Kioto y las geishas

Kioto, como la antigua capital de Japón, ha tenido un papel protagonista en la política y la cultura de la nación. Aunque es una próspera metrópolis de casi un millón y medio de habitantes, es una de las ciudades más antiguas del país, donde la cultura y los patrimonios históricos aún mantienen una fuerte presencia.

Geishas, barrio de Gion. Kioto. Julio 2015


Kioto


El tren desde Nara hasta Kioto fue perfecto, puntual y sin incidencias. Me orienté bien desde la estación, y fui caminando hasta el hostal, a casi cinco kilómetros de distancia, viendo la ciudad tranquilamente, aunque con un peso extra cercano a los quince kilogramos. Sinceramente, la primera impresión de Kioto fue decepcionante, pues esperaba algo más tradicional, con un ambiente más cercano al pasado. Bajar de la estación y ver edificios altos y modernos, y el mismo ambiente de una gran ciudad, fue como sentir que aún me encontraba en Osaka.

Torre de Kioto, en frente de la estación. Kioto. Julio 2015

El hostal tenía un estilo tradicional similar al de Nara, también de madera, con recepcionistas jóvenes y simpáticos con los que conversé a menudo los diferentes días. Se llama Hostel Mundo Chiquito, y se encuentra muy cerca tanto del castillo de Nijo-jo como del Palacio Imperial, así que varias líneas de autobús paran muy cerca. El dueño hablaba español porque había vivido dos años en Sudamérica, y alguno de los recepcionistas también chapurreaba algo. El coste de la cama por noche fueron de 1.500 yenes, aunque he de confesar que la cama no era muy cómoda porque tenía una longitud algo menor de mi altura.

Allí encontré a una pareja joven de españoles, Rubén y Verónica, con problemas para sacar dinero en los cajeros automáticos con sus tarjetas. Había leído sobre ello en la página de turismo de Japón, y que la mejor opción eran los cajeros de las oficinas postales, pero ellos ya lo habían probado sin éxito. Planteamos diferentes soluciones para que probasen al día siguiente, y si no conseguían nada, les ayudaría sacándoles dinero con la mía, si es que no daba problemas, o prestándoles parte del dinero en euros que llevaba para que lo cambiasen, haciéndome ellos una transferencia por internet. 

Otra de las ventajas del hostal es que al lado hay un gran supermercado local, por lo que pude comprar todo lo necesario para hacerme una buena ensalada. Al tiempo comprobé aquello que leí en un blog sobre que las bandejas de comida preparada sufren descuentos importantes a partir de cierta hora. Eran las nueve de la noche, y la mayoría de ellas ya tenía un treinta o cuarenta por ciento de descuento, así que compré otra para desayunar al día siguiente.  


Booking.com

Juan y Mª Carmen me avisaron de que les cambiaron la ruta guiada del día siguiente, y en lugar de comenzar por el castillo de Nijo-jo, donde me uniría a ellos por estar al lado de mi hostal, irían a dos templos antes. Quedamos entonces para vernos ya durante la tarde, que era cuando comenzaba su tiempo libre en la ciudad. 

Fui andando desde el hostal hasta el templo Kinkaku, en un paseo cercano a la hora. Ese templo es conocido como el Pabellón Dorado, aunque su verdadero nombre es templo Rokuon-ji. La entrada me costó 400 yenes, y justo después de pasar, encuentras el mencionado Pabellón, rodeado de un bonito paisaje, aunque no se podía pasar dentro. Allí encontré a mis amigos y su grupo de españoles. No fue sólo casualidad, pues era su segunda visita del día y la primera para mí, que había utilizado ese tiempo durante el paseo. Llevaban cascos para escuchar las explicaciones de su guía. Me contaron, según su guía, que había tantas carpas en los jardines japoneses porque es un pez sagrado, y la leyenda cuenta que si alguna consigue subir la pequeña cascada que también suele haber en los mismos, se convertirá en dragón y Japón desaparecerá.

