Hakone y el amanecer en el Monte Fuji

Hakone es una localidad de aguas termales no muy lejos de Tokio, que goza de reputación internacional, no sólo debido a ello, sino también por la belleza de su naturaleza. 

El monte Fuji es Patrimonio de la Humanidad, mide 3.776 metros de altitud, siendo la montaña más alta de Japón, y muchos japoneses lo consideran su casa espiritual.

Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Hakone


Al llegar a la estación de Hakone desde Kamakura, perdí demasiado tiempo en informarme sobre opciones baratas de alojamiento. Tenía reserva en una guest house situada en un pueblo cercano, a unos veinte o treinta minutos de la estación, pero quería intentar conseguir algo en algún onsen de la zona, en la misma modalidad en la que lo hice en el de Hirayu. Finalmente lo encontré, aunque seguía siendo caro, como el resto de la zona. El nombre del onsen es Tenseien Hakone-Yumoto Onsen, y tiene unas instalaciones muy buenas. Si previamente vas a la oficina de información turística situada cerca de la estación, te dan varios descuentos, y uno de ello es de 200 yenes para éste alojamiento. 

Hakone, Japón
Hakone. Julio 2015

Hakone incluye el lago Ashi, desde donde puede contemplarse el monte Fuji, y Owakudani, donde el teleférico ofrece una vista de restos de erupciones volcánicas de hace 3.000 años. Posee, además, fácil acceso hacia el monte Fuji, por lo que muchos viajeros la utilizan como campamento base antes de subir, o como premio para descansar después de hacerlo.

Hakone, Japón
Hakone. Julio 2015

Lo peor de aquello fue que ya no me quedó tiempo para ver el lago Ashi, lo que suponía que quizás tuviese que quedarme allí otro día. Pensé que todo pasaba por algo, así que esperaría a ver cuál era la sorpresa. Mientras tanto, decidí darme un masaje siatshu en el onsen. Era bastante caro, alrededor de los cuarenta euros al cambio, pero desde Tokio arrastraba dolor en el empeine izquierdo, y pensé que podría ayudarme. Eso sí, me equivoqué de modalidad de masaje, porque debí haber elegido uno únicamente de piernas. Pero lo disfruté igualmente. El coste total de la noche y el masaje fue de 8490 yenes.   

Para los que pasen más tiempo en Hakone, existe la opción de utilizar los medios de transporte ilimitadamente mediante el Hakone Freepass. Incluye también la subida al teleférico de la ciudad hacia Owakudani, pero lo tenían cerrado porque el volcán estaban en nivel de alerta 2, por lo que estaba prohibido acercarse al cráter. No pregunté qué significaba exactamente aquello ni los riesgos que tenía para las poblaciones cercanas, pero viéndoles a todos ellos tan tranquilos, supuse que no mucho. 

Lago Ashi, en Hakone, Japón
Lago Ashi con el monte Fuji al fondo. Hakone. Julio 2015

A la mañana siguiente, y con la mente puesta más en el monte Fuji que en disfrutar de Hakone, cogí el autobús hacia el lago Ashi por 960. Aunque la parada era la del nombre Moto Hakone-ko, me bajé en la anterior para pasear durante un rato por el pueblo, pero era muy pequeño y no tenía mucho que ver. Además era relativamente temprano, por lo que los comercios comenzaban a abrir a aquella hora.

Compré el billete para el crucero turístico por el lago Ashi por 1000 yenes, eligiendo la modalidad que te llevaba hasta el lado opuesto del mismo, Togendai-ko. Fue una grata sorpresa ver el tipo de barco utilizado, porque esperaba algo menos llamativo y moderno. Al comienzo del trayecto, y por un breve instante de tiempo, pude ver el pico del monte Fuji a lo lejos. Finalmente, al desembarcar, tomé el autobús hacia Gotemba, una de las ciudades situadas en la falta del monte Fuji, por 1.020 yenes. 

Lago Ashi, en Hakone, Japón
Barco en el lago Ashi. Hakone. Julio 2015



Lago Ashi, en Hakone, Japón
Lago Ashi. Hakone. Julio 2015

No tenía muy claro cuál sería mi plan para afrontar la subida ni dónde dormiría la siguiente noche, pero Gotemba se perfilaba como el lugar ideal para hacerlo. Si bien había comprobado desde Hakone la noche anterior que los alojamientos allí eran caros, aún resultaban más económicos que los situados a lo largo de la propia montaña. 

