Nara, los ciervos y el templo Todai-ji

Nara fue la capital de Japón, Heijokyo, desde el año 710 al 784, en los que floreció la cultura japonesa durante el reinado de sucesivos emperadores. Varios de sus lugares históricos son ahora Patrimonio de la Humanidad, y se encuentran rodeados de una preciosas naturaleza. Cientos de ciervos conviven con los aldeanos, respetados y protegidos desde la antigüedad como mensajeros divinos, según cuenta la leyenda.

Ciervos en el parque. Nara. Julio 2015

Al llegar a la estación de Nara desde Osaka, me orienté por la ubicación de las vías ferroviarias, y no tuve problemas para ir hacia el hostal en el que había reservado cama. De camino me encontré con la oficina de turismo, y entré a por un mapa donde ver la situación de lo más destacado a visitar al día siguiente, aunque ya llevaba cierta información al respecto. Resultó realmente útil, y me atendieron muy amablemente.  

El hostal era de estilo tradicional japonés, de madera, con tatami en todo el suelo, por lo que había que descalzarse antes de entrar. Podías optar por ir descalzo o usar una de las zapatillas de casa que tenían preparadas para los clientes. Y para entrar al baño, había que dejar esas fuera y usar otras que había dentro especialmente para ese menester. Se podía utilizar la cocina como una zona común más, pero luego había que lavar lo que empleases, lógicamente. La cama resultó muy cómoda, el dueño era bastante majo, y el lugar estaba muy bien situado, por lo que lo recomiendo si vais a Nara. Se llama Takama Guest House, y el precio por cama y noche fueron 2.100 yenes.


Los ciervos de Nara y el templo Todai-ji


A la mañana siguiente, según caminaba ya hacia los famosos templos de Nara, encontré varios ciervos en el camino. Según el folleto, hay aproximadamente unos 1.200 en todo el parque. Hay tantos porque la leyenda dice que cuando se fundó el santuario Kasuga Taisha por los Fujiwaras, un clan aristocrático del siglo octavo, ellos invitaron a "Mighty God" del santuario Kashima, hoy en día en la prefectura de Ibaraki. Se dice que éste llegó a Nara montando un ciervo blanco, y desde entonces, los ciervos se han respetado y protegido como mensajeros divinos por los aldeanos del lugar.

Ciervos en el parque. Nara. Julio 2015

Ciervos en el parque. Nara. Julio 2015

Lógicamente están acostumbrados a los humanos, y su comida preferida es la Shika Senbei, las galletas de los ciervos. Cuando ven a alguien acercarse al puesto a comprar un paquete, ya saben lo que significa, y mientras la persona aún está pagándolas, ya empiezan a darle cabezaditas para que se las dé. Fue divertido ver cómo rodeaban a una chica, que me pidió que le hiciera fotografías, casi a trompicones debido a los empujones de los ciervos.

Me preguntó si iba solo, y al contestarle que sí, me dijo que ella también, y la invité a acompañarme a ver los templos del lugar. Se llamaba Liu, y era de China. Estaba de vacaciones con un grupo de amigas en su semana de vacaciones, pero ellas habían preferido quedarse de compras en Osaka. Me contó que estaba casada y tenía una niña de dos años, y que querían tener más niños, pero que no podían por las leyes del gobierno chino, que obligan a pagar una suma muy alta de dinero si se quiere tener otros. También me habló sobre otros tipos de represión debido a las leyes de su país. 

Llegamos al templo Todai-ji, el más famoso de Nara, y el único que merece realmente la pena. Construido durante el periodo en el que Nara era la capital de Japón, contiene un Buda Vairocane enorme, que significa que es un Buda que brilla a través del mundo como el sol, por lo que se construyó un templo extraordinario para reflejar su importancia. Sirve como lugar para rezar por la paz y abundancia de la tierra, y como centro de la búsqueda de la doctrina budista, y durante los siglos ha producido numerosos monjes famosos. Ha sido reconstruido hasta en tres ocasiones, y su anchura actual es un treinta y tres por ciento inferior a la original, pero aún así se mantiene como la estructura de madera más grande del mundo. Es Patrimonio de la Humanidad, y su entrada costó 600 yenes. Se accede al mismo a través de la puerta Nandaimon, también de grandes dimensiones.

Puerta Nandaimon del templo Todai-ji. Nara. Julio 2015

Deidad protectora de la puerta Nandaimon del templo Todai-ji. Nara. Julio 2015

Templo Todai-ji. Nara. Julio 2015

Buda Vairocane del templo Todai-ji. Nara. Julio 2015

En segundo lugar visitamos el Nigatsudo Hall, por recomendación de la oficina de turismo, aunque no le encontré nada especial, al menos después de haber visto el primero.

