Christchurch y Akaroa, por fin en Nueva Zelanda

Christchurch es la ciudad más grande e importante de la isla sur de Nueva Zelanda y capital de la región de Canterbury. Su principal atractivo es la cercana Península de Banks y la pequeña y encantadora Akaroa.

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa

Después de haberlo planeado varias veces durante esta aventura, y haber dejado pasar la oportunidad otras tantas, por fin llegué a Nueva Zelanda. Un sueño que comenzaba, y que viviría durante los siguientes 34 días. Me encontraba en las antípodas españolas. Ya no puedo ir más lejos, todo un alivio para mis padres. Esperad a que empiecen a comercializar los viajes a La Luna o Marte...  :-D  

Canterbury es una región llena de llanuras y montañas, que se extiende desde el Océano Pacífico hasta los denominados Alpes del Sur, visibles a lo lejos desde Christchurch. Éstos son la cordillera que se levanta a lo largo del lado occidental de la isla sur de Nueva Zelanda, y que forma parte de diferentes Parques Nacionales. Su punto más alto, y el de todo el país, es el monte Cook (Aoraki en maorí), con 3.754 metros de altura, que vería muy de cerca días después, al llegar al lago Pukaki. Muchos otros picos de la misma también sobrepasan la barrera de los 3.000 metros. Esta cordillera provoca que en la costa oeste las precipitaciones sean muy abundantes, dando lugar a una selva tropical propia de latitudes mucho más al norte de Nueva Zelanda

Aún esperaba mi vuelo hacia Christchurch en el aeropuerto de Melbourne cuando me llegó un mensaje de couchsurfing. Un profesor llamado Maslin se ofrecía para alojarme durante dos noches en una casa que compartía con algunos jóvenes. Acepté, avisándole de que llegaría temprano.


Christchurch


Llegué al Aeropuerto Internacional de Christchurch a las 5:30 de la mañana, con una temperatura fuera de -2 grados centígrados. No esperaba encontrarme tanto frío. Un dato a resaltar es que este aeropuerto se utiliza como base para las expediciones hacia la Antártida de Nueva Zelanda y otros países como Estados Unidos.

Los primeros autobuses hacia el centro de la ciudad no partían hasta cerca de las 7:00 de la mañana, aunque dejé pasar alguno por no llegar tan temprano y con tanto frío. Éstos son los de la línea morada y número 29, con una frecuencia de 30 minutos. El coste son 8 dólares neozelandeses, pero si caminas sólo 500 metros, hasta la parada frente al supermercado Countdown, sólo serán 4 dólares, algo que aprendí al día siguiente.

Mientras tanto, cogí guías de viaje de las diferentes regiones de la isla sur de Nueva Zelanda. Y también pregunté por la tarjeta SIM de la compañía Spark que finalmente no compré. En estos consejos para viajar a Nueva Zelanda explico la razón. Intenté cambiar dinero y conseguir algunos dólares neozelandeses para pagar el autobús, pero el cambio era realmente malo en el aeropuerto. Fue más barato sacar algo del cajero automático, y cambiarlos luego en una oficina bancaria del centro de Christchurch.

Quizás fuese por el frío, quizás por la noche sin dormir. Quizás porque era una de las ciudades de Nueva Zelanda en las que tenía depositadas ilusiones de encontrar un lugar donde vivir en un futuro. Lo cierto es que la primera impresión que tuve al pisar el centro de Christchurch no fue muy buena.

