Paihia es el principal centro turístico de la Bahía de las Islas (Bay of Islands) y un campamento base perfecto para recorrer el extremo norte de Nueva Zelanda. El faro del cabo Reinga y la playa de las noventa millas son sus atractivos más populares.
Después
de todo un día visitando Whangarei y sus alrededores, llegué a Paihia justo
antes del anochecer. Había reservado una cama en un dormitorio compartido de ocho
en el hostal Peppertree Lodge por tan solo 16 dólares neozelandeses.
Evidentemente, no incluyó desayuno, y el baño compartido estaba fuera. Es recomendable
porque está casi justo frente a la playa de Paihia, tiene una gran zona común y
cocina, la cama resultó muy cómoda, y el dueño es majete. Lo único negativo es
que no posee wifi gratis, ni siquiera en la zona común. Si la quieres, tienes
que pagar por ella. No fue un problema, porque no me gusta estar conectado a
todas horas cuando viajo, y para lo que necesité, utilicé la conexión gratuita
de la oficina de turismo i-SITE, no muy lejos de allí.
Estaba
realmente cansado de conducir tantos kilómetros durante todo mi viaje por Nueva
Zelanda. Y eso me hizo dudar si ir o no al cabo Reinga, o hacerlo en uno de los
viajes guiados que parten hacia allí desde Paihia cada día. Pero estos segundos
eran bastantes caros, más que incluso que el coste de la gasolina yendo solo. Dejé
la decisión para el día siguiente, y fui al supermercado a comprar comida y
bebida suficiente. Preparé la cena en la cocina del hostal, y también cuatro
tapers más, para el resto de días que me quedaban con la campervan.
Desperté
muy temprano, como casi siempre, y después de desayunar, llevé la mochila al
coche. Una luz intensa me llegó por la izquierda, y cuando miré, no podía creer
los colores con los que el sol se estaba levantando. Cogí la cámara rápidamente
y corrí literalmente hacia la playa. El amanecer era maravilloso, con unos
tonos anaranjados y rojizos que jamás había visto antes. Era hipnotizante,
estaba ensimismado. Yo y las otras tres personas que estábamos en la playa a
esas horas. Fue uno de los mejores amaneceres de mi vida, quizás sólo superado por el que
disfruté en la cumbre del Monte Fuji, en Japón. Un regalo de la naturaleza
inesperado e inolvidable.
Quizás
por la fuerza y energía positiva que aquel irrepetible amanecer me influyó, se
disiparon las dudas y reafirmé mi propósito de viajar por Nueva Zelanda de
punta a punta. Desde Invercargill, en el extremo sur de la isla sur, hasta el
cabo Reinga, en el extremo norte de la isla norte. Recogí del hostal todo lo
que me quedaba, hice el check-out, llené el depósito de la campervan, e inicié
el viaje. Y esto último es muy importante, pues durante los últimos 100 kilómetros del
recorrido, desde Kaitaia hasta el cabo Reinga, no hay gasolineras.
Mi
primera parada fue no obstante muy cerca de Paihia, las cataratas Haruru, un lugar muy bonito. En el aparcamiento encontré varios
gallos y gallinas acosadores, que no paraban de seguirme y plantarse frente a
las puertas del coche, como queriendo que les diera comida. También hice un
pequeño desvío en Kerikeri, una población también pequeña pero con encanto e historia.
En
el trayecto de ida, no paré en la playa de las noventa millas (90 miles Beach), porque
quería llegar pronto al faro y cabo Reinga, antes de que llegase la tormenta,
pues había comprobado el tiempo y llovería por la tarde. El paisaje de esos
últimos 100
kilómetros me pareció muy normalito, y el último tramo
tiene muchas curvas, así que llegué al gran aparcamiento del cabo Reinga algo
cansado. Me refresqué en el baño público que hay allí mismo.
Pero daba igual, el viaje había merecido la pena. Cuando salí del coche el viento soplaba con fuerza. Recorrí el camino que separa el aparcamiento del faro cruzándome con otros turistas. No sabría explicarlo, pero el lugar tenía un halo especial, y para mí significaba haber cumplido un sueño tanto tiempo anhelado. Había conseguido recorrer toda Nueva Zelanda, y los últimos días, antes de partir de este maravilloso país, los pasaría en Auckland.
El
cabo Reinga no es en realidad el punto más septentrional de Nueva Zelanda, pues
el cabo North está más al norte. Pero sí es el final del camino. Su nombre
significa “inframundo”. El maorí, su nombre es “Te Rerenga Wairua”, que
significa “lugar de despegue de los
espíritus”. Ambos hacen referencia a la creencia maorí de que éste es el lugar
desde donde parten los espíritus de los muertos hacia el inframundo.
También es el lugar donde se encuentran el mar de Tasmania y el Océano Pacífico, creando un choque de aguas turbulentas frente a la costa. La leyenda maorí cuenta que es el encuentro entre “Te Moana Tapokopoko a Tawhaki”, el hombre, y “Te Tai o Whitirea”, la mujer, que bailan durante la creación de la vida.