Desde allí fuimos al santuario Kasuga Taisha, que posee una estructura lacada en vivo color bermellón, tiene miles de lámparas de bronce y piedra, y también es Patrimonio de la Humanidad. Liu no quiso pagar la entrada de 500 yenes, y allí nos separamos porque estaba empeñada en alquilar un kimono japonés tradicional y hacerse una foto, dado que todo el mundo le decía que tenía cara de japonesa. A mí no me lo pareció.

Por el contrario, yo quería subir a la colina que me había recomendado Mayumi en Sakai. Aún así, acabé entrando por una puerta trasera y viendo el templo. Lo más destacable está detrás de la zona en la que no se permite el paso a los turistas. No obstante, lo que sí me gustó fue una habitación oscura con muchos faroles encendidos, que creaban una atmósfera mágica. 

Santuario Kasuga Taisha. Nara. Julio 2015

Santuario Kasuga Taisha. Nara. Julio 2015

Posteriormente subí a Wakakusayama, la pequeña colina que domina el paisaje de Nara. La entrada para ir por el camino directo fue de 150 yenes, y que utilicé para tardar menos porque había empezado a chispear y pintaba lluvia. Sin embargo existe un camino por la parte trasera por el que se podía acceder gratis, aunque el recorrido es de algo más de tres kilómetros. Las vistas desde arriba eran muy buenas, y recomiendo su subida porque no se tarda mucho y es de lo mejor de la ciudad junto con el templo Todai-ji y el poder interaccionar con los ciervos. Para bajar sí utilicé el otro trayecto que me permitió caminar entre el bosque.  

Vistas de Nara desde la colina Wakakusayama. Nara. Julio 2015

Vistas de Nara desde la colina Wakakusayama. Nara. Julio 2015

Había dos jardines que me recomendaron el día anterior, el Yoshikien y el Isuien. La entrada al primero costaba 900 yenes, que por supuesto no pagué. Es más, sin pensarlo me salió un "guau, más caro que los templos", porque realmente me indignó el precio. En el segundo ya ni pregunté, entre otras cosas porque empezó a llover fuerte. Justo al lado encontré un edificio en el que resguardarme, con un 7eleven dentro donde compré algo para comer, y una cafetería donde me dejaron sentarme a hacerlo.  

No recuerdo cuánto tiempo estuve allí esperando a que dejase de llover, quizás hora y media. Después fui a visitar el tercero de los templos importantes que están en el parque de Nara, el templo Kofukuji. Es el más cercano a la ciudad y donde fui primero por la mañana, pero estaba cerrado entonces. Fue fundado en el siglo séptimo. Su entraba costaba 600 yenes. Me fijé que la gente entraba y salía rápidamente, por lo que supuse que no había mucho que ver. La pagoda de las cinco historias (plantas) situada al lado y símbolo de la ciudad estaba cerrada. Se reconstruyó hace 600 años después de haber ardido hasta en cinco ocasiones.

Templo Kofukuji. Nara. Julio 2015

En el centro histórico de Nara se puede encontrar el templo Gangoji, otro de los importantes. Fue fundado en el siglo sexto, y se dice que fue el primer templo budista de Japón. También lo vi sólo por fuera. No sé cuánto costaba la entrada, pero tenía carteles avisando de que había cámaras de seguridad, lo que ya me pareció el colmo para un templo religioso. 

Finalmente empecé a caminar hacia el Palacio Heijo, pero empezó a llover nuevamente con más fuerza, y cuando pregunté la dirección a una persona, me señaló en el mapa y aún estaba bastante lejos.

Regresé al hostal para recoger la mochila, y el dueño me dejó utilizar la cocina para cenar lo que había comprado, aún habiendo hecho el check-out por la mañama. Después fui a la estación de Kintetsu, donde al preguntar a una muchacha joven por la vía correcta, siguió sus pasos sin pararse y sin ni siquiera mirarme. Sobre esto me contaron en otra ocasión que es porque no se sienten confiados de su inglés y les da mucha vergüenza. El billete hasta Kioto me costó 620 yenes, y el trayecto duró casi una hora. No tiene pérdida. 

Me da pena no haber podido ver el templo Horyuji, que está a varios kilómetros alejado de Nara, por lo que hubiera necesitado otro día, y eso era contrario al hecho de volver a coincidir con mis amigos Juan y Mª Carmen en Kioto. Para los que estén interesados, el templo se construyó en el año 607, y reconstruido en el siglo octavo después de ser arrasado por un fuego. Contiene, por tanto, varios de los edificios de madera más antiguos del mundo.

En resumen, Nara es una visita que puede hacerse en un solo día, incluso yendo y volviendo desde Osaka o Kioto. Tiene una atmósfera mucho más tranquila que Osaka, y se agradece que sus templos estén rodeados de naturaleza. El templo Todai-ji y la colina Wakakusayama son paradas obligatorias y muy recomendadas. 


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