Hirayu y Kamikochi, en los Alpes japoneses

Hirayu es una pequeña estación de esquí en los Alpes japoneses, que cuenta con uno de los onsen o baños termales más famosos de la zona, y una terminal de autobuses para moverse a otras localidades cercanas o subir hasta Kamikochi.

Kamikochi significa "donde los dioses descendieron", es la atracción principal del Parque Nacional de Chubu Sangaku y el punto de partida ideal para diferentes rutas alpinas

Kamikochi. Julio 2015


Hirayu (1ª parte - desde Takayama)


Después de preguntar en la oficina de turismo, pensé quedarme en Hirayu hasta después de comer, viendo la zona, porque los paisajes me gustaban y no quería irme sin más. Después subiría a Kamikochi a dormir, aunque fuese aún más caro, para levantarme temprano y aprovechar al máximo el día, haciendo las rutas que me llevarían a todos los puntos de interés de la zona, de entre siete u ocho horas de caminata. También porque llegamos casi a las diez de la mañana, y había perdido ya mucho tiempo, y el sol y calor se me echarían encima muy pronto allí arriba. 

Dejé la mochila grande en una taquilla de la terminal por 500 yenes, y me fui a ver la catarata. Allí me crucé con una chaval joven que llevaba su mochila grande a cuestas, y le pregunté la razón. Me dijo que quería ahorrar, y como todo pasa por algo, me contó que se podía dormir en un onsen de Hirayu por sólo 1.900 yenes, pero no en una habitación en sí, sino un espacio como para relajarse después del baño, pero en el que se puede hacer noche. Si eso era verdad y tenían disponibilidad, supondría la solución ideal para pasar la noche. Entre tanto, salté la zona vallada para ver la cascada algo mejor, pero sin hacer locuras porque el agua bajaba con fuerza. 

Después hice un pequeño trekking por la montaña y el bosque hasta llegar a los árboles milenarios que publicitaban en la zona. Reconozco que fui algo intranquilo porque había señales donde se advertía de la presencia de osos en la zona. Si me cruzaba con alguno por allí, totalmente solo y aislado, o tenía alguna caída, tendría serios problemas. Pero es el riesgo que aceptas a veces cuando viajas solo.

Hirayu. Julio 2015

Cascada. Hirayu. Julio 2015

Árbol milenario. Hirayu. Julio 2015

Hirayu. Julio 2015

Al bajar encontré un camping donde alquilaban tiendas de dormir, con capacidad para seis personas, pero no me quisieron hacer un descuento al ser sólo uno. Lo que sí me ofrecieron fue el saco de dormir gratis. Era otra opción por si el onsen estaba completo, más cara pero aún más económica que el resto de alojamientos.

Volví a Hirayu para buscar esa instalación, y me confirmaron lo que me había contado el chaval previamente, así que decidí quedarme allí. No obstante, como era muy temprano, no tenían problemas de espacio y tenía la mochila en la estación, les dije que volvería más tarde porque quería hacer antes una ruta. Y así fue, aunque no tuve éxito de encontrar una fuente termal natural que buscaba porque el acceso estaba temporalmente cerrado. Después de comer en la terminal, intenté bajar la montaña hasta otra ciudad situada en la falda de ésta, pero resultó estar más lejos de lo que me habían informado. Después de más de una hora caminando, cuando un hombre que encontré por el camino me señaló en el mapa que ni siquiera había llegado a la mitad del recorrido, volví hacia Hirayu

El onsen se llamaba Hodakaso Club, y es muy recomendable. Como ya comenté, no se trataba de un dormitorio, ni siquiera uno compartido con más gente. Era un espacio individual estrecho donde había una colchoneta y manta para descansar después de tomar un baño. Simplemente te puedes quedar allí a dormir. Existía incluso una opción más económica, de lo que me enteré otro día, y era pasar la noche simplemente en los butacones de la sala de relajación, al lado de la entrada. Adicionalmente, la instalación contaba con armarios con llave para poder guardar lo importante.  

El baño resultó toda una experiencia. Primero debes ducharte, para no entrar sucio a las "piscinas", pero lo haces sentado en un mini taburete. Y luego tienes los espacios con aguas caliente y fría, y una sauna. Me resultaba algo raro estar allí desnudo delante de otras personas, concretamente viejetes japoneses, pero tardé poco en sentirme cómodo, porque aquello era muy relajante, más con el cansancio que llevaba. De vez en cuando me daba la risa al ver como los viejetes se paseaban desnudos de un lado a otro. 