Pabellón Dorado. Kioto. Julio 2015

Después de despedirnos, seguí algo más al suroeste de Kioto, hasta los templos Ryoan-ji y Ninna-ji, ambos Patrimonios de la Humanidad y muy cerca uno del otro. Pasar a cada uno de ellos costaba 500 yenes, pero los vi sin pagar nada. En el primero de ellos, porque entré tranquilamente por una pequeña calle a la que se accedía por el aparcamiento que había a la entrada y nadie me dijo nada, y en el segundo, porque la ventanilla de venta parecía cerrada y sin nadie dentro. Era la hora de comer, así que supuse que ese fue el motivo. Ninguno de ellos me pareció gran cosa. En mi opinión, ni siquiera el famoso jardín de piedra del templo Ryoan-ji compensa el ir hasta allí, pues están bastante alejados del centro de la ciudad, ni pagar la entrada. Éste utiliza rocas de varios tamaños y arena blanca para representar un paisaje de montañas y agua. 

Jardín de piedra del templo Ryoan-ji. Kioto. Julio 2015

Nuevamente, volví andando al hostal, aunque tuve que deshacer parte del camino para recuperar el paraguas que me había olvidado en un supermercado y que me había prestado una de las recepcionistas. Lo bueno es que aquella zona es muy tranquila, y algunas de las casas muestran una construcción tradicional.

Rubén y Verónica ya me habían avisado por mensaje que no consiguieron solucionar su problema, así que les sacaría el dinero con mi tarjeta al llegar. No obstante, recordé que los seguros de viaje incluyen la opción de envío urgente de fondos, así que les pregunté si tenían uno al llegar, y me contestaron que sí. Pero cuando llamaron, les dijeron que necesitaban bloquearles ese dinero en una tarjeta Visa que no tenían, porque la suya era MasterCard. Rubén, y con mucha razón, estaba cabreado, pues para cobrarles el coste del seguro no tuvieron problemas en usarla. Los seguros, como siempre, a la hora de abonar cualquier incidente te ponen mil pegas. No quisieron volver a llamar, por si habían cogido a la tonta de turno, porque ya esperaban que el hermano de Rubén se registrara en Western Union, con lo que puedes sacar dinero en cualquier parte del mundo. Nunca lo he probado, pero les fue bien, y por la noche, cuando volví a verlos, ya lo tenían, así que es algo que tendré en cuenta si algún día me encuentro con el mismo problema. Igualmente quería probar a sacar dinero de un cajero con mi tarjeta, no fuese que tuviese que utilizar esa opción antes de tiempo.


El barrio de Gion y las geishas


Por la tarde me desplacé en autobús, por 230 yenes, hasta en barrio de Gion, donde había quedado con mis amigos para ver a las famosas geishas, y las maikos, aprendices de geisha. Aunque dicen que es complicado verlas y que siempre van corriendo de un sitio a otro, nosotros encontramos a varias, y paradas, con lo que pudimos hacerlas varias fotos. Salían a recibir a hombres trajeados, empresarios, supongo, que bajaban de los taxis. Dicen que da caché hacer negocios con una de ellas al lado. En esa zona encontré el ambiente de un tiempo pasado, calles empedradas y casas tradicionales que esperaba ver en el resto de la ciudad.

Geisha, barrio de Gion. Kioto. Julio 2015

Barrio de Gion. Kioto. Julio 2015

Los precios para cenar por allí eran caros, y al final optamos por comer una pequeña hamburguesa para quitarnos el hambre, con la idea de comer algo más después. Al despedirnos, ellos se fueron a su hotel, al lado de la estación de trenes, y yo di otra vuelta por la zona antes de volver paseando al hostal, pues quería ver aquello de noche y con las luces encendidas. Quedamos para ir juntos a varios sitios al día siguiente, aunque no estaba muy claro cómo ni dónde, porque teníamos diferentes prioridades. Como era lógico, ellos querían ver muchas cosas en poco tiempo, y desplazarse rápido, y yo quería ir más despacio disfrutando de cada rincón, y desplazándome en autobús, que es la opción más económica en Kioto

