Auckland es la capital económica de Nueva Zelanda y su ciudad más
poblada. También fue la capital administrativa del país durante 25 años hasta
que pasó a Wellington. En maorí se la conoce como Tamaki-Makau-Rau, “la
doncella de los cien pretendientes”, pues era una región codiciada por muchas
tribus. Auckland también fue el final de mi inolvidable viaje por Nueva Zelanda.
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Auckland desde el puerto |
Aún me encontraba en Paihia cuando un couchsurfer de Auckland me
ofreció alojarme en su casa durante las tres noches que estaría en la ciudad. Y
cuando paré de vuelta en la oficina i-SITE de Whangarei para comer y descansar,
me lo confirmó y me dio su dirección. Mi idea original era dormir en un camping
gratuito dentro de Auckland cercano a la oficina de alquiler de la campervan donde
debía devolverla al día siguiente. Pero ese día llovía muchísimo, y se habían
inundado algunas partes de la ciudad cercanas a la costa, según escuché en la
radio. Así que la ayuda de Sin Jat, que así se llamaba, me vino genial.
Él era de Singapur, aunque con descendencia china, y era un poco
peculiar. Su casa estaba en una urbanización del norte de la ciudad, Mairangi
Bay, a unos 20-25 minutos en autobús del centro, cruzando el famoso puente
Auckland Harbour Bridge, de más de un kilómetro de longitud. Aunque era suya,
la compartía con otras cinco o seis personas, algo común tanto en Nueva Zelanda
como en Australia. Una de ellas, mexicana, volvía a su país, y era la
habitación que me ofreció, aunque esa primera noche que aún estaba ella allí
dormí en otra parte de la casa. Esa chica mexicana preparó una cena de despedida
a la que me invitaron a unirme.
Al día siguiente, mi cumpleaños, me despedí temprano de él, que no
podía enseñarme la ciudad por su trabajo. Así que conduje hasta el sur de Auckland,
metido en un típico atasco de hora punta de una gran ciudad. Pero antes de
devolver el coche, por contrato, debía de lavarlo y limpiarlo, y así hice en
una gasolinera cercana a la oficina por 14 dólares, caro en comparación con
España. Me dio pena despedirme de Rafiki, con la que tantos kilómetros había compartido
en Nueva Zelanda y en la que tantas experiencias había vivido. Al final, y
contando también los kilómetros hechos con el primer coche que alquilé en
Christchurch y con el que fui a Kaikoura, conduje casi 7.100 kilómetros
entre las dos islas de Nueva Zelanda.
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Rafiki, mi campervan en Nueva Zelanda |
Lo bueno, y de lo que no me había percatado, es que el alquiler
incluía el traslado gratuito a otra parte de la ciudad que quisiese, algo de
agradecer pues la oficina estaba lejos del centro. Y además el conductor era
una persona mayor de Fiji, majísimo, con el que fui charlando durante el
trayecto. Al decirle que era mi cumpleaños, me felicitó y me bendijo para que
tuviese buena suerte.
Y allí comencé mi visita a Auckland, la última parada de mi viaje por
Nueva Zelanda. La sensación era algo extraña y contradictoria. Por un lado,
recordaba con alegría, satisfacción y casi nostalgia todo lo que había vivido
ese mes en el país, y por otro, con ganas de marchar por el cansancio acumulado
y el frío que había pasado, especialmente en la isla sur. Había cumplido un
sueño largamente anhelado, y eso era lo más importante.
El conductor me dejó en Queen Street, arteria principal y con más
ambiente del centro de Auckland. A lo largo de la misma hay un montón de
lugares baratos donde comer, especialmente de comida rápida. También se
encuentran allí los edificios históricos más importantes, teatros, cines y diversos
bancos. Allí mismo se encontraba la popular plaza Aotea Square, donde se pueden
ver los edificios del ayuntamiento y Aotea Centre, para conciertos, exposiciones
o congresos, por ejemplo.
Cuando acabé de descender por la calle Queen, recorrí el histórico puerto, y otros muelles más modernos. Todo el puerto es enorme, y desde allí parten cruceros hacia las islas cercanas del golfo de Hauraki y excursiones para avistar delfines y ballenas. Al lado se encuentra Viaduct Basin, una zona residencial nueva y aparentemente exclusiva.
