Vientiane y el Buddha Park

Con más cafeterías y panaderías que la propia Luang Prabang, en el centro histórico de Vientiane se puede encontrar alojamiento y comida por un precio relativamente económico, o estratosférico, dependiendo de las preferencias de tu bolsillo. El centro histórico invita a pasear sus calles llenas de un constante tráfico, y por su famoso mercado nocturno.


La minivan desde Vang Vieng nos dejó en el centro antiguo de la ciudad, al lado del paseo marítimo. Esta vez fue Tomi el que se quedó con las mochilas, y los otros tres los que buscamos alojamiento. Yo también iba buscando algo para mí solo para los siguientes días, pues ellos no tenían pensando quedarse más que una noche, y yo no quería estar menos de tres, aunque todo el mundo me había dicho que no había mucho que ver. El caso es que eché un vistazo a las camas de habitaciones compartidas en un par de guesthouses para mochileros. Todo era muchísimo más caro. Al final encontramos un hotel cerca, donde la habitación doble con aire acondicionado y baño propio nos costó 100.000 K la noche. La de Tomer y la mía tenía tres camas, y era algo más cara por eso, pero nos la dejó al mismo precio. Entre dos no salía mal. Además había tormenta y no queríamos cometer el mismo error que otras veces de agotarnos buscando el mejor sitio posible. Eso sí, era un cuarto piso sin ascensor.

Cableado en la esquina de nuestro hotel. Vientiane. Abril 2015

Bajé a recepción pidiendo que me cambiasen la toalla y las sábanas porque estaban sucias. Al llegar el encargado a la habitación, de primeras me dijo que simplemente me cambiase de cama, pero una de ellas tenía el colchón totalmente destrozado, por lo que me trajo una sábana bajera limpia. Lo que me dejó con la boca abierta fue que no quitó la sucia, sino que puso la limpia sobre ella, y encima me pidió que le ayudase... de película. Luego pensé me fue mejor no ver lo que había debajo de la sábana sucia. Al menos teníamos aire acondicionado y funcionaba bien.

Después de cenar, dimos una vuelta por el mercadillo nocturno, nada especial. La sorpresa fue encontrar supermercados parecidos a los 7-eleven de Tailandia. Por fin podía volver a comprar yogur y otras cosillas. Tomer provechó para cortarse el pelo por allí cerca. Terhi entró con eĺ, y Tomi y yo nos quedamos fuera, terminando con el yogur y comentando que la mujer que se lo estaba cortando parecía un hombre, lo que llaman por aquí ladyboy. Le delataban sus facciones masculinas, aunque Tomi no estaba muy seguro.

A la mañana siguiente desperté temprano, desayuné, escribí algo en el blog y fui a visitar otros alojamientos para mochileros, para cuando el resto del grupo se fuese. Al regresar, me encontré con Tomer, que iba a la embajada de Vietnam en bicicleta para tramitar su visado. Mientras tanto, yo acompañé a los finlandeses a desayunar, y cuando comenzamos el camino hacia el monumento Patouxay, volvimos a cruzarnos con él. Nos dijo que su visado estaría listo para las cinco de la tarde del día siguiente, tal vez tarde para irse con Tomi y Terhi a su siguiente destino. Nos dijo que prefería ir a que le cortasen algo más el pelo en la peluquería de la noche anterior y descansar luego en el hotel, en lugar de venir a dar una vuelta.

El monumento Patouxay, construido con hormigón, resultaba más espectacular de lejos que de cerca, cuando ya se pueden apreciar todos los desperfectos de su acabado.  Se puede subir a lo alto por 3.000 K por persona, y merece la pena por las vistas que se tienen de la ciudad desde allí.

Monumento Patouxay. Vientiane. Abril 2015

Vistas desde el Monumento Patouxay. Vientiane. Abril 2015

Vistas desde el Monumento Patouxay. Vientiane. Abril 2015

El calor era increíble, y no era el mejor día ni para Tomi ni para mí, porque estábamos algo tocados del estómago, y aún cansado por el esfuerzo realizado el día anterior en Vang Vieng. Mala combinación. Repusimos fuerza tomando algo de fruta por el camino, y entramos en el centro comercial más moderno de Laos, donde descansamos durante un rato tomando un té.  