Un inconveniente era que no tenían wifi, así que tuve que ir al edificio principal, al lado, pero fuera. La sorpresa fue cuando aparecieron con un café sólo con hielo sin haberlo pedido, gratis. Empezó a llover ligeramente, y me comentaron que el pronóstico del tiempo era malo para los siguientes días, pues acaba de entrar un tifón en el país. Si eso era así, mala pinta tenía el plan de subir a la montaña a la mañana siguiente. Aún guardaba esperanza, esperaría a ver cómo amanecía el día. 

Fui a cenar al restaurante de la estación, pero ya había cerrado, lo que fue una mala previsión por mi parte. Hacerlo en el onsen era caro, así que probé a bajar a la cocina del mismo para preguntar si podía cocinarme los espaguetis que tenía. Allí encontré al chaval joven que me había atendido la primera vez, enseñándome dónde dormiría, y que resultó ser el cocinero jefe. Como era de Filipinas, a veces ayudaba en recepción si necesitaban a alguien que hablase inglés, por eso lo llamaron cuando llegué. Le conté lo que me había pasado, y como no tenían prácticamente clientes, me contestó que no había problema alguno, aunque al final lo terminó haciendo él mismo. 

Empezamos a hablar, y me contó que llevaba seis años viviendo en Japón, y dos de ellos en Hirayu. Sus padres también residían allí, pues él era chef en otro de los hoteles de lugar. Su nombre era Shino (no era su verdadero nombre, pero era el que utilizaba porque resultaba más fácil), y tenía 27 años. Le pregunté si no le gustaría probar en una gran ciudad para aprender más, pero me contestó que resultaba muy caro, pues sólo la vivienda, comida y transporte se llevarían prácticamente todo el salario. Le pregunté qué hacía en su tiempo libre, y me dijo que no había gente joven de su edad por allí, que los que trabajan, regresaban luego a sus ciudades por la noche, por lo que se entretenía en su casa haciendo ejercicio con algunos aparatos que había comprado.

Llegaron unos clientes, y les preparó un entrante, de los que me ofreció una parte para que probase la comida típica. Cuando terminaron de cocerse los espaguetis y me preguntó por la salsa, le dije que no tenía porque era mi comida de emergencia. Y sin dudarlo, comenzó a prepararme una natural, con cebolla, ajo, champiñones y tomate, y que por supuesto, estuvo deliciosa. Él no cenó, al menos no en aquel momento, pero me dijo que podía quedarme comiendo allí, así que seguimos charlando mientras lo hice. Como llevaba la bata blanca del onsen, hice algún que otro "instinto básico" sin darme cuenta... la costumbre de estar sentado con las piernas semi abiertas. Afortunadamente yo estaba sentado y él de pie, así que no se percató.

Antes de irme, pasó a la cámara frigorífica y apareció con algo de jamón y queso para que me hiciera un sandwich al día siguiente, pues el pan sí lo tenía. Y no acabó ahí su buen hacer. Cuando estaba en la zona común escribiendo notas para el blog, apareció en la sala con algo típico japonés para que lo comiese al día siguiente, porque los sabores aún se estaban mezclando. Increíble todo lo que me ayudó. ¡Muchas gracias Shino!. A veces pienso en la cantidad de gente maravillosa que estoy conociendo durante este viaje, y la mayoría por mera casualidad del destino.

Colchoneta para dormir en el onsen. Hirayu. Julio 2015

Con Shino en el onsen. Hirayu. Julio 2015

No dormí mucho aquella noche, en parte por el sitio y en parte, supongo, por los dos cafés que tomé durante la tarde. A la mañana siguiente aún seguía indeciso sobre lo que hacer, pero estaba lloviendo, y nublado, así que subir a Kamikochi estaba descartado, aunque me rondaba la idea de volver el domingo siguiente, unos días después, cuando el tiempo volvía a mejorar. Busqué los horarios de autobuses y decidí ir a Matsumoto en el autobús de las 8:45 de la mañana. Y aún así, viendo a gente subir en el autobús con dirección a la montaña, volví a dudar sobre lo que hacer, y volví a comprobar el tiempo. Pero no había muchas opciones. Yo quería hacer una ruta larga y así era peligroso. El precio que pagué por el billete a Matsumoto fue de 2.370 yenes, por hora y media de trayecto. Vamos, un atraco.

