Melbourne y la Great Ocean Road

Melbourne es la capital del estado de Victoria, y lo fue también de toda Australia a comienzos del siglo XX antes de que se trasladase a Camberra. Es la segunda ciudad en población del país tras Sydney, y ha sido bautizada como la capital cultural y del deporte australiana. Internacionalmente siempre está en los primeros puestos de mejores ciudades del mundo para vivir y visitar. La famosa Great Ocean Road está cerca, una carretera que transcurre paralela a la costa y frente al océano Antártico, con acantilados, pequeños pueblos, playas, miradores y parques nacionales.

Vistas de Melbourne desde el parque y lago Albert
Vistas de Melbourne desde el parque y lago Albert. Julio 2016


Cuando compré mi avión desde Hobart hacia Melbourne cometí el error de no comprobar el nombre del aeropuerto, llegando al de Avalon. En realidad no supone mayor problema que el tardar algo más en llegar al centro, pues está a unos 55 kilómetros del mismo. Una hora en autobús, para ser más exacto, y 22 dólares, hasta la estación Southern Cross.

Melbourne


Allí había quedado con Patrick, un joven australiano de origen vietnamita que había aceptado alojarme a través de couchsurfing durante tres noches. Su casa estaba en el barrio Footscray, donde vivía con su tía, que no hablaba inglés. Era un barrio con un gran asentamiento vietnamita. Vivir en el centro de Melbourne es muy caro.

Tomamos un café para charlar un rato y conocernos, y le acompañé a hacer unas compras que necesitaba. Entre medias, me fue dando indicaciones de las calles, pero ya de noche, cansado, y con las mochilas a cuestas, reconozco que mi memoria no retuvo nada. Lo que no pude olvidar fue la biblioteca pública de Melbourne, State Library of Victoria.   

Construida en el año 1853, posee una impresionante arquitectura neoclásica, en cuyo interior se alberga también un museo. Se pueden subir las escaleras que te llevan hasta la cuarta planta para contemplar la preciosa distribución de la conocida como habitación de lectura de la reina, Queen’s Reading Room. Muchos turistas y viajeros la utilizan por su conexión wifi gratuita, y la posibilidad de cargar allí la batería del teléfono móvil, por ejemplo. Fui uno de ellos.

State Library of Victoria en Melbourne
State Library of VictoriaMelbourne. Julio 2016

Queen's Reading Room. State Library of Victoria en Melbourne
Queen's Reading Room. State Library of VictoriaMelbourne. Julio 2016

Lo que no me gustó mucho por parte de Patrick fue que había quedado para cenar con unos amigos y me insinuó, más directa que indirectamente, que prefería que no fuese. Así que me quedé cenando en un restaurante japonés que me recomendó cerca de la biblioteca. Fue todo un acierto por su comida barata de buena calidad, tanto que repetí dos veces más los siguientes días. Es un sitio muy recomendable. Su nombre es Don Don, en la calle Little Lonsdale. 

En lugar de recogerme después sabiendo que no conocía la ciudad, me hizo ir hasta un centro comercial cercano, dándome instrucciones sobre dónde nos encontraríamos. No fue difícil llegar hasta allí, pero no me pareció muy considerado por su parte.

Nos desplazamos en tren hasta la estación más cercana a su casa, donde había estacionado su coche. Me comentó que a la mañana siguiente quería ir al gimnasio y luego a la biblioteca para leer, y que al día siguiente tenía otra cena personal. No entendía muy bien porqué me había aceptado si tenía tantos planes, o si estar todo el día en la biblioteca o en una cafetería era su idea sobre enseñar la ciudad a un extranjero. El caso es que empezaba a sentirme incómodo con él, lo que se acrecentó al ver su casa. El techo de chapa no cerraba las paredes, por lo que el frío campaba a sus anchas dentro. Es decir, hacía la misma temperatura, o casi, dentro que fuera. Ellos llevaban el abrigo puesto todo el tiempo. Me dejó una manta eléctrica en mi cama, que sí que era cómoda. Pero en la pequeña habitación había cosas desordenadas por todos lados.

