, pero fue imposible hacerlo en autobús por la cantidad de gente que esperaba esa línea. Había partido de béisbol esa tarde, y el estadio se encontraba relativamente cerca de la torre. Cogimos el metro hasta la parada más cercana, y andamos un rato hasta llegar a nuestro destino, aunque antes nos entretuvimos visitando una exposición de robots de Fukuoka. Fue genial ver lo que podían hacer estas máquinas. Había algunos que incluso mostraban cara y gestos de vergüenza con frases concretas de cariño. O un perro robot que movía la cola cuando acariciabas su cabeza.
Torre de la ciudad. Fukuoka. Agosto 2015 |
Tras ver la torre desde abajo, pues resultaba algo caro subir hasta el mirador, me propuso cenar en su casa cocinando takoyaki, las bolas típicas de Osaka rellenas de pulpo, y que ya probé allí en su día junto con mis amigos. En el supermercado encontramos dos vinos españoles, un rioja que no conocía, y albariño, que era más apropiado para el tipo de comida que íbamos a degustar, y el que acabamos comprando. Me dijo que nunca había probado un vino español, que casi siempre optaba por uno italiano... ¡mal Asami, muy mal!.
Pero de camino, su padre le envió un mensaje diciéndole que llegaba durante la tarde del día siguiente, por sorpresa, y con el vuelo ya comprado, sin opción a cambiar fechas por ser una compañía de bajo coste. Al final no había hecho falta decidir qué billete de barco comprar, la respuesta me vino dada, y lo mejor sería marcharme al día siguiente. Como siempre, todo pasaba por algo. Si hubiera comprado el billete aquella tarde en la cafetería para días más tarde, hubiese tenido que cambiarme a un hostal.
La cena resultó un éxito. Sus takoyakis estuvieron deliciosos. No tanto los que hice yo en la segunda ronda, pero aún así buenos. Bastante mejor que los del restaurante de Dotonbori en Osaka. Allí los prepararon muy rápidos y estaban blandos, sin dejarles tiempo suficiente. Después empezamos a ver la segunda película de los minions, "mi villano favorito 2", a la una de la noche. Empezó a quedarse dormida, y me pidió pararla para echarse una cabezada de quince minutos. Mientras, yo preparé mi futón en el salón, donde dormía desde la noche anterior por el calor que hacía en la otra, y la luz que entraba temprano. Y al final, y casi sin darme cuenta, yo también caí dormido. Desperté a las cuatro de la mañana, y la desperté a ella para que se fuese a dormir a su cama. Estaba tan dormida que entendió que íbamos a seguir viendo la película, y se lavó hasta la cara para despejarse :-D
A la mañana siguiente, me acompañó hasta el puerto, ya con la mochila grande nuevamente sobre mis hombros. Compré el billete y esperamos hasta la hora de embarque. Una plaza en una habitación compartida en el ferry me costó 9.000 yenes, más 500 por el combustibles y otros 500 de impuestos que me cobraron justo en la puerta de embarque. Estábamos allí sentados y ya podía sentir lo mucho que la echaría de menos. Miré hacia atrás una vez cruzada la puerta, y le dije adiós con la mano y la última sonrisa que apareció en mi rostro aquel día.
El ferry era enorme. Al llegar a la habitación preparé mi futón y fui a dar una vuelta. Poco después de partir, abrieron el restaurante, en el que pude tomar una comida bufet por 1.000 yenes. Algo caro, pero tenía hambre. Asami tuvo razón cuando me dijo que la comida coreana es picante. Después volví a la habitación, y estuve dormitando un par de horas, hasta que los ronquidos huracanados de uno de los coreanos con los que la compartía me despertaron, y me echaron de allí, porque resultaban desagradables incluso para quedarme escribiendo en la tablet.
2ª parte - desde Busán, Corea del Sur
Mi cumpleaños había sido unos días antes de volver a Fukuoka, por lo que al llegar a su casa, Asami me regaló dos entradas para ver un partido de béisbol de los Hawks, el equipo de la ciudad, en la Cúpula, unos días después. El ambiente fue increíble, más después de ganar los locales, pues lanzaron fuegos artificiales al final.
