Langkawi, la mejor isla del oeste de Malasia

Langkawi es la joya de la corona de la provincia de Kedah, en el oeste de Malasia. Con un archipiélago de 99 islas, tiene varias de las mejores atracciones naturales de la región. Son famosas sus playas de arena blanca y agua color esmeralda, y un destino idóneo para realizar compras por tratarse de una isla libre de impuestos.

Playa Cenang. Isla Langkawi. Septiembre 2015


El trayecto en ferry desde George Town a Langkawi duró tres horas. Aproveché parte del mismo para ir escribiendo notas. Llegamos al puerto de Kuah, el pueblo principal de la isla Langkawi. Ofrece numerosos comercios con productos libre de impuesto, por lo que los malayos aprovechan su estancia allí para llenar sus maletas.

Con las mochilas a cuestas, y dirigiéndome al hostal que había reservado, atravesé el famoso parque del águila. Su nombre se debe a la gran estatua de un águila marrón rojizo, que da nombre a la isla, pues en malayo antiguo, Langkawi significa águila marrón rojiza. El parque cuenta con puentes de ladrillo y restaurantes con terraza, y está unido al parque de las leyendas, con bonitos jardines y diversos monumentos que detallan los mitos y leyendas de la isla.

Parque del águila, en Kuah. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Parque de las leyendas, en Kuah. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Parque de las leyendas, en Kuah. Isla Langkawi. Septiembre 2015

El hostal se llamaba Cattleya Inn, y estaba ocupado únicamente por musulmanes, pero eso no supuso problema alguno. El precio en una habitación compartida de ocho camas con el baño dentro de la habitación y el desayuno incluido fue de 35 ringgits, el más caro de Malasia hasta aquel momento. No obstante, me quedé un día más, y el coste disminuyó hasta los 30 ringgits, por la diferencia de comisión entre las páginas web de Ágoda y Booking.

La isla es relativamente grande, y el transporte público entre los diferentes puntos de Langkawi no funciona demasiado bien. Existe la opción de desplazarse en taxi, pero eso incrementa el presupuesto del viaje notablemente. Así que la mejor opción, y la que me recomendaron en el hostal, fue alquilar una motocicleta, que me costó 35 ringgits el día, más otros 50 que tuve que dejar a modo de depósito.

Muy cerca de Kuah encontré mi primera parada, el templo Koh Wanararm (Langkawi Lucky) con una estatua esculpida en la misma montaña. Posteriormente continué hasta el geoparque kárstico Kilim. Como su propio nombre indica, contiene formaciones kársticas antiguas que se levantan a lo largo del río. Lo malo de aquello fueron los precios de las excursiones, que iban desde ochenta euros al cambio los más baratos, hasta los que sobrepasaban los 100, dependiendo del destino y duración de la ruta. Por esa razón y porque no quería perder el resto del día en una de ellas, lo descarté inmediatamente. Ya había visto varias de esas formaciones, en Tam Coc y la bahía de Halong, ambas en Vietnam, por ejemplo, como para desembolsar esa cantidad de dinero que, en Malasia, pueden suponer, según el lugar y sin sumar el transporte, alrededor siete días, si no más, la opción más económica.

Templo Koh Wanararm. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Geoparque kárstico Kilim. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Por tanto seguí mi viaje hasta la cascada Durian Perangin, donde aparqué la motocicleta en la entrada, y subí hasta la misma. Se encuentra en plena selva, pero el recorrido es muy corto, unos quince minutos máximo, y merece la pena. En un día tan caluroso como el que hacía, supuse un soplo de aire fresco. En las piscinas naturales que formaba, había varios chavales bañándose. Y desde allí, a la montaña Gunung Raya, donde me había dicho la dueña de la motocicleta que estaba prohibido subir con la misma por la elevada pendiente de la carretera, y porque si sufría una caída o la máquina sufría alguna avería, no podrían venir a por mí en aquel lugar. No obstante, quise comprobarlo por mí mismo, y nada más lejos de la realidad, una carretera de montaña habitual y en la que no tuve ningún problema, ni me vi en la necesidad de forzar el motor de la motocicleta. Y una vez arriba, llegaron algunas más. Lo malo fue que debido nuevamente al intenso humo que había en el ambiente, no pude ver el paisaje de la isla desde allí. Descansé unos minutos y continué el viaje.