Caminé directamente hacia la casa de Maslin, a unos 5 kilómetros de distancia. Suerte que tres meses antes había cambiado de teléfono móvil y el gps funcionaba perfectamente. El chico que me abrió la puerta no lo conocía. Preguntó en una sala llena de gente joven, y uno de ellos dijo que era Richard, que utilizaba ese nombre en couchsurfing. En ese momento, Maslin, o Richard, abrió la puerta de su cuarto y se presentó. Me dijo que esperara unos minutos. El chaval que me abrió me llevó hasta la cocina a través del salón, donde al menos otros 10 veían la final de la pasada Eurocopa entre Francia y Portugal. Y llegaban más que empezaban a levantarse. Pregunté cuántos vivían allí, y me contestaron que oficialmente eran 10, pero que como Richard utilizaba couchsurfing, siempre eran más. Lo tuve muy claro, no quería quedarme allí, y después de esperar a Maslin unos 20 minutos sin que volviese, dije que volvería luego para no dar explicaciones, y me fui. Como hora y media más tarde, Maslin me escribió para disculparse y decirme que ya podía volver, y le contesté que no me sentiría cómodo en ese ambiente y buscaría un hostal.

Regresé a la terminal de autobuses de Christchurch, donde había una cafetería en la que desayune algo, descansar, y entrar en calor. Con Google Maps localicé una biblioteca, y pensé que podría utilizar su conexión wifi gratuita para reservar un hostal, y así fue. No obstante, seguía siendo temprano, por lo que decidí visitar el centro de la ciudad.


Booking.com


Christchurch no posee muchos edificios altos, exceptuando algunos situados en las calles centrales. La mayor parte son casas o edificios de dos plantas. Supuse que los terremotos que ha sufrido a lo largo de la historia, algunos muy recientes e importantes, eran la razón de aquello.

Mis primeras sensaciones sobre la misma se hicieron realidad, no parecía ser una ciudad muy interesante. Lo confirmé cuando pregunté a alguien por la calle y me contestó que lo mejor era un pequeño centro comercial donde cada tienda era un antiguo contenedor de obra reconvertido. Allí al lado estaba también el Puente de la Memoria. Lo que sí era curioso es que varias fachadas de edificios estaban pintadas con imágenes.

Centro comercial en antiguos contenedores de obra. Christchurch, en Nueva Zelanda
Centro comercial en antiguos contenedores de obra. Christchurch. Julio 2016

Puente de la Memoria. Christchurch, en Nueva Zelanda
Puente de la Memoria. Christchurch. Julio 2016

Fachada pintada. Christchurch, en Nueva Zelanda
Fachada pintada. Christchurch. Julio 2016

Después de ojear esas coloridas tiendas-contenedores, visité la antigua catedral de Christchurch. Construida a mitad del siglo XIX, se vio muy afectada tras los terremotos del año 2011, y tanto la torre como el rosetón cayeron. Finalmente se decidió demolerla en parte. La Plaza de la Catedral es el centro turístico de la ciudad, y en sus alrededores se pueden encontrar distintas cafeterías, restaurantes y hoteles. Por allí también circula el tranvía turístico de Christchurch, un pequeño museo en sí mismo, y recuerdo de una época en la que conectaron algunas ciudades. 

Antigua catedral. Christchurch, en Nueva Zelanda
Antigua catedral. Christchurch. Julio 2016

Una de las atracciones más recomendadas en la ciudad y que yo no realicé es el tren panorámico TranzAlpine (TranzAlpine Scenic Train), entre Christchurch y Greymouth, a la que llegué dos semanas después. Es decir, cruza de una costa a otra de la isla sur de Nueva Zelanda, a través del paso de montaña Arthur (Arthur Pass) y su Parque Nacional. El tren posee grandes ventanas panorámicas, desde las que ver las llanuras, granjas, gargantas, ríos, impresionantes montañas y la selva tropical de la costa oeste. Su precio es de 179 dólares, y podéis encontrar más información en la páginaweb oficial de turismo de Nueva Zelanda

El hostal que elegí no estaba lejos de la biblioteca, y llegué en seguida. Se llama Rucksacker Backpacker Hostel – BBH, y se encuentra en la avenida Bealey. Una cama en un dormitorio de seis, con el baño compartido fuera y sin desayuno, me costó 23 dólares. El ambiente era bueno, no había mucho ruido, y la cocina tenía varios fuegos y todo lo necesario para cocinar sin problemas. Allí era fácil coincidir y hablar con otros viajeros. Aunque muchos de ellos vivían de manera más estable, trabajando de día mediante su Working Holiday Visa. 