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El puerto de Auckland |
En general, el centro de Auckland no es muy grande, pero sí el área
metropolitana, o Gran Auckland, como se la conoce, que se extiende muchos
kilómetros a la redonda en urbanizaciones de casas. De hecho, es una de las mayores
ciudades del mundo en extensión. Aunque Wellington es la capital de Nueva
Zelanda, Auckland es su ciudad más poblada, con más de un cuarto de la
población de todo el país, y también su capital económica.
Auckland se encuentra en un istmo de unos 9 kilómetros de largo
y 2 de ancho entre el Glofo de Hauraki y el Océano Pacífico al este, y el Mar
de Tasmania al oeste, siendo una de las pocas ciudades del mundo con dos
puertos en mares distintos. Por ello se la conoce como la Ciudad de las Velas. Se
asienta en colinas y restos de erupciones de 48 conos volcánicos que originaron
un istmo hace miles de años. Aunque todos están extintos, la zona en sí sólo se
considera inactiva, por lo que podrían volver a producirse erupciones en un
futuro. La isla Rangitoto, a tan solo 25 minutos en ferry de Auckland, posee el
volcán más famoso de la ciudad. En maorí se la conoce como Tamaki-Makau-Rau,
“la doncella de los cien pretendientes”, pues era una región codiciada por
muchas tribus. Otro dato curioso es que está hermanada con la ciudad japonesa
de Fukuoka, a la que tan unido estoy.
Paseando durante aquella mañana ya entendí que era una ciudad que no
me gustaría mucho, como así resultó finalmente. También, que había cometido el
error de reservarle tres días completos, pues me sobraría tiempo, en lugar de haberle
dedicado uno más a la Península de Coromandel, por ejemplo.
Tenía la opción de hacer excursiones de un día hacia Matamata, para
ver el lugar donde se rodó Hobbiton en las películas de Señor de Los Anillos
(79 $/adulto, desde las 9:30 hasta las 17:00, con algunos tours extras en
verano), o hacia las cuevas Waitomo para ver a sus famosos gusanos luminosos (50 $/adulto, desde las 9:00 hasta las
17:00, o 17:30 en verano). No obstante, ambas me
parecían caras, y sinceramente, me sentía cansado para hacer aquello. Mi
aventura en Nueva Zelanda terminaba en Auckland.
Si hay un edificio que destaca en Auckland, esa es la
torre de comunicaciones Sky Tower, con sus 328 metros de altura. Es
la torre más alta de todo el Hemisferio Sur. En su interior también hay un
casino de clase mundial, restaurantes, bares y cafeterías, y los valientes
también pueden saltar desde su cima. Subir hasta su mirador cuesta 29 dólares
neozelandeses. Aún siendo la atracción más visitada de la ciudad, subir hasta
su mirador no me atrajo lo suficiente.
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Sky Tower |
En una calle
paralela a Queen Street, a la misma altura que la Aotea Square, encontré la biblioteca
pública, donde aproveché para descansar mientras utilizaba su conexión wifi
gratuita. Justo al lado se encuentra Albert Park, uno de los muchos parques del
centro de Auckland, y en frente, la universidad y la capilla MacLaurin con su
torre del reloj.
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La torre reloj de la capilla MacLaurin |
Desde allí, y para finalizar el día, caminé hasta Auckland Domain, uno de
los mayores parques de la ciudad, también muy cerca del centro, que cuenta con
jardines, un bosque nativo, campos de juego y el edificio del Museo Memorial de
Guerra de Auckland. Es de estilo neoclásico y bastante impresionante, aunque no
me apeteció ver una exposición sobre guerras.
El año anterior
había pasado mi cumpleaños en Seúl, Corea del Sur, y como estaba solo, me
regalé a mí mismo los siempre deliciosos café late y muffin del Starbucks :-D
Para seguir la tradición, hice lo propio en Auckland aquella tarde.
Durante la cena, a
Sin Jat y a mí nos acompañó uno de sus compañeros que había conocido la noche
anterior, Lion. Aunque la conversación se terminó yendo a cuestiones religiosas,
resultó bastante interesante. Sin Jat me dio a probar un par de vinos
autóctonos de Nueva Zelanda, bastante buenos. Su trabajo estaba relacionado con
ese mundo.