Cascada Durian Perangin. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Deshice parte del camino para ir hacia la playa Tanjung Rhu, donde me quedé hasta el ocaso. Dicen que con la marea baja se pueden alcanzar a pie las islas cercanas a Langkawi que desde allí se divisan. Estaba algo sucia. Me sorprendió ver botellas de plástico y otro tipo de basura tirada en la arena. Desde allí volví al hostal, llegando ya de noche. Paré de camino a cenar algo, y al llegar me acosté en seguida.

Playa Tanjung Rhu. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Playa Tanjung Rhu. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Cuando me levanté no había nadie en recepción, por lo que al salir escribí una nota diciendo que no seguiría más noches allí y que luego regresaría a recoger la mochila grande. Mi intención era ver otro hostal en una de las playas del lado oeste de la isla, y si me gustaba, quedarme un día o dos más. No fui directo, sino que fue bordeando la isla, llegando primero hasta la playa Baru Bay, pequeña y con un muelle justo en medio, por lo que el agua no parecía muy limpia. En mi opinión, no fue un lugar al que recomendaría ir.

Después paré en la playa Cenang, con mucha mejor pinta. Arena blanca y aguas claras. Como no encontraba el hostal que buscaba, pregunté en un puesto de información turística que comercializaba distintas opciones. Aproveché para preguntar cómo ir a las islas Perhentian desde allí, y me dijo que todo estaba completo hasta el día 26 debido a las vacaciones escolares de Malasia por una festividad musulmana. La noticia me preocupó, pues no quería quedarme bloqueado en Langkawi tantos día. Pensé que quizás los transportes públicos contasen con más disponibilidad. Lo que estaba claro, es que aquello trastocaba mis planes, e intentaría dejar la isla al día siguiente.

No obstante, fui a ver el hostal que buscaba, muy cerca. Las camas del dormitorio común estaban como en el pasillo que daba acceso al resto de habitaciones, lo que fue otra razón más para no quedarme allí esa noche. Fui hasta la playa de aquella zona, me di un baño, y caminé descalzo por la arena durante un rato, con el agua mojando mis pies. Me encanta hacer eso. Comí algo y continué mi viaje hacia las otras partes de la isla que quería ver. Mi intención era abarcar todo lo posible durante el resto del día, dejando Langkawi a la mañana siguiente.

Playa Cenang. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Llegué hasta la playa Kok, con un ambiente que me pareció más exclusivo, por la playa en sí, las barcas que vi y las edificaciones. Estaba prácticamente al lado de la catarata de los siete pozos, cuyo nombre proviene de las siete piscinas naturales que rompen la misma, y del teleférico (skycab) hacia el monte Mat Chincang, dos visitas muy recomendables. En éste segundo, compré el billete por 35 ringgits, que incluía una proyección previa de unos minutos en la cúpula, cuya entrada se sitúa en el mitad del recorrido hacia el teleférico, y que a esa hora reventaba de gente. La proyección fue un viaje en una montaña rusa situada en Marte. Estuvo curiosa.

De repente, esperando mi turno, una chica del personal me preguntó si estaba solo, y al decirle que sí, me permitió saltar la larga fila de personas para completar una de las cabinas. Me acababa de ahorrar más de diez minutos de espera. El teleférico cuenta con una de las mayores inclinaciones del mundo, con un ángulo de 42 grados. Evidentemente, las vistas hacia la playa eran impresionantes. Pero aquella sólo fue la primera parada. Luego había un nuevo tramo mucho más corto para llegar a la cima. En la fila de espera había una familia saudí de 22 miembros, y se turnaban de tres en tres para guardar el sitio, pues el sol caía sin piedad sobre nosotros en aquellos momentos. Cuando la fila se acercó a los tornos de entrada, y se unieron el restos de familiares, uno de los padres, se giró y me dijo que pasara por delante, así que el resto me dejó pasar. Aproveché para charlar unos minutos con ese hombre.