Decidí que no me quedaría más noches allí, porque no quería resfriarme, y fue lo que le dije al vernos por la mañana. Pareció entenderlo. Me ofreció un pequeño desayuno y me dijo que me llevaría en coche hasta la estación si antes le acompañaba a hacer unos recados. Y así lo hice. Paró también en una cafetería de un amigo suyo, junto a la cual había una lavandería, en la que aproveché para lavar mi ropa mientras tomábamos el café. La lavandería contaba con conexión wifi gratuita, por lo que reservé un hostal para la siguiente noche desde allí.


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Finalmente, me dejó en el centro comercial más grande de Melbourne, Highpoint Shopping Centre, frente a su gimnasio, porque desde allí podría coger un tranvía hacia la estación de tren de Footscray. Un chaval bastante raro y desconsiderado. Quizás no nos entendimos bien mutuamente. Así que, en lugar de eso, decidí caminar los cuatro kilómetros de distancia que separaban ambos puntos para conocer la zona, y ver cómo eran los barrios residenciales de Melbourne

No recuerdo cuánto pagué por el trayecto que me llevó desde allí hasta la estación de ferrocarril y metro Flinders Street, en pleno corazón de la ciudad, pero tuve que comprar una tarjeta recargable de transporte para hacerlo. No hay otra manera, no se venden billetes individuales.

El gran edificio de la estación, con sus colores ocre y rojizo, es otro de los más característicos de la ciudad. Da paso a dos de las calles más comerciales y concurridas del centro de Melbourne, Flinders y Swanston, y al puente sobre el río Yarra que conecta con la carretera St. Kilda. Frente a ella se sitúan la Catedral St. Paul y Federation Square, una plaza que se ha convertido en el punto de encuentro de los habitantes de la ciudad. Posee una arquitectura singular, restaurantes, cafeterías y cines, y es muy común ver pequeños conciertos durante la tarde y noche. Allí mismo hay una oficina de información turística con conexión wifi gratuita, donde conseguí un plano de Melbourne. Dentro de la catedral, fue la primera vez en mi vida que vi a un sacerdote mujer. La verdad, me gustó, porque no creo que ser buen o mal guía espiritual dependa del sexo. La iglesia católica debería tomar ejemplo. 

Estación Flinders Street en Melbourne
Estación Flinders Street. Melbourne. Julio 2016


Federation Square en Melbourne
Federation Square. Melbourne. Julio 2016

Vistas del centro de Melbourne y del río Yarra
Vistas del centro de Melbourne y del río Yarra. Julio 2016

Catedral St. Paul. Melbourne
Sacerdote mujer en la catedral St. Paul. Melbourne. Julio 2016 

Paseé por las calles centrales cargando aún las mochilas, en dirección al hostal que había reservado, incluyendo chinatown. Hay muchos edificios antiguos en la ciudad, robusto, sobrios. De otra época. Para comer, elegí un lugar peculiar del que había leído en otro blog viajero. Se llama Crossways, en el 123 de la calle Swanston, muy cerca de Federation Square. Lo dirigen los Hare Krishna, con sus túnicas naranjas, y por 7,5 dólares, se puede repetir cuanto quieras. La comida es tipo india, vegetariana, pero muy buena. Un sitio en pleno centro de Melbourne muy recomendable. La camarera que servía los platos, una chica joven, me invitó a una sesión de meditación que tendría lugar el fin de semana, aunque finalmente no fui.

Bourke Street, en el centro de Melbourne
Bourke Street, en el centro de Melbourne. Julio 2016

Algo fantástico en Melbourne es que en la zona centro, los tranvías de la ciudad se convierten en gratuitos. Es lo que se conoce como “city circle tram”. Pero debes tener cuidado, porque si te subes en el centro y te bajas en una estación fuera de dicha zona, ya tendrías que pagar el billete, con la tarjeta de transporte.