Al día siguiente
decidí realizar el denominado Coast to Coast
Walkway, un paseo que comunica las costas este y oeste de Auckland, parando en
muchos de los iconos turísticos de la ciudad. Son un total de 16 kilómetros , y se
tardan entre 4 y 5 horas en completarlo. Parte desde el centro de Auckland, a
la orilla del puerto, para pasar primero por los mueles, Albert Park, la
universidad y Auckland Domain.
Como ya había visto todo aquello el día anterior, fui directamente
hacia la siguiente parada, el Monde Eden, o Maunga-whau. El último tramo del
camino hasta su cima es bastante empinado y agotador. Desde allí, a parte de
observar el cráter del extinto volcán, se disfruta de una vista de 360º de la
ciudad, el puerto y el golfo Hauraki. Sin duda alguna, la mejor panorámica de
Auckland al ser el punto natural más alto de la ciudad con sus 196 metros de altura. El
pueblo maorí vivió aquí en la antigüedad y levantó una fortificación.
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Cráter del Monte Eden |
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Auckland desde el Monte Eden |
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Auckland desde el Monte Eden |
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Auckland desde el Monte Eden |
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Cráter del Monte Eden y Auckland |
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Auckland desde el Monte Eden |
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Cráter del Monte Eden |
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Auckland desde el Monte Eden |
Continué por barrios históricos hasta llegar hasta el cono volcánico
de Maungakiekie (One Tree Hill) y el parque Cornwall. Es el cono volcánico más
grande de Auckland, y tiene tres cráteres, dos abiertos y uno intacto. Fue el
hogar de uno de los mayores asentamientos y fortificaciones maoríes de toda
Nueva Zelanda.
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One Tree Hill y parque Cornwall |
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Monumento en One Tree Hill |
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Auckland desde One Tree Hill |
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Auckland desde One Tree Hill |
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Auckland desde One Tree Hill |
Por último, el sendero desciende hacia otra zona residencial para
terminar frente al puerto Manukau. Fue en este último tramo donde creo que me
despisté, porque llegué a una zona industrial bastante fea. Hambriento, acabé
comiendo allí mismo en un restaurante chino al que vi entrar a varios
trabajadores, y no me equivoqué. Bueno y barato.
Como siempre, podéis encontrar más información en la página oficial de turismo de Nueva Zelanda.
El destino me sonrió, porque al preguntar por un autobús que me
llevase de nuevo al centro de la ciudad, me dijeron que la estación de Onehunga
se encontraba a pocos metros. Después de cenar algo en la calle Queen, regresé
a Mairangi Bay también en autobús. Cada viaje desde el centro de Auckland hasta
esa zona costaba 5,50 dólares, algo caro.
Ese día me crucé con algunas personas caminando descalzos, ¡en
invierno!. Y eran jóvenes y se veían bien vestidos y limpios. Es decir, que no
parecían vagabundos o gente loca. Ya me había comentando Michael en Wellington
que era algo relativamente normal en Nueva Zelanda. También el ir con camisetas
y pantalones cortos incluso con el frío invierno, como vi en Dunedain. Aunque
quizás no tanto como yo, estaba convencido que sentían frío con esa temperatura.
Pero parece formar parte de su cultura y estilo de vida. Simplemente era algo
que me sorprendía muchísimo.
Cuando llegué a casa de Sin Jat, Lion había empezado a mudarse a la
habitación de la chica mexicana, donde yo estaba durmiendo y tenía mi mochila.
Me iba a la mañana siguiente, así que me pareció un poco desconsiderado por su
parte no haber esperado o al menos avisado.
A la mañana siguiente, recogí la mochila y esperé a que Sin Jat
despertase. En una larga conversación, me estuvo contando sobre la historia de
China, y sobre las pequeñas islas que se disputan varios países en el Mar de
China. Era una persona inteligente, con gran cultura, aunque me pareció que
engrandecía las hazañas chinas y que no entraba en su cabeza posibles errores
de su gobierno. Me estuvo enseñando todas las plantas y árboles que tenía
en su jardín, enseñándome cómo hacerlas crecer correctamente y cómo incluso
podían ayudarte de una manera personal.
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Mairangi Bay desde la casa de Sin Jat |
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Mairangi Bay desde la casa de Sin Jat |
Dediqué el resto de la mañana a visitar la zona residencial cerca de
su casa y bajar a la playa. A pesar de sábado, declinó mi oferta de acompañarme.
