Wellington, llegada a la isla norte de Nueva Zelanda

Wellington es la capital de Nueva Zelanda, y también el centro de las artes y la cultura del país. Se encuentra en el extremo sur de la isla norte, entre un gran puerto y pequeñas colinas verdes, y sobre una gran falla tectónica. Desde su puerto parten, o llegan, los ferries de Picton, en la isla sur.

Puerto de Wellington desde el Monte Victoria, Nueva Zelanda
Puerto de Wellington desde el Monte Victoria

El ferry procedente de Picton llegó al puerto de Wellington con media hora de retraso, a punto de anochecer. Fuera me esperaba Michael, quien se ofreció a ser mi anfitrión en la ciudad durante dos noches a través de couchsurfing. Subió a mi campervan y me guió hasta su casa, en Lower Hut, a unos 20 kilómetros del centro de Wellington.

Wellington, llegada desde el ferry, Nueva Zelanda
Wellington, llegada desde el ferry

Y es que el área urbana de la ciudad, conocida como Gran Wellington, incluye cuatro ciudades: la propia Wellington, que es su centro económico, Porirua al norte, y Lower Hutt y Upper Hutt al noroeste.

Para los que viajen en un vehículo, existen dos campings gratuitos cerca del centro de Wellington, uno antes de llegar al aeropuerto y otro algo más al sur. Pero ambos sólo son válidos para vehículos con baño dentro (self-container), es decir, caravanas. 

Michael era un hombre amable y educado, alegre, de trato muy fácil. Y su casa era una auténtica maravilla, situada en un lugar privilegiado con vistas espectaculares. Un tiempo atrás había comprado una entrada para el festival de cine que se celebraba aquella noche, así que confió en mí para dejarme solo, y me dio total libertad para cenar algo si tenía hambre. Como llevaba comida, sólo cogí algo de fruta. Y tomé una ducha caliente que me vino muy bien, porque empezaba a notar síntomas de resfriado. Esperé a que volviese para charlar un rato.



Wellington, la capital de Nueva Zelanda


Al día siguiente finalmente no pudo acompañarme a visitar la ciudad porque estaba buscando trabajo, así que quedamos para la tarde. Como en el centro de Wellington no se puede aparcar gratuitamente, seguí su recomendación dejándolo en la calle Oriental Parade, al este del centro. Está a unos 10-15 minutos caminando del centro, pero merece la pena, por las vistas al resto de la ciudad y porque allí se encuentra el desvío hacia el mirador del Monte Victoria, que visité por la tarde. En otro blog leí que el aparcamiento también es gratuito en la calle Brooklyng, muy cerca de la famosa calle Cuba, pero no lo comprobé.

Monte Victoria, Wellington
Wellington

Wellington

Así empecé mi visita a la ciudad con menos frío que en la isla sur de Nueva Zelanda, algo que agradecía enormemente. La ciudad se fundó en el año 1830, pero no se convirtió en la capital del país hasta el año 1865, en detrimento de Auckland. Es la tercera ciudad más poblada del país después de Auckland y Christchurch.

Debido a su situación geográfica, junto al estrecho Cook, soporta fuertes vientos continuamente, por lo que es conocida localmente como “Windy Wellington”. Pero lo más sorprendente es que se sitúa sobre una enorme falla que pasa por su centro y llega hasta el valle Hutt. Michael me contó que ha habido algunos terremotos importantes durante su historia, y que es obligatorio que cada ciudadano tenga un kit de supervivencia para cinco días.

Caminé paralelo a la costa hasta llegar al famoso museo Te Papa Tongarewa, el mejor de Nueva Zelanda y el más visitado de toda Oceanía. Posee seis pisos llenos de exposiciones sobre la historia, la cultura y el arte del país, y la mayor parte de ellas son gratuitas. Estuve allí como hora y media, y lo recomiendo muchísimo, porque no es para nada uno de los típicos museos de pinturas en los que te aburres al rato, al menos yo. Además se aprende mucho sobre la cultura maorí.

El centro de Wellington invita a pasear entre sus calle, llenas de comercios y cafeterías. En una de ellas paré a tomarme un café. Quizás tenga menos habitantes que Christchurch, pero es mucho más ciudad, y más compacta que ésta, al igual que Dunedin. Aunque bueno, ya dije en su entrada que Christchurch me había defraudado. Si no fuese por la cercana y preciosa Akaroa, no recomendaría su visita.

Wellington no es muy monumental. En general, no lo es toda Nueva Zelanda si la comparamos con países europeos, pues es un país relativamente joven. Durante mi paseo por la ciudad, dos de los edificios que me parecieron más antiguos fueron la Casa del Parlamento y la Biblioteca Parlamentaria, uno al lado del otro.