Llegué por fin al hostal que había reservado, con un ambiente más juvenil y mochilero del que me hubiera gustado, porque eso suponía mucho ruido, especialmente por la noche. Se llamaba Discovery Melbourne, y pagué 22 dólares por una cama en un dormitorio de diez, con baño común fuera, y un pequeño desayuno incluido si lo tomabas entre las 6:30 y 7:30 de la mañana. De esa forma, conseguían ahorrar muchísimos desayunos, porque normalmente la gente se levanta más tarde. La conexión wifi había que pagarla.

Cuando abrí la puerta del dormitorio asignado, me encontré toda una pocilga. Balones, mochilas, zapatos y mucha ropa extendida por el suelo. No entiendo esa forma de cuidar tus pertenencias y, especialmente, de no respetar a los otros clientes. Bajé, pedí un cambio de habitación, y me lo dieron sin problemas. 

A unos escasos 50 metros se allí, se encontraba el famoso mercado Queen Victoria, el más antiguo y grande de Melbourne. Es más que un simple mercado donde comprar ropa, recuerdos o productos gastronómicos. Es una atracción turística en sí, incluso para los locales, donde también se organizan pequeños conciertos. En ese momento se encontraba cerrado.

Dirigí entonces mis pasos hacia los jardines Flagstaff, y después de cruzar un puente sobre las vías ferroviarias, llegué al puerto, Docklands, con el estadio multiusos Etihad como fondo. Es un barrio frente al mar con apartamentos, restaurantes, centros comerciales y varias empresas importantes.

Vistas desde La Trobe Street. El estadio Etihad al fondo. Melbourne
Vistas desde La Trobe Street. El estadio Etihad al fondo. Melbourne. Julio 2016

Docklands, en Melbourne
Docklands. Melbourne. Julio 2016 

Crucé el río Yarra por uno de sus puentes, y fui dando un agradable paseo por esa orilla, muy concurrida, con más restaurantes y cafeterías. Algunos de aquellos edificios y puentes tenía una arquitectura que me gustaba. Mi intención era subir al observatorio del edificio Eureka Skydeck 88, el más elevado del hemisferio sur, pero al ver los precios, pensé que no era necesario, pues me habían dado un consejo para hacerlo gratuitamente desde otro edificio. Tampoco llegué a ir al zoo o al acuario, muy populares, pero podéis encontrar información sobre todo esto en las páginas turísticas de Australia o de Melbourne. Otro dato de interés es que muchos, si no todos, los museos de la ciudad son gratuitos.

Melbourne
Melbourne. Julio 2016

Melbourne
Melbourne. Julio 2016 

Cené nuevamente en el restaurante japonés Don Don, y fui a ver el mercado nocturno de invierno, situado en el mercado Queen Victoria, y que tiene lugar los miércoles por la noche. Estaba lleno de gente comprando comida en los diferentes puestos, y escuchando el pequeño concierto que tenía lugar en ese momento. Tenía muy buen ambiente.

Me levanté temprano, y aproveché el desayuno del hostal. Quería ver la zona de St. Kilda, y ya tenía ojeado un nuevo hostal allí, por lo que hice el check-out y me llevé las mochilas conmigo. Llovía ligeramente esa mañana.

Cuando me acerqué a la biblioteca State Library of Victoria para conectarme un instante a su wifi, a pesar de estar aún cerrada, recibí un mensaje de couchsurfing en el que me ofrecían hospedarme durante las dos noches siguientes. El dueño, José, parecía majo, y tenía muy buenas referencias, así que acepté. Me dio la dirección, y me dijo que tenía otros huéspedes que me abrirían, porque él no llegaría hasta la tarde. Su casa estaba a medio camino entre el centro de Melbourne y St. Kilda, así que decidí ir hasta allí caminando, mientras visitaba todo lo que me quedaba por ver en el centro de la ciudad.