La chica que me atendió en la recepción me explicó dónde comprar comida, qué ver en la ciudad (no mucho) y, especialmente, me recomendó ir a la oficina de información turística o i-SITE. Me dijo que allí podrían ayudarme a alquilar un coche o caravana, lo que a la postre resultó crucial en mi viaje por Nueva Zelanda.

Después de comer, paseé a través del parque Hagley en dirección al i-SITE. Allí me atendió Graham, una persona muy atenta y dispuesta a ayudar. Llamando a varias compañías, finalmente pudo conseguirme una relocalización con una campervan, que no sabía lo que era hasta que me enseñó varias fotografías. El precio fue de 24 dólares neozelandeses al día, incluyendo un seguro con cobertura total. Debía dejarla en Auckland, en la isla norte, 29 días después. La compañía, Spaceships, también se haría cargo del coste del ferry entre las islas para el vehículo, no para mí.

La otra opción era alquilar de manera estándar un coche pequeño por 26 dólares al día. El seguro completo eran otros 16 dólares al día. Es decir, salía bastante más caro, sin tener en cuenta que con la campervan ahorraría también el coste del alojamiento, lo que compensaba el consumo extra de gasolina de ésta con respecto al coche.

La única pega fue que no podría recogerla hasta el jueves, siendo ese día lunes, por lo que tenía que pensar lo que hacer en ese tiempo. Dejé la decisión para luego, y entré en el Jardín Botánico, justo frente a la oficina del i-SITE, por el que transcurre el río Avon. Cuando llegué al hostal, cociné algo más de comida, preparando varios tapers para los días siguientes.

Fuente del Jardín Botánico. Christchurch, en Nueva Zelanda
Fuente del Jardín Botánico. Christchurch. Julio 2016

Finalmente decidí alquilar un coche pequeño durante dos días, porque Christchurch no tenía mucho más que ver. Al día siguiente, elegí uno de la compañía Jucy, con un coste de 25 dólares por día, más otros 19 dólares por día del seguro. También tuve que abonar otros 10 dólares por una tasa de localización, al encontrarse la oficina justo antes de entrar al aeropuerto. No entendí esto muy bien. El billete del autobús desde el centro hasta el aeropuerto, sin llegar a entrar al mismo, me costó 4 dólares.

Firmé los documentos, revisé el vehículo y partí de Christchurch en dirección a Hanmer Spring y al paso de montaña Lewis (Lewis Pass). Recordar que en Nueva Zelanda se conduce por la izquierda.


2ª parte – desde Kaikoura y Arthur's Pass

La lluvia y el fuerte viento no me habían permitido llegar hasta Arthur’s Pass, por lo que decidí regresar a Christchurch. Me dirigí directamente al mismo hostal donde me alojé dos días antes, y reservé de nuevo para la siguiente noche.

No me quedaba mucho tiempo hasta el anochecer, así que me dirigí hacia el teleférico del monte Cavendish y Littelton. Por lo que vi en alguna fotografía tomada desde allí, la panorámica es impresionante. Sin embargo, la lluvia no cesó y decidir no subir. Lo que sí hice es pasear un rato por Lyttelton, una pequeña localidad portuaria de Nueva Zelanda, cerca de Christchurch. Pertenece ya a la Península de Banks, que visitaría más en detalle al día siguiente en mi viaje a Akaroa.

Puerto de Littelton, en Nueva Zelanda
Puerto de Littelton. Julio 2016

Al día siguiente, fui temprano hacia el aeropuerto para dejar el coche de la compañía Jucy, y coger la campervan de la empresa Spaceships.

