El Nido se ha convertido en la estrella turística de Filipinas debido a sus playas de arena fina y aguas claras. También por las vistas sobre
las
formaciones kársticas que aparecen sobre el mar en forma de islas, lagos de
aguas tranquilas y playas secretas.
Incluye 45 islas en su territorio, y se encuentra a
240 kilómetros al norte de
Puerto Princesa.
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Atardecer en la playa Las Cabañas. El Nido. Noviembre 2015 |
Como curiosidad, la película "La playa", que versa sobre un paraíso secreto para mochileros, fue inspirada en
El Nido, concretamente en la playa secreta de la
isla Matinloc. Aunque la película se filmó en las preciosas islas Phi Phi de Tailandia, el autor, Alex Garland, escribió el libro durante su estancia de seis meses como mochilero en la
isla de Palawan.
El Nido
Llegué a
El Nido desde
Port Barton sobre la una y media de la tarde, para comprobar por mí mismo lo que ya me
habían adelantado otras personas durante mi estancia en la
isla de Palawan, y
era que
estaba lleno de turistas. De hecho, varios de los alojamientos en los
que pregunté estaban completos, y otros tantos eran demasiado caros. Pero logré
encontrar uno, retirado de las calles principales, en el que regateando,
conseguí que me dejaran la habitación doble con baño dentro por 400 pesos, que
era lo mismo que pagué en
Port Barton. El mobiliario, eso sí, era básico, pero
suficiente para mis necesidades. Y la conexión wifi estuvo funcionando mal
hasta el último día. Se llamaba
Casa Carlota, y el personal siempre fue amable conmigo.
Booking.com
Comí donde me
recomendaron, en Silog Republic, también una agencia de viajes donde me
informaron de todo lo que podría hacer en el pueblo. Luego paseé un rato por el pueblo, donde nuevos edificios, hostales o
instalaciones se estaban levantando, en el centro y otras calles más alejadas, consecuencia evidente del turismo masivo. No sé cómo sería El Nido hace años, pero hoy en día parece que no queda nada auténtico o que no haya sido
desvirtuado por el turismo. Todo lo que hay es por y para ello, sin más.
Tan solo un par de horas
allí y ya echaba de menos
Port Barton. Así que programé la jugada para ver lo
más destacado del lugar y salir cuando antes de allí. Ya me habían confirmado
que
sólo se podía volar hasta Manila desde el aeropuerto de El Nido, así que
tendría que volver hasta Puerto Princesa si quería ir hasta Cebú. Había
descartado ir hasta
Corón Corón, porque aunque catalogado como otro tesoro de naturaleza increíble, no se recomienda ir hasta allí si no tienes la idea de bucear, por lo
complicado de la
logística. No tanto la de ir hacia allí desde
El Nido, sino la de salir hacia
otro lugar de
Filipinas, y
siempre en barco.
Así que alquilé una
motocicleta automática en Silog Republic esa misma tarde para ir hasta la playa Las Cabañas, mucho mejor que la situada en el mismo pueblo, y desde la que
se puede disfrutar de la puesta de sol. Los triciclos cobraban 100 pesos por
ir, pero los españoles con los que conversé en Port Barton el primer día me
avisaron que su tarifa subía hasta los 150 a la vuelta. Esa fue la razón de alquilar
la motocicleta aquella misma tarde. Mi plan para el día siguiente era conducir por la carretera circular que bordea el parque nacional, parando en
las distintas playas recomendadas. Me comentaron que se tardaba cuatro horas en
recorrerla, más el tiempo de las paradas. Es decir, me llevaría casi todo el
día, justo para devolver la motocicleta a tiempo. El coste de ésta fue de 500
pesos, más el combustible, más caro que en Puerto Princesa.
Para realizar una de
las famosas excursiones a las islas cercanas a El Nido, los españoles también me habían dado instrucciones para ir al lugar preciso y hablar con la persona adecuada,
para que me saliera mucho más económico que lo ofertado en el resto del pueblo.
