Kumamoto y los volcanes del monte Aso. Takachiho y Beppu

El monte Aso es en realidad un grupo de montañas volcánicas que incluyen la caldera más grande del mundo, y donde el grupo cónico central contiene cinco picos. El cráter del monte Naka, cuyo lado oeste es accesible por carretera, contiene un volcán activo que emite humo constantemente. Esta zona también alberga pintorescas llanuras de hierba que se extienden a través de los restos del antiguo cráter, así como manantiales de reconocida fama.

Cráter del monte Naka desde el monte Kishime. Monte Aso. Agosto 2015

Kumamoto


Al llegar a la estación de Kumamoto después de otro maratoniano viaje en trenes locales de Japón desde Hiroshima, me encontraba sin alojamiento y sin saber si me quedaría allí esa noche o seguiría hacia Aso. Tuve la suerte de que la wifi gratuita de la estación funcionaba perfectamente, así que pude comprobar nuevamente la disponibilidad de hostales baratos en Aso, por si había habido alguna cancelación, y también en Kumamoto. Todo en la zona de Aso era muy caro, no sólo los alojamientos, también los baños termales. La excepción era un hostal para jóvenes que, por supuesto, estaba completo. Por si acaso, salí de la estación y pregunté en la oficina de información turística. La chica que me atendió hizo un par de llamadas a unos hostales que conocía, pero obtuvo la misma respuesta, todo completo.

Finalmente reservé una habitación individual en el hotel Suizenji Comfort Hotel de Kumamoto, el doble más caro, quizás más, de lo que solía pagar en un dormitorio compartido. Fui en un tren local hasta la estación de Suizenji, a menos de quince minutos en tranvía del centro de la ciudad. El hotel estaba muy bien, con baño propio en la habitación, incluyendo bañera de tipo occidental, por 4.600 yenes la noche.

Después de ducharme, me desplacé hasta el centro de Kumamoto para conocerlo y cenar por allí. El precio del tranvía fue de 150 yenes por viaje. Era sábado por la noche, y las calles comerciales de la ciudad tenían mucho ambiente. No sabía muy bien dónde cenar, buscaba algo típico del lugar, pero los restaurantes ni siquiera tenían los precios de los platos en números, sólo en japonés. Al final opté por una hamburguesa doble, que estuvo deliciosa, aunque fue algo cara comparada con las bandejas de los supermercados.

Arcada comercial en el centro de Kumamoto. Agosto 2015

Después volví paseando hasta la parada del tranvía. Había una preciosa luna llena, y yo me sentía completamente solo. Reconozco que estaba algo de bajón por ello. Lo bueno de la habitación individual fue que no tuve ruidos ni compañeros que entrasen o saliesen. Estuve tranquilo y descansé mejor, aunque me terminé acostando muy tarde escribiendo en el blog. Lo malo, que no hay gente con la que poder hablar cuando quizás lo necesitas.

A la mañana siguiente dejé la mochila en el hotel y me dirigí a la estación para tomar el tren hacia Aso. Antes me había llegado una buena noticia, me habían vuelto a aceptar como invitado en una casa japonesa de Fukuoka a través de couchsurfing. La dueña, una chica joven, se llamaba Asami, y parecía buena gente.


Los volcanes del monte Aso


El Monte Aso es una de las calderas más grandes del mundo, y también de Japón, junto con el volcán Sakurajima, también en la isla de Kyushu. El grupo cónico central de Aso contiene cinco picos: Neko, Taka, Naka, Eboshi y Kishime. El punto más alto es la cumbre del monte Taka, con 1.592 metros de altura. El cráter del monte Naka, cuyo lado oeste es accesible por carretera, contiene un volcán activo que emite humo constantemente y erupciones ocasionales (de hecho, entró en erupción el pasado 14 de septiembre). Existe un teleférico para llegar allí, que fue el primero en el mundo de esas características. Ese día no estaba permitido acercarse al cráter a menos de un kilómetro de distancia del mismo, por estar el alerta de nivel 2. Durante toda la mañana hubo helicópteros sobrevolando el lugar, supongo que como control rutinario, aunque posteriormente dudé si alguno fuese con fines turísticos.

En la oficina de informaron de la estación de Aso me dieron un mapa y me explicaron las rutas que podría hacer, siempre cumpliendo con la distancia mínima exigida respecto al cráter. El autobús desde la estación de Aso hasta Kusasenri, donde me bajé, costaba 570 yenes, y desde ésta hasta la otra terminal, la más cercana al cráter, otros 170 yenes adicionales.

