Los ancestrales glaciares Fox y Franz Josef se
encuentran en el Parque Nacional Westland Tai Poutini, rodeados de un
impresionante bosque lluvioso. Se sitúan en la costa oeste de la isla sur de
Nueva Zelanda, al otro lado del Parque Nacional Mount Cook Aoraki, que se puede ver en días despejados.
El día había sido horroroso, con niebla y lluvia constante casi desde que salí de Wanaka por la mañana. Mi esperanza era que el tiempo
fuese distinto al llegar a la costa oeste de Nueva Zelanda. Todo lo contrario, el viento
soplaba con más fuerza, y el bravo Mar de Tasmania se estrellaba con fuerza
contra la costa y los acantilados.
Llovía cuando llegué al pueblo Fox Glacier, y
pregunté directamente en la oficina de información. Me confirmaron que el
tiempo seguiría igual el resto del día, y también el siguiente, y que dos
días después sería soleado. También me comentaron que el pueblo Franz Josef Glacier es
algo más grande y cuenta con más instalaciones.
Aquella noticia parecía trastocar mi viaje por Nueva Zelanda. Comí tranquilamente dentro del coche, viendo la
lluvia caer violentamente contra el parabrisas mientras pensaba lo que hacer.
Repasé las fechas, el itinerario y los destinos que aún me quedaban por ver.
Como finalmente “ahorré” un día por no quedarme en Invercargill, podía
permitirme el hecho de esperar allí también el día siguiente. Así podría
descansar, lo que no me vendría mal, y ver los glaciares dos días después.
Comprobé la aplicación Rankers Camping NZ, y
encontré un camping de los baratos a 20 kilómetros de Fox
Glacier, en la playa Gillespies. Con tan mal tiempo, especialmente en la playa,
no me pareció buena idea dormir allí. El pueblo Franz Josef Glacier está a 24 kilómetros , y muy
cerca del mismo, hay dos campings gratuitos, pero únicamente para vehículos con
baño incluido, que no era mi caso. Decidí entonces conducir hacia allí
igualmente y buscar alojamiento.
Después de preguntar en un par de sitios, encontré
un hostal económico, donde una cama en un dormitorio compartido de seis costaba
25 dólares. Incluía además desayuno y una sopa de verduras caliente a partir de
las seis de la tarde. La buena noticia es que me permitían utilizar todas las
instalaciones comunes aún durmiendo dentro de la campervan, aparcada dentro del
recinto, por 15 dólares. Opté por esto último, con lo que ahorraría algún
dinero. Me dejaron incluso una toalla para ducharme. Se llamaba Glow Worm
Accommodation, y es muy recomendable, porque además el personal joven es muy
amable y simpático.
Lo primero que hice fue darme una ducha caliente, y
cambiar la ropa que llevaba algo mojada, y que dejé junto a la chimenea del
salón para que se secara. Y lo segundo, dar buena cuenta de la sopa de
verduras, que estaba buenísima. Y me sorprendió, porque aún siendo gratuita,
llevaba arroz, patatas y zanahorias, por lo que era contundente. Como casi no
había gente aquel día y sobró mucha, pregunté si podía repetir, y me dijeron que
sí. Así que tomé otros dos platos, sin necesidad de tener que cenar más tarde.
La noche fue fría dentro del coche. Durante la misma
y las siguientes se alcanzaron temperaturas de menos seis y siete grados
centígrados, por lo que desperté temprano. Desayunando las tostadas y cereales
del hostal, conocí a Felipe, un joven chileno que trabajaba allí unas tres
horas al día por la mañana para tener el alojamiento gratuito. Conectamos
rápido, era buena gente. Y lo curioso fue saber que cumplía años el mismo día
que yo, el 11 de Agosto, aunque con diez años menos. Había llegado a Nueva
Zelanda con la Working Holiday Visa, como tantos otros jóvenes. Trabajar cuatro
meses en la industria de la manzana le había permitido ahorrar lo suficiente
como para viajar por el país y comprar un coche de segunda mano. Charlamos
mucho aquel día de lluvia constante y sin nada más que poder hacer.
Glaciar Franz Josef
El día siguiente amaneció con cielos despejados y un
sol radiante. En lugar de salir temprano, ya había acordado con Felipe
esperarle hasta que terminara su turno en el hostal, y visitar los glaciares
juntos. Fuimos primero al más cercano, el glaciar Franz Josef, que posee 12 kilómetros de
longitud. Justo después de salir el pueblo en dirección a Fox Glacier, se cruza
el puente sobre el río Waiho y se gira a la izquierda. Este río nace
precisamente del glaciar. Unos cuatro kilómetros más tarde, se llega al
aparcamiento. Desde allí parte una ruta fácil hacia el glaciar, de algo más de 5 kilómetros la ida y vuelta, y hora y
media para completarla.
Vistas de las montañas desde el pueblo Franz Josef Glacier |
Los primeros minutos se camina a través del bosque, hasta llegar a la orilla del río Waiho. El camino sigue paralelo a su cauce, pasando por la cascada Trident, hasta llegar al mirador final hacia la lengua del glaciar, que se encuentra aún algo lejos. A pesar de que desde allí ya se puede apreciar la magnitud del glaciar Franz Josef, resultó algo decepcionante no poder acercarnos más. Pero hay avisos de desprendimientos de rocas y hielo, y varias noticias de personas que murieron repentinamente por no seguirlos. También avisan de que el nivel del agua puede subir hasta un metro en tan solo 15 minutos, incluso con lluvia moderada, por lo que no es conveniente buscar un riesgo innecesario.
