Takayama es una ciudad más pequeña y acogedora que las otras visitadas anteriormente, sin muchos edificios altos en el centro de la misma, y rodeada completamente por montañas. Es comúnmente conocida como Hida-Takayama, para diferenciar de otras ciudades de Japón con el mismo nombre. Es un centro turístico popular por conservar varios edificios antiguos, y por su cercanía tanto con las aldeas Shirakawa-go y Gokayama, como con Kamikochi y los Alpes japoneses.
Vistas de la ciudad desde el parque Kitayama. Takayama. Julio 2015.
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Takayama
Después de hora y media de trayecto en autobús desde Shirakawa-go, llegué a la estación de trenes y autobuses de Takayama. Allí mismo se encontraba la oficina de información turística, por lo que aproveché para pedir un mapa de la ciudad y preguntar cómo ir a Kamikochi, mi siguiente destino, en los Alpes japoneses.
Caminé hasta el hostal, algo alejado de allí, en una zona más tranquila. Los muebles de las habitaciones parecían nuevos. Se llamaba Saruka Guest House, y el precio por cama y noche fue de 2.375 yenes. El dueño fue muy majo, y la cama resultó muy cómoda, por lo que recomiendo el lugar. Además aproveché para hacer la colada, pues el precio de la lavadora era de sólo 100 yenes, y el de la secadora, otros 200 por treinta minutos. La ropa no salió del todo seca, así que usé diferentes perchas para terminar de hacerlo durante la noche.
El resto de la tarde estuve descansando y escribiendo notas. Quería llegar con las piernas descansadas a Kamikochi. Lo peor del lugar fue el grupo de chinos alojados allí, y que se apoderaron de la cocina en un abrir y cerrar de ojos, incluso del sitio en el que estaban mis cosas, esperando a que acabase de cocinar. Desayunando al día siguiente hicieron lo mismo. Y durante la noche, cuando entraron a la habitación con otras personas ya durmiendo, encendieron las luces y se pusieron a hablar como si con ellos no fuese la cosa.
Esa tarde recibí un mensaje de Hiromi, una chica de la red couchsurfing que me aceptaba para dormir en su casa la siguiente noche. No obstante, me quedó la duda, pues al contestarle y dándole mi teléfono para escribirnos mejor por whatsapp, no me contestó. Por la noche, exceptuando los chinos, el resto de personas de mi habitación se acostaron pronto, y acabé haciendo lo mismo pasadas las diez de la noche. Dormí muy bien, notando el cansancio que había acumulado los días anteriores.
Después de levantarme y desayunar, preparé la mochila, hice el check-out, y me fui a ver la ciudad. Y justo cuando salía, lo hacían cuatro polacas mayores, a las que el dueño iba a llevar en coche, gratis, hasta el centro de la ciudad, por lo que acepté cuando me invitaron a unirme. Nos llevó hasta el mercado matutino de Miyagawa, en el que nos separamos al llegar, y que recorrí tranquilamente probando varios de los productos típicos de la zona.
Posteriormente paseé por las calles de la ciudad, visitando algún templo. Subí hasta el parque Kitayama, con vistas a la ciudad, y desde allí recorrí varios de los templos Higashiyama, aunque no realicé toda la ruta, pues eran más de cinco kilómetros. Sí que caminé por el parque Shiroyama sin apenas gente, disfrutando del monte, y subiendo hasta la cima de su colina para ver las ruinas del castillo del mismo nombre. Lo de ruinas es un decir, porque no quedaba nada, más que una placa que indicaba que allí hubo un castillo. Al volver al centro de Takayama y parar a tomar algo, seguía sin tener noticias de Hiromi. Afortunadamente en Japón, hay mucho sitios donde la wifi es gratuita. Incluso la mayor parte de las ciudades tienen una wifi gratuita propia, algo que se agradece enormemente cuando viajas fuera.
Vistas de los Alpes japoneses desde el parque Shiroyama. Takayama. Julio 2015. |
Cuando me encontraba al final de mi visita, caminando por calles donde se encontraban casas particulares antiguas, me crucé con Rubén y Verónica, la pareja española que conocí en el hostal de Kioto. Habían estado en Hirosima y la isla Miyajima, y al siguiente día se desplazaban hasta Kanazawa. Les conté mi experiencia y opinión sobre la misma, y les recomendé visitar la aldea Shirakawa-go en su lugar. Como tenían el JR Pass, les resultaba fácil y rápido moverse por Japón.