Kusasenri es un amplio campo de hierba de un kilómetro de ancho formado en lo alto del monte Eboshi, que fue un cráter en el pasado, y donde los caballos y vacas pastan libremente, bebiendo de los pantanos naturales que se forman al llover. Allí se encuentra una de las terminales de autobuses de la zona, y también las instalaciones más grandes de todo el complejo, incluyendo el Museo de Volcanes de Aso.

No tenía plan alguno, así que después de seguir a un grupo de gente hasta la pequeña colina que hay en mitad de Kusasenri, decidí subir al monte Eboshi, de 1.337 metros de altura, cruzando la llanura por donde imaginé que no se podía hacer, hasta contactar con el pequeño camino de subida. La subida fue dura, con mucho calor, y algo de claustrofobia, pues abundante vegetación se agrupaba a ambos lados del estrecho sendero. Al quitarme la mochila en una de las paradas, mis gafas de sol salieron disparadas. Estuve diez minutos, quizás más, hasta que las encontré. No quería irme sin ellas, porque siendo cristal, podían hacer efecto lupa y provocar un incendio, y eso nunca me lo hubiera perdonado. Posiblemente las autoridades japonesas tampoco. Las vistas desde la cima del monte Eboshi eran simplemente espectaculares, no sólo del cráter humeante del monte Naka, sino del resto de montañas y llanuras.

Kusasenri y el monte Kishime desde la cima del monte Eboshi. Monte Aso. Agosto 2015

Cráter del monte Naka desde el monte Eboshi. Monte Aso. Agosto 2015

Vistas desde el monte Eboshi. Monte Aso. Agosto 2015

Monte Eboshi. Monte Aso. Agosto 2015

Ya había desaparecido toda la soledad de la noche anterior. Estaba justo donde quería, y haciendo justo lo que me gustaba. Aquel paisaje me proporcionaba más compañía que cualquier calle comercial repleta de gente desconocida. Al llegar a la cima, por lo duro del camino, y porque simplemente me apeteció, pegué un grito: "I am the King of the North" (soy el Rey del Norte)... por aquello de la serie de televisión "Juego de Tronos". Y cuando me giré para ver todo el paraje, resultó que había una subida hacia otro pequeño pico a unos veinte metros de distancia con un pareja mirándome y riéndose de mí... !Uppsss!. Realicé varias fotografías y fui hacia allí. Al llegar, como disimulando, y sin comentar nada de lo anterior, les dije un simple "nice trail, ah?" (buena subida ¿eh?). Ellos asintieron aún con la sonrisa puesta. Cuando comencé la bajada me despedí de ellos a lo lejos con un gesto que me devolvieron.

Bajé por el lado opuesto del monte Eboshi, hasta llegar a la carretera que unía las dos estaciones, así que decidí ir andando hasta la última, pues durante la bajada vi a varios coches ir hasta allí y a gente por la zona. Como ya comenté anteriormente, no podía acercarme a menos de un kilómetro de distancia del cráter del monte Naka. Pero llegué bien cerca, y podía apreciarse perfectamente la emisión de gases, no sólo desde aquella terminal de autobuses más cercana, sino también desde los diferentes puntos altos de la zona. Hice varias fotografías, sintiendo unas terribles ganas de saltar la valla que bloqueaba el camino de subida, hacer algo prohibido y peligroso, y ver el cráter. Volví a la cordura y decidí comer allí mismo, en el restaurante del piso superior, para descansar, no sólo a nivel físico, sino también del extenuante calor que hacía a aquellas horas. Posteriormente cogí el autobús hacia Kusasenri para realizar el segundo trekking del día, con subida al monte Kijima.

Aún con una altura de 1.321 metros, inferior a la del monte Eboshi, el monte Kijima tenía una pendiente de subida sorprendentemente grande, pues la distancia desde la terminal era relativamente pequeña. La temperatura rondaba los 35 grados por entonces, y el lógico cansancio comenzaba a hacer acto de presencia. Pero las vistas desde la cima, hacia el cráter del monte Naka, Kusasenri y el monte Eboshi, y toda la llanura de Aso, lo atenuaban. También se divisaba otro pequeño volcán en ésta última cubierto completamente de vegetación.

Kusasenri y el monte Eboshi desde la cima del monte Kishime. Monte Aso. Agosto 2015

Cráter del monte Naka desde el monte Kishime. Monte Aso. Agosto 2015

Cráter del monte Naka desde el monte Kishime. Monte Aso. Agosto 2015

Después de bajar por otro camino diferente, y coger el autobús hacia Aso, tuve que esperar más de una hora en la estación de autobuses al siguiente tren local, pues no me permitieron coger el anterior, más rápido y caro, ni pagando la diferencia de coste del billete.

