Kampot y Kep, la frontera suroeste con Vietnam

Kampot es una pequeña y tranquila ciudad cerca de la frontera con Vietnam, que sirve como base para visitar el espectacular Parque Nacional Bokor, Kep, un pueblo costero aún mucho más pequeño, y la isla Tunsay.

Parque Nacional de Bokor. Kampot. Mayo 2015

El viaje en minivan desde Sihanuok Ville hasta Kampot resultó cómodo, y el trayecto duró aproximadamente unas dos horas y medias. Al llegar y cruzar el puente, saqué el mapa y me orienté, para saber dónde estaban los hostales que quería mirar. Al bajar, un hombre me dijo que me llevaba a su hostal, y que si no me gustaba, me fuera sin problemas. Como estaba cansado y tocado del estómago, acepté, pensando que si me gustaba y el precio se ajustaba a lo que había leído, podría quedarme directamente sin dar más vueltas. Pero no fue así, y su precio se salía de mi rango, así que me dispuse a irme.

En ese momento volvió a aparecer el hombre diciéndome que le pagase el trayecto. Sorprendido, le dije que me había dicho que era su hotel, no que era un conductor de tuk-tuk, y ahí empezó la discusión. Me decía que el trayecto, unos quinientos metros, costaba cuatro dólares, pero que a mí me lo dejaba en dos. Y yo le dije que no le iba a pagar nada. Ya cabreado, le dije que me diera mi mochila, y como no lo hacía, al final la cogí yo de su vehículo con ya cierta agresividad. Al final, para quitármelo del medio, le dí los 2.500 rieles que llevaba sueltos, algo más de medio dólar. Pero cuando me iba me dijo que era mala persona, me giré, le grité ¡vosotros, putos camboyanos! (en inglés) y me fui, porque estaba sintiendo unas ganas terribles de darle un guantazo, y no sabía si podría controlarme mucho más tiempo. Fue la gota que colmó el vaso, me tenían ya bien harto algunos camboyanos.


Kampot


Miré un par de alojamientos y me quedé en Captain Chim por seis dólares la noche en habitación doble con ventilador y baño incluido. También te hacían gratis la colada, aunque posteriormente comprobé que la lavadora o el detergente que empleaban no debían ser muy buenos, pues no quitó ninguna de las peores manchas. Después de comer algo, volví a descansar un rato, y ya más tarde, salí a dar una vuelta.

En Kampot vuelve a tener presencia la arquitectura colonial francesa en los edificios que rodean al mercado antiguo, y los que dan al río Kampong. Me crucé con un local de masajes, entré para preguntar, y me acabé dando uno tradicional khemer por siete dólares, que resultó ser bastante similar al tailandés, aunque incluyendo además un masaje en la cara.

Pregunté en una agencia sobre el tour al Parque Nacional Bokor, sin contratarlo finalmente porque no sabía cómo me encontraría al día siguiente. Esa noche no me apeteció cenar nada, así que me senté en un restaurante para tomar únicamente un té con limón. Allí conocí a Nara, la dueña del mismo, y a su sobrino de cuatro meses, que esa noche no paraba de llorar, y eso, a ella y a mí nos hizo gracia. Me dijo que no era lo habitual, que nunca lloraba.

Kampot. Mayo 2015

Río Kampong a su paso por Kampot. Mayo 2015

Kampot. Mayo 2015

Al día siguiente decidí quedarme descansando y sin hacer nada. Me acerqué al mercado local donde compré limones, para añadir su jugo a una botella de agua, que es bueno para el estómago, y una cabeza de ajos. Durante el viaje, varias personas me habían comentado que tomaban un ajo crudo en ayunas cada mañana para prevenir problemas estomacales, así que decidí probar ese método natural. Eso sí, no resultó nada fácil hacerlo.


Parque Nacional de Bokor


A la mañana siguiente alquilé una motocicleta por cinco dólares el día y fui a ver el Parque Nacional Bokor por mi cuenta. La entrada fueron 2.000 rieles. Había mucha gente por allí, la mayoría locales, normal siendo domingo. Además debía ser un día festivo en cuanto a religión se refiere, porque justo delante de mi hostal montaron una carpa donde había muchos monjes y gente sentada escuchando al que debía ser el jefe.

En Bokor estuve viendo los casinos nuevo y viejo, y desde éste último, las vistas al parque y al mar eran espectaculares. Luego me desvié a ver una cascada que estaba seca, pero el paisaje era bonito. Su entrada eran otros 2.000 rieles, aunque incluía una botella de agua. Bajé los dos escalones de la misma por un lateral, cosa que prácticamente no hacía nadie. Al primero sí, pero no al segundo, en el que sólo nos cruzamos cuatro personas. Regresé a Kampot justo cuando el tiempo empeoró y empezaba a llover en alguna de las zonas. 