Y es que, cuando el precio para la opción A, la más
recomendada, era de 1.200 pesos, este hombre, Joseph, lo tenía a 900. El
español me comentó que lo reconocería porque le faltaban varias piezas
dentales. Y tenía razón. Hacía las veces de jefecillo del lugar, y fue como
comprarle los billetes directamente a él, sin la comisión de las agencias. No
obstante, la rebaja no acabó ahí, porque Frances ya me dijo que ellos pagaron
700 pesos, pero que fue algo sólo entre ellos, en voz baja. Y así le entré
cuando llegué hasta su puesto y lo localicé. Le dije que iba por recomendación
de unos amigos, le enseñé lo que me escribieron, incluyendo el precio, y que si
podría ayudarme de la misma manera. Y así fue. Anotó mi nombre junto con el
coste de 700 pesos para dos días después.
Así, con todos los
deberes hechos, cogí la motocicleta, y me fui a ver
la playa Las Cabañas y
la tan comentada puesta de sol. Encontré la gasolinera de camino agotada de
combustibles, así que confié en lo que me dijo el dueño sobre que tenía suficiente para y volver hasta allí. Había mucho tráfico de triciclos por el
pueblo y hacia la playa, ruidosos y contaminantes. Y
Las Cabañas, como no podía
ser de otra forma, llena de turistas. No me quedé justo al bajar las escaleras
desde la carretera hacia la misma. Continué hasta donde supuse que tendría
buena vista hacia la puesta de sol, un lugar, por cierto, con un cartel donde
se leía que esa parte de la playa estaba reservada únicamente para los clientes
del restaurante, aunque no le hice ningún caso. Y allí me quedé sentado, viendo
como el astro rey se hundía en las aguas del
Mar del Oeste de Filipinas (o Mar
del Sur de China).
Uno de los mejores atardeceres que he visto, juntos con los de la
isla Siquijor, también en
Filipinas, y los de la isla
Don Det, en la frontera sur entre Laos y Camboya.
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Atardecer en la playa Las Cabañas. El Nido. Noviembre 2015 |
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Atardecer en la playa Las Cabañas. El Nido. Noviembre 2015 |
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Atardecer en la playa Las Cabañas. El Nido. Noviembre 2015 |
Volví a
El Nido,
llené el depósito de combustible en la otra gasolinera que hay en el centro del mismo, en
frente de la costa, aparqué la motocicleta frente a mi hostal, y fui a cenar y
dar un paseo. No tardé mucho en volver a mi habitación, y escribir notas para
el blog antes de caer dormido.
Compré el desayuno
en la única y concurrida panadería que hay en el pueblo, a un precio irrisorio,
para mi sorpresa. En mi hostal no habían preparado el té y café gratuitos que
habría por las mañanas, según me comentaron. Tampoco había nadie para
comentarlo, así que terminé comprando el café en el hostal de al lado. Y así
comencé mi ruta circular en motocicleta por El Nido, de alrededor de 80 kilómetros. Eso
sin contar los que debes hacer si quieres ir a alguna de las playas y te
desvías de la carretera.
Llegué a mi primera
parada del día, donde ver la cascada Nagkatit. Aparqué la motocicleta dentro
del recinto, y un hombre me informó que era aconsejable tomar un guía porque es
complicado llegar por uno mismo. Rechacé hacerlo porque el coste era de 200
pesos. Aún así, me indicó cómo llegar, tres desvíos a la derecha y el último a
la izquierda. No obstante, después de pasar el primer riachuelo y la
"puerta" de entrada, donde se pagan 10 pesos, me encontré un chaval
joven, Jones. Le pregunté sobre la ruta, y después de comentarme lo mismo, le
pregunté cuál sería su precio, que se quedó en 100 pesos después de empezar por
150. No obstante, me dijo que no podría comentar nada, porque lo haría a
escondidas de su jefe, que aparentemente le pagaba menos cantidad por cada ruta
guiada.
Y por suerte fui con
él, porque luego comprobé que hubiera sido imposible encontrar la catarata de haber ido solo. Además, me prestó sus chanclas para cruzar los riachuelos después de
que en uno de los primeros lo pasase algo mal pisando las piedras,e incluso
haciéndome un pequeño corte. Pero él caminaba descalzo como si fuera arena de playa, sin inmutarse. Tenía
21 años, y me contó que estaba ahorrando para poder ir a la universidad de
El
Nido y estudiar servicios sociales.
