Ho Chi Minh City y los túneles Cu Chi

Ho Chi Minh City es la ciudad más grande de Vietnam, y está llena de contrastes. Hasta el siglo XVII perteneció al reino de Camboya. Bajo el nombre de Saigón, fue la capital de la colonia francesa de Cochinchina, y después de la independencia pasó a ser la capital de Vietnam del Sur, desde 1956 hasta 1975. Cuando cayó tras el avance de las tropas de Vietnam del Norte y se produjo la reunificación, se le dio su actual nombre. Es historia viva del conflicto con Los Estados Unidos de América.

Vista nocturna de Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Al salir del puesto de frontera desde Camboya, cerca de Kampot y Kep, a Vietnam y comenzar a caminar, apareció el mismo conductor de motocicleta que nos había molestado a Nara y a mí al despedirnos, y volvió a preguntarme, por tercera vez, si me llevaba hasta Ha Tien. Le miré cabreado y le dije que no, que le reconocía, y ya le había dicho antes que no. Unos metros más adelante, me lo preguntó otro conductor, y después de regatear, me llevó hasta la estación de autobuses de la ciudad, a unos seis kilómetros de distancia, por un dólar.

Allí compré el billete del autobús nocturno hacia Ho Chi Minh City por 170.000 dongs vietnamitas. No obstante, como no llevaba dongs vietnamitas, la chica de la ventanilla me dijo que eran diez dólares al cambio, y le dije que eso no era cierto, que diez dólares eran alrededor de 210.000 dongs. El conductor de motocicleta que me había llevado aún seguía conmigo, y me ofreció cambiarme él los diez dólares por 200.000 dongs, y terminé aceptando. Sentí que había cambiado de país pero no de actitud de la gente local respecto a los extranjeros. 

Mi intención era comprar el billete en el último autobús del día, y evitar así llegar en mitad de la noche a Ho Chi Minh, pero ya estaban completos, y tuve que conformarme con el que salía a las nueve de la noche, con llegaba a las cinco de la mañana. Hasta la hora de salida, fui a dar una vuelta por el centro de Ha Tien y el mercado de pescado, aunque no estuve mucho tiempo por allí. 

El autobús estaba muy bien, y resultaba cómodo, excepto para personas altas como yo. La parte final de las piernas va dentro de una cajonera, debajo del asiendo del de delante, y mis piernas eran de mayor longitud, así que fui haciendo malabares y cambiando de posición constantemente durante el viaje. Sí que dormí algo, aunque muy poco. Hicimos dos paradas durante la noche, y en la segunda, a las tres y media de la mañana, nos tuvieron esperando fuera mientras lavaban el autobús. No entendí muy bien la jugada si nos faltaba parte del camino. No sólo fui el único occidental en el autobús, también en las dos áreas de descanso, con más gente y autobuses parando allí, así que todo el mundo me miraba. Finalmente resultó ser la hora ideal, porque con el atasco de entrada a la ciudad, llegamos a las seis de la mañana, hora perfecta para comenzar el día en cualquier país del sudeste asiático. Un perfecto sol anaranjado me dio la bienvenida. 


Ho Chi Minh City


Al bajar del autobús en la estación de Ho Chi Minh City, conductores de taxis y motocicletas se abalanzaron hacia mí preguntándome si me llevaban a algún sitio. La estación se encontraba a unos nueve kilómetros de donde quería ir, la calle Pham Ngu Lao, en el distrito uno, y que está llena de alojamientos baratos, y paralela a otra calle que era una especie de Khao San road en Bangkok. Es decir, debía tomar un transporte, pero prefería buscar el público, porque sabía que los otros me iban a desplumar.

Andé un poco, y le pregunté a una chica joven, esperando que su inglés fuera suficiente para entendernos. Me acompañó hasta el autobús que debía coger para llegar hasta el distrito uno, y cuyo coste era solo de 5.000 dongs. Le pregunté al conductor si paraba en esa calle, y no me contestó. Pregunté a unas pasajeras si ellas lo sabían, y al preguntarle al conductor en vietnamita, tampoco les contestó. Ni se dignó a mirarlas, el muy sinvergüenza. 

