Las cuevas del Parque Nacional Mulu

El Parque Nacional Mulu, o Gunung Mulu, es Patrimonio de la Humanidad, y famoso por sus grandes cuevas y formaciones kársticas en medio de una exuberante selva. No posee carreteras de acceso, por lo que únicamente es posible llegar mediante avión.

Cueva Deer. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

El avión desde Miri fue más bien una avioneta, pequeña, sin turbinas, con hélices. Aún así, los pasajeros no ocupábamos ni un tercio del mismo. Al llegar al Parque Nacional Mulu se veía espectacular, selva, verde, río de color marrón que serpenteaba entre la jungla.

Parque Nacional Mulu desde la avioneta. Octubre 2015

Avioneta. Parque Nacional Mulu. Octubre 2015

Caminé desde el aeropuerto hasta la entrada del parque, a un kilómetro y medio de distancia. Allí me confirmaron que no habría opción de adelantar la salida de la ruta del día siguiente, así que tenía dos opciones, o hacerla con un guía privado para mí solo, o retrasar el vuelo un día. La entrada al parque me costó 30 ringgits, y te permite pasar durante cinco días seguidos. El precio de una cama en un dormitorio compartido de veinte camas es de 50 ringgits, muy caro. Hay varias homestay fuera del parque, muy cerca, pero elegí esa opción, con la reserva previa pertinente, para poder gestionar mejor lo de la segunda excursión, pero ni por esas. Y es que en la página web del Parque Nacional Mulu te aconsejan reservar todo con antelación, especialmente en temporada alta.

No tenía claro lo que hacer, así que dejé la mochila grande en el dormitorio y me fui a hacer una ruta, de tres kilómetros, y otros tantos al volver, hacia la cascada Paku. Parte del camino transcurría por el sendero de tablones de madera que recorrería por la tarde en la excursión a las otras cuevas, pero era lo más interesante que hacer en dos horas. Fue un poco aburrido, hasta el último kilómetro y medio, que ya los tablones desaparecían, y al menos pisabas terreno. Tanto me habían recomendado la catarata en la oficina de información que me decepcionó, quizás por no llevar tanta agua como en otras épocas del año. Incluso me dijeron que podría bañarme, pero no vi bien esa posibilidad.

Parque Nacional Mulu. Octubre 2015

Cascada Paku. Parque Nacional Mulu. Octubre 2015

Al volver, comí en el restaurante del parque, algo caro, como supuse. Y lo mejor fue cuando pregunté por la contraseña de la señal wifi y me contestaron que tenía que comprarla por 5 ringgits diarios, pues la cambiaban cada día a las ocho de la mañana. Una estafa en toda regla.

Pregunté en la oficina si había más vuelos hacia Kuching el día siguiente, en un horario más tarde y con la intención de cambiarlo, pero me dijeron que no, que únicamente había uno al día, y que lo más apropiado era preguntar directamente en el mostrador del aeropuerto. Quedaban unos 55 minutos hasta la salida de mi excursión. Así que me quité la camiseta y corrí hasta el aeropuerto, con un calor tremendo y la comida aún en la boca. Allí me informaron que había comprado un billete con promoción, a precio reducido, y no se podía cambiar. Ya había pensado en esa opción, así que pregunté cuánto valía el del día siguiente, pues estaba dispuesto a perder los 26 euros que había pagado. Y me dijeron más de 300 ringgits, muy caro. Así que estaba hecho, no podía cambiarlo. Todo pasa por algo. Yo ya había hecho mi parte. 

Regresé con tiempo suficiente para refrescarme antes de comenzar la excursión a las cuevas Deer y Lang, cuyo coste fue de 30 ringgits (el de las otras cuevas que quise haber visitado era de 65 ringgits). La guía era una chica joven pequeña, gordita y con zapatillas de deporte rosas muy normales, no de montaña, y ni siquiera de una marca conocida... Ya está, pensé, esto va a ser un paseo. Y viendo a otros miembros del grupo, una familia con dos niños pequeños, y dos personas mayores cerca o pasados los sesenta años, que hacían presagiar mis peores augurios, y que, evidentemente, se cumplieron. Estaba claro que si permitían a niños pequeños y casi ancianos unirse a una excursión, ésta no sería para nada exigente. El camino transcurrió en todo momento, incluyendo el interior de las cuevas, por un sendero de tablones de madera.

En la oferta del parque había otras excursiones más exigentes, algunas de varios días de trekking, como las que te llevan a los famosos pináculos o la cumbre del monte Mulu. En otras te adentras en pequeños huecos de cuevas por los que debes arrastrarte para pasarlos, no aconsejables para persona con claustrofobia. El precio va en concordancia. No obstante, esta visita ya me cogió cansando de viajar, cansando del transporte malayo, cansado en general. Y eso lo notaba en la mala planificación que hice durante la última semana, incluyendo la visita a este parque. Si hubiera comenzado por la región de Sarawak en lugar de por la de Sabah, probablemente me habría quedado más días. Quizás sea una razón para volver en un futuro.

Antes de pasar la entrada vallada a las cuevas, hicimos un pequeño descanso en el observatorio desde donde ver la salida de los murciélagos a partir de las cinco y media o seis de la tarde. La entrada de la cueva Deer era descomunal. Hasta que se descubrió la cueva Song Dong, en el Parque Nacional Phong Nha de Vietnam, se consideraba la más grande del mundo, con techos de más de cien metros de altura y atravesando la montaña de lado a lado. Sin embargo, la guía nos contó que la cueva Song Dong son en realidad varias que se van conectando, mientras que ésta era una única, hasta que el techo sufrió un colapso, que impide desde entonces poder llegar hasta el final.