Es vehículo preparado para viajeros aventureros, por lo que incluye cierto equipamiento que lo facilita. Concretamente, la mía tenía una cama doble en tres partes que podía recoger fácilmente, y las sábanas, almohadas y mantas correspondientes. Debajo de ésta había dos compartimentos, uno atrás a modo de maletero, y otro delante. Éste guardaba una pequeña nevera, una cocina portátil de gas de dos fuegos, una bombona, platos y cubiertos para cuatro personas, una sartén y un par de cacerolas. Adicionalmente, me dieron una pequeña mesa extensible y dos sillas. También tenía cortinas oscuras en todas las ventanas. El nombre del vehículo, por si tenía que escribirles ante cualquier percance, era Rafiki, como se ve en la fotografía. Curiosamente, y me reí al descubrirlo, había sido fabricada en ¡Fukuoka!. Parecía cosa del destino.

Me ofrecieron también coger todo lo que quisiese de una caja con comida que otros clientes habían dejado al entregar los vehículos. Lo revisé, y me acabé llevando varias cosas, como un bote de sal, pasta, y cosas así en buen estado.

Rafiki, mi campervan. Julio 2016

La cama de Rafiki. Julio 2016

Akaroa


Desde el aeropuerto de Christchurch conduje directamente en dirección a Akaroa a través de la carretera número 75. Un trayecto de unos 82 kilómetros y cerca de 90 minutos. La carretera posee muchas curvas, especialmente llegando a la zona donde se atraviesan varias colinas de la Península de Banks. El lago Forsyth es lo primero que ves.

La Península de Banks es la formación volcánica más importante de la isla sur de Nueva Zelanda, formada varios millones de años atrás. El paisaje era simplemente precioso, en seguida comprendí su popularidad. Por su parte, Akaroa fue el único asentamiento francés en Nueva Zelanda, y sus edificios históricos de la época colonial aún dotan a esta pequeña población de una encantadora belleza. Desde su famoso puerto parten cruceros para avistar delfines, pingüinos y focas. También es conocida por su gastronomía y vinos. El toque francés también lo ponen las cafeterías y galerías de arte.

Lago Forsyth, en la Península de Banks, Nueva Zelanda
Lago Forsyth. Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Aparqué a Rafiki, devoré uno de los tapers de comida que había preparado la noche anterior, y estuve paseando por la villa tranquilamente.

Para volver utilicé la carretera turística, que bordea las colinas de la parte este y norte de la Península de Banks. Comienza con la carretera Long Bay, y luego se enlaza con la carretera Summit. Recorrerla supone una hora más, pero es muy recomendable, porque las vistas a lo largo de la misma son espectaculares. A penas me crucé con dos coches en todo el recorrido, por lo que fui parando en mitad de la carretera cuantas veces quise. Reconozco que en algunos puntos me daba algo de vértigo y miedo, porque apenas había unos centímetros hasta una posible caída. 

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

Península de Banks y Akaroa, en Nueva Zelanda
Península de Banks y Akaroa. Julio 2016

No fue necesario volver a Christchurch, me desvié antes hasta alcanzar la carretera número 1, la principal de la isla sur de Nueva Zelanda, y que va desde un extremo a otro. Y, sin embargo, no es una autopista, sino una carretera de doble sentido, donde el tráfico ralentiza mucho el viaje. Me dirigía hacia mi siguiente destino, el bellísimo lago Tekapo, a unos 275 kilómetros de distancia y tres horas y media de conducción, y al que llegué ya de noche. 

En resumen, Christchurch, a pesar de ser la ciudad más grande e importante de la isla sur de Nueva Zelanda, no posee grandes atractivos turísticos. Sin embargo, puede servir como base para visitar la Península de Banks y Akaroa, el paso de montaña Arthur Pass, Hanmer Spring y otras zonas más alejadas de la región de Canterbury


Comparte esta aventura:

Publicar un comentario

 
Copyright © La Aventura del Dragón.