Barrio de Gion. Kioto. Julio 2015


Arashiyama y el bosque de bambú


A la mañana siguiente compré el "Kyoto Bus One-Day Pass" por 500 yenes, que permite coger autobuses de forma ilimitada durante un día, y que compensa si tienes que hacer más de dos desplazamientos. La primera parada fue Arashiyama. Primero me acerqué al templo Tenryuji, al que no pasé porque su entrada costaba 600 yenes, junto con la visita al jardín, pero no era de los más recomendados. De todas formas, templos ya llevaba vistos unos cuantos, y los que me quedaban, algunos ese mismo día, y más importantes que éste.

Después fui al famoso bosque de bambú, que no es muy grande, y al puente Togetsu-kyo. Por el camino encontré unos miradores hacia el río y las montañas. Vi que había varias casas al otro lado del río, como si de una pequeña aldea se tratase, por lo que después de cruzar el puente, fui caminando hacia allí. Había un pequeño embarcadero donde paraban las barcas de turistas, que luego subían a un pequeño templo con mirador cuya entrada costaba 400 yenes. Como ya había podido hacer fotos del paisaje justo antes de llegar al mirador, rehusé a pagar también por aquello. En Kioto hay muchas cosas que ver, y se debe pagar por casi todas, así que hay que seleccionar cuáles interesan más si no se quiere terminar con un gran roto en el bolsillo. Además, esta frase resume lo que pienso de hacer turismo en otro país:

"El verdadero museo está en la calle... recórrelo, vívelo, disfrútalo".

Bosque de bambú. Kioto. Julio 2015

Arashiyama. Kioto. Julio 2015

Puente Togetsu-kio, en Arashiyama. Kioto. Julio 2015

Arashiyama. Kioto. Julio 2015

En ese parque no encontré a mis amigos, que me habían avisado de que sería también su primera parada e iban con otra pareja. Así que en la parada de autobús, donde hay wifi gratis, les escribí diciéndoles que ya iba hacia el santuario Fushimi-inari-taisha.


El santuario Fushimi-Inari


Al bajar del autobús, compré algo de comida en un supermercado antes de entrar al famoso santuario Fushimi-Inari, que es de libre acceso. Tiene una historia de 1.300 años y aproximadamente 30.000 subsantuarios en todo Japón. Es el principal santuario de Inari, donde los fieles rezan por la prosperidad de los negocios. Tiene 10.000 pórticos torii donados por los fieles.  El camino hacia la cima de la colina, que se tarda alrededor de las dos horas en recorrer, está lleno de puertas torii rojas, y comienza con el famoso túnel doble denominado Senbon Torii, que significa "thousand of torii gates". Desde algunos puntos de la subida, especialmente en la intersección Yotsutsuji, se tienen bonitas vistas de Kioto. Durante la misma, encuentras pequeños cementerios, y algunos restaurantes para tomar algo y descansar. 

Santuario Fushimi-inari. Kioto. Julio 2015

Senbon Torii, en el santuario Fushimi-inari. Kioto. Julio 2015

Vistas de la ciudad desde el santuario Fushimi-inari. Kioto. Julio 2015


Templo Kiyomizu-dera


La segunda parte de la bajada la hice por un camino diferente, entre el bosque, y acabé algo perdido, llegando al templo Tofukuji sin pretenderlo, tres paradas de autobús más alejado, pero que resultó curioso, con grandes edificios. La buena noticia es que estaba más cerca del centro de Kioto y de mi siguiente destino, el templo Kiyomizu-dera, lleno de gente a esas horas de la tarde, y también con vistas a la ciudad, pues se encuentra situado en la ladera de una pequeña montaña. La entrada me costó 300 yenes. El pabellón principal tiene enormes pilares de madera, de una altura similar a un edificio de cuatro plantas, todo construido sin utilizar un solo clavo. Se accede por un camino en pendiente, rodeado de numerosas tiendas.

