La isla Miyajima e Hiroshima

Miyajima, situada en la bahía de Hiroshima, es una hermosa isla que posee lo que se considera uno de los tres paisajes más bellos de Japón, y ha sido adorada como isla divina desde la antiguedad. El símbolo de la isla es el santuario shintoista de Itsukushima-jinja, el más antiguo de todo Japón, y famoso por su pórtico torii, de casi diecisiete metros de altura, y situado en el mar.

La ciudad de Hiroshima se encuentra en la parte oeste de la prefectura del mismo nombre. El Parque Conmemorativo de la Paz está en el corazón de la ciudad. Fue construido en una esquina cerca del epicentro del estallido de la bomba atómica, producido el 6 de agosto del año 1945, y encarna plegarias por la paz mundial. Alberga el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima y frente al mismo se encuentra la cúpula de la bomba atómica Genbaku, que, milagrosamente, solo fue destruida parcialmente durante la explosión.

Atardecer en la playa y el torii. Isla Miyajima. Julio 2015


La isla Miyajima


La estación de tren Miyajimagouchi es donde me bajé desde Himeji para tomar el ferry a la isla de Miyajima. La separa del puerto una pequeña calle, directa. Allí hay dos compañías que operan, una de ellas JR. El billete Seishun 18 que tenía incluía el billete de este ferry, como expliqué al final de la entrada del monte Fuji, por lo que no tuve que pagar nada más.

Al bajar del ferry y salir del embarcadero, volví a cruzarme con dos chicas jóvenes con las que había coincidido en todos los trenes locales que cogí ese día, y curiosamente, en los mismos vagones. Nos reconocíamos porque en el primero de ellos, viajamos en un lugar para cuatro, ellas dos, Akiko y yo. En los últimos ya nos reíamos al volver a vernos. Al final me pidieron que me hiciese una foto con ellas, así que yo hice lo mismo. 

Playa. Isla Miyajima. Julio 2015

Con las chicas del tren. Isla Miyajima. Julio 2015

Caminé hasta el santuario shintoista de Itsukushima-jinja, el símbolo de la isla, y está dedicado a tres dioses: el del mar, el de la seguridad, y el de la fortuna y el éxito. Es el más antiguo de todo Japón, construido en el año 593, aunque fue remodelado posteriormente. Está lacado en rojo bermellón, pues se considera que este color mantiene alejados a los espíritus malignos. El edificio, que se extiende hacia el mar, parece que flotara en el agua durante la marea alta. Su enorme y famoso pórtico o torii, que se encuentra en el mar, tiene casi diecisiete metros de altura y aproximadamente sesenta toneladas de peso. El actual es el octavo desde el periodo Heian, y fue levantado en el año 1875. La entrada al santuario, sin incluir el museo, fue de 300 yenes.

Allí volví a encontrarme a las muchachas, y finalmente me puse a hablar con ellas mientras seguíamos paseando por el templo. Tenían diecinueve años, y estaban estudiando diferentes carreras en la universidad. Aprovechaban sus vacaciones para viajar por el país.

Torii. Isla Miyajima. Julio 2015

Santuario Itsukushima-jinja. Isla Miyajima. Julio 2015

Santuario Itsukushima-jinja. Isla Miyajima. Julio 2015

Al igual que en Nara, en el parque Momijidani de la isla Miyajima se pueden ver decenas de ciervos, que demás caminan libremente y sin temor alguno a los humanos por las calles del pueblo. Me despedí de las chicas, pues mi intención era subir al monte Misen, y aquello no entraba en sus planes. Este monte es el más alto de la isla Miyajima con sus 536 metros de altura. El teleférico subía a otra colina, y su precio era de 1.000 yenes sólo la ida. Así que, para variar, volví a subir andando, encontrándome con un trekking inesperado entre el bosque. Los algo más de dos kilómetros se me hicieron duros, pues la pendiente era considerable en algunos puntos y hacía bastante calor. Pero sin duda mereció la pena, porque allí arriba, solo, sin ruidos ni personas hablando, o gritando, disfruté tranquilamente de unas vistas extraordinarias, a las fotos que muestro a continuación no hacen justicia.