Una de ellas, que tampoco hablaba inglés, y con cuyo hijo había estado jugueteando durante el trayecto, me indicó por señas que me bajara con ella, y luego que esperase allí con ella. Al rato apareció en motocicleta el que entendí que era su marido, y que hablaba algo de inglés. Tampoco supo indicarme muy bien el camino a seguir, pero me indicó más o menos la dirección, y era obvio que en ese momento ya estaba mucho más cerca que desde la estación.

Empecé a caminar, comprobando que el tráfico eran tan loco como en Phnom Penh, y peligroso especialmente por las motocicletas, que sistemáticamente se saltaban los semáforos. Andé bastante, no sabría decir cuánto, y pregunté a varias personas, pero parecía que nadie hablaba inglés en Ho Chi Minh City. Al rato pregunté a un occidental que encontré, y fue su pareja vietnamita la que me dijo que estaba sólo a una calle. Así que allí mismo me paré a desayunar, pues era una cafetería, que además tenía wifi, por lo que puede comprobar en google maps la dirección, y saber dónde estaban exactamente los hostales que tenía apuntados. A partir de ahí, ya fui como un tiro. Después de preguntar en varios, opté por el Saigón Youth Hostel, en la calle Pham Ngu Lao. Una habitación de dos, con baño dentro, aire acondicionado y desayuno incluido por siete dólares. La de cuatro camas eran seis dólares, pero yo tenía descuento con la tarjeta de alberguista internacional, así que se me quedó en seis y poco, y al menos la primera noche dormiría solo. 

En el hostal me dieron un pequeño mapa de la zona, y salí a caminar. También para cambiar los rieles camboyanos que me quedaban a dongs vietnamitas, y sacar dinero del cajero. Me fue muy difícil encontrar un lugar donde me los cambiaran, nadie quería, especialmente los bancos, pero de casualidad encontré uno donde sí lo hicieron.

Visité el mercado Ben Thanhn, la calle Dong Khoi, la oficina central de correos, la iglesia católica (desconocía que en Vietnam la religión católica es importante), el palacio de la reunificación y el museo de la guerra, estos dos últimos sólo por fuera. Fui comprando y comiendo algo de fruta por el camino, y acabé comiendo en el McDonald's. Y finalmente volví al hostal para echarme la siesta y descansar después de la noche en el autobús.

Plaza del mercado Ben Thanhn. Ho Chi Minh City. Mayo 2015

Trabajadores comiendo en la calle. Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Iglesia católica. Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Por la tarde quedé con Jady, la chica que conocí en el barco desde Koh Rong Sanloem hacia Sihanouk Ville. En realidad su nombre vitnamita es otro, y significa Jade, por lo que sus amigos la llaman Jady. Me dio una vuelta en su motocicleta por la ciudad, saliendo incluso del distrito 1 para ver el río, los edificios y luces de la ciudad por la noche. Me llevó a un restaurante local donde cenamos una sopa de noodles con ternera, mezclando también raíces de soja y hojas de menta, que estuvo buena. Luego nos sentamos en la zona donde está la iglesia católica a beber un refresco, y que es la zona donde queda la gente joven. Había mujeres rezando a la estatua de la virgen que hay en frente de la iglesia. Tenían rosarios, pero en lugar del típico rezo español, lo hacían cantando. En dos momentos distintos vinieron a hablar conmigo estudiantes para practicar su inglés, haciéndome preguntas y luego sacándome una foto con ellos. Siempre me hace gracia este tipo de cosas. 

A la mañana siguiente fui andando a la zona de Cholon, que es como la chinatown de Ho Chi Minh City, y visité la pagoda Phuon An Hoi Quan, muy distinta al resto de las vistas hasta ahora, y otra más pequeña del mismo estilo. También el famoso mercado de Binh Tay, a unos ocho kilómetros de mi hostal. Estuvo chispeando durante la mañana, sin llegar a llover, pero agradecía ese tiempo en lugar del calor al que estaba acostumbrado. En el mercado me intentaron engañar con una coca-cola que costaba 15.000 dongs y de la que me devolvieron únicamente el cambio de 20.000. Me quedé esperando y al final le dije al dependiente que faltaba dinero, y le enseñé la calculadora donde me había tecleado lo que costaba. Se echó a reír, le señaló la máquina al otro como diciéndole que había dejado el precio puesto, y me dio los restantes 5.000 dongs que se había quedado en la mano. Al irme le dije que eso no estaba bien, aún a sabiendas de que no me entendía.