Templo Kiyomizu-dera. Kioto. Julio 2015

Templo Kiyomizu-dera. Kioto. Julio 2015


Templo Kiyomizu-dera. Kioto. Julio 2015

Templo Kiyomizu-dera. Kioto. Julio 2015

Desde allí, volviendo ya al hostal, me paré en el Palacio Imperial, antigua residencia del emperador de Japón, para ver si podía hacer una reserva y visitarlo al día siguiente. Fue imposible, las oficinas de venta ya habían cerrado, y una agente me dijo que el edificio cerraba durante el fin de semana. Caminé hasta el hostal, compré algo para cenar y, después de ducharme, escribí a Juan para decirle que estaba completamente roto y no iría a su zona para tomar algo y despedirnos. También porque estaba decidiendo qué hacer al día siguiente.

No había camas libres en el hostal para la siguiente noche, y yo no sabía aún si ir a Kanazawa, Takayama o Nagoya, ni cómo realizar el desplazamiento. La última ciudad la descarté rápido, porque sólo había un castillo para visitar, recomendado eso sí, pero un castillo más entre todos los del país, y no me compensaba ir allí sólo por ello, al menos si no era de camino hacia otro lugar. Para la primera encontré un autobús nocturno, aunque no como los de Vietnam, sino simplemente con asientos abatibles. Salía a las 23:55 y llegaba a las 05:44. El tren era más rápido y ligeramente más barato con el tren West JR Japan, pero suponía pagar noche en un hostal, por lo que dejaba de compensar.  

El recepcionista me ayudó, porque la página de la compañía de autobuses sólo estaba en japonés, y para hacer la reserva, había que registrarse con un montón de datos, incluyendo la tarjeta, y me dijo que no le parecía muy seguro. Me dijo que llamaríamos por la mañana, y si había asientos libres, me recomendaba ir a la estación para comprar el billete directamente allí.


El castillo Nijo-jo


Por la mañana, antes del horario de apertura de la compañía de autobuses, me dio tiempo a visitar el castillo de Nijo-jo, que ya comenté que estaba al lado del hostal. Su entrada costó 600 yenes, y se supone que no se pueden hacer fotografías dentro... se supone. Lo siento, pero si me cobran entrada, me considero con el derecho a hacerlas. Es Patrimonio de la Humanidad, fue construido en el año 1603, y pertenecía a un daimyo o señor feudal.

Originalmente sólo se construyó el Palacio Ninomaru, con un estilo elegante pero sencillo, y varios jardines. Todo el suelo del palacio está cubierto por tatamis tradicionales japoneses. El Palacio Honmaru fue añadido posteriormente, en el año 1626. Contiene numerosas pinturas sobre puertas corredizas, que dividen habitaciones de estilo japonés, y sobre biombos, de las que se dice, junto con las que también se encuentran en el Palacio Imperial, que representan la cumbre de la pintura japonesa antes del siglo XIX.

Castillo de Nijo-jo. Kioto. Julio 2015

Castillo de Nijo-jo. Kioto. Julio 2015

Castillo de Nijo-jo. Kioto. Julio 2015

Después caminé hasta la oficina de correo de la zona para comprobar si podía extraer dinero con mi tarjeta, y no tuve problema alguno, pero me cobraron un cuatro por ciento de comisión, aparte de la de mi banco. Al menos me quedé tranquilo.