Al llegar a Kumamoto, regresé al hotel para recoger mi mochila, y antes de irme, reservé plaza en un hostal más barato, por 2.900 yenes la noche, en una habitación compartida de estilo japonés, es decir, con futón en lugar de cama. Éste se encontraba más cerca de la estación, por lo que podría ir andando hasta allí al día siguiente. Su nombre es Dyeing and Hostel Nakashimaya, que aunque tiene muy buena puntuación en la página web de Booking, hubo detalles que no me gustaron. Uno fue que el futón japonés era extremadamente blando, por lo que te hundías al tumbarte y no resultaba nada cómodo. Como ya había probado otros anteriormente, puedo afirmar que éstos necesitaban ser sustituidos por unos nuevos. Y el segundo fue que cobraban por usar gel y champú de baño, cuando en el resto de hostales de Japón es gratuito. Aparte también cobraban si querías utilizar una toalla de baño, aunque esto sí era más habitual en el resto de alojamientos.

Allí encontré a varios franceses, un mexicano y un polaco con los que estuve charlando antes de dormir. Querían ir al monte Aso al día siguiente, así que les di los horarios de trenes y autobuses, les enseñé el mapa y les di varias recomendaciones.

A la mañana siguiente, fui a la estación después de desayunar. Pensé en quedarme durante la mañana para visitar el famoso castillo negro de Kumamoto, pero la chica que me iba a alojar en su casa en Fukuoka, me comentó que tenía todo el día libre, por lo que quería llegar cuando antes para que tuviese tiempo suficiente de enseñarme todo lo posible de la ciudad. Una pena, porque el castillo negro de Kumamoto está considerado uno de los tres mejores de todo Japón, junto con el castillo blanco de Himeji y el de Matsumoto. Y más aún porque durante los terremotos que Kumamoto sufrió al año siguiente, en el 2016, quedó seriamente dañado y no puede visitarse. 



Takachiho, situado en el norte de la prefectura de Miyazaki, cuenta con hermosos paisajes naturales. La quebrada de Takachiho se extiende unos siete kilómetros y posee abruptos acantilados que alcanzan una altura de cien metros. La topografía local, que está rodeada de montañas, a menudo da lugar a un mar de nubes bañado en la luz del amanecer. Éste puede verse desde el monte Kunimigaoka desde finales de Septiembre hasta finales de Noviembre.

Decidí incluir Takachiho en esta entrada porque está situado cerca de Takamori, en el lado opuesto del monte Aso. De hecho, y aunque no llegamos a parar, me pareció que Takamori contaba con mejores y mayor número de instalaciones que la propia Aso para pasar allí unos días. Es difícil realizar las dos visitas en el mismo día, pero puedes mantener Kumamoto como base, por aquello de resultar más económico el alojamiento, o desplazarte directamente desde Aso hasta Takachiho si dispones de un automóvil que te proporcione esa libertad, y ver la garganta al día siguiente.

Asami y yo dejamos el coche de alquiler en uno de los aparcamientos de Takachijo, y fuimos caminando por el recorrido aconsejado en el mapa, igual que muchos otros turistas aquel día. El paisaje era precioso, y el agua del río tenía un color azul turquesa. Un tifón había azotado esa parte de Japón días atrás, por lo que no pudimos contratar la excursión en piraguas por el río. Su nivel había subido tanto debido a las lluvias que había cubierto la práctica totalidad del muelle y todas las canoas.

Takachiho. Agosto 2015

Takachiho. Agosto 2015

Takachiho. Agosto 2015

Takachiho. Agosto 2015

Takachiho. Agosto 2015

Con Asami. Takachiho. Agosto 2015

Desde allí nos desplazamos al cercano santuario sintoísta de Takachiho-jinja, al oeste del centro de la ciudad, y entre un bosque de cedros. Fue construido más de 1.200 años atrás, en una zona que solía contar con más de 550 santuarios. Según la mitología japonesa, Takachiho fue el lugar donde descendió Amaterasu-omikami, la reina de los dioses. Desde el santuario, o formando parte de éste, se baja por un sendero hasta el río, que se cruza por un pequeño puente, y un poco más adelante, se llega a una abertura en la montaña donde había infinidad de pequeños montículos de piedras alrededor de una especie de altar. Yo hice también el mío.