Ciervo en la playa que se deja acariciar. Isla Miyajima. Julio 2015

Ciervos en la playa. Isla Miyajima. Julio 2015

Vistas desde el monte Misen. Isla Miyajima. Julio 2015

Vistas desde el monte Misen. Isla Miyajima. Julio 2015

Vistas desde el monte Misen. Isla Miyajima. Julio 2015

Monte Misen. Isla Miyajima. Julio 2015

Fue durante la bajada donde volvió a resentirse mi pie izquierdo. Elegí el camino que conducía hasta el templo Daishoin, el más distinguido de la isla Miyajima. Pero había que subir lo que, desde la entrada, me parecieron unas escaleras interminables. Como estaba bastante cansado, no quería forzar el pie y ya era algo tarde, decidí no pasar a verlo. Así que seguí caminando entre las calles del pueblo hasta llegar al puerto, donde tomé el ferry de vuelta, y después el tren local hasta Hiroshima.

Sin lugar a duda, los dos primeros días del billete Seishun 18 los había aprovechado al máximo. No tuve que viajar en días consecutivos como con el JR Pass, y ahorré una cantidad importante de dinero respecto a si hubiera tenido que pagar cada trayecto ferroviario y el ferry a la isla Miyajima por separado. Vuelvo a recomendar su compra, siempre que tengáis tiempo suficiente para permitiros viajar lentos. 


Hiroshima


Al llegar de nuevo a la estación de Hiroshima, la oficina de turismo estaba ya cerrada, era de noche, y, sin saber por qué, sentí pereza de preguntar el autobús apropiado para llegar a las cercanías del hostal que había reservado. Aparentemente no estaba muy lejos, a unos dos kilómetros y medio de distancia. Pero, de noche, y sin mapa, erré la dirección en uno de los cruces en mitad del trayecto, y acabé andando de más. Unido a la caminanta en la isla Miyajima, el pie volvió a empeorar. 

Llegué tarde al hostal, de noche, cansado, para comprobar que tenía una parada de tranvía justo delante, una línea directa a la estación de trenes. Se llamaba Reino Inn Hiroshima Peace Park, localizado muy cerca del Parque Conmemorativo de la Paz, y con un coste de 2.700 yenes la noche en un dormitorio de ocho camas. Finalmente el precio se redujo 300 yenes, porque pertenece a la red de hostales internacionales (hihostel), de la que tengo una tarjeta, la de alberguista internacional, que me proporciona un descuento del 10% en todos ellos. No obstante, me estaba resultando difícil encontrar hostales baratos los últimos días, debido, como comenté en una entrada anterior, a que en la zona se estaba celebrando una reunión internacional de exploradores, que tenían copados la mayor parte de éstos. 

La cama fue muy cómoda, y el dueño muy majo. Al hablarle sobre mi dolencia en el pie, por si podía ayudarme a encontrar un fisioterapeuta, me dio una bolsa de hielo, que tuve puesta mientras conversábamos. Me comentó que si por la mañana no mejoraba, él llegaba a las dos de la tarde y podría ayudarme a encontrar un lugar donde darme un masaje. Como ya me pasó en Himeji, resultó complicado explicarle que lo que buscaba era un fisioterapeuta, un masajista deportivo, le decía. No me quedó claro si es que allí se conocen por otro nombre, emplean un tipo de tratamiento diferente o directamente no existen como tal, lo que me parecía imposible de creer. Al llegar a la habitación, encontré a tres chavales de Tokio que estaban disfrutando de unos días de vacaciones. 

