Kuala Tahan y la jungla tropical de Taman Negara

El Parque Nacional Taman Negara es una selva tropical de 130 millones de años de antigüedad, la más antigua del mundo, y es una de las mejores zonas de Malasia para hacer trekking. También es uno de los destinos más populares del país, por lo que atrae a miles de turistas, locales y extranjeros, cada año. La explotación turística del lugar le ha robado todo el misterio y la magia a la jungla.


La furgoneta procedente de Kuala Besut hizo una breve parada en Jelantut, la ciudad más cercana al parque nacional Taman Negara. Allí debíamos obtener el permiso o licencia para entrar al parque. O eso nos dijeron. A posteriori comprobé que no era más que una agencia, que después de hacer el paripé de darnos un papel a completar con nuestros datos, y que también te dan dentro del parque, nos explicaron las diferentes excursiones que podríamos hacer con su compañía.

Llegamos a Kuala Tahan, el pequeño pueblo en mitad del parque, a las seis de la tarde (habíamos salido de Besut a las diez de la mañana). El viaje se hizo eterno, pues ninguno de los dos conductores tomó autopista alguna, supongo que para ahorrarse los peajes, por lo que siempre transitamos por carreteras pequeñas con un asfalto no muy bueno. Nos dejó justo al lado del hostal donde Martina me había reservado una cama en la habitación compartida por 25 ringgits la noche. Se llamaba Julie's Hostel.

Al llegar, me comentaron que los dormitorios estaban completos, pues había llegado mucha gente aquel día y olvidaron mi reserva. Por ese pequeño error propio, me dieron una habitación doble con baño dentro y aire acondicionado por el mismo precio, hasta que pudiese cambiarme al dormitorio al día siguiente. Dejé las mochilas y fui a cenar con Martina y sus dos amigas holandesas, hermanas. Durante la misma me hablaron de sus experiencias en la jungla y las rutas que me recomendaban hacer por mí mismo, sin necesidad de contratar guía alguno. También una zona a evitar donde había una plaga de sanguijuelas. Una de ellas hizo buena cuenta de una de las piernas de Martina. Nos despedimos después, pues ellas dejaban el parque a la mañana siguiente, aunque las volví a encontrar esperando el bus hacia Jerantut, que no salía a las ocho de la mañana como pensaban, sino a las diez. Así que desayunamos juntos. Antes de comenzar la ruta, moví la mochila grande al dormitorio compartido.

Lo primero que se hace es tomar una barca-taxi para cruzar el río, y cada vez que lo haces pagas un ringgit, pero sólo a la ida. Después te diriges hacia el centro del parque para conseguir la licencia, que es donde realmente la pagas y te la dan, no en Jerantut. El coste es de un ringgit por el permiso de entrada al parque, y cinco más por la cámara, si quieres hacer fotos claro. Intuyo que éstos últimos te los puedes ahorrar, porque nadie comprobó mi licencia ni se llevaba cámara o no.

Como iba solo, decidí hacer primero las rutas cercanas a la entrada al parque, por las que me fui encontrando a bastantes turistas y grupos con guías. Hacía calor, pero aún así, opté por ponerme la camiseta térmica, única que tenía con manga larga, para evitar picaduras de mosquitos, pues en Malasia hay riesgo de malaria y dengue. Lo de las sanguijuelas no me preocupaba, pues si bien podría resultar desagradable, no transmiten infección alguna, y llevaba un mechero, así que un poquito de fuego sería suficiente para que se soltasen.

Subí hasta la colina Teresek, y fui a ver cómo era exactamente el puente colgante entre árboles que tanto anunciaban... la turistada de turno. Son sólo cinco ringgits, pero considero que es más para niños que para adultos. El camino de toda aquella zona va por un paso de madera, con señales constantes, así que no tiene pérdida, ni diversión alguna para los que nos gusta hacer trekking. Después volví a la entrada del parque para comer en el restaurante, pero los precios eran tres veces lo que al otro lado del río. Así que me compensó cruzarlo, comer en uno de los restaurantes flotantes, y volver a cruzar, pagando de nuevo el ringgit al "taxista". Intenté hacer una ruta larga por la tarde, hacia una aldea lejana, aunque me advirtieron que no tendría tiempo suficiente antes de anochecer. Allí el sendero ya no era tablones de madera, sino jungla, barro, hojas, ramas caídas,...