Esperando en la estación, justo unos minutos antes de salir, apareció Madoka, una japonesa que hablaba español y con la que me había escrito varias veces a través de couchsurfing para alojarme con ella una noche, pero coincidía con otros viajeros y no pudo ser. No obstante, apareció con un par de bolsas de aperitivos típicos japoneses y me deseó buen viaje, y eso que no me conocía personalmente hasta ese momento. Desde luego, por el momento, lo mejor de Japón es su gente. 


Kamikochi (1ª parte - desde Nagano)


Kamikochi significa "donde los dioses descendieron", es la atracción principal del Parque Nacional de Chubu Sangaku y el punto de partida ideal para diferentes rutas alpinas. Incluye espectaculares escenarios alpinos, un volcán activo (el monte Yakedake, llamada "la montaña ardiente"), bosques y el río Azusa, que lo cruza con sus aguas azul celeste procedentes del mismo corazón de la montaña. El área central se localiza a 1.500 metros de altitud sobre el nivel del mar, y está rodeada por picos de montaña que alcanzan algo más de otros 1.500 metros adicionales. 

Para llegar hasta allí se pueden comprar pases de dos o cuatro días, que incluyen las rutas desde las principales ciudades cercanas como Takayama o Matsumoto, y que contienen diferentes descuentos. El problema es que no hay ni bancos ni cajeros automáticos, ni en Kamikochi ni en Hirayu, por lo que es recomendable llevar suficiente dinero en metálico, aunque se acepta el pago con tarjeta en la mayor parte de los lugares. No así en la estación de autobuses de Hirayu.

Llovía a cántaros cuando llegamos a la terminal de autobuses de Kamikochi, y estaba llena de gente, especialmente japoneses, pues el lunes siguiente era festivo en el país, y muchos aprovechaban el puente para viajar por Japón. Aunque ya lo había ojeado de antemano la primera vez que quise subir a Kamikochi, pregunté en información sobre opciones de alojamiento barato por allí, por si sonaba la flauta. Y no sonó. Incluso alquilar una tienda de campaña y dormir en el camping, sin contar el saco de dormir que también tendría que alquilar, eran ya 8.000 yenes. Otros 8.500 yenes era el precio de una cama en una habitación compartida de uno de los hoteles, que incluía la cena y el desayuno. Incluso bajar a dormir al onsen de Hirayu y volver a subir al día siguiente, era considerablemente más barato, así que fue lo que finalmente decidí hacer. 

Estuve esperando en la terminal a que la lluvia amainara, o al menos que no cayese tan fuerte. Allí había mucha gente haciendo lo mismo, y todos aprovechamos el momento para comer algo. La idea era dejar la mochila grande en consigna y hacer la ruta pequeña de dos horas hasta el estanque Taisho, una de ida y otra de vuelta, aproximadamente, antes de bajar a Hirayu. Dicho estanque se formó tras la erupción del monte Yakedake en el año 1915, que bloqueó el río, aunque dejó milagrosamente intacta la parte inundada del bosque. Desde allí el paisaje que se tiene de las montañas es espectacular.

Después de dos horas y media desde que llegué a la estación, y sin que cesase de llover, cogí las mochilas, les puse sus chubasqueros, y arranqué a andar. Ya estaba harto de que el tiempo me tuviese parado dos días, y me dije a mí mismo que ese día haría un trekking sí o sí. Bueno, para ser honesto, las palabras exactas fueron más bien "por mis cojones que hoy hago un trekking". Así que el plan dio un pequeño giro, que consistía en hacer sólo la ida con las mochilas a cuestas y coger directamente allí el autobús hacia Hirayu

Y sí, llovía, estaba nublado, no podía ver toda la belleza de las montañas que se intuían detrás de las nubes, el camino estaba embarrado y las mochilas pesaban. Pero ¡coño!, me sentía liberado. Había estado preso del temporal, y sin poder moverme mucho por los alrededores porque no había mucho más que ver fuera de las montañas a las que no podía ir, y porque para hacerlo tendría que dejarme media vida en los caros transportes japoneses. Alguna buena foto pude tomar, porque aunque a veces no lo parezca o el desánimo no te deje verlo, los bosques oscuros y cielos grises de los días lluviosos también son bonitos. Y además, esperando al autobús compré el que por el momento había sido, con mucho, el mejor bollo que había probado en Japón.