Playa Kok. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Playa Kok. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Catarata de los siete pozos. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Vista desde el monte Mat Chincang. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Nada más llegar, está el desvío para ir hacia el puente colgante, y cuya entrada es un extra no incluido. No recuerdo su precio, no mucho, pero me pareció que no era necesario, así que subí las escaleras hasta el mirador. Y como no hay dos sin tres, al terminar de tomar varias fotografías desde arriba y situarme en la fila de espera para tomar el teleférico de bajada, esta vez sin parada intermedia, me volvieron a colar por ir solo para completar otra cabina. Me había cruzado con varias mujeres cubiertas totalmente con un vestido negro y a las que únicamente se les veía los ojos. Siempre intento ser respetuoso con otras culturas y religiones, pero esa estampa es algo que jamás podré entender, y menos, con los más de treinta grados y un calor insoportable que hacía aquel día. Al bajar, paseé por la villa oriental situada allí mismo, y diseñada como un nuevo concepto de resort con tiendas libre de impuestos.

Puente colgante del monte Mat ChincangIsla Langkawi. Septiembre 2015

Mujer musulmana totalmente cubierta. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Antes de continuar, y para sacarme el calor de encima, fui hasta la playa más cercana a refrescarme, aunque la temperatura del agua del mar no estaba precisamente fría. Allí vi, por primera vez en mi vida, un tipo de mono rarísimo, pero que me pareció muy tierno.

La primera vez que vi este tipo de mono. Isla Langkawi. Septiembre 2015

Lo último que quería ver en la isla Langkawi era una playa situada antes de llegar a Datai, pero no la encontré a la ida, y terminé haciendo kilómetros de más. A la vuelta, y después de preguntar un par de veces, la encontré. Era pequeña y había allí varios turistas occidentales. Ya habían transcurrido las 24 horas desde que alquilé la motocicleta, por lo que no quería entretenerme mucho para evitar una alta penalización. También vi las playas Pebble y Pasir Tengkorak, aunque ninguna tenía nada realmente especial.

Comencé el camino de regreso a Kuah Town, pero estaba en muy mala localización, justo en la esquina contraria, por explicarlo de algún modo. Tuve que dar un gran rodeo, pues no existe una carretera directa desde allí. En el último tramo del viaje, cerca ya de la ciudad, comenzó a llover muy fuerte y con el viento de cara. Sentía las gotas de agua como agujas impactando en mi cara y mis brazos. Reduje considerablemente la velocidad, y terminé parando en una parada de autobuses, junto con muchos otros motoristas. Me quité la camiseta y la escurrí. Tenía los calcetines mojados, y por ellos, también el interior de las zapatillas. Esperé unos minutos. Pregunté a una persona cuánto quedaba para llegar al parque cercano a mi hostal, y me contestó que diez minutos. No sabía cuándo pararía de llover, y no quería devolver la motocicleta más tarde, así que cuando me pareció que llovía con menor intensidad, arranqué de nuevo. Las gotas de agua dolían menos, pero aún las sentía. También el frío, pues conducía completamente empapado.

Cuando llegué a la tienda de alquiler de motocicletas, me dijeron que el retraso de tres horas me costaría 25 ringgits adicionales, cuando el coste del día fueron 35. Estuve charlando con la chica un rato, explicándole que me perdí varias veces porque no conocía las carreteras, y tuve que parar debido a la lluvia. Al final se quedaron en 15 ringgits. Al volver al hostal, pedí un secador de pelo para intentar secar cuanto antes el interior de las zapatillas. Pero era de los pequeños, y se calentaba rápido, por lo que tenía que parar cada minuto. Les di la última pasada a la mañana siguiente, y aún seguían algo mojadas, pero lo suficientemente bien como para utilizarlas.