De vuelta a nuestro hotel, y nuevamente agotados por el intenso calor, encontramos un buen sitio para comer, algo más caro, pero de buena calidad. Las ensaladas que pidieron la pareja estaban muy buenas. Bromeando, Terhi le envió un whatsapp a Tomer diciéndole que estaba comiendo la mejor ensalada que había probado en todo el viaje, Tomer le instó a que le dijese dónde, y tres minutos más tarde, allí apareció con su bicicleta, haciéndonos reír hasta atragantarnos.

Se nos hicieron más de las siete descansando en el hotel. Yo estaba hambriento y quería comer algo, así que no esperé al resto. Me apetecía cerveza, y como no les quedaba de la pequeña, pedí una grande, y aunque comí bien, volví medio tocado. No sé si es que esta cerveza es más fuerte o definitivamente es demasiada cantidad para mí, pero cada vez que me tomo una grande yo solo, caigo.

A la mañana siguiente, desayuné sólo un té de menta, pues seguía tocado del estómago. Dí una vuelta por la ciudad, visitando el templo Wat Si Saket, el más antiguo de la ciudad, actualmente convertido en un museo, aunque no pude entrar porque aún seguía cerrado cuando llegué. Me acerqué también al mercado local de comida fresca más grande de Vientiane, o eso dicen, aunque a mí no me quedó muy claro. Su nombre es Talat Khua Din, y a mí me pareció repugnante y asqueroso, como poco. Todo estaba infectado de moscas, y en las cuerdas que sujetaban telas que cubrían los puestos había otra especie diferente de insecto. Empecé a pensar que esa ciudad, aparte de no tener mucho más que ver y ser muy cara, no era la ideal para comer en condiciones. Al llegar al hotel me encontré con los chicos, que se iban otra vez a la embajada de Vietnam para ver si podían conseguir la visa durante la mañana e irse hoy mismo hacia Thakhek. Ellos también seguían mal del estómago, y por la tarde siempre teníamos dolor de cabeza y, lo más curioso, de cuello.

Talat Khua Din. Vientiane. Abril 2015

Talat Khua Din. Vientiane. Abril 2015

Estuve un rato en el hotel, me dí otra vuelta por el paseo marítimo y, de repente, me vino la decisión de irme con ellos ese mismo día. Pero antes quería ver el Phra That Luang, la Gran Estupa, el monumento nacional más importante, situada a unos cuatro kilómetros del centro, y luego tenía que hacer la mochila antes de la hora de check-out en el hotel. Así que alquilé una bicicleta de paseo por 10.000 K y fui para allá. Evidentemente, la bicicleta era muy incómoda para mis piernas, pero suficiente para una hora entre la ida y la vuelta. La estupa se veía esbelta y dorada a lo lejos. Su entrada costó 5.000 K, aunque no se podía pasar dentro de ella. Aunque mucho más grande, me recordó en cierto sentido a la de Luang Namtha, similar en forma y diseño.

Phra That Luang. Vientiane. Abril 2015

Phra That Luang. Vientiane. Abril 2015

Al volver al hotel, el grupo me escribió desde el restaurante donde estaban comiendo, pero no tenía hambre en ese momento. Me dijeron que no pudieron conseguir la visa de Tomer antes, y que Tomi y Terhi le esperarían hasta el día siguiente. Ya les dije que también continuaría con ellos el viaje. Pensaron ir después a una piscina pública, lo que me pareció mala idea visto lo visto en esa ciudad y dadas nuestras condiciones estomacales.