Comencé con los cercanos y bonitos Jardines Carlton, con dos museos y el Palacio Real de Exposiciones, un edifico antiguo reconvertido. De hecho, fue el primer edificio de Australia en ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Como comenzó a llover más fuerte, me mantuve bajo su techo un rato. Curioso de ver cómo un tipo le enseñaba defensa personal a otro allí mismo.

Callejeé después hasta la catedral St. Patrick con sus ladrillos negros, bastante impresionante, y los Jardines Fitzroy, también muy bonitos. Lo bueno de Melbourne es que tiene grandes espacios verdes. Estos últimos albergan el edificio más antiguo de Australia, y una de las atracciones turísticas más populares de Melbourne, pues hay voluntarios vestidos como se acostumbraba en el siglo XVIII. Se trata de la cabaña del capitán Cook. Aunque sus los padres la construyeron originalmente en Inglaterra, en el año 1934 se trasladó a Melbourne.

Palacio Real de Exposiciones, en los Jardines Carlton. Melbourne
Palacio Real de Exposiciones, en los Jardines Carlton. Melbourne. Julio 2016

Jardines Fitzroy. Melbourne
Jardines Fitzroy. Melbourne. Julio 2016

Cabaña del capitán Cook. Jardines Fitzroy. Melbourne
Cabaña del capitán Cook. Jardines Fitzroy. Melbourne. Julio 2016 

Estaba ya en lo que llaman el distrito comercial central. Por una recomendación a través de couchsurfing, supe que en la planta número 35 del Sofitel Hotel, hay un restaurante, y desde los baños del mismo, se disfruta de vistas increíbles de la ciudad de manera gratuita, lógicamente. Y así lo hice. No es el mirador ideal, pero merece la pena. 

Vistas de Melbourne desde la planta 35 del Sofitel Hotel
Vistas de Melbourne desde la planta 35 del Sofitel Hotel. Julio 2016

Crucé luego el puente sobre el río Yarra, y seguí por los Jardines Queen Victoria y King Domains. Llegué entonces a otros dos de los lugares más populares de Melbourne. El primero, el Santuario de la Memoria (Shrine of Remembrance), uno de los grandes monumentos de guerra de Australia, construido originalmente en honor a los caídos en la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, se amplió para honrar también a los que murieron tras la Segunda. En la cripta hay un museo gratuito. Pero es a su azotea donde merece verdaderamente la pena ir, por las vistas del centro de Melbourne que hay desde allí. 

Justo en frente se encuentra el Real Jardín Botánico, un lugar precioso donde reinan la naturaleza y tranquilidad, donde descansar del ruido y el gentío de la ciudad. Ocupa una extensión considerable, y es el hogar de innumerables especies de plantas. Una visita muy recomendable.

Shrine of Remembrance. Melbourne
Shrine of Remembrance. Melbourne. Julio 2016

Vistas de Melbourne desde el Shrine of Remembrance
Vistas de Melbourne desde el Shrine of Remembrance. Julio 2016

Real Jardín Botánico. Melbourne
Real Jardín Botánico. Melbourne. Julio 2016 

Seguí caminando hasta la casa de José, frente al parque Albert y su lago. Llevaba entre nueve y 10 kilómetros ya. Allí conocí a Alan, de Estonia, y Antonieta, de Canadá aunque con padres italianos, por lo que podía hablar algo de español. Alan era algo más joven que yo, y era un huésped más de larga duración, que, a cambio, ayudaba a José con la casa y los otros invitados. Estaba buscando trabajo en Melbourne. Antonieta, en cambio, rondaba los sesenta años, y buscaba un apartamento de alquiler para estar cerca de su hija, que se había mudado a la ciudad recientemente. Ambos era muy simpáticos, y me hicieron sentir cómodo desde el principio. Alan me ofreció “oats” para comer, y que resultó ser un preparado espeso de avena con leche, algo de miel y canela.