Parque Nacional de Bokor. Kampot. Mayo 2015

Parque Nacional de Bokor. Kampot. Mayo 2015

Cascada en el Parque Nacional de Bokor. Kampot. Mayo 2015

Cascada en el Parque Nacional de Bokor. Kampot. Mayo 2015

Vista de Kampot desde el Parque Nacional de Bokor. Kampot. Mayo 2015

Paré a comer en el restaurante de Nara, a la que le pregunté la dirección para ir a ver un par de cuevas relativamente cerca de la ciudad, pero no conocía el camino porque nunca había ido. Le pregunté si quería venir y me dijo que sí, pero que esa tarde trabajaba y que al día siguiente cerraba el restaurante para descansar. Le contesté que entonces la esperaría y quedamos para el día siguiente.


Kep


A cambio, durante la tarde me fui a visitar Kep, un pequeño pueblo pesquero, desde donde se cogen los barcos hacia la isla Koh Tunsay, más conocida como isla del conejo. Allí me informé sobre alojamientos, los horarios de dichos barcos y los autobuses hacia Ho Chi Minh City. Después de Kampot, mi idea era visitar Kep y la isla, y desde allí, cruzar la frontera e ir a la capital de Vietnam.

Kep es muy pequeño, y no da para mucho. Lo más popular es la playa y el gran cangrejo sobre el agua. 

Motocicletas cargadas como mulas. Kep. Mayo 2015

Playa de Kep. Mayo 2015

Cangrejo de Kep. Mayo 2015

Al volver al hostal hablé con mi familia por skype, y pude ver a mis sobrinas. La mayor, Valeria, no paraba de preguntarme cuándo volvía y que si estaba en China. Qué alegría me dio verlas, las echo mucho de menos. Luego cené una hamburguesa de ternera, e igual que me pasó la última noche en Sihanouk Ville, enseguida noté que no me había sentado bien. Volvía a ir hacia atrás en ese sentido después de haber estado todo el día bien. No sabía que me pasaba, pero desde Koh Rong enlazaba día bueno con día malo. Afortunadamente no iba nunca a peor. 

Al día siguiente fui con Nara en motocicleta a las cuevas que comentamos el día anterior, y se bajó varias veces para ir preguntando el camino. La primera de ellas, Phnom Kbal Romeas, que supuestamente no era la importante, resultó ser bastante espectacular. La entrada, para mí, costó un dólar, para ella, gratis. El guía nos dirigió dentro de la misma, y nos preguntó varias veces si queríamos continuar por tramos más complicados. La respuesta, como siempre en estos casos, fue afirmativa, aunque me sentía algo débil. Nos iba señalando las rocas o paredes que imitaban formas de animales, y en alguna ocasión no pude aguantarme la risa, y medio de broma, le comenté que tenía mucha imaginación. No quise faltarle al respecto ni mucho menos, pero a veces era de traca.

Phnom Kbal Romeas. Kampot. Mayo 2015.

Al salir, el guía habló con Nara, y ella me comentó después que había que pagarle por su trabajo, algo de lo que no nos avisó al comienzo. Y aunque no me gustó el detalle del chaval, pregunté a Nara cuánto debía darle y ella me dijo que dos dólares y medio. Pero cuándo se los fui a dar, él, a espaldas de Nara, me pidió más, cinco dólares, y evidentemente le dije que no, de manera ya no tan amigable. Otra vez lo mismo de siempre con los camboyanos, así que, de camino a la segunda cueva, le conté a Nara las malas experiencias que había tenido con la gente de su país. 

La otra cueva, Phnom Chhnork, cuenta con un pequeño templo en su interior, y se puede ir algo más hacia dentro, pero nada parecido a la anterior. De hecho, creo que no merece mucho la pena ir. No recuerdo el precio de la entrada, pero no fue demasiado, similar a la primera.

Desde allí fuimos al lago secreto, donde tomamos un refresco y nos quedamos en una caseta que miraba al río por un tiempo, incluso llegándonos a quedar dormidos. Se estaba realmente tranquilo allí. No comimos nada, lo que para mí fue mejor. Al coger la moto, el dueño del local nos dijo que tenía algo mal en la rueda delantera que no entendí, pero que si seguíamos podía dejarnos tirados. Cogió la rueda y se la llevó no sé dónde, y yo con el mosqueo detrás de la oreja, porque a esas alturas, mi confianza en los camboyanos era prácticamente inexistente, y más cuando la motocicleta había funcionado perfectamente durante dos días. Finalmente volvió, la colocó y me cobró menos de un dólar por el arreglo. Me fui sin saber qué era lo que tenía mal.