Por la mañana tomé un gran desayuno por 500 yenes allí mismo, y escribí todas las notas de los dos días anteriores para el blog. Después fui a visitar el Parque Conmemorativo de la Paz, construido en una esquina cerca del epicentro del estallido de la bomba atómica, producido el 6 de agosto del año 1945 a 600 metros de altura. También alberga el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, cuya entrada es de únicamente 50 yenes, una grata sorpresa. Allí se expone la historia de Hiroshima y la realidad de los daños de la bomba atómica. También se habla acerca de la abolición de las armas nucleares y el logro de la paz mundial y eterna. Estaba repleto de gente aquel día. Sin embargo, me pareció más completo, mejor explicado y detallado el correspondiente museo de Nagasaki, la otra ciudad japonesa destruida por una bomba atómica, como comprobaría más adelante.

Después visité el Monumento por la Paz de los Niños Caídos, y la cúpula de la bomba atómica, también llamada cúpula Genbaku, que, milagrosamente, sólo fue destruida parcialmente durante la explosión. Se encuentra en el que originalmente fue proyectado como edificio de Exposición Comercial de la Prefectura de Hiroshima

Representación de la detonación de la bomba atómica y área afectada. Museo. Hiroshima. Julio 2015

Modelo de la bomba lanzada. Museo. Hiroshima. Julio 2015

Monumento por la Paz de los Niños Caídos. Hiroshima. Julio 2015

Cúpula Genbaku. Hiroshima. Julio 2015

Posteriormente me acerqué a la zona comercial que había visto la noche anterior, mientras caminaba desde la estación al hostal, y, por último, a la Avenida de la Paz, perpendicular a la calle donde se encontraba mi alojamiento. Allí pregunté por lugares donde recibir un masaje, pero el recepcionista era distinto al del día anterior, y le costó entender lo que buscaba. Encontró varias opciones cerca, pero algunos de ellos estaban cerrados, y el resto proporcionaban únicamente masajes generales. Incluso entré a alguna farmacia para preguntar, pero ni siquiera el personal joven que allí trabajaba hablaba inglés, lo que me parece un atraso en un país como Japón

Volví al hostal a recoger la mochila, y fui a la estación a dejarla en el nuevo hostal que había reservado, pues aquel otro estaba completo para esa noche. Antes, volví a preguntar en la oficina de turismo, donde hablaban inglés mejor, por el tema del masaje. Afortunadamente fui allí antes, porque me informaron de que el hostal que había reservado no estaba al otro lado de la estación de Hiroshima, sino en la de Nishi-hiroshima, a unos diez minutos en tren local. Un pequeño error sin consecuencias, porque ya había visto lo principal de la ciudad, y con el pie aún dolorido, no pensaba dar un paseo por la misma recorriendo otros puntos menos turísticos, como normalmente me gusta hacer. 

Al final me recomendaron probar un masaje relajante, en un local situado en la misma estación, y comprobar qué tal me iba. La mujer se portó genial, porque como sabía que era complicado encontrar a personas que hablasen inglés bien por allí, me escribió en un papel lo que me ocurría en japonés, y cómo había aparecido el dolor, según se lo describía yo. Para ser honesto, el masaje fue una auténtica basura, y encima fue carísimo, me cobraron 3.000 yenes por treinta minutos. Además, no sé muy bien cómo me movió los gemelos, pero acabé con dolor también en esa zona. 

El nuevo hostal estaba efectivamente al lado de la estación que mencioné anteriormente. Su nombre era Guest House Carpe Hiroshima Koi, y el precio fue de 2.500 yenes la noche en una habitación de cuatro camas. Al llegar coincidí con dos de mis compañeros, dos turcos jóvenes. No pretendo parecer cruel ni tiquismiquis, pero olían a cuadra, especialmente uno de ellos. Y en lugar de ducharse, se echaron directamente en las camas, por lo que cuando volví a entrar en la habitación, el hedor impregnaba toda la sala. 