La parada de Gotemba donde me dejó el autobús procedente del lago Ashi estaba al lado de la estación ferroviaria. Desde allí mismo parten los autobuses hacia el monte Fuji. Fui hasta la oficina de información turística, donde me explicaron no sólo todo lo relacionado con la excursión a la montaña, sino los horarios y cambios de tren que tenía que coger hasta Osaka. Les pregunté por Osaka por resultar más fácil, pero mi siguiente destino era realmente KobeHimeji, aún debía decidirlo. 

Lago Ashi, en Hakone, Japón
Lago Ashi. Hakone. Julio 2015

Si andáis cortos de tiempo en vuestro viaje por Japón, debéis saber que existe la opción de coger un autobús directo desde la estación de Tokio, con salida temprana, por unos 1.700 yenes, no recuerdo bien la cantidad exacta porque al final no elegí esa opción. No obstante, se recomienda realizar la reserva del asiento con antelación, especialmente en temporada alta. A eso tenéis que añadir el coste del autobús que os llevará hasta la estación base, la quinta, de cada una de las rutas.

Cuando llegué a Gotemba ni siquiera sabía dónde dormiría aquella noche, pero en la oficina de turismo me comentaron que mucha gente realiza la subida durante la noche para ver el amanecer desde la cumbre, y que tenía tiempo suficiente de bajar de la montaña, volver y coger el primero de los trenes con dirección a Osaka. La idea me pareció increíblemente buena, porque me permitiría ahorrar una noche, y además de las caras, aunque la jornada resultara agotadora, más teniendo en cuenta lo poco que había dormido la noche anterior. Adicionalmente, los precios de la comida en la montaña también eran considerablemente más caros, por lo que aquello me permitía cenar en Gotemba antes de coger el último autobús hacia la montaña.

Tras la oficina de turismo, estuve un par de horas, quizás más, en una cafetería haciendo tiempo mientras escribía en el blog. Después compré el billete de ida y vuelta en autobús hacia Subashiri por 2.050 yenes. Fui a un Family Mark, donde, además de comprar y comer allí mismo la cena, aproveché para comprar varias barritas energéticas y dos litros de aquarius para llevarlas a la montaña. Dejé la mochila grande en una taquilla de la estación de trenes, donde me explicaron que el precio era por 24 horas, no por el día en sí, por lo que podría recogerla al volver de la montaña la mañana siguiente.

Lago Ashi, en Hakone, Japón
Lago Ashi. Hakone. Julio 2015

En la parada del autobús comencé a hablar con Dominik, un alemán al que su empresa le había enviado a Japón a trabajar un par de semanas, y quería aprovechar el fin de semana para escalar el monte Fuji. Su idea era comenzar la subida inmediatamente después de llegar, después de los minutos de aclimatación, y esperar unas horas en una de las últimas estaciones, después de pasar la unión con la otra ruta. La razón era que le habían comentado que el camino se estrechaba, y si había mucha gente ese día, te obligaba a ir muy lento y en fila india. También te permitiría descansar más tiempo en cada una de las paradas, y realizar la subida con calma.

Eso me pareció más apropiado que lo que yo tenía en mente, que era esperar dos o tres horas en la estación base, antes de comenzar la subida, para evitar el frío que pudiera hacer en cotas superiores, pues no iba sobrado de ropa apropiada para ello. No obstante, el día había sido muy cálido, por lo que imaginé que, por mucho que bajara la temperatura durante la noche en la montaña, no lo haría más de veinte grados, así que decidí unirme a él y no hacer la subida solo. Más adelante me dí cuenta de mi error.  