No parecía estar interesado en interactuar con la gente más allá de en su casa.
Estuve paseando por la zona, por la playa, y comiendo lo que compré en un
supermercado, especialmente un pan de pizza al que me había aficionado en Nueva
Zelanda. Al regresar a su casa, cogí la mochila y me despedí de él.
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Playa de Mairangi Bay |
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Playa de Mairangi Bay |
Al llegar al centro de Auckland, volví a visitar la librería para
utilizar su conexión wifi gratuita, aunque por ser sábado, cerró muy pronto. Fui
a comprobar dónde estaba la oficina del “Skybus”, el servicio de traslado en autobús hacia el aeropuerto, situado también en
la calle Queen. Me informaron que podría ahorrarme 2 dólares si compraba en
billete on-line, es decir, de 18
a 16 dólares neozelandeses. También que ese billete es
válido durante los seis meses siguientes, así que es aconsejable comprar la ida
y vuelta si planeas volver un tiempo más tarde. Sale un autobús cada 10 minutos
y operan 24 horas.
Aún era temprano, así que fui a un supermercado a comprar la cena,
utilizando los 3,50 dólares sueltos que me quedaban, y que comí frente al
puerto. Paseé por allí mismo y por toda la zona centro de nuevo, comprobando el
buen ambiente de los pubs que hay alrededor del Sky Tower aquel sábado por la
tarde.
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Torre Sky |
Cansado de dar vueltas, finalmente decidí tomar el autobús hacia el
aeropuerto. Pero cuando intenté realizar la reserva on-line en la misma parada
de la calle Queen, que tiene conexión wifi gratuita, había algún problema con
mi teléfono móvil, porque no podía recibir la confirmación. Eso mismo se
repitió en Sydney, lo que me obligó a comprar el billete de avión en el mismo
aeropuerto. El caso es que como había planeado comprarlo on-line, había gastado
todo el dinero suelto que me quedaba en la cena, por lo que no me quedó más
remedio que ir a un cajero a sacar 20 dólares más.
La duración del trayecto fue de casi una hora. Me esperaba una noche
larga en el aeropuerto internacional de Auckland, pues mi vuelo hacia Sydney no
partía hasta las 7:20 de la mañana, lo que suponía esperar en la planta baja
hasta que abrieran los mostradores unas horas antes. Eché un vistazo hasta que
encontré un lugar con asientos algo más tranquilo. Allí me tumbé y me puse los
tapones de los oídos para intentar echar una cabezada.
Unas horas más tarde, empezó a sonar una sirena atronadora, a la que,
quizás medio dormido, no presté atención. Al rato, una trabajadora me tocó el
hombro para decirme que había fuego y debíamos desalojar el aeropuerto. ¡Cómo!
¿Fuego?. No podía creérmelo. La señora, embarazada, nos acompañó hasta el punto
de encuentro, donde esperamos unos tres cuartos de horas con un frío atroz.
Llegaron coches de bomberos. Después de hablar por el walkie talkie, la señora nos
comentó que se había producido en la planta superior, pero que no había sido
serio y estaba controlado. Aún así, la molesta sirena siguió sonando hasta que
nos permitieron volver al interior del edificio.
No pude dormir el resto de la noche, y tras conseguir la tarjeta de
embarque, desayuné algo. Marchaba ya de un país tan maravilloso como Nueva
Zelanda, con sus luces y sombras, como cualquier otro lugar en el mundo. Sabía
que echaría de menos su naturaleza y vida sencilla, pero no su frío y sus casas
sin aislamiento. Antes de llegar, pensaba que Nueva Zelanda podría ser un buen
lugar donde vivir y trabajar en un futuro, aunque no llegué a encontrar algo
que realmente me enamorase lo suficiente como para vivir allí varios años.
Quizás Nelson y Queenstown, en la isla sur, fueron las ciudades que más me
atrajeron. Quién sabe si en un futuro…
En resumen, Auckland es una ciudad viva y con muchas posibilidades de
ocio y compras, aunque no es la más bonita de las que haya visitado. Pensando
sólo en visitarla, dos días son más que suficientes, aunque se puede combinar
con visitas a otros puntos de la isla norte de Nueva Zelanda.
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