Al llegar a Kampot, fuimos a un restaurante al lado del río a tomar algo, viendo cómo las barcas iban al mar al atardecer para comenzar la pesca nocturna, y cómo el sol desaparecía tras las montañas de Bokor.

Lago secreto. Kampot. Mayo 2015

El estómago iba y venía por días, aunque detecté que podría ser por el yogur líquido que compraba algún día en el supermercado. Era el mismo que tomaba cada noche en Tailandia, pero que en Camboya debían elaborar de otra manera, porque siempre me sentaba mal. Comencé a tomar antibiótico por si tenía alguna bacteria en el estómago. Y tomaba el diente de ajo en ayunas cada mañana.

No me había sentido tan enfermo en todo el tiempo que llevaba viajando, ni tan cabreado con los camboyanos antes de llegar a Kampot. Estaba desesperado con el hecho de no poder entrar antes a Vietnam. Pero todo era parte del plan del destino para guiar mis pasos hacia el restaurante de Nara para conocerla, descansar más tiempo en una ciudad tan tranquila, y conocer a otros camboyanos majísimos.

Y así fueron transcurriendo mis días en Kampot, muy tranquilos, apenas sin hacer nada, descansando mucho y yendo al restaurante de Nara a comer. Es un sitio limpio, agradable y con comida local y occidental, por lo que recomiendo ir. Está en frente del mercado antiguo.

Allí conocí a otro español de Barcelona de 57 años, Luis, o Lucho, que llevaba viviendo en Kampot ocho meses, y que estaba empezando a aprender inglés. En Kampot, como en otras ciudades de Camboya, Laos o Tailandia, vivían hombres retirados de países europeos o norteamericanos que aprovechan lo barato del lugar para tener una muy buena jubilación. Aunque realmente no sé si éste era el caso de Luis. El caso es que era majísimo, un tío inteligente, divertido, y con el que se podía hablar de todo. Respecto a los independentistas catalanes, a los que puso de vuelta y media, me dijo que, en realidad, eran cuatro gatos que se gastaban mucho dinero público en publicidad, y que durante muchos años habían realizado una auténtica dictadura en la comunidad, para que los que se sentían españoles no salieran a la calle a gritarlo. Allí coincidimos otras tantas veces.

Nara y Lucho. Kampot. Mayo 2015

Luna llena. Kampot. Mayo 2015

Después de la cuarta noche en la habitación del hostal, y viendo que me iba a quedar más tiempo y apenas había gente en el mismo, me cambié al dormitorio común, con cuatro camas, por tres dólares la noche. Fueron otras cuatro noches allí, y dos de ellas estuve solo. El hostal estaba bien, más barato que en la rivera del río. Los colchones parecían nuevos. El pero, la fontanería, que era una pena, especialmente en la habitación privada. Y el recepcionista se pasaba la mañana entera viendo la televisión, y había que llamarle la atención para que te atendiera. Si alquilabas bicicleta o motocicleta fuera, porque ellos no tenían ese servicio, te las guardaban dentro durante la noche.

Acompañé a Nara al mercado local a hacer la compra del restaurante un par de días, y comprobé que el precio que pagaba ella era muy distinto al que podía pagar yo. Todas las mujeres de los puestos me miraban descaradamente, y le preguntaban si era su marido, y ella no paraba de reír, porque eso ocurría en cada puesto.

Al escribir a mi familia esa tarde, me enteré de que mi abuela finalmente falleció durante la noche. Me derrumbé, sabía que el momento estaba al caer, ya estaba asumido, pero al enterarme y ver su foto en los perfiles de whatsapp de mis hermanos, empecé a llorar en la terraza del hostal. Me dolía no haberme podido despedir de ella, no estar en su último adiós, al lado de mi familia. Así que desde aquí le hago mi último homenaje. Te quiero Lala, nunca te olvidaré, descansa en paz.

Mi queridísima y añorada Lala.

Uno de los días alquilé una bicicleta de paseo por la mañana y me fui a ver la parte del otro lado del día. Paré en un colegio para ver como eran las clases. Todos los niños llevaban el traje correspondiente, y siempre me sonreían al pasar. Luego fui a ver las salinas, algo alejadas de la ciudad, pero espectaculares, y más teniendo las montañas de Bokor al fondo. Me las había recomendado Luis.