El Buddha Park


Mientras tanto, decidí ir al Buddha Park, a unos veinticinco kilómetros al sureste de la ciudad, y que casi se me olvida con las prisas de irnos, así que al final todo parecía cuadrar. Tenía que tomar el bus número 14 en la estación de autobuses Talat Sao Bus, no muy lejos de nuestro hotel, por 6.000 K cada trayecto. Antes de irme, encontré a mis amigos de vuelta, y me enseñaron fotos de una de las cuevas que hay en el trayecto del tour que querían hacer en Thakhek para intentar convencerme de hacerlo con ellos. Ese tour en moto, durante tres o cuatro días, era el único motivo por el que querían ir allí, a medio camino entre Vientiane y Pakse, que era mi siguiente destino, en principio. El viaje directo desde la capital hacia Pakse eran unas dieciséis horas en autobús, por lo que decidí ir igualmente con ellos y dormir una noche en Thakhek para hacerlo en dos tramos, y luego allí, ya vería lo que haría.

El Buddha Park, o Xieng Kuane, estaba prácticamente a una hora de la ciudad, y es bastante pequeño, se puede ver en media hora. Su entrada costaba 5.000 K, y otros tantos por entrar con la cámara, y que no pagué al llevarla guardada dentro de la mochila. Una vez dentro la saqué y nadie me dijo nada. Algunas figuras dentro del parque eran un tanto extrañas, pero muy curiosas de ver. En general, me gustó, una de las pocas cosas que merece la pena visitar en Vientiane. A la vuelta tardé más debido al tráfico de entrada a la ciudad, y me fui directo a comer, porque no había tomado nada en todo el día y estaba hambriento. Una ensalada de pasta con pollo que me supo a gloria, mientras intentaba hablar con mi madre por skype. Pero como en otros lugares de Laos, la wifi no era ninguna maravilla, así que al final sólo pudimos chatear. En estos momentos es cuando más echas de menos tu casa, tu familia y sus cuidados, y la comida española. Y encima era Semana Santa allí, y me hubiese encantado comer varias torrijas de esas que mi madre hace como nadie.

Budda Park. Vientiane. Abril 2015

Budda Park. Vientiane. Abril 2015

Budda Park. Vientiane. Abril 2015

Budda Park. Vientiane. Abril 2015

Por la noche cené con Tomi y Terhi en un puesto local de la calle. No pensaba volver a comer nada tan pronto, pues sólo habían pasado algo más de dos horas desde que tomé la ensalada, pero sus platos tenían muy buena pinta, así que terminé pidiendo un arroz frito con pollo. Durante la cena me contaron que optaron por comprar los billetes de autobús hacia Thakhek con salida a la una de la tarde, y recogida en el hotel a las doce, que además coincidía con la hora en la que tendríamos que hacer el check-out. El precio fueron 100.000 K, algo más caro que los autobuses locales. Por tanto, la mañana sería tranquila, de transición hasta dicha hora, y pensaba aprovecharla para avanzar con el blog, que iba bastante retrasado. Y así fue. A la mañana siguiente me levanté mejor, y me fui a tomar una manzanilla con limón a una cafetería, terminando y publicando allí las entradas de Nong Khiaw y Muang Ngoi.

Como punto y aparte, no puedo dejar de comentar un tema sorprendente en Vientiane. Ladyboys había visto ya en varias paradas de mi viaje, también en Tailandia. Pero en esa ciudad están por todas partes, y es súper extraño verlos durante el día, sin pintar o arreglar, porque parecen hombres, pero llevan dos pechos delante que, sinceramente, ya no sé si eran reales, es decir, operados, o se ponían un par de calcetines u otra cosa. Vamos, unos engendros. Y por la noche, a algunos se les seguía notando claramente, y a otros no tanto, hasta que habrían la boca y decían un hello! con "voz de Manolo". Tenían desconcertada hasta a Terhi. ¿Cuál será el propósito de esta gente, seguir así entre un Pinto y Valdemoro, o acabar haciéndose una cirugía completa?. En nuestro hotel había un aviso que prohibía subirlos, específicamente a ellos, a las habitaciones. Y por la noche veías a varios deambulando por la zona, por lo que acabamos suponiendo que eran las prostitutas de la ciudad. En fin, para gustos, colores. De verdad, súper raro, mira que hay depravados en el mundo.

En resumen, no sé si no supimos entender o aprovechar la mayor variedad de ocio que brinda una ciudad grande como Vientiane. Quizás el extenuante calor que la envuelve no nos dejó verla. Pero la realidad fue que, nuevamente, no encontré nada interesante en una ciudad.


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