El famoso faro del cabo Reinga es uno de los puntos
más visitados de Nueva Zelanda, y su luz brilló por primera vez en Mayo del año
1941. Como siempre, podéis encontrar mucha información en la página web oficialde turismo de Nueva Zelanda.
El paisaje hacia ambos lados era precioso. Podía ver el final de la playa de las
Cuando regresé al coche, aproveché para comer uno de los tapers que había preparado la noche anterior. Tenía la duda de si pernoctar en un camping gratuito para cualquier vehículo (ahora ya sólo para los que tienen baño incluido) en una bahía muy cerca del cabo. Pero como aún quedaba mucho día por delante, y el tiempo empeoraría por la tarde, decidí volver a Paihia. No obstante, en la aplicación Rankers Camping NZ que recomendé en estos consejos generales paraviajar por Nueva Zelanda, podéis consultar todos los campings disponibles en la zona y su modalidad.
En
el camino de vuelta, esta vez sí paré en una de las entradas, o salidas, de la famosa
playa de las noventa millas. Allí había carteles con fotografías de coches
atascados en la playa, y es un lugar que no está cubierto por el seguro de las
compañías de alquiler de coches. Y repito, no está cubierto, y la broma, si
sale mal, puede costar muy cara. Y así lo advierten también a la entrada si tu
coche no es 4x4. Otra de la carreteras que no cubren los seguros es la carretera monte Cook, en la isla sur de Nueva Zelanda, entre el lago Pukaki y la aldea del monte Cook.
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Playa de las 90 millas (Fuente: www.newzealand.com) |
La
playa de las noventa millas, bañada por el Mar de Tasmania, es una
concatenación interminable de playas unidas entre sí, aunque su longitud real
es de unas 55 millas ,
unos 88 kilómetros .
Ocupa prácticamente toda la costa occidental de la Península de Auopori. Está
bordeada por grandes dunas de arena, y dicen que los atardeceres desde allí son
espectaculares. Con la marea baja, está catalogada oficialmente como una carretera. Los viajes guiados desde Paihia en autobús sí hacen parte de la ruta por esta playa.
Por
lo demás, el mar estaba algo revuelto aquella tarde, lo que estaban
aprovechando varios surfistas. La marea ya había subido bastante, y comenzó a
chispear, así que no me quedé mucho tiempo.
Mi
idea era parar en Kaitaia, pero medio lloviendo y cansado, no me apeteció. Aún
quedaba una hora de día cuando llegué a Paihia. Volví a reservar en el mismo
hostal que la noche anterior, y aproveché para pasear por el pueblo. Crucé
también hasta el centro de visitantes Waitangi Treaty Grounds, donde se firmó
el Tratado de Waitangi en 1840, el documento de la fundación de Nueva Zelanda
como país. Eso lo convierte en el lugar histórico más importante del país. Aunque
finalmente no pasé, también se puede ver allí un espectáculo maorí.
El
día siguiente amaneció nublado, y a pesar de volver a la playa para intentar
ver el amanecer, no fue posible. Volví a pasear por la playa. Había descartado
tomar un crucero por la Bay of Islands, así que tras desayunar en el hostal,
crucé en ferry hacia Russell, una pequeña población justo en frente de Paihia. Y
es que desde Paihia zarpan cruceros diarios para visitar las islas de la bahía,
como la roca horadada "Hole in the
Rock", en la punta del cabo Brett, y ver delfines.
El
ferry de pasajeros va directamente desde Paihia hasta Russell, pero el de vehículos
va desde la Terminal Opua, a unos 7 minutos de
Paihia, hasta la terminal Okiato, a unos 10 minutos de Russell. El
billete para mi campervan me costó 12,50 dólares. El ferry parte cada 20
minutos, y la duración del trayecto son sólo 10.
Desde
el punto de vista histórico, Russell tiene una importancia vital, pues fue el
primer puerto marítimo de Nueva Zelanda, el primer asentamiento europeo y la
primera capital. Aún conserva muchos edificios históricos, como Pompallier, una
casa misionera católica fabricada de tierra prensada entre los años 1841 y 1842
y que actualmente es un museo. Otro edificio histórico es la iglesia Christ, la
más antigua del país.
Russell
también contiene varias tiendas, restaurantes y alojamientos, lo que le hace
ser un pueblo turístico muy popular entre los neozelandeses. Para ser honesto,
yo lo vi un pueblo muy normalito, sin contar con su legado histórico. Conduje
hacia un mirador cercano situado en la Reserva Kororareka, desde donde las
vistas hacia la Bay of Islands es maravillosa. Y luego eché un vistazo a la playa de la
bahía Orenosa, justo al otro lado de Russell.
Finalmente, comencé la ruta turística de aquella zona, que me llevó por carreteras pequeñas hasta llegar a Whakapara, muy cerca de Hikurangi, donde había finalizado otra carretera turística dos días antes. Entre medias, me desvié a Rawhiti, una minúscula aldea, pero donde la carretera, a veces de grava, me permitió ver varias de las islas de la Bay of Islands.
Paré
de nuevo en el i-SITE de Whangarei para comer allí y aprovechar su conexión
wifi gratuita. Habían aceptado hospedarme en Auckland las siguientes noches y
necesitaba confirmar la dirección. Allí la lluvia cayó fuerte, y siguió
haciéndolo hasta que llegué a Auckland, en mitad de un gran atasco. Y es que,
según escuché en la radio, había alguna zona de la ciudad que había quedado
inundada. Pero todo eso lo contaré en la próxima y última entrada sobre Nueva
Zelanda.
En
resumen, Paihia, principal centro turístico de la Bay of Islands, el faro del cabo Reinga y la playa de las noventa millas no pueden faltar en un viaje por el extremo norte de Nueva Zelanda. Sus paisajes quizás no sean tan espectaculares como otros lugares del país, pero su atractivo está fuera de toda duda.
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