Yo no lo compré porque es un billete que empieza a contar desde el momento en que lo utilizas por primera vez. Es decir, si lo hubiera utilizado, por ejemplo, para desplazarme desde Osaka hasta Kioto, habría "perdido" los cuatro días que luego pasé en esa segunda ciudad, aunque me hubiera podido desplazar por la misma en tren con ese billete en lugar de utilizar los autobuses. Pero es demasiado caro para gastarlo en eso. De todas formas, hecho estaba, porque otra de sus desventajas es que sólo puede adquirirse antes de entrar a Japón. En ese momento, aún me salían las cuentas a favor de la opción que elegí en su momento.
Yo no lo compré porque es un billete que empieza a contar desde el momento en que lo utilizas por primera vez. Es decir, si lo hubiera utilizado, por ejemplo, para desplazarme desde Osaka hasta Kioto, habría "perdido" los cuatro días que luego pasé en esa segunda ciudad, aunque me hubiera podido desplazar por la misma en tren con ese billete en lugar de utilizar los autobuses. Pero es demasiado caro para gastarlo en eso. De todas formas, hecho estaba, porque otra de sus desventajas es que sólo puede adquirirse antes de entrar a Japón. En ese momento, aún me salían las cuentas a favor de la opción que elegí en su momento.
Casas antiguas. Takayama. Julio 2015. |
Casas antiguas. Takayama. Julio 2015. |
A pesar de no estar alojado ya en el hostal, me permitieron pasar a la cocina para comer lo que había comprado. Aproveché la wifi para volver a escribir a Hiromi y conseguir, por fin, su respuesta, confirmándome que podía alojarme en su casa, aunque no llegaría allí hasta las 18:30, así que tuve que hacer tiempo en el hostal, sin que me pusieran pegas en ningún momento.
Aproveché para buscar alojamiento en Kamikochi o Hirayu para la noche siguiente. Hirayu es el pueblo desde donde parten los autobuses hacia Kamikochi, pues no se puede llegar en transporte privado hasta allí. Luego descubrí que también estaba lleno de taxis, pero claro, éstos no contaban porque formaban parte del negocio de la zona. El caso es que los precios eran alarmantemente altos en ambas localizaciones. Incluso si alquilaba una tienda de campaña por una noche, su coste era más del triple que lo que había pagado en el hostal de Takayama. Decidí no reservar nada, y esperar al día siguiente, cuando tuviese más claro lo que quería hacer.
La casa de Hiromi estaba en el otro extremo de la ciudad, y al preguntar al recepcionista por el autobús hacia el centro, me dijo que a esa hora ya no había ninguno, así que me tocó andar como unos cincuenta minutos con las mochilas a cuestas. Al llegar, nos saludamos y me enseñó la habitación donde dormiría, y el futón de estilo japonés que utilizaría como cama. Las cortinas también eran de estilo japonés, lo que significaba que no impedirían el paso de la luz de la mañana y que, con toda probabilidad, me despertaría temprano. El piso de abajo era una pequeña tienda de recuerdos y una cafetería en la que trabajaba su prima, pues Hiromi lo hacía en otro lugar.
Salimos al supermercado a comprar comida típica de Takayama y cocinarla en su casa. Pagué la cuenta, que no llegó a los 1000 yenes. Teniendo en cuenta el precio del hostal la noche anterior, y que luego me invitó a desayunar a la mañana siguiente, era lo mínimo. No tenía ni idea de lo que eran varias de las cosas que compramos, y luego me lo fue explicando mientras cenábamos. A mí me tocó preparar la ensalada, algo aparentemente sencillo, pero como no conocía cómo solía hacerla ella, y varias veces le pedí que me proporcionase los utensilios apropiados, el momento fue divertido. La chica era simpática y risueña, y de mi quinta, por cierto.