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Con Jones en la catarata Nagkatit. El Nido. Noviembre 2015 |
La cascada Nagkatit en sí no tiene mucho, para ser honesto, y de hecho, no recomendaría su visita, porque se tarda cerca de 45 minutos al ir, y otros tantos al volver. A mí me gustó por el camino y la compañía, pero me robó mucho tiempo, más del que había previsto, y que luego me faltó más adelante. Llegando al aparcamiento, me dijo que tendría que pagar 25 ó 35 pesos, no recuerdo bien. Pero arranqué la moto, y no vino nadie a pedírmelos. De hecho, había dos o tres personas estiradas allí sin hacer nada, así que seguí mi camino.
Playas Nacpan y Deli
Para llegar hasta la playa Nacpan, de la que todos los locales me hablaban, había que tomar un desvío desde la carretera "principal". Este camino estaba en muy malas condiciones, y lleno de arena y polvo, que se incrustó en mi ropa y mochila para no abandonarme el resto del día. No lo recuerdo bien, pero quizás condujese veinte o veinticinco minutos por el mismo. Incluso la motocicleta patinaba, especialmente en el terreno con más arena, donde estuve cerca de caerme un par de veces. Pero ésta era pequeña, y mis piernas largas, así que en el momento en que ponía los pies en el suelo, recuperaba el control.
La mala noticia fue
que al llegar encontré muchísimos turistas. La buena, que en esa playa eso no
importa, porque es enorme, y puedes buscar tu rincón. La anchura de arena hasta
el agua era notoria. Si se va hacia el lado izquierdo mirando al mar, se acaba
conectando con la siguiente playa, mucho más pequeña, y a la que accede el
pequeño poblado. Entre ellas, hay un montículo o acantilado al que se
puede subir fácilmente, y sobre el que se disfrutan de bonitas vistas hacia
ambas.
Al bajarme del mismo
y pasear de vuelta hasta la altura donde aparqué la scooter, me dí un baño en
las aguas, que no estaban tranquilas, por lo que me quedé cerca de la orilla. No
obstante, había perdido mucho tiempo en la catarata, y tenía que partir para
seguir con la vuelta. De todas formas, el sol ya caía fuerte a esas horas, y en
esas condiciones, nunca me gusta quedarme quemándome bajo sus rayos. Aproveché
para comer por allí, pero no en los restaurantes de la misma playa, que son
caros, sino en un lugar del pueblo, en la misma carretera de salida, y donde al
llegar vi a varios locales hacerlo allí.
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Panorámica de la playa Nacpan. El Nido. Noviembre 2015 |
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Panorámica de la playa Nacpan a la izquierda, y del pueblo a la derecha. El Nido. Noviembre 2015 |
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Playa Nacpan. El Nido. Noviembre 2015 |
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Playa Nacpan. El Nido. Noviembre 2015 |
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Playa Nacpan. El Nido. Noviembre 2015 |
Además, me dieron
recomendaciones de sitios a los que visitar, afortunadamente para mí, pues una de ellas fue ir a Bucana desde allí, concretamente a la playa Deli. Debía
seguir por la carretera principal, y volver a desviarme al encontrar la
indicación con el nombre de este pueblo. El camino estaba nuevamente en un
estado horrible, pero era más corto que el anterior. Cerca de la playa había una
entrada donde tuve que pagar 50 pesos por acceder a una propiedad privada, que,
sin embargo, no había utilizado ese peaje para arreglar el camino, ni siquiera
la parte desde aquella entrada hasta la playa. Pensé en decírselo a la vuelta,
pero al final no lo hice.
Esta playa también
es espectacular, de las mismas características que
Nacpan, pero prácticamente
vacía. Creo que había otras cinco o seis personas únicamente allí, y en el lado
izquierdo, por lo que apenas las vi, pues yo fui paseando hasta el final del
derecho. Esta vez no me di el baño, pues había algo de resaca.
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Vistas de los alrededores de la playa Deli desde la parte alta del camino. El Nido. Noviembre 2015 |
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Panorámica de la playa Deli. El Nido. Noviembre 2015 |
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Playa Deli. El Nido. Noviembre 2015 |
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Playa Deli. El Nido. Noviembre 2015 |
También me habían recomendado ir hasta
Tiniguilban, pero el tramo de camino después del desvío
era muy largo, por lo que estaba claro que si iba hasta allí no tendría tiempo
de hacer nada más, debido a las condiciones del camino. Así que seguí hasta
San
Fernando. Y lo mejor de aquel tramo es que discurre en una posición elevada,
por lo que
las vistas hacia el valle y la playa, y otras islas al fondo, son
preciosas. Eso me hizo quedarme con la espinita de no haber tenido tiempo de ir
hasta
Tiniguilban, aunque posteriormente me dijeron que no había nada especial
que ver por allí.