Amanecer en el Monte Fuji


Hay cuatro rutas para acceder al monte Fuji desde diferentes localizaciones. Desde Gotemba se puede acceder directamente a dos de ellas, la del mismo nombre, más dura y comenzando desde menor altura, y Subashiri, que está en la parte Este derecha del monte. En la oficina de información turística me aconsejaron tomar ésta última, y eso hice. A partir de la octava estación, se unía con la ruta Yoshida. La cuarta ruta se llama Fujinomiya, que es la que comienza a mayor altura. Por tanto, cada una de estas cuatro rutas comienza a una altitud diferente y posee diferente longitud hasta la cima. También cuentan con un número distinto de cabañas en su recorrido, por lo que hay que informarse bien sobre el que se ha elegido. Hay que tener presente que la montaña siempre entraña peligros, por lo que una parte esencial del viaje es la preparación e información previa.

Al llegar el autobús a la estación base del monte Fuji, los dueños del primer restaurante nos ofrecieron a todos los viajeros un vaso de sopa caliente, lo que se agradecía. Allí esperamos unos veinte minutos, más o menos, antes de comenzar la ascensión. Es muy importante respetar los tiempos de aclimatación a altitudes altas para evitar el mal de altura.

Anochecer desde la estación base. Monte Fuji. Julio 2015

El monte Fuji posee una forma cónica visible desde todos los ángulos. La mejor época para escalarlo es entre Julio y Agosto, cuando abren los refugios. Después de diferentes erupciones, se la conoce como "la montaña donde vive un Dios" desde tiempos antiguos, y se construyó el santuario Sengen-jinja a sus pies, dedicado a su adoración para reprimir las erupciones.

La primera parte de la ruta fue a través del bosque, por lo que la oscuridad obligaba a utilizar las linternas. Posteriormente la montaña se quedó desnuda, y el camino se tornó en una mezcla de pequeñas rocas y tierra grisácea, especialmente resbaladiza cuando la pendiente aumentaba su inclinación en cotas superiores. Aquella parte me pareció bellísima, porque se podía admirar el espectacular paisaje nocturno, con las luces de las ciudades en la lejanía, y las que llevaban los excursionistas que subían poco a poco detrás de nosotros, como pequeñas luciérnagas en mitad del campo.

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Subí perfectamente en manga y pantalón corto, viendo que Dominik no iba sobrado de fuerzas, especialmente cuando hablaba, cuando su respiración se notaba forzada, por lo que llevamos un ritmo muy lento. No necesitábamos más, pues teníamos tiempo más que de sobra. Pero el viento hizo acto de presencia, y a esa altitud, es sinónimo de frío. Sentí que perdía el calor corporal rápidamente, por lo que al llegar a la séptima estación de la ascensión al monte Fuji, a 3.090 metros de altura, me puse la parte baja de los pantalones.

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Para cambiarme de camiseta y ponerme una térmica de manga larga, entré a los baños de la estación, y pregunté si podía cambiarme en un minuto, incluso sin tener que pasar al baño, porque no lo necesitaba. Me contestaron que no. Me quedé más helado de lo que ya estaba. Los baños públicos que se encuentran en el monte Fuji utilizan un sistema amigable con el medio ambiente, y usarlos cuesta 200 yenes. Pregunté entonces cuánto tiempo podría estar en el baño, porque si iba a pagar, al menos quería quedarme todo el tiempo posible para recuperar el calor. Al decirme que únicamente tres minutos, les mandé a freír espárragos. ¿Qué pasaría si tienes la necesidad de hacer aguas mayores, aporrean la puerta para que salgas aún quedándote a medias?. Eran dos chavales jóvenes bastante bordes.

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Como había visto a otro viajero comprar una pequeña caja de sopa caliente, pregunté el precio. No supe la razón, pero un minuto después, subió de 500 a 750 yenes, cuando las encuentras por menos de 100 yenes en cualquier supermercado. Le pregunté si, al comprar la sopa, podríamos tomarla dentro, y volvió a responderme negativamente. ¿Qué forma era esa de tratar al cliente?. Comprobé la parte del negocio de lo que se quejaban en otros blogs de viaje. Desde luego, eso no era en absoluto el espíritu de la montaña, donde todos se ayudan. Me negaba a darles un solo yen a aquella panda de sinvergüenzas, pero Dominik compró dos sopas antes de darme cuenta. Después de tomarla a la intemperie, me cambié la camiseta en menos de veinte segundos. Notaba la mejoría de llevar puesta la térmica de manga larga, pero aún así, me había enfriado demasiado, y estaba literalmente tiritando de frío.