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Estanque Taisho. Kamikochi. Julio 2015

Estanque Taisho. Kamikochi. Julio 2015


Hirayu (2ª parte - desde Kamikochi)


Al llegar a Hirayu fui directo al onsen, y la sorpresa fue que la tipología de espacio donde dormí la vez anterior estaba completa. Me dieron la opción de dormir en una habitación compartida, con el mismo tipo de cama, pero una habitación más grande cuyo suelo era tatami, por 1.400 yenes. Es decir, era incluso más barato, y de haberlo sabido, habría elegido esa opción la primera noche que estuve allí. También se acabó llenando antes del anochecer. Es más, hubo mucha más gente que tuvo que dormir en los sofás camas del salón que había al lado de la recepción, pero eso ya me parecía demasiado. Y, sin embargo, yo también elegí esa opción en otro lugar que visité días después, Hakone.

Japoneses durmiendo en los butacones del onsen. Hirayu. Julio 2015

Mi habitación compartida de estilo japonés del onsen, con colchonetas como cama. Hirayu. Julio 2015

Salí a comprar la cena en una de las dos tiendas que había en Hirayu, y también algo más en la estación antes de que cerrase, evitando que me pasase lo de la vez anterior. Luego bajé a la cocina a saludar a Shino, que se sorprendió al verme. Ese día tenían mucho trabajo allí abajo, así que no le entretuve. Subí a la parte de los baños a relajarme un rato, aunque no estuve tanto tiempo como la primera vez. Estaba cansando, había mucha gente por allí y ya no era una novedad para mí. 

Después de cenar estuve escribiendo en la tablet en la zona común. Me puse los cascos para escuchar música mientras escribía. Estaba cansado de oír a japoneses por todas partes y a la televisión del salón, que la tenían con volumen alto a pesar de que ya había gente durmiendo en los butacones. 

Cuando fui a acostarme, apareció Shino para poder hablar un rato. Eran las once de la noche, cuando su hora de salida suele ser las nueve, pero tenían que limpiar toda la cocina antes de irse. Y al final se pasó otra hora más hablando conmigo, y me informó de algo que me vino bien al día siguiente y no sabía, y es que había un autobús directo desde Hirayu hasta Tokio. Y no me había dado cuenta porque al preguntar por la mañana en la estación, vi que el nombre que tenían puesto no era Tokio, sino el de la propia terminal de llegada, Shinjuku.

El detallazo fue que volvió a traerme comida, básicamente los tacos de arroz condimentados y listos para tomar de la otra vez, algo de embutido para hacerme un sandwich y un huevo a medias de cocer, típico de la zona. Gracias a aquello, pude desayunar y comer medio regular, porque lo habría pasado mal en otro caso. Lo explicaré cuando llegue el momento del día siguiente. 

Durante la noche me desperté varias veces porque los jóvenes de mi dormitorio salieron de madrugada hacia una de las montañas, y el que se quedó, roncaba como una bestia. También la televisión del salón estuvo encendida toda la noche, y el hilo musical del edificio también. Afortunadamente, pude dormir varias horas. Desayuné uno de los tacos de arroz y un sandwich con lo que me trajo Shino la noche anterior, y salí hacia Kamikochi, pues no llovía en ese momento y había claros en el cielo. El día pintaba bien para hacer por fin la ruta, al menos hasta las dos de la tarde, cuando las previsiones anunciaban lluvias. Compré directamente el billete de ida y vuelta en la estación.


Kamikochi (2ª parte - desde Hirayu)


Al ir a la consigna de Kamikochi para dejar la mochila grande, encontré a dos españolas jóvenes de Zaragoza. Una de ellas vivía en Tokio, trabajando con una beca para una empresa de telecomunicaciones, aunque se le acababa en Agosto. Y la otra, amiga suya, había ido de vacaciones a verla y viajar por Japón. Habían pasado mala noche, porque alquilaron una tienda de campaña, y como no dejó de llover en toda la noche, terminaron caladas y apenas pudieron dormir. Afortunadamente no elegí esa opción. Como querían dormir algo e ir a algún onsen de la zona, les recomendé el de Hirayu, y nos despedimos. 

Inicié el camino de la ruta larga, hasta Yokoo Ohashi, y mi intención era llegar hasta el final en las tres horas que programaban para aprovechar la ventana de buen tiempo. No estaba totalmente despejado, pero se veían las montañas y el paisaje, y era precioso. Me sentía exultante mientras caminaba. Fui haciendo fotos a cada rato, aunque andaba a paso ligero por lo comentado anteriormente. Había muchos turistas japoneses, y algún que otro extranjero. Así terminé de llegar a ese punto final, que era sin embargo el comienzo de las rutas hacia los picos de varias de las montañas del lugar, con cimas de algo más de tres mil metros de altura.