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Vistas desde la carretera hacia San Fernando. El Nido. Noviembre 2015 |
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Vistas desde la carretera hacia San Fernando. El Nido. Noviembre 2015 |
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Vistas desde la carretera hacia San Fernando. El Nido. Noviembre 2015 |
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Vistas desde la carretera hacia San Fernando. El Nido. Noviembre 2015 |
Lo de la carretera
principal era un misterio, porque a veces encontraba tramos asfaltados, a veces
de tierra, a veces con muchísimas rocas, y a veces asfaltado sólo en un lado al
que no se podía pasar. El asfalto era como pequeños oasis que encontrabas en el
desierto, sin ninguna lógica u orden aparente. Pero evidentemente habría una
razón, aunque un par de locales a los que les pregunté no supieron decírmela. Calculé que aún
les quedaban varios años para terminarla.
San Fernando aún no
había sido invadida por el turismo, pero le quedaban pocos años de
libertad, en cuanto la carretera estuviese terminada y se pudiera llegar en menos de una
hora desde
El Nido. Bajé al pueblo, y de allí a la playa, pero ni se acercaba a
las dos anteriores.
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Playa de San Fernando. El Nido. Noviembre 2015 |
Seguí hasta
Sibaltan. Un chico que me vio consultando el mapa paró para preguntarme si
necesitaba ayuda, y aproveché para consultarle las dudas que tenía. Entre
ellas, si me quedaba suficiente combustible para llegar hasta El Nido. Me
aconsejó poner un litro más, pero lo veía excesivo, y no quería que me volviese
a pasar como en Puerto Princesa. Así que únicamente le añadí medio litro, y me
acabó sobrando igualmente. El chaval me dijo que me acercara a la playa, que
estaba justo al lado, y que además era suya, pues la propiedad era antiguamente
de su madre, y ahora él pagaba los impuestos.
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Vistas desde la carretera hacia Sibaltan. El Nido. Noviembre 2015 |
Me guió hasta allí,
y conducimos cerca de un kilómetro por la misma arena, sobre la playa, hasta
llegar a los alojamientos que regentaba. Tuvo la amabilidad de traerme una
toallita mojada para que me limpiase el polvo de la cara. La verdad es que
estaba lleno. Yo, la ropa y la mochila. Tenía un pequeño mono atado del que no
me percaté hasta que se me subió a los hombros dándome un buen susto. Pero era muy lindo, no hacía nada, y no era un macaco. Creo que
era la primera vez que veía esa especie, pequeña y con manitas como de bebé. Me
daba pena que lo tuviesen atado. Y al dueño le tenía mi
edo, porque era
acercarse y saltar hacia la "seguridad" de su tronco. Seguro que había una razón
para tal desconfianza.
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Mi pequeño amigo. El Nido. Noviembre 2015 |
No me quedé mucho
tiempo, porque me quedaba mucho camino aún, y sabía que tardaría más de la hora
que el chaval me comentó que quedaba hasta
El Nido. Y no me equivoqué. Cuando
decía que me sobró gasolina, fue porque a partir de allí, el camino fue
terrible, y agotadoramente malo, el peor tramo de todos. Conducir a más de
veinte kilómetros la hora fue imposible. La excepción fue un tramo de carretera
asfaltada. Tardé alrededor de la hora y cuarenta minutos en completar esa
parte, si no más. Incluso paré durante unos minutos, porque el trayecto entre
rocas me tenía destrozada la espalda. Una scooter no tiene mucha amortiguación,
y me había colocado la mochila a la espalda para intentar minimizar el polvo
que cogiera. Pero ni por esas, porque me crucé con varios camiones que me lanzaron
toda la arena del camino. Cuando los veía venir, paraba y agachaba la cabeza
para que el casco parase todo el polvo que se precipitaba hacia mis ojos y cara.