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Me refugié en la esquina de una escalera haciéndome un ovillo, y creo que incluso di alguna cabezada, pero me resultó imposible recuperar calor. Por mi cabeza empezó a pasar la idea de dejarlo, de abandonar, porque suponía que el frío y el viento irían empeorando con la altitud, y en esas condiciones y con esa ropa corría un serio riesgo de sufrir hipotermia. Al rato Dominik me dijo que quizás si nos moviéramos podría entrar en calor, así que reanudamos la ascensión. Lo peor fue que los músculos de las piernas se me habían quedado totalmente fríos y agarrotados, así que los primeros pasos fueron complicados. Él no tenía problemas, había venido totalmente preparado para ello, pero en un viaje del tipo del que estoy haciendo, no puedo llenar la mochila también con ropa de invierno que usaría esporádicamente.

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

En la estación siete original del monte Fuji encontré un muro refugiado del viento, no en su totalidad, pero sí en gran medida. Como íbamos bien de tiempo, al final estuvimos allí otra hora y media, descansando, aclimatándonos, y esperando mejor allí que en un punto de mayor altitud. En ese momento me di cuenta de que fue un gran error no haber esperado hasta las diez de la noche para comenzar la subida, como tenía inicialmente planeado, porque esas tres horas de diferencia las pasamos al raso, con frío y viento, que bajaba aún más la sensación térmica. De hecho, al llegar a la estación octava, a 3.350 metros de altitud, Dominik encontró un termómetro que marcaba cuatro grados centígrados. Allí entré para preguntar si tenían café latte (con leche), pero me pidieron que saliese y lo preguntase desde la ventana, como si quisiera robarles una pizca del calor de su cabaña. Por supuesto, con aquel gesto terminó todo interés comercial por mi parte. Más perdieron ellos.

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

En la estación ocho original, a 3.400 metros de altura, se encontraba la unión con la ruta Yoshida, y el trasiego de senderistas creció considerablemente. Me encontraba mejor. Reanudar la marcha había vuelto a calentar mis músculos. Nosotros seguíamos bien de tiempo, y pudimos descansar tranquilamente en todas las paradas. No nos imaginábamos lo que pasaría después.

Al llegar a la última estación con cabaña, la octava y medio, a 3.500 metros de altitud, vi un cartel anunciando el Nikuman, un bollo al vapor relleno de carne, por 300 yenes, y pregunté si al comprarlo podríamos comerlo dentro. ¡Por fin una respuesta positiva, algo de lógica en aquel rastrero negocio!. Compré otro para Dominik, y le pedí que lo comiese muuuy despacio, lo que nos dio diez minutos de calor y refugio contra el viento. Salimos de allí con una hora hasta el amanecer, que era justo lo que necesitábamos, según el folleto, para completar los últimos casi 300 metros. Las luces de Tokio se intuían a lo lejos. No podía ser otra ciudad. 

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Pero en ese momento encontramos un atasco monumental de gente queriendo hacer lo mismo, sumando a los que habíamos realizado la subida durante la noche, todos los que la habían hecho el día anterior, dormían en los diferentes refugios y se habían levantado para culminarla. Había dos filas, pero íbamos muy lentos. Dominik empezó a zigzaguear entre la gente, diciéndome que los japoneses eran muy educados y ellos ni lo harían ni nos dirían nada. No obstante, me dio algo de vergüenza, por lo que fui más lento que él durante ese último tramo. El atasco se producía principalmente en una puerta torii que había a medio camino y en el que los japoneses se hacían fotos y ponían monedas en los pilares de madera del mismo. Desconozco el significado que tiene aquello para ellos, y al preguntarlo posteriormente a otros japoneses, tampoco me supieron responder con seguridad. Al final fui haciendo fotos al amanecer mientras terminaba la subida a la cima del monte Fuji, viendo los mejores momentos a escasos metros de la cima, y separado de Dominik, al que veía algunos metros más arriba.