Vistas desde la cueva del santuario Takachiho-jinja. Takachiho. Agosto 2015

Cueva del santuario Takachiho-jinja. Takachiho. Agosto 2015

Beppu


En Beppu, en la parte central de la costa este de la prefectura de Oita, se encuentran las termas más importantes de Japón en términos de volumen de agua y número de manantiales. Bañarse en las aguas termales es un atractivo evidente, pero también es interesante recorrer los llamados "infiernos", es decir, géiseres y manantiales que cambian de color entre el rojo y el azul según su contenido de minerales.

Después de visitar la garganta de Takachiho, hicimos noche en Nobeoka, en la costa, una ciudad fantasma a partir de las nueve de la noche, si no antes. Al día siguiente, fuimos bordeando la costa hacia el norte, realizando varias paradas en el transcurso del trayecto, pues los paisajes hacia el mar, las islas cercanas y los acantilados obligaban a ello. Eso sí, la carretera contiene innumerables curvas, y en algunos tramos se torna en uno único carril por donde parece que no hubiese pasado nadie en una larga temporada. Asami me comentó que las mejores playas se encuentran, sin embargo, más al sur, en la prefectura de Miyazaki, pero no teníamos tiempo de ir hacia allí.

Así llegamos hasta Beppu, una ciudad grande, famosa por sus aguas termales. Se ven humaradas de vapor en varios puntos de la ciudad cercanos a las montañas que rodean la ciudad. Ella conocía unos baños públicos donde relajarnos antes de continuar el viaje, por supuesto, con zonas separadas para hombres y mujeres. Se llama Hyotan Onsen, y el precio fue de 750 yenes. Quedamos en la entrada una hora más tarde. A mí me gustaron menos que los de Hirayu o Hakone.

Después recorrimos la ruta de turismo que pasa por cada uno de los géiseres o "infiernos", incluyendo el Chinoike Jigoku (infierno del estanque sangriento), de color rojo brillante, y el Umi Jigoku (infierno marino), de color azul cobalto. Éste último emergió tras una explosión volcánica ocurrida hace 1.200 años. La temperatura del agua es de 98 grados centígrados.

Umi Jigoku. Beppu. Agosto 2015

Chinoike Jigoku. Beppu. Agosto 2015

Seguimos el camino, ya de vuelta hacia Fukuoka, aunque en el camino hicimos otra parada adicional para ver el gran puente en suspensión Kokonoe "Yume", el puente peatonal más largo y alto de todo Japón, con sus 777 metros de altura sobre el nivel del mar. El 7 es el número de la suerte en Japón. Desde el mismo, se disfruta de unas bellas vistas hacia la garganta de la montaña y una enorme catarata.  

Vistas desde el puente Kokonoe Yume. Agosto 2015

Vistas desde el puente Kokonoe Yume. Agosto 2015

Puente Kokonoe Yume. Agosto 2015

Se nos había hecho tarde, y conducir por las carreteras locales como hasta el momento supondría otras tres horas y media hasta Fukuoka, y no llegar a tiempo para devolver el coche en la agencia correspondiente. Así que optamos por coger la vía rápida, aunque en Japón las autopistas de peaje son extremadamente caras. En ellas se supone que la velocidad máxima es de 80 kilómetros por hora, aunque llegar hasta los 100 está permitido. Pisé el acelerador hasta los 130 kilómetros por hora, intentando seguir a varios coches que nos adelantaron a esa velocidad, y minimizando así las consecuencias de que nos viese algún coche de policía, pues según me contó Asami, sólo multaría al primero. Me dijo que, de hecho, a veces los conductores esperan a que un coche se atreva a ir más rápido, para seguirlos todos detrás a la misma velocidad. No tuvimos problemas en ese sentido, pero sí en quedar atascados en la autopista a la entrada a la ciudad. No pude evitar acordarme de Madrid y sus atascos, pero no con nostalgia, sino con una gran liberación de haber dejado todo aquello atrás.

En resumen, la isla japonesa de Kyushu tiene muchos atractivos naturales, donde el monte Aso y Takachiho son, quizás, de los más significativos. No obstante me quedaron muchos más por ver al sur de la isla, incluyendo el volcán Sakurajimaque habían entrado en erupción recientemente, y que visité posteriormente. En general, si dispones de tiempo suficiente en tu viaje por Japón, se me antoja un para obligada. Se puede utilizar Kumamoto como campo base para ahorrar coste, y aprovechar también para visitar su famoso castillo negro.

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