En Japón es tradición que el homenajeado es invitado por su cumpleaños. Como en España es distinto, al final hicimos dos cenas. La primera, mi invitación, en un mejicano la misma noche de mi llegada. La comida era diferente a los mejicanos de Madrid. Allí me había preparado una sorpresa para el postre. Imaginad mi cara cuando lo trajeron cantando el cumpleaños feliz en inglés en mitad del restaurante. No sabía ni lo que hacer. La segunda cena fue su invitación, en un restaurante de sushi donde me chupé literalmente los dedos. Exquisito. Nada que ver con lo que he probado alguna vez en la capital de España.
Cúpula de los Hawks. Fukuoka. Agosto 2015 |
Cúpula de los Hawks. Fukuoka. Agosto 2015 |
Cenando en un restaurante de sushi. Fukuoka. Agosto 2015 |
Comida típica de Yanagawa, incluyendo el famoso Unagi. Fukuoka. Agosto 2015 |
Por la tarde visitamos el templo Dazaifu Tenma-gu, que es unos de los de diez mil santuarios Tenman en todo el país. Allí se venera al dios de los estudios y la educación. Se le considera como un santuario principal y atrae a más de seis millones de visitantes al año. Vimos un profesor que había ido desde Tokio para rezar para que los exámenes de sus estudiantes saliesen bien. Dazaifu, al sudoeste de Fukuoka, fue la sede del gobierno local en la segunda mitad del siglo VII, y ahora destaca por sus muchas reliquias históricas.
Uno de los sábados visitamos el zoo de la ciudad, pues durante un tiempo, tenía horarios especiales para verlo los sábados por la noche. No me gustaron la jaulas tan pequeñas y tan mal acondicionadas que tenía para los grandes felinos, como los leones o tigres. Una pena.
El domingo siguiente paseamos por el parque Ohori, cerca de la estación Tenjin, muy popular entre los japoneses, con un gran lago en el centro y un camino de dos kilómetros de longitud para correr. Estaba repleto de gente ese día.
Parque Ohori. Fukuoka. Agosto 2015 |
Parque Ohori. Fukuoka. Agosto 2015 |
Lo que en principio iban a ser dos semanas compartiendo tiempo con Asami, acabaron siendo tres. Pero finalmente llegó el momento de continuar con mi viaje. Había comprado un billete hacia Singapur para volar el día cinco de septiembre.
Tanto para entrar en Singapur como en Malasia, los españoles no necesitamos visa, pero sí billete de salida y probar que tenemos fondos suficientes para nuestra estancia. Lo segundo es fácil, tu banco te puede proporcionar un justificante de la cantidad de dinero actual que mantienes en la cuenta y enviártelo por correo para poder imprimirlo si ya estás fuera, como fue mi caso. Lo primero, si tu viaje es largo y sin planes fijos como el mío, puede suponer un quebradero de cabeza si la compañía aérea te pregunta por él. A veces sucede y a veces no, según la persona que te atienda, aunque se supone que están obligados a pedírtelo en todo momento. Y a mí me lo pidieron en el aeropuerto de Fukuoka al facturar la mochila grande. Afortunadamente llevaba lo que os comento a continuación.
GoMosafer es una web de viajes catarí que te permite reservar el vuelo sin pagarlo hasta el día siguiente. Es decir, en lugar de seguir con el proceso habitual, en el paso de "realizar el pago", marcas la opción "hold-on" y sigues adelante. Con ello, la reserva del vuelo queda completada del mismo modo que habitualmente, sólo que en el justificante indica que es una reserva que se mantiene hasta el día siguiente, y que está a falta de realizar el pago. Con eso es suficiente, al menos en mi caso lo fue. Si se pusieran pesados, puedes decirle al agente de turno que te enteraste de ese requisito minutos antes, y que no quieres efectuar el pago hasta contar con una conexión wifi segura, por aquello de que los datos de tu tarjeta puedan ser copiados. Problema resuelto.
En resumen, Fukuoka es una gran ciudad famosa por su exquisita gastronomía, con la ventaja de ser más económica que en otras partes del país como Osaka o Tokio. Dos días es suficiente para visitarla y darte cuenta que casi todo transcurre alrededor de las estaciones Hakata y Tenjin. Pero es un buen punto de partida para recorrer el resto de la isla de Kyushu. Si dispones de poco tiempo en tu viaje por Japón, no recomendaría su visita. No obstante, siempre hay imprevistos y sorpresas en el camino, y que pueden hacer que te quedes por allí más de lo inicialmente previsto.
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