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Con Dominik en la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Amanecer desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Amanecer desde el monte Fuji, Japón
Puerta Torii con monedas en los pilares. Monte Fuji. Julio 2015

La alegría por el reto conseguido, el orgullo de haber superado mis debilidades en los peores momentos, la belleza del amanecer y del paisaje, viendo cómo el sol se levantaba rojizo en el horizonte, compartir aquello con cientos de japoneses a los que no conocía,... todas las sensaciones se agolpaban a la vez. Había sido duro, había pensado incluso en abandonar por el intenso frío que agarrotaba mis músculos, pero luché y lo conseguí. Las mejores victorias vienen cuando eres capaz de superar las adversidades y, especialmente, tus propios límites. Incluso el frío y el viento eran menos intensos en la cima que en altitudes inferiores, vencidos ya por el calor que proporcionaba el sol y que no tardó en ser sofocante, incluso a las siete y media de la mañana, cuando nos encontrábamos ya en mitad de la bajada.

Antes de irnos, recorrimos el perímetro del cráter del monte Fuji, admirando las vistas de los paisajes del resto de puntos cardinales que nos proporcionaba la cima. Todos los que se habían quedado a medio camino, terminaron de subir, por lo que la cantidad de gente que se agolpaba a esa hora alrededor del cráter le robaba toda la gracia. Encontramos un santuario justo en el lado opuesto al que llegamos.

Cráter del monte Fuji, Japón
Cráter. Monte Fuji. Julio 2015

Cráter del monte Fuji, Japón
Cráter. Monte Fuji. Julio 2015

Vistas desde el monte Fuji, Japón
Vistas desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Vistas desde el monte Fuji, Japón
Vistas desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Cráter del monte Fuji, Japón
Cráter. Monte Fuji. Julio 2015

Cráter del monte Fuji, Japón
Cráter. Monte Fuji. Julio 2015

Cráter del monte Fuji, Japón
Cráter. Monte Fuji. Julio 2015

Vistas desde el monte Fuji, Japón
Vistas desde la cumbre. Sombra cónica de la montaña. Monte Fuji. Julio 2015


Allí arriba, en el monte Fuji, contemplando el paisaje desde el techo de Japón, y después de haber subido también al pico Fansipan, en Vietnam, ya supe cuál sería mi siguiente reto, escalar el monte Kinabalu, en la parte de la isla de Borneo que pertenece a Malasia, con 4.095 metros de altura. Y también los otros grandes volcanes japoneses, el Sakurajima, y el monte Aso, ambos en la isla de Kyushu.

Vistas desde el monte Fuji, Japón
Vistas desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Al comenzar a bajar, empecé a notar más dolor en el pie izquierdo, hasta llegar a ser tremendamente agudo, obligándome a parar en varias ocasiones. Habíamos tomado una ruta de bajada diferente, pero aconsejada, porque se tardaba menos, y el camino era simplemente tierra seca y rocas pequeñas en grandes pendientes por las que podías ir derrapando constantemente. No obstante, teníamos que ir con cuidado, porque vi varios senderistas caerse, y apoyar las manos en aquellas afiladas rocas no sería precisamente placentero. Tardamos menos de tres horas en llegar hasta la estación base. Aún así se hizo eterno, por el cansancio, el calor y, en mi caso, el dolor.

Vistas desde el monte Fuji, Japón
Vistas desde la cumbre. Monte Fuji. Julio 2015

Perdimos el primer autobús hacia Gotemba por menos de cinco minutos, y tuvimos que esperar una hora para el siguiente. En el mientras tanto, nos volvieron a ofrecer una taza de sopa caliente en el mismo sitio que la tarde anterior. Aún así, llegué con tiempo suficiente para comer tranquilamente en el Family Mark y recoger la mochila, aunque esto último no resultó tan fácil.

Al no conseguir abrir la puerta de la taquilla, pedí ayuda, y el chaval, que hablaba un inglés muy básico, me dijo que tenía que pagar otros 500 yenes por tratarse de distintos días, porque la tarifa había subido desde el día anterior. Me negué, explicándole que su compañera me había dicho que eran taquillas de 24 horas, y que podría recogerla durante la mañana siguiente. Él se disculpó, pero seguía pidiéndome el dinero adicional, y yo seguía contestándole que, en todo caso, el error no había sido mío, sino de su compañera, que me explicó algo diferente. Llamó a otra persona, supongo que la dueña, que también entendía lo que había pasado. Ésta me confirmó que sí que eran 24 horas, pero luego se hacía un lío contando las mías. Al final me puse más serio, y les dije que no iba a pagar nada más, que mi tren salía en diez minutos y que quería recuperar mi mochila. Terminaron desbloqueando el mecanismo de la taquilla para poder cogerla. Los japoneses son algo cuadriculados en lo que a trabajo se refiere, y les cuesta salirse de sus estrictas normas.