De hecho, a veces esta ruta se cierra por esos
motivos incluso con buen tiempo, por lo que se debe comprobar antes si se
encuentra abierta o no. También recomiendan llevar repelente de insectos y
protector solar en verano, y ropa de abrigo, ya que las condiciones pueden
variar rápidamente.
Glaciar Franz Josef |
Glaciar Franz Josef |
Cascada Trident. Glaciar Franz Josef |
Glaciar Franz Josef |
Glaciar Franz Josef |
Glaciar Franz Josef |
Glaciar Franz Josef |
Glaciar Franz Josef |
Glaciar Fox
Regresamos al coche y conduje hasta Fox Glacier. El
día estaba espectacular, mereció la pena esperar ese día y medio para ver los
glaciares. La carretera de acceso al glaciar Fox también se encuentra a la izquierda de la carretera principal,
justo después de salir de pueblo. El aparcamiento está más cerca, a orillas del
río Fox, que nace en el glaciar.
El glaciar Fox posee 13 kilómetros de
longitud, y cae desde los 2.600
metros de altura, en los Alpes del Sur, hasta los 300 metros sobre el
nivel del mar. Se cree que hace miles de años el glaciar llegaba hasta el mismo
Mar de Tasmania. A pesar de sufrir un gran retroceso entre los años 1940 y
1980, el glaciar comenzó a avanzar a gran velocidad desde el año 1984. Pero, de
nuevo, comenzó un rápido retroceso desde el año 2008, proceso atribuido al
calentamiento global.
El paseo hasta la lengua del glaciar también es
mucho más corto que en el caso del glaciar Franz Josef, y el mirador se
encuentra más cerca, lo que se agradece. Pero también en éste, los avisos de
desprendimientos de roca y hielo cerraban la posibilidad de ir más allá.
No obstante, cuando llegábamos, vi salir a un
pequeño grupo guiado de ese lugar, así que le propuse a Felipe saltar la valla
y seguir un poco más. No había casi nadie en ese momento, así que pasamos
desapercibidos al hacerlo. No es que nos acercásemos hasta tocarlo, pero sí
varias decenas de metros más, hasta que comprobamos que, efectivamente, el
terreno invitaba a desprendimientos de rocas inesperadas.
Glaciar Fox |
Glaciar Fox |
Glaciar Fox |
Glaciar Fox |
Glaciar Fox |
Glaciar Fox |
Para los que se lo puedan permitir, existe la opción de subir en helicóptero a ambos glaciares, y realizar excursiones guiadas por los mismos, pero tampoco son baratas. Felipe también me comentó que existen rutas más largas, entre el bosque y subiendo las montañas. En ellas se llega a una posición más alta sobre los glaciares, teniendo además una buena panorámica hacia el resto del paisaje. Yo no disponía de más tiempo allí, y además, las intensas lluvias y heladas de esos días habrían dejado el sendero poco practicable.
Al cruzar un pequeño riachuelo que bajaba de una de
las laderas que encierran el valle, una roca se movió justo cuando la utilicé de
apoyo. Acabé con el pie derecho completamente mojado. Al llegar al coche, me
quité el calcetín, y después de escurrirlo, lo puse fuera de uno de los cristales para que se secase
algo con el viento. Al menos pudimos ver un bonito arcoiris desde el aparcamiento.
Desde el glaciar Fox fuimos hasta el cercano lago
Matheson, que tiene una pequeña ruta circular alrededor del mismo. Es otro de
esos lagos espejos con una reflexión perfecta si llegas con la luz apropiada,
que no fue nuestro caso. Y también es popular por ser un mirador perfecto hacia
el monte Cook Aoraki en días despejados. La ruta, de una hora y media, es sencilla, asequible
hasta para hacerla con niños.
Lago Matheson. Fox Glacier |
Lago Matheson. Fox Glacier |
Vistas desde el lago Matheson. Fox Glacier |
Como utilizamos prácticamente todo el día y llegamos
al hostal ya anocheciendo, decidí quedarme también esa noche, en lugar de
seguir conduciendo hasta mi siguiente destino, Hokitika. Así aprovechaba para
darme otra ducha caliente, secar la zapatilla en la chimenea, y cenar y
desayunar gratis. Además, la chica de la recepción me pidió sólo 10 dólares por
esa noche.
Durante la cena conocimos a dos argentinas que
llegaron ese día, y también a un irlandés que viajaba durmiendo en su
campervan, como yo. Me dijo que tenía cinco sacos de dormir, porque antes
viajaba con otros dos amigos, y en el coche encontraron otros dos más. Me ofreció uno de ellos, y acepté, aunque finalmente se le olvidó, y yo no quise insistirle. Y me habría
venido realmente bien, porque esa noche fue incluso más fría que las
anteriores, y el coche amaneció con mucho hielo en los cristales.
Después de desayunar, emprendí el camino hacia
Hokitika. Resultó que las vistas hacia las montañas y los glaciares eran
mejores desde algunos puntos de la carretera. No fueron pocos los momentos en
los que coincidí con otros vehículos parando en un lateral para tomar
fotografías.
Vistas desde la carretera entre Franz Josef Glacier y Hokitika |
Vistas desde la carretera entre Franz Josef Glacier y Hokitika |
En resumen, viajar a la isla sur de Nueva Zelanda y no visitar los glaciares Fox y Franz Josef es como quedarte a medias. Aunque las lenguas de los mismos queden aún lejos de los miradores, merece la pena verlas, y más teniendo en cuenta su rápido retroceso actual. Un día es suficiente para visitar ambos, pero recomiendo quedarse más tiempo y realizar alguna otra ruta por la zona.
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