Colegio. Kampot. Mayo 2015

Salinas. Kampot. Mayo 2015

Salinas. Kampot. Mayo 2015

Otro de los días fui a cortarme el pelo a la peluquería de la amiga de Nara, aunque no me gustó mucho el resultado final. Y además, en lugar de cobrarme dos dólares como tenía anunciado, me cobró tres dólares, no sé si porque le pedí que me cortara algo más cuando ya había terminado. El caso es que no le dije nada por ser la amiga de Nara.

En el hostal, conocí a una vietnamita que no salía del mismo porque todo le daba miedo, literalmente, así que me la llevé a comer. Había venido desde Ho Chi Minh City en busca de su ex-pareja, un inglés que la había dejado por discusiones varias un par de semanas antes. Luego me terminó contando toda la historia y me preguntaba qué debía hacer. Espero que acertase con lo que le dije, y que todo le fuese bien.

Mi visa de Vietnam comenzaba el día diez de Mayo, y la de Camboya finalizaba el día once, que era el día que Nara volvía a librar. Decidí esperarla para poder pasar juntos ese último día en la isla Tunsay, y posteriormente, cruzar la frontera por Prek Chak durante la tarde. El plan era alquilar una moto para ello, en lugar de ir en autobús hasta Kep y luego contratar un transporte privado hasta la frontera. Además, así ella me podía acompañar hasta el final, unos cuarenta kilómetros directos desde Kampot, que luego tendría que conducir ella sola de vuelta. No obstante, los maridos de su hermana, la cocinera, y de su otra empleada, libraban el domingo día diez, y querían pasarlo en familia, por lo que preguntaron a Nara si podría cerrar ese día en lugar del siguiente, y aceptó, por lo que para mí también resultó mejor.


Isla Tunsay


Hicimos lo que estaba planeado, y pasamos la mañana en la isla Tunsay. La ida y vuelta por persona desde Kep a la isla fueron ocho dólares. Me dí varios baños y comimos por allí. Nos dijeron que la vuelta sería a las cuatro de la tarde, y que estaba previsto que el tiempo empeorara, por lo que era posible que el muelle donde esperaría el bote de regreso fuese distinto.

Después de comer se levantó viento, y el estado del mar empezaba a empeorar, por lo que fuimos antes de tiempo al lugar donde llegamos para preguntar cuál sería el lugar de salida. Y tuvimos suerte, porque el bote ya estaba listo para salir sobre las tres y cuarto de la tarde. Nuevamente, parece que el universo volvía a ayudarme, porque de haber perdido ese bote, es muy probable que hubiéramos tenido que hacer noche en la isla.

Isla Tunsay. Kep. Mayo 2015.

Isla Tunsay. Kep. Mayo 2015.

Fuimos hasta la frontera, y enseguida llegó un conductor de motocicleta hasta nosotros para preguntarme si me llevaba a Ha Tien, el primer pueblo vietnamita tras cruzar la frontera. Le dije que no, y como se quedó al lado de nosotros insistiendo, le grité que se fuera, y aún así, se quedó por allí cerca, viendo como Nara y yo nos despedíamos. En cuanto ella se fue, volvió a preguntarme, y casi me abalanzo a por él en ese momento. ¿Pero qué clase de personas sin educación ninguna hay en ese país?.

Me pusieron el sello de salida en la parte de Camboya, y fui hasta la de Vietnam. Allí, una persona me pidió que la acompañase para completar un formulario, que resultó ser médico, y le pregunté si era obligatorio, porque me acordé de la jugada que intentaron hacernos en la frontera entre Laos y Camboya. Como no sabía inglés e insistía, lo completé, e inmediatamente me pidió el dólar de rigor. En ese momento me dirigí directamente a uno de los policías y le pregunté si era obligatorio ese paso. Me pidió el pasaporte y comprobó mi visa, y me dijo que siguiese hasta el puesto de entrada. Al irme, miré desafiante al "medicucho" de tres al cuarto, que por supuesto se quedó sin ese dólar. ¡Qué gentuza!. Así que ya sabéis, pasar olímpicamente de ese formulario médico si cruzáis a Vietnam por la frontera de Ha Tien.

En resumen, Kampot es una tranquila ciudad que sirve como base para ir a Kep, un pueblo costero aún mucho más pequeño, y a la isla Tunsay, y al Parque Nacional Bokor. Si vas ajustado de tiempo en tu viaje por Camboya, mi recomendación es no ir hacia allí. Si prefieres la tranquilidad que es más difícil encontrar en Koh Rong y Sihanouk Ville, entonces sí es un sitio perfecto para pasar varios días.

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