Vista desde abajo, a un par de kilómetros de la estación base. Monte Fuji. Julio 2015

El recorrido que me esperaba a continuación era de traca, por la cantidad de cambios de tren que tenía que hacer, el poco tiempo que tenía para hacer alguno de los transbordos, y el desconocimiento en general de las líneas y estaciones. Eso suponía que no podía despistarme durante los trayectos, y estar atento mirando las pantallas, que era donde podía ver el nombre de la estación en inglés. También en los carteles de la propia estación. En definitiva, un día algo estresante, que unido al cansancio y sueño acumulado, hizo que finalmente quedase dormido en varios tramos del trayecto, afortunadamente sin consecuencias en cuanto a pérdidas de trenes. Los transbordos fueron los siguientes:

Gotemba - Numazu - Okitsu - Hamamatsu - Toyohashi - Ogaki - Maibaru - Osaka (finalmente Himeji)

Comprar los billetes de manera individual habría salido caro, pero disponía del Seishun 18, que es un billete para cinco días, que pueden utilizarse de manera discontinua, y con el que puedes coger en el mismo día cuantos trenes locales quieras por solo 2.370 yenes, pues su precio total es de 11.850 yenes. Incluso puede ser utilizado por dos personas, gastando un billete cada una. Hay varios pero. El más obvio es que todos los trenes que se pueden utilizar son lentos, por lo que es útil para aquellos que disponen de tiempo suficiente y quieren ahorrar. Incluye también el ferry hacia la isla Miyajima. Los otros son que sólo puede utilizarse en periodos determinados, que fue la razón por la que no pude utilizarlo antes. La compra también está abierta sólo durante ciertos periodos, pero se puede realizar en Japón, al contrario que el JR Pass, que es necesario comprarlo antes de llegar al país. De hecho, es un billete que también pueden comprar los japones. 

Al final todo había salido perfecto. Había podido ver Hakone y el lago Ashi, descansar en otro onsen, que aunque resultó caro, lo compensaba la noche que había ahorrado en la montaña. Había realizado la subida al monte Fuji acompañado, en una preciosa ruta nocturna, ver uno de los mejores amaneceres de mi vida, y recorrer el cráter. Y con tiempo suficiente para coger los trenes hacia mi siguiente destino. Nuevamente, y sabiendo que puedo resultar pesado, todo pasa por algo, sólo hace falta confiar y mantener la calma en todo momento. 

Aún mantenía la duda sobre quedarme en Kobe, otra gran ciudad cercana a Osaka, o seguir hasta Himeji. Tras la ayuda de otro pasajero, descubrí que el último tren que me estaba llevando hasta Osaka, seguía hasta después hasta Kobe, por lo que no tuve que hacer otro transbordo adicional al llegar a Osaka. Después de bajarme en la estación de esta ciudad con las mochilas a cuestas, miré el tren, y vi que en la pantalla del vagón donde había viajado ponía Himeji, y algo me hizo volver a entrar inmediatamente antes de que el tren partiese. Fue una repentina sensación de saber que descansaría mejor en una ciudad pequeña que en otra más grande. Supongo que unido también a que en Himeji sabía exactamente lo que quería ver, y en Kobe volvería a encontrarme una aventura. Fuese como fuese, la decisión estaba tomada.  

En resumen, realizar la ascensión al monte Fuji durante la noche, y ver el amanecer desde su cima, es una de las mejores experiencias de mi vida, que recomiendo fervientemente a cualquiera que realice un viaje por Japón en los meses de Julio o Agosto. Hakone es famoso por sus baños termales, pero éstos puedes tenerlos en otros lugares más económicos, por lo que, desde mi punto de vista, no es una visita indispensable, y realizarla o no dependerá más bien del tiempo y dinero disponible por el viajero.  

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