Afortunadamente, también encontré allí a Akira, o Janie, su nombre inglés, una chica de Taiwán muy maja, que trabajaba en la estación de Hiroshima. Al hablar inglés, su función era asistir a los viajeros extranjeros. Vivía en el hostal, con un precio especial, claro, porque le resultaba más económico que alquilar un apartamento y los muebles necesarios. Al menos seguiría en esa situación durante los seis primeros meses de su contrato, hasta saber si la trasladarían o no a otra ciudad. Lo sorprendente, al menos para mí, era que dormía en la habitación compartida para mujeres, por lo que conocía a gente nueva cada día. No sé si yo sería capaz de hacer lo mismo, probablemente optaría por una habitación individual para estar más tranquilo. Pero ella necesitaba controlar los gastos.      

Le hablé sobre mi dolor e inflamación muscular, y los problemas que había tenido para que la gente entendiese que lo que buscaba era un masajista deportivo. Al comentarlo también con el dueño, éste me aconsejó ir a la farmacia y comprar unas tiras con medicina incluida en las mismas, analgésico o algo similar, muy utilizadas en Japón. Pedí a Janie que me acompañara por si no hablaban inglés, como así sucedió, y nuevamente, a pesar de ser un muchacho joven. Lo que éste me recomendaba era mejor que lo que me había comentado el dueño del hostal, pero también mucho más caro. Entre eso y los problemas a la hora de explicarnos su contenido y efecto, acabó por darme una prueba gratis para esa noche, y si me iba bien, comprar más. No obstante, la prueba tenía dos de esas tiras, por lo que pude utilizar la segunda a la mañana siguiente. Me fueron bien, noté su efecto positivamente. También porque coloqué una manta doblada varias veces en la zona de los pies de la cama, por lo que los mantuve ligeramente elevados durante la noche, lo que también ayudó.  

Después de cenar, estuve charlando un rato con Janie y Philip, un danés de dieciocho años. Éste había estado en la isla de Okinawa haciendo un voluntariado por un mes, que consistía en trabajar en un hostal durante nueve horas al día, por alojamiento y comida gratis. Para su edad, me pareció un chaval muy inteligente, con la cabeza bien puesta y las cosas claras sobre lo que quería hacer en el futuro. 

A las 3:30 de la madrugada aparecieron los dos turcos aporreando las ventanas de la habitación. Tuvieron problemas al abrir la puerta con el código, y al final Philip se bajó de la litera para abrirles. Se fueron después de desayunar, sin ducharse, y con ese olor repugnante aún encima desde primera hora de la mañana. Yo estuve enviando varios mensajes a través de couchsurfing para intentar encontrar un nuevo anfitrión japonés en Fukuoka. También decidiendo si me quedaba otra noche allí, o me iba a dormir directamente a Onomichi, aunque no hiciese nada ese día, para poder realizar la ruta en bicicleta entre las islas desde primera hora de la mañana. Al final el dueño del hostal me recomendó lo segundo, pues se acercaba el fin de semana, y la ruta podría hacerla el viernes, cuando habría menos gente. También porque si comenzaba temprano, evitaría las hora de más calor. 

En la estación de Hiroshima encontré a Jenny trabajando, que me informó sobre cómo llegar a mi destino. Aquel día ni siquiera utilicé uno de mis billetes, porque a la estación de Nishi-hiroshima accedía por la entrada opuesta a la principal, donde no había ningún personal, y al llegar a Onomichi, vi que ocurría lo mismo, así que también salí por la puerta contraria a la principal sin que nadie me sellara el billete. 

En resumen, la isla de Miyajima es una parada imprescindible en un viaje por Japón, especialmente por las vistas de las que puedes disfrutar desde la cima del monte Misen. Se puede complementar con la visita al Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima y su museo en el mismo día, que si bien no destaca por su belleza, su relevancia histórica merece conocer los pormenores de aquel horrendo día para la humanidad.   


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