Me duché y salí a cenar cerca del hostal, a un restaurante que me recomendó la recepcionista. Me extrañó ser el único cliente de inicio, luego aparecieron más. La buena noticia fue que la conexión wifi funcionaba perfectamente, y por primera vez en dos meses, pude ver a mis padres por skype, y también a mi sobrina mayor, que estaba con ellos en ese instante. Me dijo que me quería mucho, y por un momento me hizo el tío más feliz del mundo.

Después, ya en el hostal, aún no sabía dónde ir al día siguiente, si al Parque Nacional de Belum, o a las islas Perhentian. El primero, gigantesco, selva pura, y con la mayor parte aún por explorar, sólo contaba con dos hoteles muy caros, al igual que cualquiera de las excursiones que debía hacer lógicamente con guía. Además, pedían un mínimo de dos personas, y para la mejor de ellas, avisar con siete días de antelación. Las segundas, con playas paradisiacas y una de las mejores zonas para el buceo por el abundante coral, se encontraban con alta ocupación por las vacaciones escolares en Malasia, por lo que los alojamientos disponibles también eran caros. Aún así, parecían la opción más sensata.

Durante la noche, el recepcionista joven entró dos veces en la habitación, y al despertarme, en ambas, decía que lo sentía y cerraba de nuevo la puerta. Por la mañana se lo comenté a la dueña, que me dijo que posiblemente quisiese dormir un rato en alguna de las camas, aunque tenían otro dormitorio especialmente para ello. Desayuné, cogí las mochilas, y me fui andando hasta el puerto, donde encontré que no había ferry disponible hacia tierra, Kuala Peris, hasta las once y media de la mañana, lo que suponía dos horas y media de espera. El coste del billete fue de 18 ringgits. Me senté en una mesa, escribí notas para el blog, y comí antes de embarcar.

El trayecto fue tranquilo, y al comienzo transcurrió entre otras islas más pequeñas y aparentemente no contaminadas por el turismo. Bajé a la puertas unos cinco minutos antes de llegar, para evitar el posterior atasco de personas. En el pasillo principal encontré lo que muestro en la foto, decenas de maletas en mitad del camino y sin atar, una falta de seguridad enorme, y un serio problema de haber necesitado desalojar rápidamente el ferry por cualquier razón.

Ferry desde la isla Langkawi a Kuala Peris. Septiembre 2015

Al llegar al puerto de Kuala Peris, me dirigí a la estación de autobuses, a escasos trescientos metros de distancia. Mis peores presagios se cumplieron, y todos los autobuses con destino a Kuala Besut o Kota Bharu, los pueblos mejor situados para ir a las islas Perhentian, estaban completos. Un hombre mayor con el que conversé allí mismo, hizo una llamada para comprobar si quedaba alguna plaza libre desde otra estación intermedia, pero la respuesta fue la misma. Me comentó que si fuese con un grupo, existiría la opción de pagar una furgoneta, pero viajando solo, era imposible. No me quedó más remedio que comprar un billete de vuelta a Kuala Lumpur por 48 ringgits, desde donde buscaría nuevas opciones para ir a las islas, o a algún otro lugar del país. Incluso barajaba la opción de volar a Indonesia si todo estaba completo, pues hasta el día 26 de Septiembre no finalizaban las vacaciones escolares en Malasia, que tenían todo copado (aquel día era 21).

En resumen, hay muchas cosas que ver en la isla Langkawi, y una amplia oferta de playas donde relajarse. También se ofrecen excursiones a las otras islas cercanas, pero todas ellas son relativamente caras. Ser considerada la mejor isla del oeste de la península de Malasia tiene su precio, y más si está libre de impuestos y los locales malayos van allí en cualquier oportunidad para llenar sus maletas.


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