Como quería aprovechar lo que quedaba de tarde, caminé hacia la playa de St. Kilda, a otros tres kilómetros de distancia. Es una zona bohemia, con un muelle (pier) muy popular donde, al atardecer, y si tienes suerte, puedes ver pequeños pingüinos azules. Los busqué por un rato, como otros tantos turistas, pero estaban escondidos. Sólo se oía el ruido que hacían, como el motor de una motocicleta. Finalmente, cuando ya me iba, una joven asiática me hizo un gesto para que fuese donde se encontraba, y pude ver a uno de ellos. También los pude ver días después en el puerto de Oamaru, en la isla sur de Nueva Zelanda.

St. Kilda pier. Melbourne
St. Kilda pier. Melbourne. Julio 2016

Embarcadero y Melbourne al fondo desde St. Kilda pier
Embarcadero y Melbourne al fondo desde St. Kilda pier. Julio 2016

Pingüino azul, en St. Kilda pier. Melbourne
Pingüino azul, en St. Kilda pier. Melbourne. Julio 2016 

Paseé por la calle más comercial y concurrida de St. Kilda, Acland. Comí algo más en otro de los restaurantes económicos que me habían recomendado, Lentil, “Pay as you Feel”. Es vegetariano, y no tienen precios establecidos, pagando simplemente lo que crees que vale el plato, según te haya gustado más o menos. Elegí un okonomiyaki japonés, el de pequeño tamaño, y pagué cinco dólares. Su dirección es 41 Blessington st. Hay otros dos más en la ciudad, en las zonas de Footscray (233 Barkly st.) y Abbotsford (1-3 St. Heliers st.). Muy recomendable.

Volví a casa callejeando por diferentes partes del barrio, y también por la calle Fitzroy, la otra más importante de St. Kilda. Ya estaba José, el dueño, un simpático y alegre filipino que trabajaba como enfermero, y que tenía un humor bastante sarcástico. Siempre con la sonrisa puesta.

Estuvimos charlando durante la tarde, mientras escuchábamos los mega ronquidos de Antonieta, que dormía la siesta. Ella se acostaría en el sofá del salón, José y Alan en la cama grande de la única habitación de la casa, y yo a un costado en un colchón inflable. José compartía todo lo que tenía, empezando por cada rincón de su casa, incluso si eso significaba dormir con otra persona en su cama, y terminando por su comida.

Me ayudó a encontrar una forma barata para visitar la tan famosa Great Ocean Road (Gran Carretera del Océano). En el centro de Melbourne hay varias agencias de viaje que ofertan esa excursión, todas por encima de los 90 dólares australianos. Existe una página web llamada Gumtree muy popular en Australia. Ahí se puede encontrar de todo, cosas para vender, comprar o alquilar, servicios, trabajos, y también quedadas en grupo. Algunos particulares ofrecen ir en sus coches privados por menos dinero que las agencias.

José escribió a uno de ellos, y como no contestó, al final opté por otra similar que se organizó a través de couchsurfing. El grupo lo formaríamos un alemán, una francesa y su madre, vietnamita, y yo. Alquilaríamos un coche e iríamos por nuestra cuenta.

Aproveché la mañana siguiente para ir hasta la playa Brighton, a unos diez kilómetros de distancia. Alan me dejó su bicicleta para hacerlo y fui por el carril bici que hay paralelo a la costa. Allí encontré las famosas 82 casetas de baño de colores. Se construyeron durante la época victoriana debido a las ideas de moralidad y baño que reinaban entonces. Es algo curioso y diferente de ver, pero desplazarse hasta allí sólo para verlas creo que no merece la pena, a no ser que quieras pasar el resto de la mañana en la playa. A veces me da la sensación de que los turistas somos como borregos.

Vistas de Melbourne desde el paseo marítimo
Vistas de Melbourne desde el paseo marítimo. Julio 2016

Casetas de baño de la playa Brighton. Melbourne
Casetas de baño de la playa Brighton. Melbourne. Julio 2016 

Al regresar, comimos todos juntos. El ambiente era realmente bueno con José, Alan y Antonieta. Siempre con buen humor y riendo, aunque reconozco que a veces mi inglés no era suficiente para entender sus bromas. Por la tarde volví a pasear por el centro, en sus callejuelas más estrechas, donde te encuentras paredes pintadas al lado de concurridos restaurantes.