Éste se conoce como el Jardín del Edén (Garden of Eden), y desde luego, en la distancia se veía una selva verde y frondosa. Ninguna de las fotografías que tomé reflejó la magnitud de lo que vi, y simplemente intenté que fueran medianamente decentes. No hubo ningún instante en que nos saliésemos del camino de madera. La guía nos comentó que dentro estaba la que era la montaña de guano más grande del mundo, aunque en todos los lugares tienden a hacer este tipo de comentarios.

Vista de la entrada a la cueva Deer desde el observatorio. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

Cueva Deer. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

Cueva Deer. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

Cueva Deer. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

Garden of Eden, en el extremo opuesto. Cueva Deer. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

La entrada a la segunda cueva, de nombre Lang, se encontraba tan solo a unos metros de la anterior. El nombre proviene del local que la descubrió, y que curiosamente resultó ser el abuelo de la guía. Ésta es muy pequeña, pero con bonitas formas de las estalactitas y estalagmitas. 

Cueva Lang. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

Cueva Lang. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

Mi conclusión fue que la visita a estas dos cuevas se podía hacer perfectamente sin guía alguno, pero hay una puerta vallada custodiada por personal del parque que lo impide. No obstante, como no nos pidieron la entrada al ir con la guía, creo que se podría pasar gratis. El método sería esperar en el observatorio hasta que llegue alguno de los grupos que salen a las dos y dos y media de la tarde. Entrar junto a ellos como si fueras parte del grupo, y luego caminas un poco rezagado, o adelantas rápida y sutilmente al guía, quizás aprovechando alguna de sus paradas para explicar algo, y haciendo como que haces fotografías. Como siempre, la picaresca española aflorando, en mi caso, especialmente cuando considero que hay un negocio deshonesto para obtener el dinero del turista.

Esperamos en el observatorio hasta que salieron los murciélagos, pero después de haber visto los de la cueva a las afueras de Batambang, en Camboya, resultó un poco decepcionante. Éstos fueron relativamente pocos, y salían por oleadas, no todos juntos. Ni se les oía.

Salida de murciélagos desde la cueva Deer. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015
Salida de murciélagos desde la cueva Deer. Parque Nacional de Mulu. Octubre 2015

Dejé al grupo en el mirador y me adelanté para regresar antes de que anocheciera totalmente, caminando más rápido, aunque no lo conseguí, y tuve que utilizar la luz de mi frontal los últimos minutos. Sólo quería quitarme esa ropa sudada y darme un buena ducha. Después cené, pero fuera del Parque Nacional Mulu, más barato, y me fui pronto a la cama, pues había terminado el día con 18 kilómetros. Caí dormido rápidamente, algo inusual en mí. Más teniendo en cuenta que estaba con otras personas en el dormitorio que entraban y salían, y los sonidos de la selva, especialmente los sapos, o ranas, no sabría decirlo, que emitían un sonido bastante alto y continuo. 

Desperté temprano, y esperé si algo cambiaba y me permitía ver las otras cuevas, Clearwater y Wind. No fue así. La hora del check-out era muy temprano, a las diez de la mañana, por lo que ni siquiera podía esperar a terminar alguna ruta antes de irme. Para los que sí tengáis esa oportunidad, podéis encontrar información en la página web oficial del Parque Nacional Mulu.

Pregunté en la oficina si podría dejar la mochila en la habitación y me contestaron que no, pero un no algo borde, como diciendo "por supuesto que no, ¿qué te has creído?". Al acercarme a la habitación que me habían dicho, leí que no se dejase nada de valor dentro, ni dinero, ni portátiles, ni cámaras, porque no era un sitio seguro y no se hacían responsables. Y eso que a dos metros había un trabajador del parque, y que parece ser que sólo se encargaba de que escribieses tu nombre en una pizarra si hacías alguna ruta. Así que me dije "¿encima eso?", y directamente la dejé donde estaba, al lado de la cama donde había dormido, como si aún estuviese allí, y me fui a hacer la ruta. Total, estaba completamente seguro de que no lo comprobarían. 

Hice la ruta a la cascada Paku, pero por el lado contrario, la parte de los 5 kilómetros, que al volver sumarían diez. Llegué a la entrada de la cueva Lagang, pero estaba cerrada con una buena cerca. Era todo un negocio monopolizado, y me quedó claro que nadie podría visitar nada sin pasar por caja. Me pareció realmente lamentable. 

Poco después de aquella entrada, terminaba el sendero de tablones de madera y comenzaba el trekking. Desde allí, la distancia hasta la cascada, según el cartel, era de 1,5 kilómetros, y ya había recorrido 3,5 en poco más de media hora. Pero, para variar, las medidas estaban equivocadas, porque 35 minutos después, aún no había llegado, y mi ritmo seguía siendo rápido. El camino estaba muy embarrado en algunas partes, y las zapatillas se me hundían en el fango. Cuando ya oí la cascada, como la vi el día anterior, di la vuelta para regresar al hostal.

Al volver, habían limpiado la habitación y los baños, y subido mi mochila a una mesa, pues el suelo aún estaba mojado. Ni corto ni perezoso, saqué mi toalla, champú y gel de baño, y me di una buena ducha. ¿Pasó algo?. No, estaba claro. Guardé todo al terminar, cuando pasó una limpiadora que me sonrió y tampoco me dijo nada. Salí del parque tranquilamente y me dirigí al aeropuerto para coger mi vuelo hacia Kuching. Allí la comida y la bebida también fueron caras.

En resumen, el Parque Nacional Mulu es una visita obligada en un viaje por Malasia. Las cuevas son impresionantes, y hay diferentes opciones de trekking por la selva, tanto cortas como de varios días. Sin embargo, el negocio monopolizado montado a su alrededor es posible que te decepcione, como fue mi caso.


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