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El Nido. Noviembre 2015 |
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Vistas desde la carretera hacia El Nido. Noviembre 2015 |
Cuando devolví la
motocicleta, le comenté al dueño sobre el camino. El chaval, joven, ni siquiera
lo conocía, por lo que me preguntó mucho acerca de la ruta, qué era lo mejor,
cuánto se tardaba, dónde estaban las mejores vistas y el estado de la carretera
en cada tramo.
Fui directamente al
puerto a confirmarle a Joseph que iría a la excursión de las islas el día
siguiente, y a pagársela. Me comentó que por la mañana, debía de ir a la
Municipalidad de El Nido, que al final eran una mujeres sentadas delante de una mesa en la
misma playa. Tenía que pagar la tasa de desarrollo del turismo ecológico, otros 200
pesos adicionales. Pensé que posiblemente ya estuviera incluido en los 1.200 pesos que anunciaban en las diferentes agencias, pero posteriormente me confirmaron que
tampoco. Esta tasa te permite hacer actividades en el lugar durante diez días.
Después cené, pues
tenía hambre, a pesar de estar lleno de polvo y con una ropa que daba asco sólo
de verla. Y luego al hostal, a lavarla y a pegarme una buena ducha.
Dudaba si tras la
excursión a las islas del día siguiente partiría directamente hacia Puerto
Princesa, o lo haría un día después. Dependería de cuándo pudiese encontrar un
vuelo hacia Cebú, así que necesitaba conectarme a internet, pero nuevamente, el
del hostal no funcionaba. Fui a otros establecimientos a probarla, y en uno
de ellos me tomé mi primera cerveza en Filipinas, una San Miguel, por cierto. Pero el problema parecía algo general, de la cobertura disponible en El Nido.
El recepcionista del
hostal me recomendó probar una tienda de internet, con varios ordenadores, y que
solía funcionar bien. Y efectivamente, allí pude consultar y finalmente comprar
mi vuelo hacia Cebú con la misma compañía de los vuelos anteriores, Cebu
Pacific. El precio de la hora fue de 30 pesos. No obstante, tuve que hacerlo
para el día 21 en lugar de para el 20, como quería, pues los precios eran muy
elevados o no quedaban asientos libres. Incluso los que hacían escala en Manila
era muy caros, con Philippines Airline, por lo que aconsejo volar con Cebu
Pacific. El espacio entre asientos es pequeño, y no te sirven ni un mísero vaso
de agua durante el vuelo, pero la tarifa es mucho más económica, y van bien. Ya
tranquilo, me tomé un helado y regresé al hostal, donde me quedé escribiendo
notas para el blog.
Llegué al puerto
sobre las ocho y cuarenta de la mañana, y Joseph salió a saludarme. Me acompañó
a donde debía pagar la tasa de turismo ecológico de 200 pesos, y me puso una
silla en la playa para que esperara sentando hasta la hora de salida. El grupo
lo formábamos once personas, una de ellas una pequeña de año y algo, y cuatro
más de la tripulación. La primera parada fue la
pequeña laguna (small lagoon), a la que se accedía por una pequeña entrada en la roca de una de las islas. Fuera
había un par de empresas de alquiler de pequeñas piraguas, pero se puede hacer
nadando perfectamente. Además, si tu barco es de los últimos en llegar, verás
cómo se produce un atasco de las mismas para entrar y salir. Los turistas se
vuelven realmente tontos en estas situaciones. Afortunadamente, nosotros fuimos
de los primeros, así que pude ver el lago tranquilamente, completamente rodeado
de la formación rocosa. Evidentemente, no llevé la cámara fotográfica dentro.
La segunda parada se
modificó por el estado del mar, algo de oleaje y mucho viento. Estaba previsto
ir a la isla Shimizu, en segundo lugar, pero fuimos a otra zona cuyo nombre no
recuerdo, en la que hicimos snorkel mientras preparaban la comida. O quizás fue
sólo un cambio de orden de las visitas y no me enteré. Aquella no era buena
zona para el snorkel, y no vi mucha vida marina. Pero estuvo bien para hacer
hambre. La comida fue muy buena, variada y en cantidad.