Con Antonieta, Alan y José. Melbourne. Julio 2016


Arte callejero. Melbourne
Pintadas en las calles de Melbourne. Julio 2016

Melbourne
Calle del centro de Melbourne. Julio 2016 

La Great Ocean Road (Gran Carretera del Océano)


Al día siguiente había quedado para ir a ver la Great Ocean Road, la Gran Carretera del Océano. Me llevé las mochilas conmigo, pues mi intención era coger un autobús nocturno de la compañía Firesflys hacia Sydney al regresar. Partía a las siete de la tarde desde la estación Southern Cross, y el coste del billete era 65 $, muy económico.

Nico, el alemán, con mi misma edad, llegó puntual. No así Thanh y su madre, que lo hicieron media hora más tarde. Optaron por la compañía Avis, cuya oficina estaba cerca del hostal donde me alojé dos días atrás. Nico olvidó su carnet internacional en casa, por lo que esperamos otros 15 minutos, aunque finalmente no le valió por no tener el original. Así que, importante, si quieres alquilar un coche en Australia, debes llevar los dos carnets, el original español y el internacional.

Eso significó que yo sería el conductor principal, y Thanh la segunda. Como fue Nico quien puso la tarjeta de crédito, a regañadientes eso sí, y porque no quedó otra, tuvimos que firmar un documento donde me permitía conducir el vehículo. Me resultó extraña y molesta tanta organización. Fui el último en unirme al grupo y pensé que al organizarlo ellos, especialmente Thanh, tendrían todo cerrado y preparado.

Era un día soleado. De hecho, el único que habría en la semana. Conduje por la autopista en dirección a Geelong y hasta alcanzar el desvío hacia Torquay o Anglesea, ya de doble sentido. Allí comienza la espectacular Great Ocean Road, y que tras 245 kilómetros, acaba en Allandsford, o Warrnambool, prácticamente al lado. Serpentea paralela al bravo océano Antártico, y en el trayecto encontramos pueblos pesqueros, playas perfectas para practicar surf, miradores o parques nacionales.

Great Ocean Road
Great Ocean Road. Julio 2016

Great Ocean Road
Great Ocean Road. Julio 2016 

Thanh, que no había conducido en cinco años, desde que obtuvo el carnet, y nunca en el lado izquierdo, quiso probar. A los pocos minutos tuve que pedirle que me lo volviese a dejar, porque iba dando volantazos que nos pusieron muy nerviosos, y el coche era de alquiler.

El día fue bien, y tuvimos tiempo suficiente para llegar a los famosas formaciones rocosas conocidas como los Doce Apóstoles (Twelve Apostles), unos pináculos de piedra caliza. Actualmente ya sólo se encuentran en pie ocho de ellos. Unidos en un tiempo pasado al acantilado, y separados por la acción erosiva del mar y el viento durante miles de años, forman parte del Parque Nacional Port Campbell. Un kilómetro antes, se puede descender 70 metros, desde el acantilado hasta la playa de arena por las escaleras Gibson.

A pocos kilómetros también se encuentran el the razorback y la Loch Ard gorge (garganta). Y a otros 14 kilómetros de allí, el arch (arco) London, que ya no pudimos ver porque la noche se nos echó encima. Nos acordamos entonces de la hora y media que perdimos al inicio de la mañana. Toda esta zona también es conocida por la cantidad de naufragios que han tenido lugar frente a su costa.