Para la vuelta intenté regatear el precio con conductores de motocicletas, pero sólo bajaban desde 50.000 dongs a 30.000, aún demasiado caro cuando los autobuses cuestan sólo 5.000. Así que comencé a caminar, hasta que, de repente, el autobús número 1, que es el que llega hasta la calle de mi hostal, se paró literalmente a mi lado. Subí y me bajé en la plaza del mercado Ben Thanh, donde me tomé un café tranquilamente para descansar. Después seguí caminando hasta el río, y comí arroz y pastel de pescado en un restaurante local. Debo decir que ya soy todo un experto en comer con palillos chinos  :-D    

Por la tarde fue en autobús hasta el distrito 7, que es donde trabaja Jady y donde habíamos quedado. Siguiendo sus instrucciones, cogí el número 139 en la calle Tran Hung Dao, paralela a la de mi hostal, que iba directo y costaba 6.000 dongs. Debía bajarme en la parada Parkson Paragon. Perdí el primero sólo por unos segundos, y me tocó esperar bastante por el siguiente. Iba muy lento, y casi nos chocamos con una motocicleta que iba en dirección contraria. El conductor abrió las puertas para echarle la bronca del siglo a la chica que la conducía. Al llegar, Jady ya estaba esperándome. Me llevó a su oficina, y subimos al piso 23, que tiene muy buenas vistas del sur de la ciudad y el río Saigón. Luego me dio una vuelta en motocicleta por la zona, y cenamos algo en un centro comercial cercano.

Ho Chi Minh City. Mayo 2015
  
Para volver al distrito 1, me dejó conducir, lo que resultó toda una experiencia. Tuve que poner los cincos sentidos y estar súper atento, porque las motocicletas salían desde todos lo lados, y se cruzaban en cualquier momento. De hecho, parados en un semáforo, al ir a arrancar, nos pegó una de ellas, que venía por donde no debía, con su rueda delantera a la nuestra. Jady tenía algo de miedo, porque un año antes tuvo un gran accidente. Aún así, hizo el esfuerzo durante las tres tardes que quedamos por mí, porque normalmente utiliza el transporte público por esa razón. Y tuvo otro detallazo conmigo cuando pasó un camión echando un humo negro por el tubo de escape, y me puso una mano cubriendo mi nariz y boca para que no lo respirase. Ya entendía perfectamente porqué muchos conductores utilizan máscaras. Fue realmente estresante conducir en Ho Chi Minh City, aunque reconozco que a veces reí a carcajadas viendo algunos movimientos de otros conductores. Si esto es así todos los días, y mínimo dos veces, la gente debe estar quemadísima, o tal vez no, porque forma parte de su cultura y están acostumbrados. 

Jady me llevó a un otro restaurante local para probar comida nueva, entre ella, calamar seco, que estaba bueno, pero un poco duro para cortarlo y masticarlo. Al final acabamos tomando cuatro cervezas cada uno, especiales, de las de 20% de alcohol. Y como no podía ser de otra manera, llegué algo mareado al hostal, me tumbé en la cama, y allí me quedé hasta la mañana siguiente sin ni siquiera levantarme a lavarme los dientes. 

Tomando cervezas con Jady. Ho Chi Minh City. Mayo 2015.


Los túneles de Cu Chi


Al día siguiente fui a ver los túneles de Cu Chi, empleados por el Vietcom en su lucha contra los americanos. Nuevamente, Jady me dio instrucciones precisas para llegar en transporte público y que seguí al pie de la letra. Tomé el autobús número 13 en la estación Ben Thanh, que está en la misma calle Pham Ngu Lao, por 7.000 dongs, hasta el final de la línea, que era la estación de Cu Chi. Allí cogí otro, el número 79, hasta la entrada a los túneles, por 6.000 dongs.

Hay dos opciones para visitar los túneles, los de Ben Dinh, los más turísticos por ser los primeros que te encuentras y a los que pensaba ir, y los de Ben Duoc, a las que terminé yendo, porque nadie hablaba inglés en el autobús, y aunque vi la señal de la otra, me dejé llevar y me bajé donde me indicaron. Los precios de los autobuses de vuelta fueron los mismos, por lo que el total fueron 26.000 dongs, lo que supuso un gran ahorro respecto al precio del tour que vendía el hotel, 120.000 dongs. Es cierto que se tarda más por las paradas que va haciendo el autobús y el cambio en la estación de Cu Chi, pero merece la pena. Por supuesto, y como en tantas otras ocasiones, volví a ser el único no vietnamita en los mismos. La entrada al complejo, en ambas opciones, fue de otros 90.000 dongs.