Por si acaso, pregunté cuánto se tardaba en llegar a una de ellas, la más alta, y me dijeron que seis horas, pero que había cabañas intermedias donde podría dormir por unos 10.000 yenes. Lógicamente lo descarté, aunque empecé el regreso pensando que me hubiera gustado hacer cumbre, y más aún hacerlo acompañado. No sé porqué, pero me sentí solo en esos primeros momentos de la vuelta. Y como era de esperar, comenzó a llover, tímidamente al principio, pero desde la mitad del trayecto hasta la terminal de autobuses, con fuerza, así que acabé algo mojado a pesar del chubasquero. Al llegar, ésta estaba llena de gente queriendo volver a Hirayu u otros lugares de la zona, por lo que, después de hacer cola por más de media hora, pude coger el tercer autobús hacia allí. Aquello me molestó, no por la espera, sino por la cantidad de turistas juntos en el mismo lugar. 

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Yokoo Ohashi. Kamikochi. Julio 2015

Yokoo Ohashi. Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Kamikochi. Julio 2015

Al llegar a Hirayu también llovía, y además me percaté del problema de efectivo que tenía. Allí no había cajeros o bancos, los hoteles no cambiaban monedas extranjeras y no podía pagar el billete del autobús con tarjeta. Aquello ya me pareció todo un retraso en un país como Japón, y más en una zona tan visitada. Sólo me quedaban unos 6.000 yenes para decidir lo que hacer. La primera opción era quedarme otra noche allí, coger al día siguiente un autobús hasta Matsumoto, y sacar allí más dinero antes de seguir hacia el monte Fuji (descartado posteriormente por el tiempo) o Tokio. Y mientras tanto, mal comer y cenar en Hirayu por la falta de efectivo. La segunda opción era ir a Matsumoto esa misma tarde para hacer lo mismo, o quedarme a dormir allí, pero no había habitaciones disponibles por ningún sitio, sólo alguna en un hotel de cinco estrellas con precio desorbitado.

Y la tercera, ir directamente a Tokio esa misma tarde, y sacar allí dinero, con un coste del billete de 5.860 yenes. Miré las opciones de alojamiento, y también había un amplio porcentaje de reservas ya efectuadas en la ciudad. Pero vi un hostal cerca de la estación de Shinjuku por un precio razonable, 3.500 yenes la cama en habitación compartida. Evidentemente era mucho más de lo que había pagado en otros hostales anteriores, pero confiaba en que después del lunes, una vez terminada la festividad nacional, pudiese conseguir algo más económico. De hecho, sí había otras opciones, hoteles cápsulas, y de los de verdad, tipo colmena de abeja, pero estaban a varios kilómetros de la estación, llegaría tarde y tendría que buscar cómo ir, y estaba cansado y necesitaba una cama.

Así que opté por la tercera opción, lo que me dejó con sólo 100 yenes en el bolsillo, menos de un euro. Pensé que si hacíamos alguna parada intermedia, algo asegurado teniendo el cuenta que el trayecto era de casi cinco horas, quizás podría encontrar un cajero automático en el restaurante de turno. Si no, lo haría en la estación, o en algún supermercado de camino al hostal. La buena noticia fue encontrar el tercero de los tacos de arroz que me dio Shino la noche anterior en la bolsa de la comida, y del que me había olvidado por completo. Y no, no encontré un cajero automático en el lugar de la parada, pero sí un Starbucks donde siempre se puede pagar con tarjeta, así que aproveché para merendar un bollo y un café. 

En la última parte del trayecto hubo un atasco considerable, lo que me hizo acordarme de los de Madrid. Nos adelantaron varios coches de policía, por lo que pensé que quizás habría habido algún accidente. O era lo que quería creer, porque si era un atasco por densidad de tráfico hasta Tokio, aún quedaban muchos kilómetros por delante. Desafortunadamente resultó lo segundo, y tuve que llamar al hostal para decir que llegaría muy tarde, porque acumulamos un retraso de dos horas. Observé, no obstante, que ningún vehículo cambiaba de carril durante el atasco como hacemos en España en las mismas situaciones. Sinceramente, el civismo de los japoneses está a años luz del nuestro. Deberíamos aprender aspectos como éste de ellos, o el respeto con el que se tratan los unos a los otros.

En resumen, llegar a Kamikochi y, especialmente disfrutarla, resultó toda una aventura debido al mal tiempo en la zona y a la, a veces, complicada logística japonesa. Sin embargo, los paisajes son espectaculares y recomendaría su visita en cualquier viaje por Japón. Disfrutar de las peculiaridades de un baño térmico u onsen en Hirayu es otra experiencia que no puedes dejar pasar.


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