Twelve Apostles. Great Ocean Road
Twelve Apostles. Great Ocean Road. Julio 2016

Twelve Apostles. Great Ocean Road
Twelve Apostles. Great Ocean Road. Julio 2016

Twelve Apostles. Great Ocean Road
Twelve Apostles. Great Ocean Road. Julio 2016

Twelve Apostles. Great Ocean Road
Twelve Apostles. Great Ocean Road. Julio 2016

Loch Ard Gorge. Great Ocean Road
Loch Ard Gorge. Great Ocean Road. Julio 2016

Loch Ard Gorge. Great Ocean Road
Loch Ard Gorge. Great Ocean Road. Julio 2016

Loch Ard Gorge. Great Ocean Road
Loch Ard Gorge. Great Ocean Road. Julio 2016

The razorback. Great Ocean Road
The razorback. Great Ocean Road. Julio 2016

Con Nico, Thanh y su madre. Great Ocean Road. Julio 2016

Todo aquello estaba lleno de turistas, y el sol, cerca de su puesta, evitaba que pudiésemos tomar buenas fotografías al oeste. Mi recomendación, especialmente por la masificación, es ir directamente desde Melbourne hasta los doce apóstoles, y después regresar por la Great Ocean Road.

A la vuelta condujo Nico, aunque legalmente no podía, pero yo no podía hacerlo de nuevo otras cuatro o cinco horas más. De hecho, y a pesar de que él vivía al lado de la oficina de Avis, esa era la razón por la que no podía devolver el coche, tenía que hacerlo yo, que era el conductor oficial. Así que quedamos los dos temprano a la mañana siguiente para hacerlo. Y durante la noche, lo dejamos aparcado en una calle cercana.

Entre medias, y dado el retraso que acumulamos, le envié un mensaje a José a medio camino para decirle que ya no tenía tiempo de coger el autobús hacia Sydney y preguntarle si podría quedarme una noche más en su casa. Me dijo que sí, pero que dormiría en la cama con Alan porque una nueva huésped llegó ese día. Él tenía guardia en el hospital durante la noche.

Al día siguiente, después de despedirme de Nico, visité el mercado Queen Victoria, al que comenzaba a llegar mucha gente. Desde allí, también volví a Docklands, y después a la estación Southern Cross, para comprar el billete de autobús. No quedaban ya para esa noche, y sólo unos pocos para el lunes siguiente.

Entonces caminé hasta la biblioteca State Library of Victoria para usar la conexión wifi. Encontré vuelos asequibles hacia Nueva Zelanda, desde Melbourne hacia Christchurch, en la isla sur, y luego, desde Auckland, en la isla norte, lo haría de vuelta hacia Sydney. De esa manera me ahorraría el autobús y por fin vería cumplido mi sueño de viajar a Nueva Zelanda. Importante saber que para entrar en Nueva Zelanda es obligatorio tener también el billete de salida

Regresé a casa para realizar desde allí la reserva y descansar el resto del día. Mi vuelo no despegaba hasta las 00:15. Al irme, le dejé mi tarjeta de transporte a Antonieta pensando que ya no la usaría más, y que podría subirme al tranvía gratuitamente. Y así fue, pero dio la casualidad que tres paradas más tarde se subieron dos personas comprobando los billetes. Iba con el mapa de la ciudad y me hice el tonto para librarme de la multa, diciendo que llegué ese mismo día y que me habían dicho que el tranvía era gratis. Me pidieron el pasaporte para comprobarlo, y me estuvieron diciendo, aunque ya lo sabía, que eso sólo ocurría en el centro, y que comprase la tarjeta.

Para ir al principal aeropuerto de Melbourne (Tullamarine International Airport), se debe coger un autobús directo desde la estación Southern Cross con la compañía Skybus. Está bien indicado, no hay pérdida. El precio del billete fue de 19 dólares y trayecto duró 20 minutos. 

En resumen, Melbourne es una ciudad vibrante y apasionante, con mucho que ver y hacer, no sólo en la ciudad, sino en sus alrededores. Conducir a través de la Great Ocean Road admirando el paisaje es una de ellas. Sin duda, una visita imprescindible y muy recomendable en un viaje por Australia.


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