Como ya comenté, estos túneles son más tranquilos y menos turísticos que los de Ben Dinh. Primero pasé por una especie de museo de bombas que tiraron los americanos y diverso armamento utilizado por ambos bandos. Luego vi un vídeo explicativo sobre la guerra, cómo era Cu Chi antes, cómo quedó después, cómo eran los túneles y cómo combatieron los habitantes de la zona a los americanos utilizándolos. La longitud de los mismos fue de unos 250 kilómetros, escavados durante veinte años, los primeros durante la guerra contra los franceses. 

Para ir a ver los túneles en sí, me uní en un grupo con otras tres personas de Singapur, una familia, y tres hombres de la India. El guía me señaló para ser el primero que entrase en la entrada camuflada de los túneles, muy pequeña, y en la que tuve que alzar los brazos para entrar. Fue un tramo de unos cincos metros, iluminado y fácil de atravesar. Era sólo una demostración de lo que vendría después. Sólo entraron otras dos personas más. El guía nos contó que muchas personas no pueden hacerlo, bien por el físico, por claustrofobia o porque se agobian demasiado en el interior de los pequeños túneles. 

Túneles de Cu Chi (Ben Duoc). Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Túneles de Cu Chi (Ben Duoc). Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Por el camino vimos lo que era una cocina, un hospital de emergencia y una sala de reunión de los mandos, todas estas estancias a ras de suelo. Cuando caían bombas, el nivel de túneles más cercano a la superficie, a unos tres metros de profundidad, colapsaba, por lo que escavaron dos niveles adicionales, el tercero entre diez y doce metros de profundidad. También vimos las trampas que ponían para los americanos, tanto dentro como fuera de los túneles. 

En el último túnel al que nos llevó el guía, éste se giró y me preguntó si me gustaba la aventura. Le respondí que sí, y me dijo que entrara y que sólo recordara girar a la izquierda en la primera bifurcación. Le pregunté cuál era la longitud, y no recuerdo si me dijo alrededor de los treinta o cincuenta metros, pero me repitió que lo importante era girar a la izquierda, que no lo olvidase. Entré y me encontré con un túnel considerablemente más pequeño que los anteriores, pues allí no podía caminar agachado como en los otros, tuve que ir de cuclillas, y eso, para alguien alto como yo, es un infierno. A veces tenía que apoyar las manos para seguir avanzando, y finalmente paré a descansar y sentarme un minuto, disculpándome ante las otras dos personas que también quisieron entrar y venían detrás de mí. No obstante, esa parada nos permitió ver al murciélago que revoloteaba por el interior del túnel. Al salir, el sudor me caía a chorros. Pensé lo difícil que sería durante la guerra, sin iluminación eléctrica, sólo con velas, con peor ventilación y mucho polvo. Debía ser muy duro vivir allí, pero realmente efectivo para sorprender a los americanos en cualquier momento. Y éstos, personas grandes y con grandes mochilas, no podían entrar en los túneles, o moverse rápidamente por su interior si descubrían alguna entrada. 

Para finalizar visité el templo memorial Ben Duoc, con el nombre de todos los habitantes de Cu Chi que murieron en la guerra, y que en Vietnam, son considerados héroes nacionales. Al salir, tres niñas que me pidieron hacerme una foto con ellas. Al caminar a la salida, y pensando si esperaría mucho al autobús e incluso si se cogería en el mismo lugar, apareció de repente delante de mí. 

Templo memorial. Túneles de Cu Chi (Ben Duoc). Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Templo memorial. Túneles de Cu Chi (Ben Duoc). Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Al llegar a la estación de Cu Chi, alguien me despertó porque me había quedado dormido. Allí estaba también el número 13 preparado para salir. Intenté comprar algo para comer rápidamente, pero no vi nada para llevar, y decidí esperar hasta llegar a Ho Chi Minh City, aunque tenía hambre. Nada más arrancar, una pasajera se levantó vendiendo galletas con un relleno dulce dentro, y compré una bolsa. Nuevamente, todo lo que necesitaba en cada momento, simplemente aparecía. Desde hacía un tiempo, por las experiencia durante el viaje, estaba convencido de que era verdad aquello que leí en dos libros sobre que si decides perseguir tus sueños y romper las esposas de esa prisión en la que se ha convertido tu vida, el universo se alinea para ayudarte.