Al terminar, y antes de recoger todo, me llevó a un lugar cerca del río, porque era la temporada de luciérnagas y por allí había bastantes. Al principio estuvo bien, pero nos quedamos mucho más tiempo del que hubiese preferido, incluso hasta llegar a sentirme incómodo. Ella estaba como ausente, jugando con ellas, cogiéndolas y luego poniéndolas en las hojas de un árbol. Lo que me sorprendió fue que dejase el motor del coche encendido todo ese tiempo, y también la televisión, porque los japoneses llevan una televisión incorporada en el panel del coche, y la mantienen encendida todo el trayecto, incluso viendo las imágenes.
Al volver, recogimos la cena y le pregunté su opinión sobre intentar hacer autostop al día siguiente para llegar a Hirayu. La distancia era corta, y supuestamente es un lugar muy turístico. Me contestó que no le parecía mala idea, así que me ayudó a preparar un cartel con el nombre de Hirayu arriba, y la traducción en japonés abajo. Luego le conté que mi plan era situarme en un semáforo donde se unían dos calles principales en la carretera que llevaba hasta la montaña. Lo malo era que ese punto se encontraba a unos treinta minutos andando desde su casa.
Al día siguiente desperté sobre las cinco y media de la mañana, pero sorprendentemente, había descansado bien. Hiromi no se levantó hasta dos horas más tarde, y yo ya estaba nervioso porque en ese momento aún no tenía muy claro si finalmente haría autostop o cogería el primer autobús de la mañana, que ya se me había escapado.
Cuando lo hizo, me preparó un café y unos sandwiches para desayunar, y me fui con ánimo a intentar conseguir mi objetivo de hacer autostop en Japón. De camino al cruce anteriormente comentado, mostré el cartel a varios coches sin éxito, lo que consideraba normal porque no eran buenos lugares, pero lo hice por si acaso sonaba la flauta. Pero fue llegar al semáforo objetivo, enseñar el papel durante un par de minutos, retirarme un poco hacia los aparcamientos de varios locales, y ver cómo un pequeño coche blanco paraba, y su conductor, un hombre mayor, me hacía señas para que fuera hasta allí.
No hubo que hablar mucho, de hecho, no hablaba nada de inglés, absolutamente nada, pero no hizo falta. Me dijo que subiera y le entendí que trabaja en Hirayu. Algún comentario le hice sobre el televisor del coche y sobre los paisajes de montaña. Y él algún gesto sobre dónde se desviaba la carretera hacia Kamikochi y que seguíamos unos metros hacia la estación de autobuses de Hirayu, pues entendió que cogería uno para subir arriba. Era allí mismo donde él trabajaba en un pequeño puesto de comida. ¡Qué majete el señor!.
Cuando lo hizo, me preparó un café y unos sandwiches para desayunar, y me fui con ánimo a intentar conseguir mi objetivo de hacer autostop en Japón. De camino al cruce anteriormente comentado, mostré el cartel a varios coches sin éxito, lo que consideraba normal porque no eran buenos lugares, pero lo hice por si acaso sonaba la flauta. Pero fue llegar al semáforo objetivo, enseñar el papel durante un par de minutos, retirarme un poco hacia los aparcamientos de varios locales, y ver cómo un pequeño coche blanco paraba, y su conductor, un hombre mayor, me hacía señas para que fuera hasta allí.
No hubo que hablar mucho, de hecho, no hablaba nada de inglés, absolutamente nada, pero no hizo falta. Me dijo que subiera y le entendí que trabaja en Hirayu. Algún comentario le hice sobre el televisor del coche y sobre los paisajes de montaña. Y él algún gesto sobre dónde se desviaba la carretera hacia Kamikochi y que seguíamos unos metros hacia la estación de autobuses de Hirayu, pues entendió que cogería uno para subir arriba. Era allí mismo donde él trabajaba en un pequeño puesto de comida. ¡Qué majete el señor!.
Japonés que me recogió haciendo autostop, y el cartel que utilicé. Takayama. Julio 2015. |
En resumen, Takayama representó un punto y aparte respecto a las grandes ciudades que había visitado anteriormente, más acogedora, manejable y rodeada de montañas, donde poder pasear tranquilamente. Se puede utilizar como base para visitar las aldeas Shirakawa-go y Gokayama, Kamikochi y los Alpes japoneses, e incluso Kanazawa.
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