Oí un "rugido" que me atemorizó. Sabía, o eso creía, que era un mono, o varios, pero no sabía si era una señal de "vete de mi territorio o tendrás problemas", o un sonido de comunicación habitual entre ellos. Vi algo grisáceo, relativamente grande, moverse entre los árboles pero cerca del suelo. Aunque retrocedí y me di la vuelta, pasos después decidí seguir adelante. Al pasar por la misma zona, oí de nuevo el "rugido", así que ya no era casual, no era un buen sitio para quedarse. Y cuando llevaba unos cuarenta minutos de ruta, finalmente decidí parar y volver. Estaba disfrutando la ruta, pero el sendero, aunque inconfundible, no era del todo claro, con desniveles, grandes árboles caídos que tenía que saltar, barro resbaladizo y, especialmente, absolutamente nadie por allí. Si me hubiera ido cruzando a otras personas, habría seguido. Pero no había nadie. Ni se escuchaba a nadie. Sólo el motor de las barcas abajo, en el río. Si sufría alguna caída, tendría un serio problema. Me gusta la aventura, incluso con una pizca de peligro. Pero hay que saber parar a tiempo. Podría volver a intentarlo a la mañana siguiente. Quizás conocería a otros viajeros en el hostal con los que compartirla. O quizás me uniría a alguna de las excursiones pagando la correspondiente cuota.

Taman Negara. Septiembre 2015

Taman Negara. Septiembre 2015

Taman Negara. Septiembre 2015

Taman Negara. Septiembre 2015

Taman Negara. Septiembre 2015

El problema era que Taman Negara me había decepcionado, pues estaba demasiado explotado de cara al turista. Me acordé del parque nacional de Nam Ha, cerca de Luang Namtha, en Laos. Allí la jungla era jungla, alejada del pueblo, y donde casi ni veías el camino. Sin embargo, en este parque, Kuala Tahan se situaba en mitad del mismo, con decenas de barcas subiendo y bajando el río constantemente, varios restaurante flotantes llenos de turistas, un resort con cabañas al otro lado del río, más dentro si cabe del parque.

A las siete de la mañana de ambas mañanas empezaba a sonar música alta cerca de mi hostal. Después de desayunar el segundo día, me acerqué al lugar, y encontré tres chicas musulmanas bailando, o ensayando alguna coreografía para alguna celebración. Incluso en ese momento llevaban la túnica musulmana de cuerpo entero y cubiertas las cabezas. En cualquier caso, y a lo que voy, ¿realmente esperan ver fauna por allí con ese ambiente?. La tienen espantada, exceptuando a los insectos. Así no.

Pregunté por las excursiones que llevaban río arriba hasta el asentamiento aborigen de la tribu Orang Asli, pero partía a las tres de la tarde y necesitaba un grupo de cuatro personas mínimo, lo que no tenían a esa hora de la mañana. Y además, sentía que no sería algo tan auténtico, pues igual que Kuala Tahan, el poblado estaría más que explotado turísticamente. Así que, si alguna duda aún me quedaba, la deseché, y decidí irme de allí ese mismo día. Taman Negara me decepcionó profundamente. No la jungla en sí, sino lo que estaban haciendo con ella para obtener el máximo beneficio posible.

Tenía que volver nuevamente a Kuala Lumpur para coger un vuelo hacia Sabah, en la isla de Borneo. Tomé el autobús local, totalmente destartalado y viejo, hacia Jerantut por 7 ringgits. Si eliges una agencia para hacerlo, el coste es de 15 ringgits, aunque ahorras tiempo, porque el autobús local se desvía para recoger más personas en carreteras secundarias entre el parque. Por el camino volví a ver las amplias zonas donde habían talado árboles de manera indiscriminada, o eso me pareció. Al llegar a la terminal de autobuses de Jerantut, no tienes más que tomar otro autobús local hacia Kuala Lumpur por 18,5 ringgits. Desde Kuala Tahan te pueden llevar directamente hasta la capital, pero el coste era de 70 ringgits. Como podéis ver, el dinero que intentan sacarle al turista es máximo allí. Tantas fueron las ganas de irme del parque, que olvidé que aquel era el último día de la semana vacacional en Malasia. En Jerantut no quedaban asientos libres en ninguno de los autobuses locales hacia Kuala Lumpur. Pero allí había personal de agencias de transporte, y a dos franceses en mi misma situación y a mí nos ofrecieron llevarnos por 35 ringgits, el doble. La otra opción era quedarnos en aquella ciudad sin nada que hacer aquel día, y volver a la capital al siguiente, así que aceptamos. La ventaja fue que era una minivan donde fuimos cómodos, y salimos dos horas antes de lo que lo hubiera hecho el autobús. Y, aún así, nos vimos atrapados en un atasco de tráfico monumental que entraba a la ciudad. El conductor se desvió por carreteras pequeñas de montaña, donde había menos vehículos, pero donde las innumerables curvas le obligaban a ir despacio. Finalmente, un tramo de dos horas y media, terminó por convertirse en casi cuatro y media.

Autobús local. Taman Negara. Septiembre 2015

Tala de árboles. Taman Negara. Septiembre 2015

En resumen, la jungla de Taman Negara tiene muchas opciones para el turista, pero creo que ninguna auténtica. Otros podrán disfrutarla igualmente, también yo si hubiera sido la primera que hubiera visto durante este viaje. Pero la explotación turística del lugar y las pocas ganas que tenía de que me sacaran el dinero, no lo permitieron. No obstante, es una visita que igual recomiendo en un viaje por Malasia. Si vas justo de tiempo, un día bien completo puede ser suficiente, pero en tal caso, contratar una excursión sería más conveniente.  


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