Al llegar a Ho Chi Minh City, compré algo de fruta y me fui a descansar al hostal. Por la tarde comprobé el autobús para el siguiente destino, Mui Ne. Pregunté en el hostal, y era complicado que te indicasen el nombre de la estación de salida, porque se cerraban en que lo comprase allí, siendo, por supuesto, mucho más caro. En el hostal, con el open bus ticket, 189.000 dongs, y en una agencia que me recomendó Jady y a solo unos metros de mi hostal, 120.000 dongs, que es el que compré finalmente. Después me fui a merendar, hablar con mi familia por skype, y esperar la llegada de Jady, escribiendo mientras tanto en el blog. 

Al recogerme, nos fuimos a la zona central del distrito 1, en una plaza donde están los edificios más altos de la ciudad. Allí había quedado con su hermana pequeña, que se vino a cenar con nosotros al lado del mercado, donde coincidimos con el grupo de indios que había conocido por la mañana en los túneles de Cu Chi. En ese restaurante vi los mejillones más grandes que he visto en mi vida, se los llevaron a los de la mesa contigua y no tuve más remedio que levantarme y hacerles una foto.

Mejillonazos, cenando en el mercado central. Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Luego nos sentamos un rato en la plaza para hablar, y Jady me dio un regalillo que me había comprado, por ser la última tarde-noche que nos veríamos. Como ya era tarde y ellas vivían lejos, Jady me llevó a mí primero al hostal y luego recogió a su hermana para irse juntas a casa. Una chica majísima, se portó genial conmigo. ¡Gracias por todo Jady!  :-D 

A la mañana siguiente me fui caminando al templo del Emperador de Jade, a unos cuatro o cinco kilómetros de distancia desde mi hostal. Nuevamente fui utilizando google maps, sin conexión, sólo mirando la disposición de las calles, y llegué sin problemas. Por el camino me encontré un par de parques donde la gente practicaba ejercicio en aparatos fijos, o yoga con profesores, y donde se agradecía la disminución del tráfico y los continuos pitidos de motocicletas y autobuses. El templo en sí era pequeño, casi del mismo estilo que los de chinatown. La diferencia era la figura del citado emperador, y las otras que lo escoltaban. 

Emperador de Jade. Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

Desde allí también volví paseando, pero por un camino diferente, hasta llegar a la plaza de la tarde anterior, pues tenía la intención de subir al mirador del edificio más alto. Al preguntar, el mirador estaba en el piso 49, y costaba 200.000. Si consumía algo, podría subir hasta el 68, donde se encontraba el restaurante. Al final decidí no hacerlo, tampoco me iba a aportar nada nuevo, y con ese dinero pensé que compraría otro billete de autobús. Regresé al hostal para descansar, ducharme y preparar la mochila. Hice el check-out, y me fui a comer. 

El autobús hacia Mui Ne salió a las tres de la tarde de Pham Ngu Lao, y a pesar de que el trayecto duraba cinco horas, también era del tipo sleeping bus. En esa ocasión, sí coincidí con otros occidentales en el mismo. 

Sleeping bus hacia Mui Ne. Ho Chi Minh City. Mayo 2015.

En resumen, Ho Chi Minh City es una gran ciudad que está creciendo y modernizándose por momentos. No contiene muchos monumentos interesantes para visitar, así que lo mejor está en las excursiones al delta del Mekong o los túneles de Cu Chi. También en conocer la comida local y perderse por alguno de sus famosos mercados. 

"Cuando tú encuentres el camino, 
otros te encontrarán a tí.
Al pasar por el camino, 
serán atraídos hasta tu puerta.
Y el camino que no puede oírse,
y el camino que no puede verse,
se reflejará en tus ojos".

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2 comentarios :

  1. Siento mucho lo te tu abuela, Jhoni, un abrazo amigo.
    Por otro lado.... veo que te juntas con buenas compañías...salchichilla..ja ja ja....¡haces bien!
    ¡Un abrazo!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Juancar. Siento mucho haber tardado tanto en contestarte, pero no me he dado cuenta hasta ahora que había inhabilitado esta opción por error. Un abrazo.

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