Al llegar al hostal, la recepcionista intentó llamar a la compañía de autobuses, pero sin conseguir contactar con ellos, por lo que decidí ir a la estación, dejando la mochila grande en consigna durante todo el día por 500 yenes. Si no encontraba dicha compañía, compraría el billete de tren. Pero no tuve problemas en encontrarla, y compré el billete de autobús por 4.800 yenes (bastante caro, la verdad). Durante el resto del día, fui a visitar la parte de Tokio que aún me faltaba por ver. Eso sí, intenté que me hicieran un descuento por estudiante de posgrado, enseñándole mi tarjeta de universidad, con foto de cuando tenía dieciocho añitos. Pero me dijeron que el descuento de estudiante era sólo para japoneses, lo que no era cierto porque en algún blog leí que sí lo aceptaron, pero no insistí porque no quería perder más tiempo.

Fui nuevamente hasta el barrio de las geishas, Gion, para ver el santuario Yasaka-jinja, y el parque que hay detrás, por el que se acaba llegando al templo Chion-in, con una puerta de entrada de impresionantes dimensiones. En ninguno de ellos se paga por entrar, tan solo si quieres visitar el jardín del segundo. Desde ahí hay un camino de ascenso a la colina entre un bosque, desde donde volví a disfrutar de bonitas vistas a la ciudad desde otro punto. Notaba las piernas cansadas, y tenía un dolor en la corva derecha que aliviaba estirando el gemelo, pero que volvía a aparecer a ratos.

Carrozas japonesas en el templo Yasaka-jinja. Kioto. Julio 2015

Jardín del templo Yasaka-jinja. Kioto. Julio 2015

Vistas de la ciudad desde la colina cercana al templo Chion-in. Kioto. Julio 2015

El santuario Heian-jingu


Seguí paseando hasta el santuario Heian-jingu, con una puerta torii roja enorme delante. Fue construido en el año 1895 como una réplica parcial del Palacio Imperial de Heian, para conmemorar el 1.100 aniversario de la re-ubicación de la capital en Kioto. También era gratis, excepto si querías visitar el jardín. Había mucha gente por aquella zona, que al igual que yo, compraron algo en el 7eleven cercano y lo comían fuera, tanto japoneses como extranjeros.

Torii de entrada al santuario Heian-jingu. Kioto. Julio 2015

Santuario Heian-jingu. Kioto. Julio 2015

Posteriormente visité los templos Nanzen-ji y Eikan-do, en los que no entré porque la entrada en cada uno de ellos era de 600 yenes. Me remito a lo que comenté anteriormente. Hacía un calor terrible a esa hora.


El templo Ginkakuji


Paseando por los prácticamente dos kilómetros que separan el último de ellos y el templo Ginkakuji por el llamado camino del filósofo,  me vino a la cabeza la canción "Angel", de Robie Williams

El templo Ginkakuji, es un templo zen al que se conoce como el Pabellón de Plata, y que fue establecido en el año 1482 por Ashikaga Yoshimasa. Es Patrimonio de la Humanidad, y es un ejemplo de la cultura Higashiyama, que significa "montaña oriental", y que fusiona las culturas de las familias samurái, de la aristocracia y de los monjes zen. Al igual que con su "hermano" dorado, me pareció que no tenía nada realmente especial.

Templo Ginkakuji. Kioto. Julio 2015

Estuve un rato en la estación conectado a la wifi gratis de la ciudad para escribir a mi familia y reservar un hostal en Kanazawa para la noche siguiente. Luego tomé algo en un starbucks cercano, en el que estuve como tres horas escribiendo notas para el blog. De hecho, esta misma parte. Allí encontré mucha gente haciendo lo mismo en las grandes mesas del local. 

Starbucks al lado de la estación. Kioto. Julio 2015

Finalmente compré la cena, de la que di buena cuenta en un banco situado en frente de la parada donde debía salir mi autobús. 

En resumen, Kioto, capital del país antes de que se trasladase a Tokio, es otra ciudad enorme con una cantidad ingente de templos y santuarios. Es, con razón, el centro espiritual del país. Si esperas encontrar una ciudad más clásica, te decepcionará, aunque ningún lugar mejor en Japón para encontrar a las famosas geishas. Sin duda, Kioto es una visita obligada en un viaje por Japón


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