Desde allí fuimos a la laguna secreta (secret lagoon). Se llama así porque para llegar, se debe saltar
por una pequeña abertura en la roca. Pero antes, había que caminar hasta ella
sobre las piedras, y como había muchas olas, caí varias veces. Era complicado
mantener el equilibrio. Y el lugar en sí, exactamente igual que el primero, pero
muchísimo más pequeño. Esta vez, uno de los tripulantes llevó una bolsa
impermeable donde algunos metimos las cámaras para hacer alguna fotografía
dentro.
El cuarto lugar fue la laguna grande (big lagoon), que conectaba con el mar. Desde donde nos dejó el
barco hasta digamos la entrada, había que nadar, pero aproveché para ir
haciendo snorkel, porque era una zona de coral con vida marina. Fue una pena
comprobar, de nuevo, que el coral estaba arrasado, roto y muerto en el fondo de
mar. Desde luego, los barcos y sus anclas, y los turistas que en lugar de nadar
caminaban sobre éste, lo estaban destruyendo por completo.
Nadé con las
chanclas en la mano, para no perderlas, como si fueran palas, porque una vez
que llegas y puedes caminar, es fácil cortarse por allí. Esta laguna era bastante
grande, y profunda. También es similar a la primera. Todas son de la misma
tipología, y rodeadas por el mismo tipo de formación rocosa. El chaval de la
tripulación repitió la operación con la bolsa impermeable y las cámaras.
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Entrada a la gran laguna. El Nido. Noviembre 2015 |
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La gran laguna. El Nido. Noviembre 2015 |
La última visita fue
lo peor del día, la
playa 7 Commando, pequeña, y situada al otro lado de la
montaña que daba sombra a
El Nido. Había un chiringuito donde comprar comida y
bebidas, y allí debíamos esperar casi hora y media. Se podía hacer snorkel, y
de hecho lo hice, y también vi peces que no había visto hasta entonces. Pero
igual el coral estaba arrasado en esa costa, y nadar en la playa, con
tantas barcas soltando aceite de motor, no es lo más aconsejable. Así que
después del snorkel, tomé un rato el sol.
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Llegando a El Nido. Noviembre 2015 |
Llegamos a El Nido
con tiempo suficiente como para haber cogido directamente una furgoneta hacia
Puerto Princesa. Pero como mi vuelo no salía hasta el día 21, ya había decidido
dormir allí una noche más. Regresé al hostal para cambiarme, y caminé hasta la
terminal de autobuses para preguntar de nuevo los horarios hacia Puerto Princesa al día
siguiente, precios y duración del trayecto. Allí también puedes comprar el
billete en furgoneta, que tarda unas dos horas menos, y cuesta 500 pesos en
lugar de 380. Regateando, conseguí que la furgoneta sólo fueran 450 pesos, que
finalmente es prácticamente lo mismo, pues te deja directamente en tu hostal de
la ciudad, en lugar de en la terminal de autobuses. Desde allí al centro,
el coste para los extranjeros suele ser de 50 pesos. Así que la decisión estaba
clara.
No obstante, no confirmé, y me quedé con la tarjeta de la compañía y el
precio final. La razón fue porque con esa misma, fui de nuevo a Silog Republic,
al lado de mi hostal, donde al verla, me dieron el mismo precio. Confiaba mucho
más en ese lugar y su personal joven, que ya me había atendido los días
anteriores, que en los hombres con los que hablé en la estación.
Me levanté temprano,
antes de que sonara el despertador, por lo que tuve tiempo de sobra para hacer
la mochila y desayunar tranquilamente. No obstante, la furgoneta no llegó hasta
las ocho y diez de la mañana, posiblemente porque alguno de los otros clientes
se retrasó. Y sin decir nada, directamente me situaron en el asiento del
copiloto, con espacio suficiente para mis piernas. El vehículo además parecía
nuevo, estaba limpio y los asientos impecables, y muy cómodos.
El trayecto duró
alrededor de cinco horas y media, aunque no se me hizo largo, porque fui dando
cabezadas a ratos. Los paisajes hasta abandonar la zona de El Nido fueron
preciosos, y me acordé entonces de haber tenido la opción de realizar el trayecto por mi cuenta en motocicleta desde Puerto Princesa. También se veía espectacular la selva pura que había en otros tramos del recorrido, con montañas al
fondo. Paramos cerca de Roxas para comer.
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