Casa del Parlamento, Wellington

Biblioteca del Parlamento

Después caminé hasta el Jardín Botánico, situado en una pequeña colina. Existe un funicular histórico renovado en el centro de la ciudad que llega hasta allí. Pero el que me ha leído antes ya sabe que yo prefiero caminar. Primero porque me gusta, y segundo porque así aprovecho para ver zonas distintas de las más turísticas. El Jardín Botánico tiene mucho terreno por el que pasear, y las vistas desde lo alto del son buenas, aunque no tanto como desde el Monte Victoria

Jardín Botánico

Wellington desde el Jardín Botánico

Desde allí bajé hasta la popular calle Cuba, peatonal y llena de comercios y pubs. Quizás fuese la que tenía más ambiente. Luego me perdí por otras calles aledañas, viendo el estilo de los edificios de Wellington. Sin mucho más que hacer por el centro de la ciudad, que recorrí varias veces, volví al coche y conduje hasta el mirador del Monte Victoria.

Sin duda alguna, para mí es el lugar más recomendable de Wellington junto con el museo Te Papa. Las vistas son fantásticas. Hacia la ciudad y el puerto, más alejado el valle Hutt, y la bahía Lyall en el lado opuesto. Allí arriba sí que noté el viento y el frío, pero daba igual, me quedé un buen rato.  

Puerto de Wellington

Wellington desde el Monte Victoria

Bahía Lyall desde el Monte Victoria

Compré algo de comida en el supermercado y regresé a la casa de Michael, que me había invitado a ir con él a un partido de kayak que arbitraba. A pesar de haberle dicho por la mañana que sí iría, decidí declinarla al llegar porque me encontraba algo mal. El frío que había pasado durante mi viaje por la isla sur de Nueva Zelanda finalmente me pasó factura.

Antes de irse, preparó una cena deliciosa que no esperaba, y entre medias, también comenzamos una partida de ajedrez que paramos cuando se fue. Michael era una persona inteligente, y me gustaba conversar con él. Realmente tuve mucha suerte al haber sido invitado a su casa.  

Mientras él estuvo fuera, limpié los cacharros que utilizamos para cenar y aproveché para cocinar lo que compré en el supermercado, preparando varios tapers para los días siguientes. Le esperé viendo una película en mi tablet, porque a pesar de ser tarde y de que él mismo me lo dijo, no me parecía correcto acostarme antes.

A la mañana siguiente, y antes de irme, acabamos la partida de ajedrez, que ganó él, aunque estuvo muy reñida hasta el final. Me olvidé por completo de tomarnos una fotografía juntos. Qué pena. ¡Gracias por todo Michael!.

Conduje por la carretera número 2, aún sin tener muy claro dónde iría, si a Napier, en la costa este, o si al Parque Nacional Tongariro. Esa carretera lleva al Parque Kaitoke y al Monte Bruce. El primero está a unos 50 kilómetros de Wellington, y posee grandes extensiones de bosque nativo. Para los amantes de El Señor de los Anillos, fue el lugar elegido para rodar Rivendell. La carretera está llena de curvas en ese tramo, y cuenta con algunos miradores donde parar y hacer fotografías. Seguro que contiene muchos senderos para recorrer, así que los que estéis interesados, preguntar en la oficina i-SITE de la ciudad. Y en el Monte Bruce hay un santuario de vida salvaje al que no llegué a ir, porque finalmente decidí ir al Parque Nacional Tongariro y el trayecto era largo.  

Vistas del Parque Kaitoke desde la carretera nº 2

Vistas del Parque Kaitoke desde la carretera nº 2

En resumen, Wellington es una visita obligada en un viaje por Nueva Zelanda, y no sólo porque sea el punto desde el que parten o llegan los ferries de Picton, en la isla sur. Comercios, cafeterías, museos con el Te Papa a la cabeza, o las vistas desde el Monte Victoria, dan para un par de días. Pero si dispones de poco tiempo, en un día completo se puede ver todo lo fundamental sin prisas. 

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2 comentarios :

  1. Muchas gracias por enseñarnos un pedazo de ese sitio tan bonito,buenas fotos pues así se puede apreciar de algún modo ya que una no se puede permitir el viajar a esos lugares,buen post :)

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    1. Muchas gracias a ti Pauli. Me encanta que sigas leyendo mis aventuras y fotografías, y más aún que te gusten.

      Te cuento que conocí a varios chilenos que viajaron con una Working Holiday Visa a Nueva Zelanda, que te da para un año. Trabajaban tres o cuatros meses en la recolección de la fruta de temporada. Luego viajaban por el país varios meses. Luego volvían a trabajar. Aún siendo el salario el mínimo, les daba para ahorrar un montón, comprar un coche que luego vendían antes de salir del país, y viajar a otros lugares como Australia antes de volver a Chile. Y en Australia también existe esa visa. Sólo tienes que tener menos de 30 ó 35, no recuerdo bien ahora. A mí ya se me pasó :-D pero si inventaran la máquina del tiempo, es algo que haría sin dudarlo.

      Sólo por si estás en esa edad y puede servirte. Porque te veo con muchas ganas de ir allí. Y desde luego, lo recomiendo muchísimo si te gusta la naturaleza.

      Muchas gracias de nuevo. Cuídate.
      Jonathan

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